La plaza de San José amaneció repleta de hojas filamentosas que los pinos australianos dejaron caer un domingo de verano. Abundaban también las hojas «mudadas» de los mangos, como lo hacen casi todo el año. Arrieta dormía plácidamente sobre un «banco» que le sirvió de testigo y compañero de su larga «pea».
El viejo Augusto, elocuente, estudioso y moralista más que cualquiera de mis «retíos», no pudo ser indiferente ante la escena lamentable que protagonizaba su amigo y popular constructor «porallaero», querido por todos en la Cataneja perijanera de los años 60. Acercándose al dormido ajustó sus «espejuelos», apretó los labios y con decepción exclamó: «Arrieta, te veo y no te conozco».
Con sinceridad y aires de desquite, haciendo uso de un dominio oral para responder con ironía y gracia que le caracterizaban, Arrieta se sobrepone sobresaltado de una «cama» que ya quería abandonar luego de una larga noche de ebriedad, le contestó: «Y yo te conozco y no te veo».
Fue este un momento en el cual la sinceridad y la admisión de los hechos se encontraron para ocupar un lugar en el anecdotario de mi pueblo. Ambos personajes en la escena dijeron sus verdades y mostraron su extrañeza.
El de hoy es el momento de ver y conocer cómo actúan los enemigos de la Patria. Es la hora de conocer y ver cómo preparan el asalto letal a nuestra paz. Es la oportunidad de admitir que los patriotas venezolanos estamos hechos de verdad. Es el momento de expresar el papel que queremos jugar ante las exhortaciones a la violencia que nos hacen desde el extranjero y los evidentes acontecimientos provocadores de Macuto, Chuao y el Apure.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!