A Estados Unidos no le dio resultado aplicar contra los países y las compañías que construyen el gasoducto Nord Stream 2, su ya desgastada política del “garrote y la zanahoria” la cual ha utilizado durante siglos para lograr sus funestos objetivos.
En esta ocasión Washington no pudo doblegar a Rusia, que entregará los suministros de gas, ni tampoco a sus aliados europeos, principalmente Alemania, Austria y Noruega que se negaron desde un principio a aceptar las presiones y extorsiones que ejercieron las administraciones de Donald Trump, primero, y de Joe Biden, después, para tratar de suprimir la gigantesca obra.
Las “sanciones” que Estados Unidos ha impuesto contra el proyecto de gasoducto son violaciones al derecho internacional y un ejemplo de la competencia desleal que contradicen todos los dictámenes de la Organización Mundial del Comercio y de otras instituciones económicas, financieras y comerciales del orbe.
Rusia, acostumbrada por muchos años a la hostilidad desatada por Washington contra su país, esperó sin inmutarse que los países europeos tomaran la decisión soberana de continuar la gigantesca obra y desecharan las presiones ejercidas por su poderoso aliado.
Desde mediados de 2017, el entonces ministro alemán de Exteriores Sigmar Gabriel y el canciller federal de Austria Christian Kern realizaron una declaración en la que expresaban que “la seguridad energética es un asunto interno de la Unión Europea, y Estados Unidos no debe intervenir. Y agregaron «nos incumbe a nosotros decidir quién y cómo nos suministran la energía acorde a las reglas del mercado de libre competencia».
El gobierno federal germano ha emitido varios comunicados al respecto y en uno de los más recientes puntualizó que “rechaza las sanciones por considerarlas una injerencia a la soberanía europea», ya que en esa obra “participan más de cien empresas de Europa que cumplen con las legislaciones vigentes”.
Similares afirmaciones fueron realizadas por el Bundestag (Parlamento Federal) y por la canciller Ángela Merkel quien mantuvo frías discusiones con Donald Trump y ha refutado en todo momento las arbitrarias medidas de la Casa Blanca.
Constantes y prolíferas han sido las extorsiones aprobadas por el Congreso estadounidense con el manifiesto fin de impedir la finalización del Nord Stream 2, bajo la excusa de contrarrestar la influencia que tendría Rusia sobre Europa Occidental al administrarle el combustible.
Este subterfugio washingtoniano no tiene base real pues Europa ha equipado 35 terminales y diversificado en los últimos años sus importaciones de gas, que recibe también de Catar, Malasia, Indonesia y Australia, cuatro veces superiores a lo que llevará el Nord Stream 2.
Lo que pretende el gigante del norte es que Europa Occidental le compre el gas que produce en sus yacimientos con la técnica de fracking, mucho más costosa, lo que además aumentarían los precios por tenerlo que transportar en barcos en vez de gasoductos.
Estados Unidos quiere seguir siendo el país hegemónico que durante décadas, y sobre todo después de la desaparición de la Unión Soviética, se convirtió en el imperio que imponía su dominio en el orbe.
Los últimos intentos para obstaculizar la obra sucedieron a mediados de mayo cuando el gobierno de Biden impuso sanciones contra el operador de las obras del Nord Stream 2 y a su director ejecutivo, Mattias Warnig, pero las levantó casi inmediatamente, el 19 de mayo.
Cuando un periodista le preguntó a la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki sobre esa marcha atrás, respondió: Estados Unidos no tenía medios para detenerlo pues está casi completado “¿Cómo íbamos a detener un proyecto en otro país que se ha construido en un 95 %”?
Ahora, al parecer para aminorar el ridículo político cometido, el Departamento del Tesoro norteamericano acordó “castigar” a 13 barcos y tres compañías rusas.
Los buques son: Akademik Chersky, Baltiski Issledovatel, Vladislav Strizhov, Rtemis Offshore, Bakhtemir, Finval, Captain Beklemishev, Murman, Narval, Sivuch, Spasatel Karev, Umka y Yuri Topchev. Las compañías: Mortransservis, el Servicio de Salvamento Marino y el Fondo de Propiedad de Energía Térmica de Samara.
El proyecto al que solo le faltan menos de 150 kilómetros para concluir de los 1 230 kilómetros de extensión cuyas tuberías van por el fondo del mar Báltico divididas en dos ramales, tiene como objetivo transportar hasta 55 000 millones de metros cúbicos de gas natural por año desde Rusia a Alemania, pasando por las aguas territoriales o las zonas económicas exclusivas de Dinamarca, Finlandia, Alemania, Rusia y Suecia.
Ucrania y Estados Unidos se oponen (además de Polonia, Lituania y Letonia). Kiev porque teme perder los 2 000 millones de dólares que recibe por otro gasoducto que desde Rusia pasa por su territorio hacia Europa, y Washington debido a que trata de imponer la venta de gas que produce por la técnica de fracking el cual resulta mucho más costoso.
Todo hace indicar que el gasoducto Nord Stream 2 concluirá antes de finalizar el año 2021 mientras que la prepotencia imperial estadounidense ha salido trasquilada ante las posiciones soberanas de Rusia y de varias naciones europeas occidentales.