El machismo contra la mujer ha sido una constante en diferentes culturas y tiempos históricos. En buena parte de los casos, la fusión de mitos, creencias religiosas y prejuicios culturales, siempre han colocado al hombre en posición de “superioridad” frente a la mujer.
Luego, en las sociedades contemporáneas del mundo capitalista occidental, la visión del darwinismo social se convirtió en una excusa perfecta. Parte del hallazgo del célebre naturalista inglés, Charles Darwin, fue usado de forma acomodaticia, por oportunistas. Esto para dar un barniz de racionalidad a la primitiva idea de la dominación de un “sexo fuerte”, sobre otro “más débil”.
Y aún ahora, en pleno siglo XXI, en medio de tantos adelantos tecnológicos, el machismo lamentablemente sigue siendo moneda corriente. Tanto, que en algunos países europeos alcanza notas de crueldad, sencillamente espantosas.
De nada ha valido que en la comunidad internacional cada vez alcance mayor peso la lucha de movimientos sociales, en favor de la igualdad de género y la diversidad. De hecho, esta causa figura como uno de los 5 objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Distintas modalidades
Pero la cruda realidad, confirma todos los días que, en el actual sistema, la mujer sigue siendo víctima de diversos tipos de violencia. Como detalla la psicóloga española, especializada en psicopatología de la infancia y la adolescencia, Olga Carmona, las mujeres padecen al menos 7 tipos de violencias. Así destacan: la violencia física; la psicológica y emocional; la económica; la sexual; la simbólica y mediática; la laboral; y la obstétrica.
Estas serían las formas de agresión más comunes en diferentes países. De acuerdo con la Organización de Mundial de la Salud (OMS) 1 de cada 3 mujeres en el mundo (es decir el 30% de todas las damas del planeta) ha sufrido violencia física y/o sexual de manos de su pareja o de terceros.
Estamos en presencia de un flagelo que se ha detectado en al menos 161 países. Y que afecta seriamente la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres a corto y largo plazo. La OMS advierte que estas formas de violencia, pueden: “ser causa de depresión, estrés postraumático y otros trastornos de ansiedad, insomnio, trastornos alimentarios e intentos de suicidio”.
Violencia vicaria
No obstante, trágicos acontecimientos registrados recientemente en España, han vuelto a poner sobre la mesa otro tipo de violencia, cuyas consecuencias son aún más espeluznantes. Se trata de la violencia vicaria, una forma de agresión contra las mujeres donde el blanco de ataque son los hijos.
Se le denomina vicaria, porque es un término que proviene de la psicología. Y se refiere generalmente al aprendizaje mediante la experiencia de un tercero. En este caso el hombre machista, busca dañar a la mujer atacando el punto más débil de una madre: sus hijos.
El psicólogo, también español, Oscar Castillero Mimenza, explica que la violencia vicaria es una forma de maltrato infantil. Esta puede ir de “la visualización y presenciación por parte del menor de agresiones por parte de uno de sus familiares a otro o por el padecimiento de agresiones directas como método para causarle un perjuicio”.
Conmoción ibérica
Actuando bajo esa lógica, a fines de abril de 2021, el ciudadano español, Tomás Gimeno, amenazó a su ex esposa, Beatriz Zimmermann, con que más nunca volvería a ver a sus hijas. Este sujeto retiró a Olivia (6 años) y a Anna Gimeno Zimmermann (1 año) el pasado 27 de abril y luego desapareció.
En días recientes a 1.000 metros de las costas de Tenerife el macabro hallazgo del cuerpo sin vida de la pequeña Olivia Gimeno, confirmó las sospechas de un posible caso de violencia vicaria. El padre homicida colocó a su menor hija dentro de una bolsa plástica y la ató al ancla de su embarcación para que yaciera en las profundidades del mar.
Las autoridades españolas presumen que la otra bebé de 1 año correría con idéntico y fatal desenlace. Aún se desconoce el paradero del padre.
Por desgracia, este no representa un caso aislado. La psicóloga Carmona refiere que en el país ibérico en la última década casi 50 niños y/o adolescentes han experimentado tan fatídica suerte. Asimismo, 840 mil hijos e hijas de mujeres maltratadas, sufren cada año las consecuencias de vivir en un hogar con violencia de género. Y sólo en 2017 fueron asesinadas 40 mujeres que dejaron 19 huérfanos.
Detrás de estas cifras aterradoras, sigue impune una de las violencias más dañina, como lo es la mediática y simbólica. Este fenómeno requiere urgentemente un cambio radical de paradigmas sociales y culturales. Sería la forma más eficaz de encarar la violencia vicaria, como la cara más bestial del machismo.