En septiembre de 2020 el presidente Nicolás Maduro anunció lo que sería la cifra más catastrófica jamás registrada en la economía venezolana y sus más de 100 años de rentismo petrolero: para el momento, y comparado con el año 2014, se consumó una caída del 99% de las divisas que ingresaban a la economía.
La causas han sido más que evidentes: un periodo de depresión del precio internacional del crudo desde 2014, al cual se unen, desde 2017, un conjunto de medidas coercitivas estadounidenses que prácticamente erradicaron las exportaciones petroleras, que han representado históricamente más del 90% de los ingresos de moneda extranjera al país. En otras palabras, Venezuela se «secó» de dólares.
Sin embargo, la economía venezolana ha sido también un espacio de contradicciones. Mientras la renta histórica de petrodólares menguó, a la par de procesos demoledores de devaluación irrumpió el dólar en operaciones domésticas, cada vez más, en cada esquina, en cada lugar, hasta que el Estado venezolano despenalizó las operaciones con los billeticos verdes.
La economía venezolana, bajo bloqueo y de estado de suspensión coyuntural del rentismo petrolero, ha diversificado los procesos de mutación y desfiguración de la economía como la conocíamos. Bodegones, remesas, gasolina en dólares, compras en dólares, compras en criptos, sueldos en la empresa privada y productos de consumo calculados en dólares, en fin, paremos de contar.
Según la firma Datanálisis, para este año se calcula un ingreso de 3 mil millones de dólares en remesas. Existe también un proceso de inversión de capitales a gran escala en el país de la mano de carteras privadas de inversión. Existe además un proceso todavía incalculable de manera exacta, de reinserción de capitales nacionales, en procesos que regularmente llamamos «repatriación», que según Henkel García provienen de venezolanos que «los ahorraron en el exterior». No dudemos que este es un eufemismo para referir al robo a Cadivi.
Pero en sumatoria, podría hablarse de un proceso de drenaje de dólares provenientes de diversas fuentes, que en buena medida explican la relativa estabilidad de los tipos de cambio que han sido apreciables durante este año. Tanto el llamado «dólar paralelo» como el «Dólar BCV» han fluctuado en condiciones de libre cambio demostrando niveles de estabilidad mucho mayores a los de años anteriores.
Para poner un ejemplo, a finales de enero, luego de un alza pronunciada, el dólar paralelo alcanzaba el precio de 1 millón 800 mil bolívares soberanos. Al momento de redactarse esta publicación, mediados de octubre, el precio del dólar paralelo es de 4,10 bolívares digitales, luego de la reconversión. Es decir, la devaluación acumulada en casi nueve meses ha sido menor a 140%, una cifra alta, pero mucho menor a lo que vivimos en años anteriores, con devaluaciones interanuales de hasta 1.000 ó 3.000%.
En la economía de lo cotidiano, el flujo de divisas no se explica únicamente por remesas. Lo que en muchos casos llamamos «remesas» en realidad consisten en transferencias en bolívares realizadas por familiares en el extranjero mediante cambistas, quienes no ingresan dólares a la economía real del país. Aunque vemos muchos billetes verdes, es un hecho que muchísimas operaciones financiadas con «remesas» son en realidad operaciones sin moneda extranjera en el país.
El cuadro de explicaciones es incompleto frente a las singularidades de la economía venezolana, pues en ocasiones pasa por alto otros procesos de asimilación que existen en la economía real y que referimos a continuación.
El cripto-boom venezolano
En 2018 cuando el Ejecutivo venezolano propuso el Petro como primera criptomoneda oficial de un país, había la intención solapada de navegar frente a una nueva inercia. Para el momento, ya había aguas abajo un proceso real de operaciones en Bitcoin, al punto de que Venezuela fue durante años uno de los principales países donde se realizaban operaciones con la mayor de las criptomonedas.
El sitio LocalBitcoins registraba volúmenes enormes de operaciones, en tiempos en que la devaluación empujaba a los venezolanos a resguardar su capital en instrumentos como el bitcoin. Durante el transcurso de 2020 las operaciones de compra y venta de criptomonedas, realizadas desde Venezuela, representaron 12,3% del volumen total transado en LocalBitcoin, que tiene alcance global. El país es de los líderes mundiales en la materia.
Pero el proceso evolutivo de la inserción de criptos en la economía real se ha acelerado en proporciones inimaginables.
El auge del Bitcoin en Venezuela detonó el auge del «trading» como actividad (Foto: Criptonoticias)
El país pasó de procesar pago de gasolina en Petros en las estaciones de servicio a la normalización de algunas palabras entre algunos sectores informados en el país: Trading, Brokers, Binarias, BTC, Tokens, BNB, Binance, Axie Infinity, Play-To-Earn, son algunas de las palabras clave, parte de ese lenguaje instrumental, que algunos hemos escuchado alguna vez, pero que son en realidad el medio de vidas de decenas y cientos de miles en Venezuela.
Las «cripto-fuentes» de dólares en la economía
Hemos visto carteles en el centro de Caracas sobre talleres de trading, que de entrada nos parecen una estafa piramidal, o promesa farsante de algún gurú económico que nos promete «ganar hasta 500 dólares sin salir de tu casa».
Alguna vez hemos sabido de jóvenes colocando molestos en sus estados de WhatsApp que «bajó el SLP» y de entrada no sabemos de qué diablos habla. Particularmente tuve mi primer llamado de atención cuando supe de un amigo, con ya 45 años y de barba canosa, jugando con animalitos que parecen pokemones y me decía que estaba «trabajando».
«Binance», «Binance», «Binance», «pásamelo por Binance»: quizá hemos escuchado, como un secreto a voces.
¿De qué se trata todo esto?
Hablando de trading, se trata de inversión en capitales de riesgo, es decir, en activos, que bien pueden ser mediante criptomonedas o dinero fiat (dinero convencional), donde los «inversionistas» apuestan a la subida o a la bajada en un indicador determinado.
Para ponerlo en maneras más simples, con una inversión mínima en un broker (o plataforma) correcto, una persona que haga trading y logre entender el mercado, puede ganar o «generar» ingresos, modestos o exponenciales. Esto depende de muchos factores, como si el trader (o inversionista) forma parte de alguna escuela donde ha adquirido las herramientas, y también de su capacidad de inversión.
El proceso consiste en entrar a diferentes «índices» o bolsas, como Crash 500 Index, Boom 1000 Index, Volatility 100 Index, entre muchos otros, mediante brokers (plataformas) como Metatrader, eToro, Robinhood, SelfBank, donde se ingresa de manera gratuita y hay mecanismos para aprender a hacer operaciones con dinero simulado, para no perder dinero real.
Tratándose del trading predominan las historias en que los traders principiantes ingresan y exploran en este mundo, perdiendo algunas decenas de dólares y, por ende, se retiran de estas prácticas. Sin embargo, son muchas las historias de traders venezolanos principiantes que pagan cuentas para seguir indicaciones de traders más consolidados.
Vale la pena decir que muchos de los traders famosos para adquirir seguidores y suscriptores a sus canales exhiben una imagen parecida a una mezcla de corredor de bolsa de Wall Street con facha de narco colombiano.
Sin embargo, quienes les siguen y aprenden sus técnicas, o incluso, si siguen sus señales, pueden generar al mes cientos de dólares, sin tener en muchos casos verdaderos estudios financieros.
En el mundo de las criptos, con el Bitcoin (BTC) al frente, ha surgido toda una generación de compradores y vendedores de porciones de BTC y de otras, como Ethereum, Dogecoin y Ada Cardano.
La lógica es muy simple: comprar cuando baja, vender cuando está arriba, en la misma lógica de cualquier revendedor de los tantos que pululan en la economía venezolana, pero desde la parsimonia sofisticada de la inversión de riesgo en el criptomundo. Es decir, al acaparador acá se le llama holder (o más bien hodler) por comprar fracciones de BTC y sostenerlas a la larga, manteniendo una base de ahorro, pero es más que eso.
Un modesto propietario de fracciones BTC puede incrementar su patrimonio en BTC adquiriendo más, cuando baja el precio, para luego «hodlear» solo una parte de sus BTC y vivir surfeando la inestabilidad de esa criptomoneda, al punto de aprovechar las subidas para vender arriba, ganar dinero con eso y hasta costear necesidades básicas, hasta por cientos de dólares al mes.
Es decir, gastar BTC para vivir, pero al mismo tiempo preservando una base de ahorro constante que se mantiene por la tendencia alcista al largo plazo de esta criptomoneda. Hace poco el BTC volvió a superar los 61 mil dólares, donde estuvo en el pasado mes de abril.
Axie Infinity, en cambio, es un juego de la generación Play-To-Earn (Jugar para ganar) basado en NFT (Non Fungible Token, o token no fungible), que básicamente, por jugar, premia a sus jugadores con SLP (Smooth Love Potion) un token que representa un valor en dólares.
La plataforma Binance es la más usada en Venezuela por los jugadores de Axie Infinity para intercambiar sus tokens por dólares o bolívares (Foto: Binance)
Axie Infinity es el juego más consolidado en esta generación de cripto-juegos, le siguen Plants vs Undead y Binamon, e incluso hay un cripto-juego basado en CounterStrike. La lógica es la misma: juegas, ganas y lo que ganas es intercambiable en dólares en Binance, que es una plataforma de intercambio de criptomonedas y dinero fiat, con su billetera incorporada.
Hasta antes de una actualización del juego que se hizo en septiembre, y otra actualización que se hizo el 15 de octubre, el juego podría generar a los propietarios de los «pokemones», mejor conocidos como «Axies», unos 600 u 800 dólares de ganancia al mes para pequeños propietarios, al punto de que al crecer su patrimonio el juego brindaba la facultad de «becar» a quien no tuviera la posibilidad de adquirir las «mascotas», para ganar entre un 35 ó 40% de las ganancias que dejaba el juego.
Muchos grandes propietarios de Axies en Venezuela y el mundo, quienes ganaban incluso miles de dólares al mes, becaron a jugadores venezolanos para que operaran con sus mascotas.
Axie Infinity, particularmente popular entre muchos jóvenes, en un momento de boom permitió que decenas de miles de jóvenes en Venezuela pudieran ganar, por mediados de julio, desde 250 hasta 400 dólares al mes sin hacer ninguna inversión relevante y jugando con Axies propiedad de otras personas.
Acorde al medio El Diario, Venezuela está en el segundo lugar del mundo donde el juego es más popular, luego de Filipinas. Según Criptotendencias, a mediados de septiembre el juego sobrepasaba los 2 mil millones de ventas en todo el mundo y contaba con 1.5 millones de jugadores activos al día.
El incalculable ingreso
Desde una perspectiva meramente holística, la sumatoria de ingresos de quienes realizan estas actividades en el país está arrojando cifras todavía incalculables, pero cuantiosas para el volumen actual de la economía venezolana.
En otras palabras, las propias inflexiones que ha generado el bloqueo a las exportaciones estatales generaron boquetes y evoluciones en la economía interna que han servido para el auge de actividades que hasta hace algunos años eran impensables en escalas masivas en el país.
De ahí que los rasgos de la economía y el consumo nacional, en plena evolución, no podría explicarse solamente por el auge de bodegones, Nutella y «venta de tequeños por 1 dólar», tal como en muchos casos trivializamos sobre el devenir económico.
Las nuevas tecnologías han venido empujando un proceso, no tan silencioso, que aguas debajo de la economía consiste en uno, insisto, todavía incalculable, de capital foráneo ingresando al país, mediante porciones disgregadas y diferenciadas, mediante criptovías que en buena medida contribuyen a resolver la situación particular de muchas personas y familias. La relevancia de esto, veámoslo así, reside en su gran potencial por sumatoria.
Uno de los elementos más distintivos de este proceso, y que podríamos caracterizar, es que aunque muchos participantes de estas prácticas hacen saber a quienes les rodean de su «trabajo», también hay muchas personas que las realizan como actividades complementarias, emprendimientos y fuentes de ingreso segundarios, en muchísimas ocasiones sin manifestarlo abiertamente, dando a estas actividades una forma de tabú.
Lo cual nos permite sugerir que en muchísimos casos usted podría tener a un trader, a un hodler o a un jugador por tokens, justo a su lado. La dimensión de estas actividades podría ser mucho más grande de lo que generan las actuales impresiones.