"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Vivir una cultura

¿Hasta qué punto el arte nos ex­plica cómo pueblo? ¿Qué implica saberse herederos de una cultura extraordinaria? ¿Cuál ha sido el rol de la cultura y sus más relevantes exponentes en la consolidación de una identidad? Basta con una afir­mación: la cultura es el pueblo.

La realización mayor de la polí­tica cultural de la nación ha sido de­fender el derecho inalienable de la ciudadanía a disfrutar de las expre­siones y manifestaciones del arte. No hay cultura mayor ni cultura menor: hay un entramado conflu­yente, riquísimo e integrador. Es un patrimonio compartido por genera­ciones completas y que se amalgama con la historia.

El 20 de octubre de 1868, cuan­do Perucho Figueredo compartió en Bayamo la letra del himno que sería el de la nación toda, cristalizó esa simbiosis que ha marcado el devenir de un pueblo.

El Día de la Cultura Cubana es reafirmación de un compromiso. Alicia Alonso repetía una y otra vez una vieja sentencia: el arte no tiene patria, pero los artistas sí. Y aunque distinguidos artistas cubanos han hecho obra significativa fuera del archipiélago, gran parte del acer­vo ha sido creado aquí. No es esta una cultura de diásporas enfáticas. Y en cualquier caso, lo bueno que se ha hecho fuera integra también el cuerpo maravilloso de esa cultura.

En tiempos marcados por una contingencia sanitaria, por el impac­to inmovilizador de una pandemia, no hubo apagón cultural en Cuba. Los artistas ensayaron alternativas, siguieron trabajando. Habrá que ha­cer en algún momento el recuento de estos meses de creación, la valo­ración justa de su aporte. Es que los artistas han hecho en buena medida una crónica de estas circunstancias.

Cuando el país retoma paulati­namente cierta noción de normali­dad, el arte recupera espacios, rea­comoda impulsos y concreciones.

Hay desafíos importantes para la cultura cubana y sus hacedores. Las nuevas tecnologías plantean nuevos escenarios.

Hay que repensar una economía de la cultura, que debe asumir crea­tivamente los retos de la economía nacional sin menoscabo de la socia­lización efectiva de cada una de las expresiones.

Los artistas aficionados, los portadores de tradiciones tienen que afianzar alianzas con los profe­sionales y las instituciones.

Es necesario defender el sistema de enseñanza artística y trabajar en su permanente renovación y funcio­nalidad.

Pero la fuerza de la creación es evidente. El arte seguirá ofreciendo sentidos y abriendo caminos. Cuba seguirá siendo cultura.

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