A estas alturas ya habrá leído sobre las huelgas de 2021. Por un lado, hay más, algunas en industrias en las que no hemos visto muchas huelgas desde hace tiempo, como en el comercio minorista, el sector del espectáculo o en las principales empresas manufactureras; otras han tenido lugar en sectores que se volvieron más propensos a las huelgas en los últimos años, como en sanidad y en la educación, casi todos donde los trabajadores se vieron afectados por la pandemia de COVID-19. Para los comentaristas más prudentes, hay un «repunte» de huelgas, mientras que el exsecretario de Trabajo Robert Reich ha sugerido con imaginación que se trata, «de manera desorganizada», de una huelga general. La mayoría de los relatos sobre este aumento visible de la actividad huelguistica las sitúan en el contexto de la recientecoyuntura económica.
Las condiciones inmediatas que fomentan las huelgas se buscan principalmente en la singular «escasez» de mano de obra (además de los enfermos del virus) porque los trabajadores han renunciado voluntariamente a sus puestos de trabajo en busca de mejores salarios y condiciones en números sin precedentes. La Oficina de Estadísticas Laborales llama a esto «renuncias» y registra una cifra de 4,3 millones en agosto de este año. Los sectores del comercio, el transporte y los servicios públicos y el ocio y la hostelería por sí solos representaron casi la mitad de estas «renuncias». 1 Por otro lado, los despidos del sector privado han disminuido con respecto al año anterior y las ofertas de trabajo aumentaron en más de dos tercios hasta los 9,6 millones, mientras que las contrataciones son casi planas. 2 Los jefes necesitan más trabajadores y los trabajadores se han vuelto más selectivos y asertivos.
Mientras que algunos lo llaman «La gran dimisión» debido a todas las «renuncias», otros lo han etiquetado como el «Gran descontento» por la indignación subyacente que implica, ya sea a traves de las renuncias o las huelgas. Por un lado, la tasa de renuncias había aumentado de manera más o menos constante desde los primeros signos de recuperación tras la Gran Recesión de 2008-2010. Por otro lado, una encuesta de Gallup en marzo de 2021 encontró que el 48 por ciento de “la población trabajadora de Estados Unidos busca activamente trabajo o busca nuevas oportunidades”, mucho más que el 2,9 por ciento que realmente ha renunciado a sus puestos de trabajo. 3Por lo tanto, la insatisfacción laboral ha sido general en toda la fuerza de trabajo durante algún tiempo antes de alcanzar su máximo histórico en agosto de 2021. Por esta razón, creo que es más útil ver la tasa de «renuncias» como una medida de la insatisfacción laboral, por un lado, y de la confianza para actuar, por otra, en lugar de una causa directa de las huelgas.
Al mismo tiempo, millones de trabajadores mal pagados han descubierto, si no lo sabían ya, que eran «esenciales» para el funcionamiento de la sociedad, incluso cuando sus jefes abusaban de ellos, haciéndoles trabajar en exceso y pagándoles mal. Esto también ha contribuido a la decisión de convocar huelgas. Además, las ganancias corporativas no financieras nacionales se dispararon en un 70 por ciento hasta un récord de $ 1.8 billones para el segundo trimestre de 2021, después de caer durante la propagación de la pandemia en la primavera de 2020, por lo que los empleadores tienen más dificultades para argumentar sus dificultades económicas y que sus trabajadores deberían tomar nota en caso de conflictos laborales. Ciertamente, las cosas se han visto favorecidas por los 450 contratos sindicales, muchos de los cuales cubrían a más de 1000 trabajadores, que expiraron en 2021. En total, ha sido un buen momento para ir a la huelga.
Pero hay más cosas detrás de esta aparente tendencia a la militancia que un mercado laboral favorable. Para profundizar un poco más, debemos examinar los precedentes. Las huelgas de 2021 no surgieron de la nada. La Tabla I muestra el número total de huelgas, aquellas consideradas “grandes” por el BLS con 1.000 o más huelguistas, y la cantidad total de huelguistas durante los últimos seis años.
Disgresión sobre las estadísticas de huelga
Sin embargo, antes de analizar estos números y otros relacionados, es necesario analizar las cifras de huelgas. Dado que la administración Reagan suspendió el recuento del BLS de todos los paros laborales después de 1981, no hay un recuento oficial de todas las huelgas y cierres patronales. El BLS solo tiene en cuenta las huelgas de 1.000 o más trabajadores. Hasta 2021, el Servicio Federal de Mediación y Conciliación (FMCS) contabilizó todos los paros laborales directamente relacionados con negociaciones colectivas, en su mayoría del sector privado. Por lo tanto, las huelgas como las de los maestros de West Virginia y otras en 2018 y 2019 no se incluyeron, ya que en realidad eran huelgas contra el gobierno de West Virginia. Tampoco lo fueron la mayoría de las huelgas del sector público a menos que el sindicato o el empleador solicitaran la mediación del FMCS. Por lo tanto, incluso sumando las «grandes» huelgas de BLS y las cifras de FMCS no produciría necesariamente un recuento totalmente exacto. La Administración Biden ha dejado que el registro del FMCS caduque y ya no está disponible en el sitio web del FMCS, lo que empeora las cosas. Las huelgas de los trabajadores de ferrocarriles y aerolíneas son contabilizadas por la Junta Nacional de Mediación según los términos de la Ley de Trabajo Ferroviario. Sin embargo, no ha habido ninguna en los años que analizamos.
Este año, por otro lado, el programa de Relaciones Laborales e Industriales de la Universidad de Cornell ha comenzado a rastrear todas las huelgas a través de Google y las redes sociales. Incluso hace poco, Jonah Furman de Labor Notes comenzó a registrar huelgas y las campañas de afiliación sindical en su informe semanal en línea «Who Gets the Dog». He utilizado todas estas fuentes para producir el recuento más preciso posible de huelgas con los materiales existentes, pero es probable que se hayan pasado por alto algunas. Son estas cifras las utilizadas en la Tabla I y a lo largo de este artículo, y aunque a veces difieran son más precisas que los recuentos del BLS o del FMCS disponibles. Se citan en las Tablas I y II y no se citarán cada vez que se utilicen posteriormente.
Tres cosas destacan de estas cifras. Primero, el número total de huelgas en los primeros diez meses de 2021 es mucho mayor que el de los cinco años anteriores. Por otro lado, el número de huelguistas no es mayor que en todos los años anteriores. En general, el número de huelgas ha ido disminuyendo desde 1980 y cayó aún más después de la Gran Recesión de 2008, alcanzando un mínimo de 76 en 2018. 2021 es, por lo tanto, el primer año con un repunte significativo en el número total de huelgas. Pero como muestra la Tabla I, la cantidad de huelguistas en 2021 ni siquiera se acerca al de 2018 y 2019, cuando hubo huelgas masivas de maestros en todo el país. De hecho, antes de 2021, la mayor parte de las huelgas tuvo lugar en la educación pública y, en su mayoría, en la sanidad privada. Sus trabajadores se ven menos afectados por los altibajos económicos que la mayoría, aunque sus tasas de renuncias también aumentaron, lo que indica una insatisfacción laboral importante. Por supuesto, son trabajadores que enfrentan condiciones comunes a gran parte de la clase trabajadora y sus huelgas cuentan en el panorama más amplio de la lucha de clases tanto como las de otros trabajadores más «industriales».
En segundo lugar, sin embargo, hay una caída dramática tanto en el número de huelgas como de huelguistas en 2020 como resultado del impacto inicial de la pandemia en general y la profunda, aunque breve recesión, que se produjo en la primavera de ese año. Sin embargo, cabe señalar que muchas de las huelgas que ocurrieron en 2020 fueron de trabajadores no sindicalizados en empresas como Amazon, McDonald’s e Instacart, que protestaban por condiciones inseguras frente a la creciente pandemia. Sin embargo, el aumento de las huelgas se reanudó en 2021.
En tercer lugar, lo que hace que 2021 en particular sea excepcional no es solo el aumento de las cifras, sino también el aumento de las huelgas no relacionadas con ecucación o sanidad, en su mayoría del sector privado. Hubo 124 huelgas de estos trabajadores en todos los sectores en 2021, mucho más que en cualquiera de los años posteriores a la Gran Recesión. La Tabla II muestra todas esas huelgas de 500 o más trabajadores. Esto no incluye a los 6.000 trabajadores del entretenimiento de IATSE que llegaron a un acuerdo provisional en octubre, pero que han expresado después su descontento con el acuerdo. U otros, como los 37.000 trabajadores de la salud de Kaiser Permanent que pueden ir a la huelga durante este año año, o, de hecho, los muchos trabajadores cuyos contratos colectivos expiran el próximo año. Por lo tanto, hay un «repunte» más amplio en la actividad de huelgas tras el impacto dislocador de la pandemia.
Una forma un poco más amplia de ver esta tendencia es como una “recuperación” a largo plazo de la profunda dislocación de la Gran Recesión de 2008-2010. El número de huelgas registradas por el FMCS y el BLS había estado disminuyendo durante décadas. A fines de la década de 1990, los conflictos laborales registrados por el FMCS tuvieron un promedio anual cercano a los 400, disminuyendo a alrededor de 300 entre 2000 y 2005 y cayendo a un mínimo de 103 en 2009. Las huelgas importantes registradas por el BLS cayeron de 39 en 2000 a un mínimo histórico de 5 en 2009. El número de huelguistas en este registro del BLS se redujo de 394.000 en 2000 a un mínimo increíble de 12.500 en 2009. Aunque ninguna de las cifras anteriores a la recesión representa niveles históricamente altos de huelgas comparables a las de las décadas de 1930, 1940 o 1970, la Gran Recesión representó una caída bastante pronunciada de la actividad huelguística. Visto de esta manera, las cifras de 2018 a 2021 tomadas en conjunto y promediadas pueden interpretarse como un regreso a los niveles de huelgas y número de huelguistas anteriores a la recesión.
Sin embargo, visto de otra manera, los trabajadores aprenden de las victorias de otros trabajadores y de la percepción de que sus propias condiciones son compartidas por otros en la sociedad. Los trabajadores de la educación de 2018 y 2019 estaban, de hecho, enseñando a otros que, cuando las condiciones son adecuadas, ha llegado el momento de hacer huelga y ganar. Junto con los muchos huelguistas del sector de la salud que se enfrentaban a los gigantes corporativos, también estaban mostrando a los trabajadores de todas las industrias que la experiencia de años de ingresos estancados y del estrés producido por el sistema de trabajo «justo a tiempo» eran una pesadilla común a toda una clase. Si ellos podían defenderse, tú también.
La acumulación de quejas frente a la acumulación del capital
Por lo tanto, hay razones para creer que la huelga y la militancia en general continuarán si entendemos el «repunte» de 2018-2021 como resultado no solo de las condiciones pandémicas y coyunturales, sino de la acumulación de quejas durante un largo período. Un período que es el resultado de los esfuerzos desesperados del capital para aumentar los beneficios y compensar la caída de las tasas de ganancias que se volvió a producir después de la recuperación del colapso de 2008-2010. Como lo definió el historiador británico Eric Hobsbawm en su estudio sobre las revueltas obreras, las «situaciones explosivas» son el resultado de «acumulaciones de material inflamable que solo arden periódicamente, por así decirlo, bajo presión». 4Los materiales inflamables son las condiciones de salario, trabajo y vida en declive y los agravios acumulados durante muchos años. Si bien estas “explosiones” obreras son imposibles de predecir, siempre van precedidas de un aumento de protestas, huelgas y, a veces, de nuevas organizaciones o crecimiento de las existentes, y a menudo están acompañadas por otros movimientos sociales activos. Ejemplos bien conocidos incluyen las olas de huelgas antes y después de la Primera Guerra Mundial, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, y la ola de huelgas que duró desde mediados de la década de 1960 hasta la de 1970 durante la era de la Guerra de Vietnam.
Cada una de estas oleadas de huelgas no solo fue interrumpida y luego impulsada por el impacto social y económico de una guerra, sino que estuvo acompañada e interrelacionada con otros movimientos sociales importantes además del de trabajadores sindicalizados o por sindicalizar. En los años previos a la Primera Guerra Mundial, estos fueron el movimiento por el sufragio femenino y el aumento de la actividad del movimiento por los derechos civiles, principalmente a través de la NAACP y del nacionalismo negro. En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, no se produjo sólo la ola masiva de huelgas de 1943-1946, sino también los movimientos menos visibles pero importantes de los derechos civiles, a menudo liderados por veteranos negros. La era de la guerra de Vietnam fue testigo del movimiento contra la guerra, el renacimiento del feminismo y el movimiento masivo de las mujeres, junto con el Black Power y el movimiento por los derechos LGBTQ. El «repunte» que hoy se produce, por supuesto, parte de un renovado movimiento de mujeres, el movimiento de trabajadores inmigrantes,el movimiento contra el cambio climático y el surgimiento de Black Lives Matter y todas sus variantes. estamos viviendo ya un período de considerable activismo social. El «repunte» de las huelgas es posiblemente el precursor de una explosión más sustancial.
Si bien muchas de las condiciones de vida en declive de la clase trabajadora y los agravios que han generado son bien conocidos, vale la pena analizarlos y ver cómo podrían interactuar para producir un repunte continuo de la militancia y el activismo de la clase trabajadora. Quizás el problema más obvio e irritante es que, en términos reales, a pesar de algunos aumentos salariales recientes debido a la «escasez» de mano de obra, en septiembre de este año el salario medio del sector privado y de los trabajadores no supervisores era el mismo de $ 9,73 a la hora que en la primavera de 1989. Mientras tanto, la productividad laboral ha aumentado en un 88 por ciento durante el mismo período, incluso significativamente durante la pandemia. 5 Puede que no conociera las cifras oficiales, pero seguramente ya conocía la situación.
Cuando la pandemia golpeó a principios de 2020, alrededor de dos tercios de los trabajadores peor pagados y solo alrededor de la mitad de los que se encontraban en el 25 por ciento inferior de la escala salarial, o alrededor de 13 millones de trabajadores de producción y no supervisores, no tenían baja por enfermedad con sueldo, mientras que más de 31 millones de personas menores de 65 años no tenían seguro médico. No es sorprendente que el impacto de la pandemia no fuera socialmente neutral. Un estudio del Journal of the American Medial Association Network publicado en mayo de 2021 reveló que la incidencia de infecciones y muertes por COVID-19 era mayor en los condados de EEUU con una desigualdad de ingresos relativamente alta.
Junto a esta espantosa realidad económica, años de intensificación, estandarización y cuantificación del sistema de trabajo «justo a tiempo» han cobrado su precio en estrés. Al estudiar los EEUU y Canadá durante la pandemia en 2020, una encuesta de Gallup encontró que el 57 por ciento de los trabajadores experimentaron estrés, el 48 por ciento preocupación y el 22 por ciento indignación, todos ellos «la mayor parte del día». 6 El estrés, la preocupación y la indignación, por otra parte, fueron en aumento mucho antes de la pandemia. El porcentaje de estadounidenses que dijeron haber experimentado estos sentimientos «gran parte del día» aumentó durante el período posterior a la Gran Recesión del 44 por ciento en 2008 al 55 por ciento en 2018 por estrés, del 34 por ciento al 45 por ciento por preocupación y del 16 por ciento al 22 por ciento por indignación durante esos mismos años. Una encuesta anterior de 2006 mostró que el 72 por ciento del estrés experimentado en los EEUU fue originado por causas relacionadas con el trabajo.
El estrés, sin embargo, no fue la única fuente de angustia emocional y descontento. Años de desigualdad de ingresos y riqueza cada vez más visible explotaron durante la pandemia, revelando una imagen del obsceno patrimonio neto de la creciente cohorte de multimillonarios. Según un estudio del Institute for Policy Studies, la cantidad de multimillonarios estadounidenses creció de 614 en marzo de 2020 a 745 en octubre de 2021 a medida que la pandemia aumentaba, mientras que su riqueza acumulada se disparó de $ 2.947.5 mil millones a $ 5.019.4 mil millones durante ese período. Las payasadas bien publicitadas de muchos de estos titanes de la explotación han hecho casi imposible que las personas de clase trabajadora no se dén cuenta de cómo estos individuos de alto perfil se han beneficiado del exceso de trabajo, los salarios insuficientes, el estrés, la infección e incluso la muerte de la mayoría de los trabajadores. De hecho, incluso antes de que se produjera la pandemia, una mayoría del 61 por ciento aseguraba que había «demasiada desigualdad económica en los EEUU». De media, solo el 42 por ciento de los encuestados pensaba que abordar esta desigualdad era una «máxima prioridad». Pero entre aquellos con ingresos más bajos, el 52 por ciento creía que era una prioridad máxima. Para muchos, al menos, este crecimiento astronómico de la desigualdad ha sido una razón más para actuar y un pilar más en su conciencia de clase.
Al mismo tiempo, incluso antes de que se extendiera la pandemia, el 70 por ciento de los estadounidenses sentía que «las grandes corporaciones y los ricos tienen demasiado poder e influencia en la economía actual», según una encuesta realizada por el Pew Research Center a fines de septiembre de 2019. Como era de esperar, también pensaban que los políticos tenían demasiado poder. La sensación de que los poderosos tienen demasiado poder económico e influencia política es, por supuesto, también cereal para los molinos populistas de derecha tipo Trump, así como una fuente potencial de conciencia de clase. En cualquier caso, ver a los demócratas en el Congreso pelearse entre sí tanto como los republicanos y los lobbistas corporativos al tiempo que recortan incluso programas inicialmente insuficientes que podrían ayudar a la gente trabajadora probablemente matará cualquier esperanza existente de que la ayuda llegaría de ahí. Por otra parte, solo el 31 por ciento señaló que los sindicatos tenían demasiado poder, y la mayoría de ellos se identificaron como republicanos o simpatizaban con ellos. De hecho, los índices de aprobación de los sindicatos han aumentado tras la Gran Recesión desde un mínimo del 48 por ciento en 2009 al 68 por ciento en agosto de 2021. Esto también indica tanto un aumento del descontento como de la conciencia de clase; y los medios a mano para luchar eficazmente.
Dada la acumulación de quejas y los malos contratos que los trabajadores sindicados han obtenido durante décadas, no es sorprendente que la presión ir a la huelga y mejores contratos haya venido en gran parte de los afiliados de base. Rob Eafen, presidente del local de BCT & GMU en la planta de Kellogg’s en Memphis dijo a Time: “El movimiento de huelga fue una oleada de gente”. La oleada fue visible en muchos de los sindicatos cuyos contratos expiraron en 2021 cuando los miembros votaron por gran mayoría a favor de la huelga. En octubre, los miembros de United Auto Workers (UAW) en John Deere rechazaron una oferta de contrato por un 90 por ciento y votaron a favor de la huelga en un 98 por ciento, al igual que los miembros de la UAW en las plantas de camiones de Volvo que rechazaron por dos veces ofertas insuficientes por un 90 por ciento y se declararon en huelga. Los trabajadores de comunicaciones (CWA) de Frontier Communications en California votaron en un 93 por ciento y luego hicieron huelga por un día el 5 de octubre. 7 miembros de IATSE, el sindicato de trabajadores de producción de películas y programas de televisión, votaron en un 98 por ciento a favor de la huelga a principios de octubre. Posteriormente se alcanzó un acuerdo tentativo, pero muchos miembros de IATSE expresaron su descontento con la oferta. Veintiún mil enfermeras y otros trabajadores de la salud en Kaiser Permanente en California votaron en un 96 por ciento a favor de una huelga si fuera necesaria, y miles de trabajadores más de Kaiser en 20 sindicatos adicionales también votaron a favor. Hay pocas razones para creer que este tipo de presión desde abajo desaparecerá.
Crisis como guerras, depresiones y pandemias exponen todo tipo de fisuras en el sistema económico. La pandemia de COVID-19 simplemente ha magnificado y difundido las desigualdades acumuladas en la sociedad y los agravios que generan, pero también la vulnerabilidad del capital. El reciente colapso de las cadenas de suministro globales «justo a tiempo», por ejemplo, es la causa inmediata de una crisis que se está gestando desde hace mucho tiempo. Los puertos están obstruidos en parte porque la capacidad de los buques de contenedores ha superado la capacidad de los puertos de contenedores en un 63 a 42 por ciento de 2010 a 2020, seguida de un fuerte aumento en la demanda de transporte de contenedores en 2021. Esto se debió al cambio del consumo de servicios a bienes durante la pandemia. 8 También ha habido escasez previa de vagones, motores y trabajadores de ferrocarril, así como de conductores de camiones y trabajadores de almacén locales y de larga distancia, es decir, a todo lo largo de las cadenas de suministro. El impacto de estos puntos de congestión y cuellos de botella en las cadenas de suministro del mundo se intensificó por la combinación de las presiones y vulnerabilidades de las cadenas «justo a tiempo». No hay ningún misterio sobre estos problemas. La velocidad aumenta el impacto de cualquier interrupción de la cadena de suministro, 9 mientras que años de bajos salarios y beneficios laborales, combinados con los resultados de la intensificación del trabajo mencionados anteriormente, han mantenido a los trabajadores alejados de los trabajos estresantes y peligrosos involucrados en el traslado global de bienes, como lo han hecho con otras áreas de trabajo como la sanidad.
Al mismo tiempo, es un recordatorio del poder del trabajo para interrumpir la acumulación de capital. Un estudio del impacto de los «eventos disruptivos» en las cadenas de suministro de 397 empresas estadounidenses entre 2005 y 2014 mostró que durante los tres meses posteriores a la interrupción, un impacto promedio en las ventas de solo -4,85% produjo una disminución de los ingresos operativos de -26,5%. y una disminución en el rendimiento de los activos de -16,1 por ciento. 10Este impacto se produjo antes de que la pandemia produjera un aumento del consumo de bienes en comparación con los servicios junto con inventarios aún más ajustados y, por lo tanto, una mayor dependencia de las cadenas de suministro y la logística, que probablemente continúen por algún tiempo. 11Claramente, las interrupciones producidas por la mano de obra, como las huelgas o otras acciones laborales reivindicativas, pueden tener un impacto significativo en la acumulación de capital de cualquier empleador. Una oleada general de conflictos laborales puede obligar a un retroceso de toda la clase capitalista. Y ese podría ser un punto de partida para un nuevo movimiento obrero en Estados Unidos.