"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Edmundo Aray, ese soy yo

¿Quién es Edmundo Aray?

Tengo una amiga que le comentó a su hija mayor: “¡murió Edmundo Aray!”. La respuesta de la joven estudiante de cine fue ¿Y quién es ese? Mi amiga molesta la regañó. ¿Por qué deben conocer los jóvenes a Edmundo Aray si él no pertenecía a Hollywood ni escribía best sellers? Intentaré explicarlo. Este intelectual, orgánico por demás, según Antonio Gramsci, nacido en Maracay el 16 de noviembre de 1936, es, además de cuentista, poeta, cineasta, investigador literario, ensayista y economista, un ballenero, y cuando digo esto, entiéndase un marino del celuloide, un argonauta de la palabra, un domador de bestias oceánicas, un arponero del capitán Ahab quien, embarcado en el Pequod, invoca todos los días al monstruo marino y cuando da con él lo amaestra para liberarlo en las costas de Paita donde lo contemplan por las noches Manuela Sáenz y Simón Rodríguez.

Grupo Sardio

Sardio nace en 1954 en una librería homónima, allanada desde su primera exposición por la Seguridad Nacional. El grupo estaba conformado por escritores, poetas y pintores entre los que destacan: Adriano González León, Luis García Morales, Guillermo Sucre, Gonzalo Castellanos, Elisa Lerner, Salvador Garmendia, Rómulo Aranguibel, Efraín Hurtado, Antonio Pasquali, Francisco Pérez Perdomo, Rodolfo Izaguirre, Héctor Malavé Mata, Ramón Palomares, Pedro Duno, Elizabeth Schön, Manuel Quintana Castillo, Perán Erminy, Mateo Manaure, Marcos Miliani, Omar Carreño y Edmundo Aray. Sardio aborda la literatura y el arte desde una perspectiva socioantropológica en oposición a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

El primer número de la revista Sardio data de mayo-junio de 1958. Aquí está el Testimonio en el que se lee “Nadie que no sea militante permanente de la libertad puede sentir la portentosa aventura creadora del espíritu. Ante el peso de una historia singularmente preñada de inminencias angustiosas, como la de nuestros días, ningún hombre de pensamiento puede eludir esa militancia sin traicionar su propia, radical condición”. Con Sardio publica Edmundo Aray su libro Nadie quiere descansar en 1961, año en el que el grupo se disuelve por diferencias políticas y los integrantes de izquierda conforman El Techo de la Ballena.

Cambiar la vida, transformar la sociedad

Entre 1961 y 1969, salieron a la luz pública varias publicaciones, entre éstas Twist presidencial y Sube para bajar, ambas de Edmundo Aray y los cuadernos: “Rayado sobre el Techo, Nº 1” todo un “catálogo de homenaje a la cursilería y el lugar común” y Rayado sobre el Techo, Nº 2 y Rayado sobre el Techo, Nº 3. También hubo varias exposiciones. Todos estos actos culturales tienen un autor colectivo: El techo de la ballena. Este grupo de activistas políticos formado por escritores, poetas y artistas plásticos infringió los cánones intelectuales y estéticos promovidos por el puntofijismo y dio respuesta a la violencia adecocopeyana. Sobre la nominación de este grupo, explica Aray: “Para el nombre del grupo nos ayudó Jorge Luis Borges con su libro Literaturas germánicas medievales” ya “que era habitual entre los escandinavos decir ‘casa de los pájaros’, y no aire; ‘serpiente de la guerra’, y no lanza; ‘rocío de las armas’, y no sangre; ‘sala de la luna’, y no cielo; ‘asamblea de espadas’, y no batalla; ‘marea de la copa’ y no cerveza; y así, ‘camino de las velas’ o ‘techo de la ballena’, para mencionar al mar. Meville nos ayudó, y todos fueron el capitán Ahab, como un símbolo de perseverancia”. ¿Por qué surge este grupo? Porque, como lo explica el primer manifiesto, «es necesario restituir el magma, la materia en ebullición, la lujuria de la lava, colocar una tela al pie de un volcán, restituir el mundo, demostrar que la materia es más lúcida que el color…».

Congreso Cultural de Cabimas

En diciembre de 1970 algunos cimarrones sentipensantes, entre estos varios balleneros, desarrollaron el Congreso Cultural de Cabimas para hacer un arqueo sobre el aporte de la izquierda a la cultura en los ámbitos educativos, económicos, científicos, artísticos y políticos de la década transgresiva e irreverente de los sesenta. Sobre esto explica Edmundo Aray: “El Congreso de Cabimas se inscribe en una acción sin precedentes en la historia política no sólo por la capacidad movilizadora de la vanguardia intelectual” sino porque “los documentos elaborados por las cuatro comisiones respondían a las urgencias políticas de transformación” y “abrían compuertas al trabajo unitario”. ¿Qué pasó? No hubo unidad: los marxistas estaban por un lado, los trotskistas por otro, igual ocurría con los maoístas y los leninistas, “Finalmente se impuso la astucia política del imperio y de los agentes de la democracia representativa, pues los grupos de la izquierda siguieron cultivando sus predios, dígase postergando la eclosión popular, el encuentro con un liderazgo capaz de quebrantar los corazones de la patria”.

El cine soy yo

Edmundo Aray no tiene nada que ver con la Warner Bros, ni con Paramount, 20th Century Fox, Metro-Goldwyn-Mayer, ni Walt Disney. No filmó en Cinecittà. Pero en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños de Cuba, la meca del cine latinoamericano y caribeño, es una figura de primer orden, de hecho, fue su Director General entre los años 2000 y 2002. Edmundo fundó en 1974 el Comité de Cineastas de América Latina. Su nombre está inscrito en la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, entidad que nace el 4 de diciembre de 1985 integrada por cineastas de dieciocho países. En Mérida, la ciudad donde vivía, dirigió la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, Capítulo Mérida.

Como cineasta, dirigió la serie de películas ése soy yo: “Simón Rodríguez, ése soy yo”; “Manuela Sáez, ésa soy yo”; “José Martí, ése soy yo”; “Sucre, ése soy yo”; y “Simón Bolívar, ése soy yo” con la que gana los premios Mejor Película y Mejor Guión del Concejo del Municipio Libertador en 1994. Obtuvo el Premio Nacional de Cinematografía (CONAC), el Premio Nacional de Cine Monseñor Pellín (1991 y 1994) y Personaje del Año en Cine. En el año 2018 se estrenó el documental “El arte de la fuga”, donde algunos de los 23 presos políticos cuentan cómo se escaparon del Cuartel San Carlos en 1975 a través de un túnel subterráneo construido desde el interior del recinto.

El amigo

En la sala Margot Benacerraf del Centro Rodrigueano de Emancipación Académica Aquiles Nazoa de la Unearte vi a su lado Reverón de la homónima cineasta caraqueña. Este honor se repitió con la proyección de su documental “El arte de la fuga” junto a varios de los guerrilleros fugados. La última vez que estuve en su casa, en Mérida, en 2018, fue con la idea de estrechar vínculos entre la Unearte y el grupo Comarca.

Compartir podio con él donde disertábamos sobre crítica cinematográfica se transformaba luego en largas tertulias sobre nuestros trajinares muchas veces coincidentes. Cuando leía los números de la serie de cuadernillos Para leer en la cola, recordaba cuando creó la revista Rocinante entre 1968 y1978. Hoy, con la conciencia clara de que cuando parte un amigo de la talla cimarrona de Edmundo uno debe enfrentarse a un minucioso proceso abrumador y doloroso de reconstrucción, sé que debo realizar las tareas pendientes, como por ejemplo publicar el libro La soledad va al cine que cuando lo leyó le gustó mucho, y escribir sobre Andrés Bello, del que decía: «Nuestro gran poeta – viva memoria de la gesta de nuestros héroes-y formidable hombre del pensamiento independentista, espera por el rescate de la prisión intelectual de la oligarquía”.

El 26 de junio de 2019

Edmundo Aray fue un militante íntegro que fraguó su lucha por la unidad nuestroamericana desarrollando sus principios estéticos transgresores y la crítica a los convencionalismos sociales. Por eso sus acciones estuvieron dirigidas a superar el modelo neocolonial apostándolo todo a un proceso político, un cambio de perspectiva, un nuevo modelo civilizatorio, una revolución cultural que tenga como fundamento la doctrina bolivariana, la causa social rodrigueana, el ideal mirandista, la estrategia piariana, la excelsitud sucreana, la liberación intelectual bellista, los movimientos sociales, las luchas de las mujeres y la sensibilidad chavista.

En la madrugada de este día, sonó la claqueta. Edmundo Aray está en la cama, por su mente pasa la película de su vida. En la mesa de noche la tinta está esparcida sobre la pálida hoja de su diario. Vuelve a sonar la claqueta. En la segunda toma el espiráculo de la ballena se obstruye. El alma de Edmundo Aray vuela desde Mérida “hacia el confín hondo y sereno del azul” cabalgando y diciéndonos: “otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo”. Suena por tercera vez la claqueta. Edmundo, infinitamente lumínico, está junto a Camilo. Sonríe porque tiene plena conciencia álmica de haber realizado su obra como arma movilizadora y forjadora de conciencia, con energía sin desmedro, con la firme voluntad de transformación y con lealtad absoluta a sus principios que lo consagraron. ¡Honor y gloria para el camarada Edmundo Aray!

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