"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

¿Solo nos queda el capitalismo?

Branko Milanovic es el principal experto mundial en desigualdad global, es decir, de las diferencias en ingresos y riqueza entre países y entre individuos en diferentes países. Fue economista jefe del Banco Mundial. Después de abandonar el banco, Milanovic escribió un estudio definitivo sobre la desigualdad global que actualizó en un artículo posterior en 2013 y finalmente salió como un libro en 2015, Global Inequality . En sus documentos anteriores y en ese libro, Milanovic presentó su ahora famoso «gráfico del elefante» (con forma de elefante) de los cambios en los ingresos de los hogares desde 1988, de los más pobres a los más ricos del mundo. Milanovic muestra que la mitad media de la distribución global de ingresos ha ganado un 60-70% en ingresos reales desde 1988, mientras que los más cercanos al grupo superior no han ganado nada.

Milanovic descubrió que aquellos que han obtenido más ingresos en los últimos 20 años son los que se encuentran en el ‘medio global’. Estas personas no son capitalistas. Se trata principalmente de personas en India y China, anteriormente campesinos o trabajadores rurales que han emigrado a las ciudades para trabajar en los talleres de ensamblaje y en las fábricas de la globalización: sus ingresos reales han aumentado desde una base muy baja, incluso si sus condiciones y derechos no lo han hecho.

Los mayores perdedores son los más pobres (principalmente agricultores rurales africanos) que no han ganado nada en 20 años. Los otros perdedores parecen ser algunos de los “más acomodados» a nivel mundial. Pero todo ello en un contexto global, recuerda. Estos “más acomodados» son, de hecho, principalmente personas de clase trabajadora en los antiguos países «comunistas» de Europa del Este, cuyos niveles de vida se redujeron con la restauración del capitalismo en la década de 1990 y la amplia clase trabajadora de las economías capitalistas avanzadas, cuyos salarios reales han estado esencialmente estancados en los últimos 20 años.

Sin embargo, el centro de estudios del Reino Unido, Resolution Foundation, ha sometido a la prueba del algodón el gráfico del elefante de Milanovic. El crecimiento más rápido de la población en países altamente poblados como China e India distorsiona su conclusión de que las personas de ingresos medios en el mundo fueron las que experimentaron tales avances. Si se tiene en cuenta el enorme aumento de la población en China e India entonces la desigualdad entre la persona promedio en las economías imperialistas de Occidente (¿Norte?) ha aumentado, no disminuido, en comparación con las economías pobres de la periferia global (¿Sur?). El elefante desaparece.

En su libro de 2015, Milanovic concluye que ya no hay ninguna base social o económica para la lucha de clases de una revolución socialista. Por lo tanto, debemos buscar formas de hacer que el capitalismo sea mejor y más justo. «La desigualdad global puede reducirse con tasas de crecimiento más altas en los países pobres y mediante la migración». Ahora, en su nuevo libro, Capitalism Alone, Milanovic regresa este tema y su «solución». Nuevamente parte de la premisa de que el capitalismo es ahora un sistema global con tentáculos en todos los rincones del mundo, que expulsa a cualquier otro modo de producción como la esclavitud o el feudalismo o el despotismo asiático hasta arrinconarlos en los márgenes. Asimismo, el capitalismo no es solo un modo de producción, es el único futuro para la humanidad.

Entonces dice: «El capitalismo tiene muchos fallos, pero también muchas ventajas, y no va a desaparecer. Nuestra tarea es mejorarlo”. Milanovic argumenta que el capitalismo ha triunfado porque funciona. Ofrece prosperidad y satisface los deseos humanos de autonomía. Pero tiene un precio moral que nos empuja a tratar el éxito material como el objetivo final. Y no ofrece ninguna garantía de estabilidad. En Occidente, el «capitalismo liberal» cruje bajo las tensiones de la desigualdad y el exceso capitalista. Ese modelo ahora lucha por los corazones y las mentes de lo que Milanovic llama el «capitalismo político», como lo ejemplifica China, que muchos afirman que es más eficiente, pero que es más vulnerable a la corrupción y, cuando el crecimiento es lento, a los disturbios sociales.

Milanovic condena la desigualdad “Creo que es malo para el crecimiento. Es malo para la estabilidad social, y es malo para la igualdad de oportunidades”. Y el capitalismo es malo porque aumenta inherentemente la desigualdad. “El sistema, en la forma en que funciona hoy, está generando, y realmente aumentando,  la desigualdad. (Y pondré dos ejemplos). Y esa creciente desigualdad conduce al control del proceso político por parte de los ricos. Y, el control del proceso político por parte de los ricos es realmente imprescindible para que los ricos transfieran o transmitan, más bien, todas estas ventajas. Ya sea a través del dinero (ventajas financieras) o, mediante la educación, a sus hijos. Lo que luego refuerza el dominio de lo que se llama la clase alta”. Sí, eso suena a capitalismo.

Por lo tanto, Milanovic favorece el aumento del gasto en bienes y servicios públicos (incluida la educación) y la seguridad social, impuestos sobre la propiedad y la riqueza para los ricos, poniendo fin a las dinastías heredadas, de modo que solo sea posible enriquecerse por méritos y trabajando duro, ¡como si ello bastara! Por lo tanto, su respuesta para un mejor capitalismo es la misma que en su libro anterior, pero esta vez más optimista en cuanto a las posibilidades de lograrlo: reducir la desigualdad y aumentar la migración de los países pobres a los más ricos.

Aunque ambas ‘alternativas’ capitalistas están plagadas de corrupción de sus élites e instituciones estatales, está claro que Milanovic confía más en lograr un retorno al modelo ‘liberal democrático’ del imperialismo occidental (el ‘Norte’) que en el ‘ capitalismo político ‘de China. Pero, ¿tiene razón Milanovic cuando describe la nueva guerra fría entre el capitalismo chino y el estadounidense como una competencia entre modelos autoritario y liberal, político y meritocrático?

¿Podemos realmente aceptar este esquema cuando vemos la América de Trump? la cruel y a menudo brutal hegemonía imperialista de los Estados Unidos; y la corrupta ‘democracia’ engrasada con dinero que opera allí, con su desigualdad extrema y creciente. ¿Y podemos realmente describir a China, un régimen estatal autoritario y corrupto, como ‘capitalismo político’?

Como sabrán mis lectores habituales, no estoy convencido de que China sea capitalista en absoluto, dado el poder económico dominante del estado y su capacidad de planificación en comparación con el sector capitalista. El estado y las empresas deciden mucho más sobre la vida de los chinos que los caprichos e incertidumbres del mercado y la ley del valor. Como dice Milanovic, China ha crecido en su PIB real y nivel de vida medio en los últimos 70 años más rápido que cualquier otra economía en la historia humana. ¿Es esto realmente una demostración del éxito de una economía capitalista (cuando todas las demás economías capitalistas solo lograron menos de una cuarta parte de la tasa de crecimiento de China y estuvieron sujetas a caídas regulares y recurrentes de la inversión y la producción)? ¿No podría la diferente narrativa de China tener algo que ver con su revolución de 1949 y la expropiación de su clase capitalista nacional y la eliminación del imperialismo extranjero? Quizás el capitalismo no sea lo único que nos quede.

Si es así, la dicotomía de Milanovic entre ‘democracia liberal’ y ‘capitalismo político’ parece falsa. Y se plantea porque, por supuesto, Milanovic comienza con su premisa (no comprobada) de que un modo alternativo de producción y sistema social, a saber, el socialismo, está descartado para siempre. En Desigualdad global, Milanovic concluyó que la idea de un proletariado global unido capaz de una revolución mundial está fuera de lugar porque ahora las desigualdades reales son entre estadounidenses y africanos, no entre capitalistas y trabajadores en todas partes. La revolución proletaria internacional de Trotsky está obsoleta: «Esa era la idea detrás de la» revolución permanente «de Trotsky. No había contradicciones nacionales, solo contradicción de clase mundial. Pero si la situación actual del mundo es tal que las mayores disparidades se deben a las brechas de ingresos entre las naciones, entonces la solidaridad proletaria no tiene mucho sentido. La solidaridad proletaria simplemente está muerta porque ya no existe el proletariado global. Por eso nuestro mundo es un mundo claramente no marxista».

Y, sin embargo, la clase trabajadora, tanto los trabajadores industriales como los de las llamadas industrias de «servicios», nunca ha sido tan numerosa en la historia humana. A nivel mundial, había 2.200 millones de personas trabajando y produciendo valor en 1991. Ahora hay 3.200 millones. La fuerza de trabajo global ha aumentado en mil millones de trabajadores en los últimos 20 años. A nivel mundial, la fuerza de trabajo industrial ha aumentado un 46% desde 1991, de 490 millones a 715 millones en 2012, y será más de 800 millones antes del final de la década. De hecho, la fuerza de trabajo industrial ha crecido un 1.8% al año desde 1991 y desde 2004 un 2.7% al año, ¡que ahora es una tasa de crecimiento más rápida que la del sector servicios (2.6% al año)! A nivel mundial, la participación de los trabajadores industriales en la fuerza de trabajo total ha aumentado ligeramente del 22% al 23%. El capitalismo no está solo; tiene un sepulturero, el proletariado.

Milanovic descarta esto. En su nuevo libro, “Creo, en gran medida, que [el capitalismo] es sostenible. Incluso si toda la desigualdad continúa, sin control. Es sostenible, en gran parte, porque no tenemos un esquema de sistema alternativo. Sin embargo, que algo sea sostenible, que algo sea eficiente, y que algo sea bueno, son dos cosas diferentes”. A Milanovic no le gusta el capitalismo, pero -para usar la frase de Margaret Thatcher al referirse a sus políticas neoliberales para el capitalismo-, reconoce que no hay alternativa (TINA) . Por lo tanto, el objetivo debe ser, tal como Keynes argumentó en la década de 1930: “hacer que el capitalismo sea más sostenible. Y eso es exactamente lo que creo que deberíamos hacer ahora” .

El problema es que las políticas de Milanovic para reducir la desigualdad de riqueza e ingresos en las economías capitalistas y / o permitir que las personas abandonen sus países pobres por un mundo mejor parece ser (si no más) un futuro tan ‘utópico’ bajo el capitalismo que la «utopía socialista” que descarta como imposible.

 

Fuente Sin Permiso

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