"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

En los zapatos de Nicolás Maduro

En estos momentos cuesta creer que exista alguien que, obrando de buena fe, niegue que Venezuela sea el objetivo de una verdadera guerra por parte del imperialismo norteamericano. Una guerra hibrida con la cual se busca derrocar violentamente al presidente Nicolás Maduro y a la Revolución Bolivariana, pero a la par también se busca la destrucción de nuestro Estado-Nación. Una guerra multidimensional: económica, psicológica, informativa, diplomática y política, con amenaza militar abierta –Los EE.UU. y sus gobiernos acólitos acaban de activar el TIAR porque les “facilita más acciones colectivas contra Maduro”-.

Una guerra cuya punta de lanza es el brutal y criminal bloqueo económico, mediante el cual se pretende someternos –por eso insisten en provocar hambre y enfermedades- incrementando hasta niveles indecibles el sufrimiento de la población, intentando controlarla emocionalmente para utilizarla con fines subversivos.

En medio del fragor de esa guerra algunos sectores políticos, que dicen llamarse revolucionarios, mantienen un permanente ataque contra el gobierno del Presidente Maduro, como si quisieran deslindarse a tiempo.

En ellos ya son lugares comunes: que el gobierno se ha desviado por el camino del neoliberalismo, de monetarista, de pactar con la burguesía, de restaurar el paecismo y pare de contar. De todo se les escucha, desde lo sustentado solamente con el ojo por ciento hasta con enjundiosos –pero casi siempre unilaterales y generalmente económicos- trabajos académicos. No es que sea mala la crítica, no, el problema es dónde, cuándo y para qué se hace. La crítica es una herramienta fundamental de todo proceso revolucionario, pero para que sea revolucionaria debe hacerse con método, donde prevalezca lo colectivo, lo orgánico, la unidad, la militancia (si es que uno se asume chavista), en otras palabras, la crítica solo cabe en la unidad de la teoría y la práctica para que tenga eficacia y eficiencia política como pudiéramos decirlo con Alfredo Maneiro.

Errores se han cometido, el mismo Presidente los ha reconocido, pero esos sectores, “críticos”, olvidan algo elemental, sencillo: ponerse en los zapatos de Maduro, quien tiene la responsabilidad histórica de preservar la Revolución, y lo hace en medio de una compleja tempestad desde el primer día de gobierno. ¿Si Maduro es neoliberal porque Trump insiste en derrocarlo?

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