"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

La Economía de Oferta Moderna y el Nuevo Consenso de Washington

El mes pasado, el asesor de Seguridad Nacional de EEUU, Jake Sullivan, describió la política económica internacional de la administración de EEUU. Fue un discurso fundamental, porque Sullivan explicó lo que se llama el Nuevo Consenso de Washington para la política exterior de los Estados Unidos.

El Consenso de Washington original era un conjunto de diez medidas de política económica consideradas el paquete de reformas «estándar» promovido por instituciones con sede en Washington, D.C., como el FMI, el Banco Mundial y el Tesoro de los Estados Unidos para los países en desarrollo afectados por la crisis. El término fue utilizado por primera vez en 1989 por el economista inglés John Williamson. Las medidas  abarcaban  políticas de promoción del libre mercado, como la «liberalización» del comercio y las finanzas y la privatización de los activos estatales. También implicaban políticas fiscales y monetarias destinadas a minimizar los déficits fiscales y el gasto público. Era el modelo de política neoclásico aplicado al mundo e impuesto a los países pobres por el imperialismo estadounidense y sus instituciones aliadas. La clave era el «libre comercio» sin aranceles y otras barreras, el libre flujo de capital y una regulación mínima, un modelo que benefició específicamente la posición hegemónica de los Estados Unidos.

Pero las cosas han cambiado desde la década de 1990, en particular, el ascenso de China como una potencia económica rival a nivel mundial; y el fracaso del modelo económico internacional neoliberal y neoclásico para lograr el crecimiento económico y reducir la desigualdad entre las naciones y dentro de las naciones. Particularmente desde el final de la Gran Recesión en 2009 y la Larga Depresión de la década de 2010, los Estados Unidos y otras economías capitalistas avanzadas han estado tartamudeando. La «globalización», basada en el rápido aumento del comercio y los flujos de capital, se ha estancado e incluso se ha invertido. El calentamiento global ha aumentado el riesgo de una catástrofe ambiental y económica. La amenaza a la hegemonía del dólar estadounidense ha crecido. Se necesitaba un nuevo «consenso».

El ascenso de China, con un gobierno y una economía que no se inclinan ante los deseos de los EEUU, es una bandera roja para los estrategas estadounidenses. Las cifras del Banco Mundial a continuación hablan por sí mismas. La participación de EEUU en el PIB mundial aumentó del 25 % al 30 % entre 1980 y 2000, pero en las dos primeras décadas del siglo XXI volvió a caer por debajo del 25 %. En esas dos décadas, la participación de China aumentó de menos del 4 % a más del 17 %, es decir, se cuadruplicó. La participación de otros países del G7 (Japón, Italia, Reino Unido, Alemania, Francia, Canadá) cayó bruscamente, mientras que los países en desarrollo (excluyendo China) se han estancado en su aportación al PIB mundial, su participación cambia con los precios de los productos básicos y las crisis de la deuda.

El Nuevo Consenso de Washington tiene como objetivo mantener la hegemonía del capital estadounidense y sus aliados con un nuevo enfoque. Sullivan: «Frente a las crisis acumulativas (el estancamiento económico, la polarización política y la emergencia climática), se requiere una nueva agenda de reconstrucción». Los EEUU deben mantener su hegemonía, dijo Sullivan, pero «la hegemonía, sin embargo, no es la capacidad de prevalecer, eso es el dominio, sino la voluntad de otros de seguir la orientación hegemónica (que establece condiciones) y la capacidad de establecer agendas». En otras palabras, EEUU establecerá la nueva agenda y sus socios la seguirán, una alianza de aquellos dispuestos a actuar así, de voluntarios. Aquellos que no la sigan, pueden enfrentarse a las consecuencias.

Pero, ¿Qué es este nuevo consenso? El libre comercio y los flujos de capital y la no intervención gubernamental deben ser reemplazados por una «estrategia industrial» en la que los gobiernos intervengan para subsidiar y gravar a las empresas capitalistas para que  cumplan los objetivos nacionales. Habrá más controles comerciales y de capital, más inversión pública y más impuestos a los ricos. Detrás de estos temas está que, en la década de 2020 y más allá, cada nación tendrá que valerse por si misma: nada de pactos globales, sino acuerdos regionales y bilaterales; nada de libre circulación, sino capital y mano de obra controlados a nivel nacional. Y en torno a eso, nuevas alianzas militares para imponer este nuevo consenso.

 

Este cambio no es nuevo en la historia del capitalismo. Cada vez que un país se vuelve dominante económicamente a escala internacional, quiere libre comercio y libre mercados para sus bienes y servicios; pero cuando comienza a perder su posición de ventaja relativa, quiere soluciones más proteccionistas y nacionalistas.

A mediados del siglo XIX, el Reino Unido era la potencia económica dominante y defendía el libre comercio y la exportación internacional de su capital, mientras que las potencias económicas emergentes de Europa y América (después de la guerra civil de EEUU) se apoyaron en medidas proteccionistas y de «estrategia industrial» para construir su base industrial. A finales del siglo XIX, el Reino Unido había perdido su dominio y su política giró al proteccionismo. Más tarde, en 1945, después de que EEUU «ganase» la Segunda Guerra Mundial, entró en juego el consenso Bretton Woods-Washington, y (EEUU) volvió a la «globalización». Ahora es el turno de los EEUU de pasar de los mercados libres a las estrategias proteccionistas guiadas por el gobierno, pero con una diferencia. Estados Unidos espera que sus aliados también sigan su camino y que sus enemigos sean aplastados como resultado.

En el marco del Nuevo Consenso de Washington hay un intento de la teoría económica convencional de introducir lo que se llama la «economía de oferta moderna» (MSSE). La «economía de oferta» era un enfoque neoclásico que se oponía a la economía keynesiana, que argumentaba que todo lo que se necesitaba para impulsar el crecimiento eran medidas macroeconómicas fiscales y monetarias para garantizar una «demanda agregada» suficiente en la economía y todo iría bien. A los «ofertistas» no les gustaba la implicación de que los gobiernos debían intervenir en la economía, argumentando que la macrogestión no funcionaría, sino que simplemente «distorsionaría» las fuerzas del mercado. En esto tenían razón, como demostró la experiencia de la década de 1970 en adelante.

La alternativa del lado de la oferta era concentrarse en impulsar la productividad y el comercio, es decir, la oferta, no la demanda. Sin embargo, los «ofertistas» también se opusieron totalmente a la intervención del gobierno en la oferta. El mercado, las corporaciones y los bancos podían hacer el trabajo de mantener el crecimiento económico y los ingresos reales, si se les dejaba en paz. Eso también ha demostrado ser falso.

Así que ahora, en el marco del Nuevo Consenso de Washington, tenemos una «economía de oferta moderna». Fue esbozada por la actual Secretaria del Tesoro de los Estados Unidos y ex presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, en un discurso ante el Instituto de Investigación de Política Económica de Stanford. Yellen es la nueva keynesiana por antonomasia, que aboga por políticas de demanda agregada y medidas del lado de la oferta.

Yellen explicó: «el término «economía de oferta moderna» describe la estrategia de crecimiento económico de la Administración Biden, y la contrastaré con los enfoques keynesianos y tradicionales del lado de la oferta». Continuó: «Con lo que realmente estamos comparando nuestro nuevo enfoque es con la «economía del lado de la oferta» tradicional, que también busca expandir la capacidad productiva potencial de la economía, pero a través de una desregulación agresiva junto con recortes de impuestos diseñados para promover la inversión de capital privado».

Entonces, ¿cuál es la diferencia? «La economía de oferta moderna, por el contrario, da prioridad a la oferta de mano de obra, al capital humano, la infraestructura pública, la I+D y las inversiones en un entorno sostenible. Todas estas áreas de enfoque están dirigidas a aumentar el crecimiento económico y abordar los problemas estructurales a largo plazo, en particular la desigualdad».

Yellen descarta el viejo enfoque: «Nuestro nuevo enfoque es mucho más prometedor que la antigua economía del lado de la oferta, que veo como una estrategia fallida para aumentar el crecimiento. Los importantes recortes de impuestos al capital no han logrado las ganancias prometidas. Y la desregulación tiene un historial igualmente pobre en general y con respecto a las políticas ambientales, especialmente con respecto a la reducción de las emisiones de CO2». Y tanto.

Y Yellen toma nota de lo que hemos discutido en este blog muchas veces. «Durante la última década, el crecimiento de la productividad media del trabajo de EEUU solo fue el 1,1 por ciento, aproximadamente la mitad de los cincuenta años anteriores. Esto ha contribuido a un crecimiento lento de los salarios y los beneficios sociales, con ganancias  especialmente lentas desde el punto de vista histórico para los trabajadores en la parte inferior de la distribución salarial».

Yellen explica a su audiencia de economistas convencionales la naturaleza de la economía de oferta moderna. «El potencial de crecimiento a largo plazo de un país depende del tamaño de su fuerza de trabajo, la productividad de sus trabajadores, la capacidad de renovación de sus recursos y la estabilidad de sus sistemas políticos. La economía de oferta moderna busca estimular el crecimiento económico impulsando la oferta de mano de obra y aumentando la productividad, al tiempo que reduce la desigualdad y el daño ambiental. Esencialmente, no solo nos centramos en lograr una alta tasa de crecimiento que sea insostenible, sino que nuestro objetivo es un crecimiento que sea inclusivo y ecológico». Así que la economía de oferta moderna o MSSE tiene como objetivo resolver los fallos evidentes del capitalismo en el siglo XXI.

¿Cómo se va a hacer esto? Básicamente, mediante subsidios gubernamentales a la industria, no poseyendo y controlando sectores clave del lado de la oferta. Como ella dijo: «la estrategia económica de la Administración Biden propone, en lugar de rechazar, la colaboración con el sector privado a través de una combinación de mejores incentivos basados en el mercado y el gasto directo basado en estrategias empíricamente probadas. Por ejemplo, un paquete de incentivos y descuentos para la energía limpia, los vehículos eléctricos y la descarbonización incentivará a las empresas a hacer estas inversiones críticas». Y gravando a las corporaciones tanto a nivel nacional como a través de acuerdos internacionales para detener la evasión de los pases fiscales y otros trucos para eludir los impuestos a las empresas.

En mi opinión, los «incentivos» y las «regulaciones fiscales» no tendrán más éxito del lado de la oferta que la versión neoclásica de economía de oferta (SSE), porque la estructura existente de producción e inversión capitalistas permanecerá en general intacta. La economía de oferta moderna busca la inversión privada para resolver los problemas económicos con el gobierno para «dirigir» dicha inversión en la dirección correcta. Pero la estructura existente depende de la rentabilidad del capital. De hecho, es más probable que la imposición fiscal a las corporaciones y la regulación gubernamental reduzca la rentabilidad más que lo que pueda aumentarla cualquier incentivo y subsidio gubernamental.

La economía de oferta moderna y el Nuevo Consenso de Washington combinan la política económica nacional e internacional de las principales economías capitalistas en una alianza de voluntarios. Pero este nuevo modelo económico no ofrece nada a aquellos países que se enfrentan al aumento de los niveles de deuda y los costes de su servicio, que están llevando a muchos a la suspensión der pagos y la depresión.

El Banco Mundial ha informado esta misma semana que el crecimiento económico en el Sur Global fuera de China caerá del 4,1 % en 2022 al 2,9 % en 2023. Golpeados por la alta inflación, el aumento de las tasas de interés y los niveles récord de deuda, muchos países se están volviendo cada día más pobres. Catorce países de bajos ingresos ya están en alto riesgo de impago de su deuda, de solo seis en 2015. «A finales de 2024, el crecimiento de los ingresos per cápita en aproximadamente un tercio de las economías de mercado y en desarrollo emergentes (EMDE) será inferior que en vísperas de la pandemia. En los países de bajos ingresos, especialmente los más pobres, el daño es aún mayor: en aproximadamente un tercio de estos países, los ingresos per cápita en 2024 se mantendrán por debajo de los niveles de 2019, en un promedio del 6 %».

Y no hay ningún cambio en las condiciones de préstamo del FMI, la OCDE o el Banco Mundial: se espera que los países endeudados impongan medidas fiscales austeras al gasto público y privaticen las entidades estatales restantes. La cancelación de la deuda no está en la agenda del Nuevo Consenso de Washington. Además, como Adam Tooze lo señaló recientemente: «Yellen trató de describir los límites de una competencia y cooperación saludables, pero no dejó ninguna duda de que la seguridad nacional es prioritaria frente a todas las demás consideraciones en Washington hoy en día». La economía de oferta moderna y el Nuevo Consenso de Washington son modelos, no para unas mejores economías y el medio ambiente en el mundo, sino para una nueva estrategia global para reforzar el capitalismo estadounidense en casa y el imperialismo estadounidense en el extranjero.

Fuente Sin Permiso

20/06/2023

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