Milei no es el primero que sostiene la “libertad de mercado”, ni el último, pero convengamos que se trata de un imposible histórico sustentado teóricamente desde cuando la burguesía incipiente luchaba contra las restricciones impuestas por el Estado pre-capitalista. El “librecambio” fue la categoría esencial de la naciente Economía Política de los originarios de la disciplina en el siglo XVIII, quienes combatían las normas y el control de las relaciones económicas previas a la extensión de las relaciones monetarias y mercantiles. Podemos ver en el programa de mayo de 1810 la reivindicación por el libre comercio, en contra de las restricciones impuestas por el régimen colonial y el virreinato.
Esa “libertad” es una ilusión sustentada en un imaginario social de la dominación que se basa en la apropiación privada del producto social del trabajo y la exclusión de la mayoría social del uso y propiedad de la tierra, proceso concretado con los cercamientos de los suelos en una dinámica asociada al desarrollo del orden capitalista. La acumulación originaria del capital y su desarrollo hasta nuestros días muestra la dinámica de la dominación y apropiación de los bienes comunes, la tierra esencialmente, y del producto del trabajo social. El Estado “capitalista” y sus fuerzas de seguridad y armadas fueron y son esenciales al respecto, y como muestra vale la “campaña” sobre la Patagonia en el Siglo XIX, e incluso hoy, para “normalizar” la situación social en el país se requiere de “protocolo” contra la resistencia y las movilizaciones, o el desplazamiento de “fuerzas” a Rosario para limitar el accionar narco.
Milei es síntesis de un programa ideológico propagandístico sostenido desde los medios y las redes para instalar en el imaginario social la “necesidad” de un “cambio”, en el mismo sentido en que se inspiró el programa de Martínez de Hoz o el de Cavallo, ideólogo supérstite desde su desembarco en el BCRA de 1982 o su paso por gobiernos peronistas y radicales y ahora el soporte teórico y político al gobierno ultra liberal. Ese “programa” de cambio fue comprado por buena parte de la sociedad argentina, especialmente de aquellos a los que la tradición política de la “grieta” post 2001 no daba respuestas de fondo, en el sentido de una reproducción (aceptable en términos de bienes y servicios) de la vida cotidiana.
Llevar adelante el programa de “mercado” requiere desandar un camino más que centenario de orden económico y social, un proceso en curso desde hace casi medio siglo, inaugurado con el “rodrigazo” de 1975 y potenciado desde la genocida dictadura. Un proyecto que dio un gigantesco salto en los 90 y que intentó profundizarse con Macri. El tiempo transcurrido y las “no” soluciones, juega a favor de quienes “imaginan” salidas inmediatas desde una concepción individualista, lógica esencial sustentada desde el libre cambio y el pensamiento esencialista de la ortodoxia anarco-capitalista de Milei.
Asistimos al tiempo del “desandar”, por lo que hay que desmontar años de reglas y normas de funcionamiento, incluso de los mecanismos que aportan a la acumulación de grandes grupos económicos, subsidiarios de una asociación de su actividad con el Estado. No solo se trata de desmantelar lo constituido recientemente, sino retroceder más de un siglo, antes del régimen democrático inaugurado en 1912 con la Ley Sáenz Peña, tiempos de dominación oligárquico imperialista. Luego vendría el tiempo de la “creación” del nuevo tiempo liberal. No solo es una utopía imposible e inexistente en la historia, sino que lo principal se juega en los consensos sociales, afectados por la inflación y la recesión, e incluso con tendencias a la baja del alza de precios, algo que está por verse.
En rigor, en el debate actual, no alcanza con la crítica al imposible imaginario del gobierno Milei, sino que se requiere construir un nuevo imaginario sobre el presente y futuro de la sociedad argentina, que pensamos más allá de la lógica monetario mercantil existente. Por eso, la convocatoria es a pensar en la des-mercantilización en aras de un orden sustentado en derechos esenciales y cuidado de la naturaleza. A una lógica imposible de exacerbado “mercado”, intentar el desafío de un rumbo asentado en la solidaridad, la autogestión económica, el trabajo comunitario, en defensa de la vida y la naturaleza.
Fuente: pagina12