El péndulo de la historia coloca a Estados Unidos en una compleja gravitación. Por una parte, su pretensión arrogante de imponer gobiernos en el continente americano y en el orbe terrestre, erigido motu propio o por destino divino, pues, según su élite gobernante, desde los founding pathers hasta la actualidad se asumen y consideran ungidos por la paloma paráclita para dirigir al mundo y librarlos del mal. Esa noción de pretendida misión divina, de Destino Manifiesto, la sostienen, y, en virtud de ello, se creen portadores de una misión bienaventurada, que los faculta para ser superiores y erigirse en protectores de la Humanidad. No hay presidente en la historia de los Estados Unidos o magnate capitalista que no haya hecho alusión a su posición como mandato divino. Nelson Rockefeller acostumbraba decir con gran elocuencia “que su riqueza era un dote especial dado por Dios”. George W. Bush con su altisonante retórica en la cruzada contra el mal y en su catecismo contra el terrorismo, decía: “el mundo debe estar orgulloso de que exista Estados Unidos, porque somos la garantía de que hacemos el bien para proteger la Humanidad”. Con todas esas falacias han envenenado a sus habitantes e intoxicado a más de un desprevenido que prohíjan esos cuentos vendiéndolos como verdades. Pero su espejismo de grandeza no oculta su maltrecho capitalismo; además de vanagloriarse con un obsesivo asedio contra Venezuela, con sanciones que son criminales contra ese noble pueblo. UN CAPITALISMO DECADENTE Hoy, cuando su recurrente crisis capitalista se agra-va severamente con la pandemia, y los contagios aumentan sobrepasando los 6 millones, sin que medien controles sanitarios, afectando a la población más vulnerable: afrodescendientes estadounidenses, hispanos y latinoamericanos inmigrantes, asiáticos, entre otros; son ellos unos 40 millones de pobres; y por añadidura, han quedado cesantes más de 42,5 millones de empleos. Con una recesión que se prolongará hasta 2021 ó 2022 y los hunde implacablemente. Exhibiendo un PIB que cayó 32,9% en el pasado trimestre; es decir, 9,5% interanual, lo que representa el mayor descenso desde la Segunda Guerra Mundial. Empero, en esa modélica sociedad, paradójicamente, desde el comienzo de la pandemia declarada por la OMS, los grandes capitales multimillonarios en el primer trimestre del año en EE.UU. han aumentado su riqueza en 19%, lo que equivale a elevar sus capitales en US$ 565.000 millones. Inmensa desigualdad que acusa a esa sociedad como inequitativa e injusta al compararlos con los datos referidos anteriormente. ¿Es ese modelo de sociedad la que se propone Donald Trump y los factores de poder en EE.UU que debemos imitar?
PRECARIO SISTEMA DE SALUD
En el centro del capitalismo, la gravedad del Covid-19 es mayor, dejando en evidencia un precario sistema sanitario, que priva del derecho a la salud a quien no disponga de capital; prima la exclusión, la discriminación a los sectores de bajos recursos, que no pueden acceder a los sistemas hospitalarios, pues, no disponen de un seguro. Ello es resultado de las políticas del modelo de desarrollo Neoliberal, puesto en ejecución en ese país desde los años setenta. La pandemia ha dejado al desnudo un sistema que solo persigue hacer de la sa-lud un negocio. Es esa otra arista que deja muy claro la crisis del modelo neoliberal, hoy hecho aguas en todos los países que han adoptado ese modelo: Estados Unidos; Europa y en América Latina, los que han implantado esas tesis para enrumbar sus economías se han estrellado con la crisis sanitaria para atender la pandemia. El epicentro de la crisis capitalista se sitúa en los Estados Unidos, donde las estrategias neoliberales se han aplicado con mayor rigurosidad, en las políticas de salud y han socavado este sector. La adhesión a la privatización como fórmula para atender el problema sanitario se hizo añicos ante la emergencia de una pandemia que se extendió vertiginosamente en la sociedad estadounidense. Su efecto ha sido tan nocivo que pre-ludia un agravamiento de su alicaída economía, que es donde se focalizan sus síntomas inmediatos
.¿TRUMP O BIDEN: QUE SE CONFRONTAN?
En Estados Unidos, están disputándose la primera magistratura dos corrientes políticas muy bien diferenciadas. Ellas se conforman con fracciones del gran capital financiero con ópticas distintas en relación a la globalización. Así se distinguen, en primer lugar, lo que podríamos denominar una fracción del capital financie-ro transnacional, que políticamente forman un bloque de poder globalista avanzado, con fuertes adherentes que controla el partido demócrata desde la época de Bill Clinton. Integrado por socialdemócratas y corrientes del liberalismo que abrazan la globalización como una posición de “avanzada”, con variados matices que hoy se perfila en el candidato presidencial demócrata Joe Biden . Sus relaciones con Wall Street y la OTAN; y los grandes capitales globalistas transnacionales denotan una fuerte adhesión a la reconfiguración de un orden global fundado en un neoliberalismo doctrinario. Y, por otra parte, un bloque americano desfasado, dominado por el partido republicano, con visiones del Des-tino Manifiesto y adocenado en las tesis de la Guerra fría; con neoconservadores y halcones del Pentágono o corrientes de ultra derecha del Tea Party, todos profesan un fanatismo religioso a ultranza y un suprema-cismo racial. Este bloque se estructuró en el gobierno de George W. Bush y su concepción guerrerista es más ultramontana que los demócratas. Pero, dentro de los republicanos Donald Trump, quien emergió como un outsider en la política y logró llegar a la Casa Blanca, representa una corriente de los capitalistas que pudiéramos llamar “Industrialistas”, toda vez que pretenden afirmar el mercado interno, orientar la producción nacional y cortar, en buena medida, con las importaciones con el fin de crear empleos internos; de allí deviene su rivalidad y guerra arancelaria contra los chinos. Además, en su plan está hacer de Estados Unidos un pro-ductor de petróleo que le garantice su autosuficiencia. En fin, su slogan del “Make America First Again,”va en esa dirección. No obstante, sus diferencias con el bloque americano desfasado, tiene coincidencias en lo estratégico que le gana su aceptación. Ambos candidatos -el republicano y el demócrata- mantienen inalterables su adhesión al intervencionismo, dependiendo de las decisiones del Pentágono cuyo peso específico determina las incursiones bélicas. Venezuela está en la agenda de ambos candidatos, sin que haya diferencias significativas en su posición contra el gobierno legítimo de presidente Nicolás Maduro. No hay nada más parecido a un gobierno de Trump que uno de Biden.
EL OBJETIVO VENEZUELA.
El gobierno republicano de Donald Trump y su campaña gravita políticamente en Venezuela como target, pues, es un objetivo electoral que podría significar ganarse el voto latino de Florida, una plaza importante del colegio electoral que cuenta con 18,4%, donde políticas agresivas contra Cuba, Venezuela o Nicaragua produce réditos electorales de importancia. La agenda programada por el secretario de Estado Mike Pompeo en la gira realizada a Surinam, Guyana, Colombia y Brasil en la segunda quincena de septiembre iba dirigida a explorar con esos países su disposición a colaborar en la ejecución del Plan Tenazas contra Venezuela. Y, eventualmente, realizar una incursión militar multinacional contra el país suramericano. Un plan dirigido a desestabilizar, crear un estado de caos e impedir la realización de los comicios legislativos del 6 de diciembre. En el plan de la agenda con Colombia y Brasil se des-taca un aspecto formal, que se corresponde con una dimensión de acuerdos y alianzas estratégicas para garantizar la seguridad continental y fortalecer la seguridad regional contra el “régimen de Nicolás Maduro”; incluyendo la lucha contra el narcotráfico y agentes del terrorismo que afectan la región, también el financia-miento a programas sociales hacia la inmigración, sobre todo la venezolana. Ello es parte de la parafernalia diplomática que se da en esos acuerdos formales que Estados Unidos los emplea para infiltrar organismos y realizar adoctrinamiento. Pero la parte operativa y medular de la gira es la agenda oculta o real, que implica: establecer los objetivos y lineamientos estratégicos del Plan Tenazas; operacionalizarlo por el Comando Sur; establecer los dispositivos militares de ataques de una fuerza multinacional; fijar acciones encubiertas y establecer y acordarse en los programas de reconstrucción una vez se posicionen en territorio venezolano; el rol de cada país en el reparto de territorios y riquezas. Un verdadero plan de invasión u ocupación militar. En el desarrollo de la agenda de Mike Pompeo, el sábado posterior a la salida del secretario, la confrontación del ejército bolivariano en Apure en la cercanías de Colombia, con mercenarios colombianos y de Esta-dos Unidos que se hicieron pasar por guerrilleros de la FARC-EP y ELN. Eran una avanzada de los Seal Navy de Estados Unidos, con fuerzas de infantería de selva de Colombia y agentes de la CIA. Todos esos movimientos son conocidos por la Fuerza Armada Bolivariana y en respuesta la coordinación militar en las regiones selváticas y fronterizas está vigilante ante cualquier intento militar. El plan contempla, además, fomentar acciones de calles que activen las guarimbas como el 2014 y 2017 a fin de sabotear las elecciones legislativas. Así, la Fuerza Militar Bolivariana, los milicianos, el PSUV y la ciudadanía venezolana amante de la paz y consciente del momento histórico que vive Venezuela, en perfecta alianza cívico-militar, sabe que el 6 de diciembre habrá de librar una batalla que rememorará nuestra Batalla de Carabobo