Hay cosas tan extremadamente ostensibles que nadie puede negar. Eso sucede con el bloqueo criminal y la guerra multiforme que desde hace varios años asedia la patria de Bolívar. Su origen formal algunos la ubican en el Decreto que en el 2015 emitió el expresidente Obama, declarando a Venezuela una Amenaza Inusual y Extraordinaria a la Seguridad de los Estados Unidos.
Antes del Decreto de Obama, ya el imperio había evidenciado cuál sería su postura con respecto a la Revolución Bolivariana. Unos hechos emblemáticos de esa declaratoria de guerra, lo evidencian el golpe de abril del 2002 y el Paro Petrolero de finales de ese mismo año e inicios del 2003. Esos eventos formaron parte de una misma trama conspirativa, auspiciada y dirigida desde el norte, y que tenía como primordial objetivo apoderarse de nuestras riquezas, y principalmente el Petróleo.
Todo lo acontecido desde el 2003 hasta la desaparición física de nuestro Comandante Supremo, si bien no tuvo la intensidad de estos últimos años, estuvo signado por la combinación de métodos violentos con la participación en eventos electorales, siempre poniendo en entredicho la imparcialidad del CNE. Los señalamientos de fraude fueron una constante en dónde y cuándo no resultaran favorecidos por el voto popular. Todavía el país espera por las pruebas de fraude ofrecidas por Ramos Allup en el Referéndum, que pretendieron revocatorio, en el 2004.
En esa década del 2003 al 2013, el país inició una sostenida recuperación de su economía e industria petrolera que había llegado a niveles depresivos nunca antes visto, como consecuencia de la trama conspirativa iniciada en diciembre del 2001 y que culminó en febrero de 2013, con el languidecer de un paro, del que al final nadie se hizo responsable.
En esa década se impulsaron las Misiones y Grandes Misiones Sociales, con las que el Gobierno Revolucionario y el Comandante Eterno comenzaron a saldar la gran deuda social que se tenía hasta entonces con las grandes mayorías, eternamente ignoradas. El Presidente Chávez materializó su promesa de “CONSUMIRSE” AL SERVICIO DEL PUEBLO, y, desde entonces, CHÁVEZ y el CHAVISMO se sembraron en el pueblo y se convirtieron en UN SENTIMIENTO NACIONAL.
Necesario es destacar que, a partir del 2007, los estándares de vida alcanzados por nuestro pueblo fueron de los mejores de toda Latinoamérica y el salario nominal mínimo ubicado en el equivalente de 286 dólares era uno de los más altos del subcontinente. En realidad, el Salario Real era superior, si consideramos los beneficios sociales que no tenía ninguno de los países regionales.
Lo anterior se trae a colación porque es un mentís rotundo a la conseja reaccionaria de que “antes vivíamos mejor”, refiriéndose a la era puntofijista. Pero también es válida para estremecer la frágil memoria de sectores e individualidades que haciendo abstracción de la difícil situación económica que vivimos, como consecuencia del bloqueo y medidas unilaterales criminales, hoy reclaman mejoras salariales y endilgan al Camarada Presidente una supuesta orientación neoliberal de su gobierno, causante de todos los males que nos agobian.
En ese período que hemos venido refiriendo, no faltaron las inconsecuencias y deserciones de individualidades y fracciones de una izquierda que nunca tuvo vocación de poder, y que sus fracasos en el lapso de la Cuarta República los convirtió en resentidos políticos que nunca aceptaron el liderazgo de Hugo Chávez. La mayoría de ellos han pasado al estercolero de la historia y no merecen la concesión de nombrarlos.
También es necesario recordar, para abordar el tema que nos ocupa, el hecho de que muchos “personajes” de esa izquierda que alguien recientemente calificó de “exquisita”, se olvidan de lo que significó para la mayoría de ellos el prestigio político de Hugo Chávez. Algunos continúan en la escena política nacional y otros disfrutan de un “exilio dorado”. No vale la pena mencionarlos. Al escuchar sus nombres el pueblo los recordará como personajes que llegaron a gobernaciones, alcaldías, diputaciones y alguna otra figuración política, gracias al apoyo que les brindó Chávez y el “arrastre” electoral que siempre tuvo.
Del “portavión” Chávez se favorecieron varios, pero no hay ninguno que pueda decir con base cierta que fueron sus méritos políticos los que lo llevaron a alcanzar determinadas posiciones. Probablemente, sí algunos tenían ciertas credenciales que los llevó a ser ellos los escogidos y no otros, bien se sabe que por sí solos no hubieran llegado a ninguna parte. Hoy señalan como antidemocrático “el dedo” que ayer los escogió. Hoy hablan de un uso abusivo del poder cuando el TSJ toma decisiones que circunstancialmente no les favorecen. Ayer nada dijeron cuando fueron ellos los favorecidos en análogos pronunciamientos.
¿Tenía o no Chávez, la autoridad política, y de todo tipo, para convocarnos a unirnos todos alrededor un Partido Único? No creo que haya alguien que pueda negarlo. Pero no, privaron para la mayoría el mantener sus “parcelas”, no importando que terminaran siendo “jefes” de ellos mismos y de unos pocos más. Así era ayer y lo sigue siendo hoy. Claro, cada vez más disminuidos.
Los que hoy encabezan la llamada APR, cuyas tres letras significarán cualquier cosas, menos lo que ellos aspiran, fueron en el 2006 los baluartes de aquella negación histórica al llamado de Unidad. Así surgió en el 2006 el PSUV, sin la adhesión de la mayoría de las organizaciones de izquierda, con la honrosa excepción de la Liga Socialista y, naturalmente, del Movimiento V República. Algunos dirigentes del PPT y el PCV, y un número importante de sus dirigentes medios y militantes de base, también se sumaron a la convocatoria de nuestro Comandante Eterno.
Esa apretada síntesis histórica que antecede, nos permite comprender mejor lo que ha venido sucediendo con Nicolás Maduro desde el mismo momento en que el Comandante Eterno, ese 8 de diciembre, nos expresó en un mensaje claro “como la luna llena” su decisión que ante una “situación sobrevenida”, que desafortunadamente se produjo en pocos meses, Nicolás Maduro debería ser apoyado por todos para asumir la conducción de la Revolución Bolivariana.
El primero que entendió desde un primer momento lo que le correspondía hacer fue el imperio del norte. Hizo sus cálculos y pensó que el mandado estaba hecho, luego de la muerte física de nuestro eterno Comandante. Era cuestión de apretar más fuerte, de asfixiarnos económicamente, y Maduro caería por cualquiera de las opciones “puestas sobre la mesa”. Tanto Barack Obama, como Donald Trump subestimaron a quién, desde humilde conductor de autobús se convirtió en Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y Comandante en jefe de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas.
Pero no sólo fueron los residentes de La Casa Blanca y sus arrastrados acólitos de la oposición interna, quienes subestimaron a Nicolás Maduro. También sus naturales “aliados” y algunos dirigentes del PSUV y exministros de Chávez se quedaron en la etapa sensorial del conocimiento y sólo vieron su estatura física, ignorando su estatura política. Un entrecruce de bajos sentimientos y miseria humana determinaron ese proceder.
Hoy muchos invocan a Chávez y se rasgan las vestiduras al nombrarlo, pero en vida del Comandante Eterno, más de una vez desconocieron un liderazgo mundialmente reconocido. No debería sorprender, por lo tanto, la permanente y enfermiza crítica que tienen de todo acto de Maduro. Cualquier hecho que aparezca en el escenario político y algunos que incluso sólo su obsesiva imaginación crea, es objeto de inmediato de las más furibundas críticas. Los ejemplos abundan y son de distinto tenor los especímenes que han hecho de la crítica a Maduro y a su gobierno, la principal razón de su existencia.
Por todo lo dicho, y algunas otras que no son mencionadas, para mí no ha sido difícil entender las posiciones que han asumido anteriormente, y ahora, en relación a la Ley Antibloqueo. Al margen de las consideraciones de orden jurídico formal, lo que ha privado en esencia es una absoluta pérdida de Confianza en Nicolás Maduro como líder y conductor no sólo del Proceso Bolivariano, sino de la patria misma, gravemente amenazada por el imperio más sanguinario que haya conocido la historia de la humanidad.
Si somos medianamente rigurosos en las observaciones que todos han hecho, nos encontramos con el denominador común que a todos les alberga la duda sobre “lo que se haría” si dotamos de esa “herramienta legal” a un gobierno como el de Maduro, de “clara orientación neoliberal”. No es que se ha hecho, sino “que se podría hacer”. No es que se ha privatizado, sino “que se podría privatizar”. ¿Qué otra cosa que no sea la pérdida confianza, podría animar un sinnúmero de objeciones que se basan en supuestas acciones futuras?
La “inconstitucionalidad”, la “confidencialidad”, la “discrecionalidad” y todos los supuestos “peligros” de la aprobación de la polémica ley, no son más que excusas y subterfugios. Sería más fácil admitir que no hay confianza en el liderazgo de Maduro y que piensan que la conducción de la Revolución Bolivariana corre peligro en sus manos. Sería entendible, y a ello tienen todo el derecho y así las cosas quedarían más claras. ¿Que los frena, en ser claros y honestos? Para mí el cálculo oportunista que siempre los ha acompañado.
Finalmente, la Ley Antibloqueo fue aprobada. Atrás quedaron con más pena y ninguna gloria, los tristes y solitarios votos salvados, que en verdad, nunca lo fueron. Ya ha sido entregada la Ley al Presidente Maduro para refrendarla como Jefe de Gobierno y Estado. Sólo falta su publicación en Gaceta y comenzar a tomar las medidas que con seguridad ya están diseñadas para reiniciar la pelea con quién realmente ha sido y es el enemigo principal, pero que algunos, afortunadamente una minoría, no terminan de entender que es contra ÉL y sus vasallos externos e internos, contra quienes debemos estar férreamente unidos todos los que nos consideramos auténticos patriotas.
¡UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA!, esa fue la orden dada por el Comandante Eterno y hoy quién comanda esa Lucha y todas las batallas venideras, por legado de Chávez y decisión soberana del pueblo es NICOLÁS MADURO