Con la instauración de la dictadura de Fulgencio Batista a partir del artero golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 se produjo la quiebra definitiva de las instituciones que daban legitimidad al régimen de consenso burgués pautado por la constitución de 1940. El reforzamiento del nuevo régimen de facto provocó que nuevas agrupaciones clandestinas articularan conspiraciones dirigidas a promover distintas formas de insurrección combinadas con complots dentro del ejército, manifestaciones públicas, huelgas y otras formas de denuncias.
Las nuevas organizaciones secretas se nutrieron de la rebeldía histórica de los cubanos, en particular de la herencia de lucha más inmediata contra el orden despótico del Presidente Gerardo Machado así como de las campañas políticas lideradas por el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) que contribuyeron al despertar de la conciencia nacional. Al propio tiempo había en ese momento muchos problemas socio económicos pendientes de solución que afectaban a las clases sociales más relegadas de la sociedad y constituían las condiciones objetivas para que se desatara una revolución.
Distintos grupos conspirativos encabezados por caudillos de la revolución del 30 hicieron su aparición, todos aguardaban a que desde el exterior el presidente depuesto, Carlos Prío Socarrás, les facilitara armas y contactos dentro del ejército. Así surgieron la Triple A comandada por Aureliano Sánchez Arango, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) del profesor Rafael García Bárcenas y la agrupación “Acción Libertadora” que fundara Justo Carrillo. Algunos grupos estudiantiles universitarios acogieron la actividad de esos grupos y le ofrecieron apoyo.
El abogado y líder político Fidel Castro y el joven militante ortodoxo Abel Santamaría se conocieron durante un acto público cuando fueron presentados por Jesús Montané en mayo de 1952. Ambos decidieron unir las células clandestinas que dirigían y los folletines que publicaban para articular la lucha frontal contra la dictadura, ellos tendrían bajo su mando a los hombres que constituirían la vanguardia revolucionaria en el combate contra el régimen batistiano. En tanto, el 15 de enero de 1953 se desató una manifestación estudiantil por la profanación del busto de Julio Antonio Mella frente a la Universidad de La Habana y en el curso de la protesta cayó herido el alumno Rubén Batista1 quien fue ingresado en la Clínica del Estudiante del Hospital docente “Calixto García”. En esas circunstancias los revolucionarios decidieron organizar postas para velar por la integridad física de Rubén, fue allí que se conocieron Fidel Castro y Renato Guitart, joven de Santiago de Cuba que militaba en “Acción Libertadora”.
Fidel y Abel, una vez que consolidaron la estructura celular bajo su mando, le propusieron a García Bárcenas, líder del MNR, colaborar en acciones conjuntas. No obstante, una vez que se familiarizaron con el modo en que operaba el MNR llegaron a la conclusión de que era muy riesgosa una alianza y decidieron tomar distancia de esa agrupación. El plan previsto por el MNR de tomar el campamento militar de Columbia a partir de contactos con oficiales complotados fracasó estruendosamente el 5 de abril de 1953 por la indiscreción de los conjurados e inmediatamente se produjeron detenciones por toda La Habana. En general, los planes insurreccionales de los caudillos de los años 30 no lograron éxito, el de García Bárcenas fracasó rotundamente y los demás no se ejecutaron porque los alijos de armas que se esperaban del exterior nunca llegaron.
Fidel Castro, que conocía de la acción proyectada por Bárcenas, previó que podría ser detenido y decidió trasladarse a la provincia de Oriente para también explorar la posibilidad de generar un levantamiento armado en esa región. En La Habana era muy difícil porque allí radicaba el centro del poder de la dictadura; acompañaron a Fidel en ese viaje los compañeros Raúl Martínez Ararás y Ernesto Tizol, miembros destacados de las células que estaban bajo su conducción. A fines de marzo y durante los primeros días de abril, Fidel y los compañeros que lo siguieron estuvieron en Santiago de Cuba y allí visitaron a Renato Guitart. En ese encuentro estudiaron la acción armada que era necesario emprender: el asalto al Cuartel Moncada. Una vez decidido el punto de ataque comenzaron a tramitar el alquiler de la Granjita de Siboney que serviría de cuartel general a los futuros combatientes.
Lester Rodríguez, combatiente que había presentado a Renato ante Fidel, nos expresó: “Fidel le pide a Renato que tenía que trabajar solo, que no podía trabajar con ningún santiaguero”. Entendía el líder del Moncada ello obedecía al propósito de: “evitar filtraciones, indiscreciones y evitar atraer la atención sobre la ciudad de Santiago de Cuba”. A partir de la visita de Fidel y sus compañeros a Oriente, comenzaron a precisarse los detalles del plan y las tareas que debían de cumplirse, al respecto Raúl Castro señaló: “Dirigidos por el compañero Renato Guitart, conocedor de su ciudad natal, se iba acumulando información, movimientos y planos de la fortaleza militar; parejamente y en menor escala trabajos similares se iban haciendo en la ciudad de Bayamo y se iban obteniendo datos de la sede del escuadrón militar de esta ciudad”.
En el propio mes de abril Renato, después del encuentro que sostuvo con Fidel y sus compañeros, recibió a Abel Santamaría en Santiago de Cuba para presumiblemente estudiar los detalles del plan de asalto al cuartel Moncada. Después de ello Renato se encargaría de buscar información sensible para poder ejecutar la toma del Moncada y fue así que logró conocer el sistema de rotación de sus postas, las direcciones particulares de altos oficiales y, a partir de una serie de datos que obtuvo, pudo realizar el plano del cuartel.
El joven santiaguero también realizó una secuencia de compras de armamento en la Casa “Ortiz Lloreda” que era una agencia importadora de ferretería, armas y explosivos así como en la ferretería “Casa Marcé”, ambas radicadas en su ciudad.
Abel Santamaría debió regresar a La Habana y volvería definitivamente el 6 de julio para compartir con Renato algunos de los preparativos en Oriente como el acondicionamiento de la Granjita de Siboney, sede militar de los revolucionarios, y el alquiler de casas y habitaciones en hoteles para los asaltantes que vendrían del occidente. Adicionalmente Renato y Abel realizaron varios viajes a Bayamo para crear las condiciones a los combatientes que participarían en el asalto al cuartel “Carlos Manuel de Céspedes”; allí se ocuparon de la renta de la casa que serviría de alojamiento a los conspiradores y conformaron una red de personas como apoyo a los revolucionarios. Para evitar cualquier delación simularon que se encontraban gestionando un negocio para la cría de aves de corral en Santiago de Cuba y en Bayamo.
En La Habana, los preparativos tomaron un ritmo dinámico. Las tareas fueron diversas; entre ellas se encontraba: la selección de los combatientes que participarían en la acción, la recaudación de fondos, la adquisición de uniformes del ejército para confundir a las fuerzas del ejército emplazadas en los cuarteles que iban a ser tomados, las prácticas de tiro en diversos lugares que iban desde la propia Universidad de La Habana, el Club de Cazadores del Cerro hasta varias fincas en las afueras de la capital. Todas esas tareas fueron dirigidas por Fidel y Abel pero en ellas también tuvieron una participación activa otros compañeros.
En la adquisición de uniformes y su ocultamiento tuvieron un rol destacado Florentino Fernández y Pedro Trigo quienes los obtuvieron mediante compras a enlistados o directamente de los almacenes del ejército. Para la confección de otros uniformes se creó en casa de Melba Hernández un taller de costura clandestino en el que laboraron Melba, Elia Dubois, Delia Terry y Naty Revuelta, entre otras.
Fueron Haydeé Santamaría y Melba Hernández las que plancharían esos uniformes en la Granjita Siboney poco tiempo antes de salir para el asalto al Moncada.
La fuente inicial de financiamiento para los ingentes gastos de la acción se conformó a partir de donativos de muchos compañeros, algunos que vendieron o hipotecaron sus negocios, empleos, muebles, automóviles, joyas y otros que dieron dinero de sus ingresos personales. Ese dinero acumulado se invirtió en comprar armas, municiones y uniformes, cubrir los gastos de las prácticas de tiro, alquilar autos y pagar pasajes para el traslado hacia Oriente, sufragar los alquileres del alojamiento y las comidas, entre otros. Para administrar todo ese efectivo se creó una cuenta a nombre de Oscar Alcalde quien debía asegurar los gastos mayores que se hacían en La Habana y transferir dinero a la cuenta de Renato Guitart para cubrir otros pagos que eran precisos en la provincia de Oriente.
No obstante, el dinero transferido a la cuenta de Renato nunca fue suficiente ya que los gastos en la capital eran mayores y no daban el abasto necesario para cubrir los de Oriente. En esas circunstancias Renato debió liquidar prácticamente todos sus fondos y utilizó también la cuenta del negocio de su padre para hacer maniobras que permitieran respaldar algunos cheques sin fondo que le enviaban de la capital los que se cubrían más tarde por la dirección del movimiento. Sin embargo, muchos de los cheques sin fondo se transfirieron a la cuenta del negocio de la familia Guitart los días más cercanos a la acción del 26 de julio y esos no se pudieron cubrir por los asaltantes. Fue René Guitart, el padre de Renato, el que posteriormente los resarció para contener una campaña de descrédito público encabezada por el mismo Batista contra los moncadistas.
No pretendemos describir y evaluar todos los preparativos ejecutados por aquellos hombres y mujeres que se convertirían en mártires y héroes del 26 de julio, fueron esfuerzos ingentes que llegaron hasta cuando los asaltantes partieron hacia el combate desde la Granjita Siboney en Santiago de Cuba y la casa Gran Casino de Bayamo. Este accionar fue resultado de la ruptura entre conspiradores de distintas generaciones cuando la juventud revolucionaria conducida por Fidel Castro asumió que era necesario adelantar la insurrección popular. Se abrió así una nueva etapa por la liberación de Cuba.