El plebiscito por una nueva constitución chilena se convirtió este domingo en una victoria histórica de la democracia: las opciones Apruebo y Convención Constitucional recibieron una mayoría abrumadora de votos, el apoyo de casi ocho de cada diez chilenos, una marejada de voluntades ciudadanas, para comenzar a borrar la constitución de la dictadura pinochetista y soñar con un nuevo Chile.
Abrumador fue también el respaldo de 86 por ciento de los chilenos que votaron en el exterior.
Hace un año, más de un millón 200 chilenos salieron en masa a marchar a las calles clamando cambios en pleno estallido social y un año después la movilización nuevamente fue masiva, esta vez hacia las urnas para que los chilenos se expresara a favor del Apruebo, y la Convención Constitucional en este histórico plebiscito.
La nueva Constitución deberá desmontar el complejo y tramposo entramado de privilegios y enclaves autoritarios establecidos a lo largo de medio siglo, y para ello será indispensable que el pueblo mantenga su presencia en calles y plazas. Volver al quietismo anterior sería fatal.
El masivo triunfo impide que la oligarquía y la casta política, intenten abortar este primer paso hacia una auténtica democracia después de 47 años de gobierno clasista, oligárquico. Desde 1973, cuando la traición de las fuerzas armadas dio comienzo al largo período de terrorismo de estado, la lucha por una Asamblea Constituyente se levantó como una salida pacífica al espanto.
Los seis millones de votos por el Apruebo y la Convención Constitucional sumaron más del 78 por ciento fuerza suficiente para que sea respetada por los bastiones financieros, civiles y militares del conservadurismo.
El presidente Sebastián Piñera, quien aupó el abstencionismo e intentó intimidar a los ciudadanos sacando a los Carabineros a la calle, señaló que “este plebiscito no es el fin, es el comienzo de un camino que deberemos recorrer juntos para acordar una nueva Constitución”. Un eufemismo para hablar de su rotundo fracaso.
Sobre el resultado del plebiscito pesaban el abstencionismo, que en las elecciones municipales alcanzó al 70%; el temor al contagio de la pandemia; el repudio a los partidos políticos que aparecen como padrinos y administradores del plebiscito; la campaña por el Rechazo y Convención Mixta de la extrema derecha; y el temor que sienten sectores del pequeño y mediano empresariado por la publicitada violencia.
La persistencia del estallido social aviva sin cesar la caldera de la protesta. Pero a la vez espanta a sectores sociales como los movilizados el 25 de octubre del 2019 que hicieron posible la marcha del millón 200 mil personas en Santiago, incluyendo manifestaciones en las comunas del barrio alto y frente a la Escuela Militar. Se calcula que ese día marcharon pacíficamente más de seis millones de personas protestando contra la desigualdad y los abusos y exigiendo una Asamblea Constituyente, recuerda Manuel Cabieses.
A medida que se conocían los resultados oficiales y lo que fue una tendencia inicial se consagró en un resultado demoledor, en las oficinas de La Moneda no hubo grandes reflexiones ni análisis políticos del escenario, apenas conversaciones entre dos o tres ministros sobre lo que fue el réquiem para la Constitución pinochetista del ideólogo ultraderechista Jaime Guzmán..
En el seno del propio gobierno reconocieron que “no era mucho lo que se podía debatir”, porque la contundencia de los números dejó a no pocos pasmados, ya que, si bien sabían que el Rechazo nunca tuvo oportunidad de ganar en las urnas, jamás pensaron que la brecha con el Apruebo sería tan abismante, de más de 55%.
Y que esta tendencia además sería replicada en la segunda votación, la del mecanismo, donde la Convención Constitucional arrasó con el 79,22% ante el escuálido 20,78% que obtuvo la Convención Mixta.
Estos resultados implican en los hechos que la «cocina tradicional» –ese modelo de toma de decisiones a espaldas de la ciudadanía– quedó jubilada. Por esa razón es que una de las discusiones que debieran tomarse la agenda en las próximas horas es la ampliación de la participación, abriendo caminos expeditos, por ejemplo, a los independientes.
Es que, pese a las manipulaciones que deseen hacer los diferentes grupos, la gente no va a dejar que las decisiones se adopten sin una participación real. Este plebiscito dejó en claro que el triunfo del Rechazo solo se dio en las comunas de clase alta como las sangtiagueñas Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, a quiénes beneficiaba la Constitución del 80.
Tras la votación, se configuran como un pequeño país, dentro de una comunidad nacional mayoritaria que habló fuerte y claro para iniciar un proceso de cambios profundos en Chile, señala el portal El Mostrador
En los hechos el triunfo de la opción Apruebo pone fin al pacto político de la transición e inaugura un nuevo acuerdo político que deberá hacerse cargo de la actual crisis, pero sobre todo de un conjunto de problemas complejos derivados de los actuales niveles de exclusión, desigualdad y de la demanda ciudadana por avanzar hacia un Estado social de derechos que corrija las distorsiones y, especialmente, las asimetrías de poder que han persistido en Chile desde 1990.
Ahora se viene lo difícil: ponerse de acuerdo y lograr un consenso acerca de qué país se quiere diseñar, lo que significa un nuevo pacto social. Con el voto del 25, lo viejo termina de morir y lo nuevo puede empezar a nacer, si se logra armar una nueva institucionalidad que sirva para los próximos 50 años.
Y se deberá volver a discutir, entre otras cosas, la regla fiscal, la exclusividad del Ejecutivo en temas de presupuesto y la independencia del Banco Central. Además, una mirada para desmitificar 30 años de desigualdad social y económica.
La excandidata presidencial del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, afirmó que ahora se debe crear un camino conjunto de la mayoría. Pero para esto hay que dejar egoísmos y sed de protagonismo de lado, lo que no parece fácil, ya que ni siquiera el festejo fue unitario.
Primero fue la pandemia y las grave crisis sanitaria y social que enfrenta el país, luego la prioridad era el plebiscito que abriría el camino a una Nueva Constitución. Hasta ahora los dirigentes políticos y las colectividades guardaron silencio respecto de la próxima contienda presidencial. Ahora, el resultado del plebiscito, dejará varios autocandidatos sin posibilidades siquiera de dar la cara.
La emblemática plaza Baquedano, renombrada en 2019 bajo el nombre de Dignidad, fue el escenario para que miles de personas celebraran a todo pulmón el primer paso para escribir una nueva Constitución en Chile, con una clara señal de fondo, proyectada en lo alto de la Torre Telefónica: Renace. Intentaron desalojar la Plaza con gases y policías, pero al final desistieron.
Por primera vez desde la pandemia, se podía percibir alegría en las personas. Viejos, adultos, jóvenes palpitaron la sensación de estar haciendo historia en una noche que fue negra para los sectores de la derecha y los medios hegemónicos que apostaron por el rechazo.
Además de celebrar el triunfo, los chilenos comenzaron a cargar las baterías para elegir el 11 de abril próximo a los hombres y mujeres que mejor representen la fuerza del cambio en la Constituyente. Luego vendrá la redacción de la Constitución con un plazo de nueve meses, renovable por tres más. Finalmente habrá un plebiscito ratificatorio “de salida” durante 2022.
Desde la calle, Chile comenzó a reescribir su historia, dejando en el basurero de su historia a los Pinochet, los Lagos, los Bachelet, los Piñera…