En las calles de Madrid se movilizan, enmarcadas por un conflicto de alta tensión, las fuerzas de una monarquía fascista y las de la España multinacional, republicana y democrática.
Las próximas elecciones para la presidencia del Ayuntamiento de Madrid son el eco político de una batalla decisiva que se libra entre dos políticas: la disyuntiva de la derecha extremista “libertad o comunismo” y la alternativa “democracia o fascismo”.
Madrid es una ciudad emblemática de lo que significa la concentración de poder político al modo de una ciudad-Estado que está enclavada en un Estado absolutamente descentralizado y en una monarquía republicana extemporánea. Por consiguiente, la fuerza política que controle el Ayuntamiento de Madrid podría decidir la naturaleza del Estado español.
El ajedrez es a tres manos: las fuerzas manifiestamente fascistas del Partido Popular y del fascismo de VOX; las fuerzas del PSOE que incluye al inefable Felipe González y la democracia al estilo de José Luis Zapatero y busca determinar su punto de equilibrio como un campo político neoliberal desbocado pero no típicamente fascista, es decir en tanto una copia del modelo de Emmanuel Macron y de Ángela Merkel; y las fuerzas republicanas, democráticas y socialistas que significan a la izquierda de España.
En esa confrontación, planteada abiertamente y asumida sin ambages por los estrategas de cada fuerza, le corresponde a la izquierda definir en las calles y en los barrios proletarios y pobres de Madrid patear el charco con coraje y esperanzas, por una victoria política-electoral en una contienda en la que hasta ahora lucen que van divididas. Los votos de Podemos Unidas y de MAS país-Madrid, a pesar de sus querellas y visiones confrontadas pueden obtener el número de diputados suficientes para así decidir el rumbo democrático y republicano de España: la unidad, al margen de los contratiempos estará ahí demandando la materialización la alternativa democrática y de los iguales.