Cada cuatro años, Brasil renueva su Manual de Defensa Nacional, también conocido como Libro Blanco. El documento renovado presenta continuidad y profundización de las directivas propuestas -y tomadas- por documentos anteriores aprobados bajo los gobiernos a cargo del PT, así también como importantes cambios que llamaron la atención de los medios de casi toda la región por asumir que existe posibilidad de conflictos en la región sudamericana. El nuevo Manual de Defensa Nacional ya está listo para ser entregado al Congreso en los próximos días y se espera que sea aprobado cómodamente por la amplia mayoría oficialista.
El Libro Blanco es un manual que define los temas y posibles conflictos por los que se puede ordenar la movilización de tropas militares de todas las fuerzas dentro y fuera del país de acuerdo al escenario en el que se encuentra el país. A partir del 2008, Brasil presentó una clara tendencia en su Libro Blanco, poniendo un especial interés en el Amazonas -por su gran variedad de recursos naturales- y la zona marítima conocida como Amazonía Azul, donde se encuentran enormes yacimientos petroleros submarinos. Sin embargo, a partir de la reforma del 2016 se comenzó a presenciar una tendencia hacia la atomización en el Cono Sur, produciendo un creciente vacío de poder en la región. Si bien esta tendencia fue el resultado de numerosos factores, se debe reconocer que el rol que cumplió Brasil en los proyectos de integración regional fue clave, al punto tal de convertirse en la piedra angular para el éxito de los mismos.
En este contexto, el cambio de la percepción brasileña respecto a la situación estratégica y de seguridad en la región confirma esta tendencia. Esto es de suma importancia ya que se debe tener en cuenta la influencia que posee el Estado carioca a la hora de definir la dinámica geopolítica de Sudamérica. Es por esto que el nuevo documento de la Defensa Nacional Brasileña plantea que las Fuerzas Armadas se deben preparar para intervenir en la solución de problemas regionales al mismo tiempo que velan por los intereses brasileños tanto en el Amazonas como en el litoral atlántico. De esta manera, queda en el pasado la prevención de inestabilidad por medio de la diplomacia y el regionalismo.
A su vez, el nuevo LBD considera que la demanda de recursos naturales tales como agua dulce, alimentos, fuentes de biodiversidad y combustible, probablemente, implique injerencias controversias para la defensa brasileña -teniendo en cuenta que Brasil es propietario del 60% del Amazonas, uno de los territorios con más reserva de agua dulce y biodiversidad del mundo-. Justamente por este motivo, se insta a las Fuerzas Armadas a estar preparadas para asegurar la soberanía nacional ante “intereses extranjeros”, considerando que Brasil cuenta con un territorio de aproximadamente 8,5 millones de km2 y más de 17.000 km de frontera terrestre compartida con 10 países. Cabe destacar que esta medida ya estaba planteada en la estrategia de defensa propuesta por el gobierno de Lula da Silva.
Siguiendo esta línea, pero sin nombrar a ningún Estado en particular, el LBD reconoce que las crecientes demandas por un mayor y mejor desarrollo humano y económico puede crear tensiones entre los Estados que pueden llegar a afectar la soberanía nacional de Brasil. Sin embargo, aclara que los intereses en común que comparten los Estados sudamericanos promueve la confianza mutua y la cooperación en proyectos de defensa, haciendo hincapié en el desarrollo tecnológico e industrial. Esto se debe a que reconoce que un punto clave en el campo estratégico actual son las asimetrías tecnológicas, las cuales ponen en riesgo tanto la ciberseguridad brasileña, como sus intereses a nivel internacional y regional.
El Libro Blanco también incluyó a la pandemia del COVID-19 y resaltó los operativos sanitarios que llevó a cabo el Ejército de Brasil como la mayor movilización de fuerzas militares en el país desde la Segunda Guerra Mundial.
A su vez, el documento también sugiere mayor presencia militar naval en la costa atlántica norte con el objetivo de controlar daños ambientales y el cuidado de las áreas de interés estratégico para el país. El Gobierno de Bolsonaro mantendrá la atención militar, impulsada por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, sobre la denominada Amazonía Azul que implican la protección de las riquezas estratégicas en esa zona donde se encuentran enormes yacimientos petroleros submarinos. En referencia a esto, el documento reza: “La Amazonía, así como el Atlántico Sur, son áreas de interés geoestratégico para Brasil, La protección de sus recursos, así también como el acceso y la soberanía sobre los mismos es prioridad para el país”.
En resumen, la principal diferencia entre el nuevo LBD con los proyectos anteriores es que los objetivos estratégicos del Estado carioca eran proyectados en un mundo en donde la región sudamericana era un espacio en donde Brasil asentaba su liderazgo y reunía su poder política a la hora de negociar y defender sus intereses a nivel sistémico. En contraste, las directivas actuales consideran que “no se puede dejar de considerar tensiones y crisis en el entorno estratégico, con posibles desdoblamientos para Brasil, de modo que el país podrá verse motivado a contribuir a la solución de eventuales controversias o defender sus intereses”. De esta manera, se caracteriza a la región como una fuente de posibles amenazas que posiblemente pongan en riesgos los intereses nacionales.
Si la tendencia a la atomización continúa, el vacío de poder existente en la región no hará más que acentuarse al no existir un consenso regional respecto a la gestión de amenazas y la presencia de actores extrarregionales. De esta manera, el vacío de poder nombrado anteriormente será disputado por los actores más preponderantes del Sistema Internacional cuyos intereses poco tienen que ver con la prosperidad y bienestar de los Estados sudamericanos y de sus pueblos. Prueba de esto son las alianzas cruzadas existentes hasta el momento (entiéndase Brasil-Colombia-EEUU vs Venezuela-Rusia-China). Paradójicamente, el nuevo Libro Blanco brasileño reconoce este contexto de disputa por la supremacía entre “los actores más preponderantes del Sistema Internacional”. Sin embargo perciben a esta disputa como un contexto con gran interdependencia económica, lo cual fomenta la negociación para solucionar las controversias. Empero, no demuestra interés directo en proyectar su liderazgo en la región latinoamericana o utilizar a la región para aplacar las asimetrías económicas, políticas y militares con las potencias mundiales.
La indiferencia brasileña para con Sudamérica y la construcción de poder en la región, trae aparejado la profundización de la irrelevancia estratégica del Cono Sur a nivel mundial. En otras palabras y casi en criollo, si ni siquiera el Estado que es (o por lo menos lo era en un pasado cercano) percibido como el Poder Regional de Sudamérica se interesa por Sudamérica, menos lo harán países ajenos al territorio en cuestión.
En este contexto, los dirigentes de los Estados más preponderantes de la región deben decir cómo plantearán su defensa y si reaccionan ante el vacío de poder existente. Por el momento las opciones son dos: se continúa con una tendencia aislacionista, profundizando así la atomización de la región y aumentando la vulnerabilidad de los Estados que la componen o se opta por una integración prudente y sobre todo pragmática, con el objetivo de generar una construcción de poder que mejore la seguridad y estabilidad del Cono Sur, sobrepasando las fronteras ideológicas.