El gobierno de Alberto Fernández se ha topado con dos piedras: la derrota electoral del 8 de septiembre porque no oye al pueblo argentino y la Carta de Cristina Kirchner: el 10 % votos de diferencia y el llamado de atención de una carta que le exige, sinceramente, que honre su compromiso, ha sido contestado, hasta ahora, por el presidente Fernández y su gabinete económico con un lenguaje tecnocrático.
Vaya por delante, la frase del ministro de economía, Martín Guzmán, «Hubo una reducción del déficit, nunca hubo un ajuste fiscal», para cuidar a los argentinos.
El propio asunto de tal gambito tecnocrático que se atribuye, ufanamente, el logro de la reducción del déficit fiscal al aumento de la recaudación y de la recuperación de la economía “por las medidas expansivas que adoptamos”, es que no obstante, tanta sabiduría ortodoxa no dio el ancho para oír al pueblo argentino al punto de no ejecutar, eficientemente el presupuesto del gobierno, claro está de Alberto Fernández.
Dado el asalto político-electoral perdido por Alberto Fernández y su equipo de gobierno (que incluía a un canciller vocero de Luis Almagro), la tecnocracia apela a un reconocimiento indolente más que tardío del clamor de las calles que la Vicepresidenta Cristina Kirchner había advertido, suficientemente.
Al ministro Guzmán, parece preocuparle “que no se pudo ejecutar todo el presupuesto, eso hay que resolverlo. Eso lo vamos a ir haciendo en estos días. Algunas medidas hoy nos damos cuenta que sí se podrían haber tomado antes, eso es lo que tenemos que corregir”. Pero la propia cuestión del pueblo argentino es si ¿El presidente Fernández y su gabinete económico tendrán los arrestos para saltar las barreras (políticas e ideológicas) que le han impedido hacerse cargo de honrar su compromiso y de plantarle cara al FMI por la deuda impagable que negoció con Mauricio Macri?
Por ahora, la tecnocracia juega su tiempo de descuento, y debe tomarse nota de que prima el tecnicismo al modo de implementaremos “un shock de consumo”. He ahí, la eficacia de la jerga tecnocrática que regula la acción de gobiernos “progresistas” que dicen defender a los pobres, mientras se esmeran por cuidar al capital privado, las finanzas y el poder mediático (verbigracia las entusiastas y productivas relaciones entre Alberto Fernández y el Grupo Clarín). Ciertamente:
La Argentina entre el barranco de los tecnicismos y la urgencia de hacerse cargo de la vida de las argentinas y de los argentinos.