A poco más de un mes de iniciada la guerra en Ucrania comienzan a confirmarse las presunciones que expresan que lo que estamos presenciando es mucho más que una operación militar o una guerra entre dos naciones, más aún, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que es más profundo todavía que el enfrentamiento entre Rusia y una OTAN agazapada tras Ucrania.
Lo que estamos viviendo es un cambio de época. Observamos una sublevación global contra el orden mundial, instalado por el mundo anglosajón de acuerdo a sus intereses, y simplemente nos encaminamos a un cambio que refleje las nuevas realidades que hoy representan las potencias emergentes que vienen a reclamar su lugar de acuerdo a su importancia creciente.
En cada una de las áreas que podemos escoger para determinar qué es una potencia, la situación se repite. Sea la tecnología, la economía real, la producción industrial, el diseño de nuevas tecnologías, la producción de energías o cualquier otro espacio de interés, Rusia, China, India, Indonesia, entre otros, concentran la mayor cuota de poder.
Aún el área militar no puede abstraerse de esta realidad, como muestra de ello podemos considerar que los misiles hipersónicos solo están en servicio en Rusia y se cree que en China también, Occidente está a más de una década de un desarrollo propio.
Solo hay dos áreas en que el mundo anglosajón sigue conservando su primacía casi absoluta, una es la que tiene que ver con el entretenimiento y la información en Occidente especialmente, pero con notables extensiones hacia el resto del mundo y la otra es en la estructura organizativa global.
La mayoría de los organismos internacionales están bajo control casi exclusivo de Occidente al igual que las estructuras que permiten el funcionamiento del sistema financiero que aceita la maquinaria económica.
En ambos frentes, los sublevados intentan hacer pie, aunque no cabe duda que en la materia de comunicación es donde encuentran más dificultades, pues en la estructura mencionada ya comenzamos a apreciar que hace años que han venido poniendo a punto sus propias organizaciones para generar una red paralela que le permita suplantar los mecanismos bajo control de Occidente.
Rusia ha decidido jugar fuera de los marcos que establece el mundo anglosajón, el error que han cometido hasta la fecha quienes intentaron otras sublevaciones fue el de intentar jugar en beneficio propio con las reglas de ese mismo Occidente. Por supuesto que esas reglas están puestas para beneficiar a los poderosos, pero si eso no alcanza, recurren a árbitros que las interpretan de acuerdo a sus necesidades.
Podemos recordar cómo la globalización generaba acuerdos como los Tratados de Libre Comercio hechos a medida de las necesidades de las corporaciones de los países líderes, y si alguien ponía en riesgo esas reglas era llevado a tribunales internacionales como el del CIADI que casi sin excepción fallaba a favor de las corporaciones.
Un sistema cerrado que no permitía la emergencia de un poder independiente que pueda comprometer al existente.
Rusia y China a sabiendas de lo que iba a suceder han trabajado en una arquitectura financiera que les permita actuar en forma independiente, haciendo en consecuencia, una economía que pueda resistir un posible ataque como el que hoy Rusia experimenta y empieza a sortear.
La actitud occidental de superioridad parece impedir una profunda comprensión de la realidad, la propaganda que con mucha efectividad lleva a cabo empieza a ser tóxica para sus propios mentores que creen en los relatos de la prensa sobre el infierno que se abate sobre Rusia y cómo Occidente puede llevarla a la Edad Media simplemente con sanciones de todo tipo.
Sin embargo, la realidad es esquiva y termina por ser, además, impensada. Rusia devuelve los golpes que recibe con imaginación y como decíamos al inicio, fuera de los marcos establecidos por Occidente, consiguiendo efectos inesperados para los sancionadores.
El mundo anglosajón financiero que basa su poder en el dólar y en una alternativa controlada como es el euro, bloqueó los fondos rusos en el exterior para producir un ataque contra el rublo y de esa manera desestabilizar la economía rusa. Una fórmula probada en muchos países, generar corridas bancarias forzando devaluaciones que generan crisis que desestabilizan a las naciones víctimas.
Rusia debía arrodillarse ante el poder y pedir clemencia, sacar de la presidencia a Putin y capitular en su rebeldía. Rusia se fragmentaría luego y entonces Occidente se enfocaría sobre su enemigo estratégico que es China.
Pero Moscú no siguió este camino y respondió con medidas inesperadas como rechazar las ventas de sus productos en dólares y euros. Esa medida ha resultado impensada y produjo el repunte del rublo y una estabilidad en los últimos días planteando un problema adicional, no solo Rusia no cede, sino que acelera un proceso de desdolarización mundial que China comienza a aprovechar para posicionar el yuan en lugar del dólar.
Este movimiento es el disparador de un proceso que ataca a las columnas del edificio que controla Occidente y terminará por acelerar la caída.
La propaganda comienza entonces a perder el ancla con la realidad y alcanza niveles reales de patetismo cuando las autoridades de la UE acusan a Rusia de robar 500 aviones que operaban como leasing y que por las sanciones las empresas dueñas de las aeronaves, deben ser devueltos el lunes 28 de marzo.
Esto lo hacen mientras cancelan unilateralmente los contratos por sanciones ilegales ya que no provienen del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y lo acompañan con el congelamiento de unos 300 mil millones de dólares propiedad de Rusia. ¿Quién roba a quien entonces?
Los dirigentes europeos incluyen sanciones a materias primas que necesitan para su economía, cuya escasez hoy comienza a producir suspensiones en la producción.
Tampoco parece haber previsto que las presiones sobre el petróleo y el gas ruso iban a derivar en un aumento de precios dada la escasez. Tan ridículo ha resultado este hecho que han intentado que Maduro, considerado un dictador, les venda petróleo, al igual que Irán y Arabia Saudí.
La debilidad de Occidente entonces queda desnuda ante los hechos cuando estos países no obedecen las instrucciones y aún más, los saudíes han iniciado conversaciones con China para entregar su petróleo en yuanes, otro golpe devastador al petrodólar.
Los más de dos euros que hoy cuesta la gasolina en España es un correlato directo de la torpeza occidental, pero no es el único. La combinación de estas políticas con la agenda verde ha llevado al cierre de plantas nucleares en Alemania o a la de centrales de carbón en España. Si a esta situación ya delicada le sumamos la escasez de fertilizantes donde la potasa proviene de la fabricación rusa, bielorrusa y en menor medida ucraniana, tenemos una receta para el caos en las sociedades de aquellos países sancionadores.
No es de extrañar que en España el aceite de girasol, 40% del cual proviene de Ucrania, se dispare un 300% mientras que el conjunto de los alimentos está al alza.
Industrias con energía cara y falta de materias primas, que además pierden un mercado de 150 millones de personas, no parecen tener un gran futuro. A esto le podemos agregar la inflación resultante, costos de tarifas residenciales y mayor desempleo, sumado a la falta de las utilidades que remiten las empresas multinacionales a sus países de origen.
Todo esto es la fórmula perfecta para que sociedades desgastadas por la pandemia y el dudoso manejo oficial, estallen en protestas. No olvidemos que este cuadro no responde a un factor fortuito, sino que es resultado directo de las políticas llevadas a cabo por sus gobiernos.
EEUU, que en principio parece ganar suministrando a la UE el gas que no va a enviar Rusia, tampoco las tendrá fácil a mediano plazo, su industria depende de materiales clave que provienen en gran parte de ese país y que serán difíciles y costosas de suplantar.
El caso más emblemático es el del mercado de chips electrónicos, las medidas no solamente privan a las empresas occidentales de estos elementos vitales y presentes en un sinnúmero de elementos, sino que le permiten a China tener un acceso preferencial, por lo cual no es descabellado pensar que si en el futuro uno quiere comprar un producto que contenga estos chips deberá mirar a China, quien los obtendrá más baratos y en cantidad.
En definitiva, Occidente ha sobreestimado su capacidad de daño económico y financiero. Las sanciones se han transformado en un boomerang que se vuelve contra quienes lo han lanzado. La caída de la UE privará a EEUU de un mercado propio y le restará a su haber el peso militar, económico y político de la UE, que decaerá más aceleradamente hasta probablemente saltar por los aires dadas sus diferencias internas crecientes.
La realidad económica fruto de la acción combinada de las sanciones y las respuestas rusas apoyadas por China y por India, una nación impensada para Occidente, una vez más por desconocimiento de la historia y de la idiosincrasia, están llevando al desastre a este poder antes hegemónico, quien no advierte de la realidad debido a que la propaganda dice otra cosa.
Lo mismo que sucede en el plano militar, donde Ucrania ha sido desarticulada, sus fuerzas militares hoy son incapaces de contraatacar y se limitan a mezclarse entre la población civil intentando que la OTAN salga en su ayuda.
La propaganda traza entonces un panorama irreal donde las acciones de EEUU y sus socios son exitosas y Rusia está al borde del desastre, una Rusia que además se encuentra aislada del mundo, y solo en su imaginación destinada a quebrarse y a arrastrar a China detrás de ella si Beijing no se suma a las naciones que trabajan contra Rusia.
Una vez más, Occidente no comprende que se aísla a sí mismo, ya no es lo que fue e intenta detener el curso de la historia con solo propaganda, pero que lo consiga es altamente improbable.
Rusia ha iniciado un proceso de ruptura que compromete a todo el orden global y sólo podrá ser detenido militarmente a costa de la destrucción de buena parte del planeta, si es que aún puede ser detenido. Por eso los próximos meses serán determinantes para ver cuál es el resultado final del desafío.