Sergey Glazyev, Ministro de Integración y Macroeconomía de la Unión Económica de Eurasia (EAEU), en su obra La última guerra mundial: los Estados Unidos comienzan y pierden, publicada en 2016, califica la situación que atravesamos como “un período de cambio de escenarios tecnológicos y mundiales, que siempre va acompañado de crisis estructurales de la economía y de guerras mundiales… ”
Situación evidente en las violencia y las agresiones de distinto tipo e intensidad provocadas por las élites negadas a compartir la posición privilegiada que creen merecer por haber logrado globalizar la lógica y el dominio del capital y haber convertido a EEUU en el hegemón mundial.
Muestras de ello, los conflictos bélicos provocadas por las últimas administraciones estadounidenses para repotenciar su debilitada economía y tratar de demostrar (fallidamente) al otro lado del planeta su fortaleza y dominio total del mundo.
Entre estos, las agresiones de distinto tenor programadas contra las potencias emergentes integrantes del grupo BRICS -Brasil, Rusia, India ,China y Sudáfrica- peligrosísimos rivales el orden geopolítico global que se supone está transitando de la unilateralidad a la multilateralidad. Sin que, curiosamente, ello parezca implicar, al menos por ahora, un cuestionamiento al destructivo sistema capitalista generador de las crisis que han puesta a la inmensa mayoría de los seres vivos y al mismo planeta Tierra al borde de la extinción
La más reciente de las confrontaciones armadas: La mal llamada guerra Rusia- Ucrania, ataque ruso supuestamente repentino y arbitrario contra la nación vecina, producto en realidad de una estrategia urdida e instrumentada paso a paso desde el 2014 por las élites anglo estadounidenses y sus satélites europeos para provocar la inevitable reacción defensiva del Kremlin. Propósito: tumbar a Putin, balcanizar “la mastodóntica” nación euroasiática, detener los avances de sus principales rivales tecnológicos, China e India, y posicionarse en la región euroasiática.
Guerra que al parecer va a extenderse más allá de lo previsto con las consecuencias que ello va a implicar para el resto del mundo. Especialmente para nuestra Venezuela país petrolero “enemigo” según las élites norteñas, bloqueado y cercado por retar la hegemonía estadounidense, por pretender manejar soberanamente sus recursos y por mantener relaciones solidarias con otras naciones cuestionadas.
No importa cuán trillado suene, los dirigentes acompañantes del proceso debemos tomar consciencia de que “EEUU no tiene enemigos sino intereses”. Y que, independientemente de concesiones y carantoñas que se les haga, los amos del gran capital no sueltan a sus presas. No van a dejar de imponernos las medidas coercitivas que consideren pertinentes. Y van a seguir insistiendo en explotarnos y saquearnos, en derrocar a nuestro Presidente y en acabar con el chavismo y los chavistas.
Es responsabilidad de todos defender nuestra nación, nuestra soberanía, nuestro proceso y nuestro Gobierno de las garras del águila. Como también es responsabilidad de nuestro Gobierno fomentar la unidad y el respeto entre todos y todas quienes apoyamos el proyecto bolivariano, independientemente de cualquier crítica o diferencia.
Después de tanto nadar no podemos ahogarnos en la orilla.