En esta era, con todos los avances que hay, la imposición de sanciones ilegales, bloqueos y embargos económicos, financieros y comerciales a una nación «debería» ser historia del pasado, pues los desafíos sistémicos actuales hacen un llamado a tomar acciones para su resolución; sin embargo, esto es pura teoría. En la realidad, imponer sanciones ha pasado a ser parte de una política unilateral y al margen del Derecho Internacional que menoscaba las dinámicas geopolíticas y geoeconómicas de nuestros días.
Ante esta práctica, los países sancionados deben buscar alternativas para poder oxigenar su sistema económico con el fin de poder dar respuestas oportunas a las demandas y necesidades
Dentro de la esfera petrolera global, algunos países productores han sido sancionados, y para no perder su justo espacio en el mercado petrolero, deben hacer triangulaciones con distintos países dispuestos a comprar el recurso que necesitan. Pero ese camino comercial con distintos obstáculos hace que el crudo se deba vender con descuentos por la dificultad de llegar al destino final y los riesgos en el trayecto.
Rusia es de los grandes productores de petróleo, su importancia en el mercado petrolero es fundamental, pero las sanciones al sector energético ruso han dificultado la venta del petróleo a los países que conforman a la Unión Europea principalmente, no obstante, el mercado asiático continúa con sus puertas abiertas para obtener el crudo y sus derivados.
El mercado asiático es la piedra en el zapato de las medidas coercitivas estadounidenses y europeas en contra de Rusia y de cualquier otro país que esté sancionado, porque si bien golpean al referido sector, el daño absoluto no se logra porque hay naciones necesitadas de comprar los requerimientos de su demanda.
De acuerdo al gráfico, la distribución de diésel ruso se dirigía en grandes cantidades hacia Europa. Con la operación militar especial rusa, el destino de este combustible se redirigió a Asia. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, declaró que «Rusia podría redirigir el petróleo crudo que no toman los compradores europeos al mercado de Asia-Pacífico».
Esto es una mala noticia para Europa, no solo por lo obvio; también, porque desde el punto de vista técnico las refinerías en ese continente, en su mayoría, están cifradas para aceptar tipos específicos de crudo: es el caso de los Urales rusos. Así que las dificultades recaen en conseguir petróleo crudo que lo reemplace a los fines de que sus refinerías hagan lo propio.
En esa tóxica dinámica de sanciones ilegales, se abre una puerta para la reventa del petróleo crudo o de sus derivados, es decir, un país compra petróleo y lo revende al que lo necesite, obteniendo así mayores ganancias.
Por ejemplo, la Licencia 41 de la OFAC (Departamento del Tesoro) a Chevron en Venezuela indica en un apartado que esa empresa solo puede venderle petróleo a Estados Unidos, cuya traducción es que al comprar ese petróleo, en adelante, Washington podrá hacer múltiples acciones: consumirlo, acumularlo, procesarlo o revenderlo.
Los países agresores intentan sacar provecho de esta situación tanto a nivel político como a nivel económico, debido a que la reventa de petróleo es un negocio muy lucrativo, sobre todo en tiempos de crisis energética.
Así que, mientras los grandes compradores de petróleo como China e India no se sumen a la práctica de medidas coercitivas unilaterales en contra de Rusia, el régimen sancionatorio sería parcial y eso puede proyectar que el mercado se reorganice de alguna forma para equilibrar los flujos comerciales.
A todo este esquema se le suma la nueva medida del G7 titulada «price cap», que consiste en implementar unilateralmente un límite de precios al petróleo ruso y, con ello, incluyen la amenaza de que quien no cumpla con eso podría ser sancionado. Esta reciente medida, que podría convertirse en una nueva traba, nutre al mercado petrolero de sanciones, sin embargo, Rusia ha adoptado una posición oficial: no se suministrará petróleo a los países que cumplan con el «price cap».
A finales de diciembre del año pasado, la OFAC implementó un límite de precio para el crudo ruso de 60 dólares por barril y, además, publicó la «Guía preliminar sobre la implementación de la política de precios máximos para productos derivados del petróleo de origen ruso», que prohíbe la prestación de servicios relacionados con el transporte marítimo no solo de petróleo ruso, sino de productos derivados del petróleo, ampliando así el «price cap». Esto entraría en vigor el próximo 5 de febrero.
La práctica sancionatoria tiene una contraparte: la evasión de la misma, con lo que Rusia, conociendo otras experiencias en esta materia, tomará medidas para sobrevivir en este juego geopolítico financiero.
Hace unos meses, el viceprimer ministro de Rusia, Alexander Novak, anunciaba que las restricciones son una interferencia en los fundamentos del mercado, y que Rusia está lista para cooperar solo con aquellos consumidores que trabajarán en las condiciones del mercado.
Recordemos la reciente propuesta del presidente Vladímir Putin de hacer de Türkiye un «hub de gas ruso». A simple vista se observa que el mandatario ruso está sumamente claro de las nuevas dinámicas financieras por venir, sabiendo que la reventa está a la vuelta de la esquina. Lo clave es sellar acercamientos de esta naturaleza con países que cuentan con las características geopolíticas básicas para arrancar, en este caso, con el hub.
En resumen: Türkiye sería el centro de acopio del gas ruso y, como nodo, distribuiría -como tercero- ese gas.
Sobre este escenario, del que los agresores estadounidenses sacan provecho, se trae a colación lo declarado por la Asamblea General de la ONU: «el derecho al desarrollo es un derecho humano inalienable»; la imposición de sanciones extraterritoriales frenan ese desarrollo. Basado en esto, cada Estado tiene el derecho de esquivar las sanciones porque es crucial el avance rápido para encontrar alternativas que puedan contener los letales impactos de las medidas coercitivas unilaterales en la población de cualquier país agredido.
Fuente Misión Verdad
10 Ene 2023,