La islamofobia es definida por la Organización de Naciones Unidas (ONU) como el miedo, los prejuicios y el odio hacia los musulmanes que conduce a la provocación, la hostilidad y la intolerancia mediante amenazas, acoso, abuso, incitación e intimidación de musulmanes y no musulmanes, tanto en el mundo en línea como fuera de ella. Motivada por la hostilidad institucional, ideológica, política y religiosa, que trasciende al racismo estructural y cultural, se dirige contra los símbolos y rasgos distintivos de la condición de musulmán.
Entendido esto, es importante mencionar que el Islam es una religión con presencia mundial, profesada en países como Irán, Turquía, Indonesia, Argelia, Libia, Arabia Saudita, Malasia, Siria, entre otros, que en total representan el 21% de la población mundial.
A partir del 11 de septiembre de 2001 se desencadenaron sucesos premeditados por los Estados Unidos para generar una matriz de opinión que favoreciera la invasión militar de este país a Irak. Desde entonces, aumentaron de manera exorbitante las agresiones contra el mundo islámico y los musulmanes.
Ahora bien, en las últimas décadas hablar de Europa se resume a la crisis económica, social, el nacionalismo, Ucrania y los refugiados provenientes de ese país, así como los relegados del norte africano y del Medio Oriente con la ola de refugiados del 2015. La percepción del incremento de la inseguridad, producto de la llegada de desplazados ha generado una fuerte intolerancia y expresiones de odio hacia estos desplazados de mayoría musulmán.
Más recientemente, en el contexto de las pretensiones de Suecia y Finlandia de incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), han resurgido manifestaciones islamófobas en el viejo continente. Un grupo de suecos pro-kurdos salieron a las calles de Estocolmo el pasado enero a protestar con el aval del gobierno, resultando en la quema del Corán, libro sagrado para los musulmanes.
Cabe destacar que, desde el seno de los gobiernos europeos se han incentivado políticas islamófobas como lo son la prohibición de construcción de minaretes en Suiza en el 2009, la colocación en Hungría de una valla a lo largo de su frontera con Serbia para bloquear el paso de los migrantes del Oriente Medio y África en el 2015 o el aval del gobierno sueco a la incineración del Corán a inicios del 2023 bajo la excusa de la “libertad de expresión”.
Este acontecimiento en Estocolmo marcó el reinició de actos visibles contra el Islam. Pues desató nuevamente el ultraje a la religión desde Países Bajos con el destrozo y posterior quema del Corán y luego fue perpetrado nuevamente en Dinamarca con la quema de dos textos del Corán frente a una mezquita y en la entrada de la Embajada de Turquía en Copenhague.
La islamofobia en Europa está íntimamente relacionada con la creciente presencia ultraderechista dentro de los gobiernos del continente, que se han logrado posicionar con la exaltación de sentimientos xenófobos/islamófobos en los ciudadanos europeos, incentivando el apoyo y creación de movimientos con esta tendencia política en Europa. Como ejemplo de ello, la más reciente elección que puso en el gobierno a un partido de ultraderecha tuvo lugar en Italia con Giorgia Meloni a la cabeza; de igual forma, Suecia, que en las elecciones del 2022 los escrutinios favorecieron en gran medida al partido Demócratas de Suecia, posicionándose con gran fuerza en el parlamento; las elecciones presidenciales en Francia el año pasado, dieron como principal adversaria de Emmanuel Macrón a la de extrema derecha, Marine Le Pen, con una brecha muy distinta a las elecciones de 2017, dando a relucir un cambio en los franceses; en Polonia, el Primer Ministro Mateusz Morawiecki, de ultraderecha ostenta el cargo desde el 2017; en Alemania, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania, ha logrado consolidarse dentro del parlamento; en Austria y en España, los partidos de ultraderecha Libertad de Austria y VOX se han posicionado en sus respectivos países y han logrado desestabilizar en distintas coyunturas a sus gobiernos promoviendo leyes xenófobas e islamófobas; y el Primer Ministro Viktor Orban de Hungría, país que actualmente es uno de los pocos que hace frente a los lineamientos impulsados desde la Unión Europea para “aislar” a Rusia, ha logrado mantenerse y consolidarse en el país gracias a sus políticas antinmigración.
Por último, el país menos denunciado por líderes o medios de comunicación, Ucrania que, según reportes de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos previos al inicio de la Operación Especial de Rusia en Ucrania, en las últimas décadas ha aumentado el número de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) de carácter neonazis, que se oponen a todas las personas de apariencia no eslava, incluidas personas que profesan el islam o el judaísmo. Representantes de estos grupos llaman abiertamente a los preparativos para una “Guerra Santa Racial” en redes sociales (Telegram, Facebook) y atacan a musulmanes y judíos.
En conclusión, se está concibiendo un resurgimiento de la islamofobia en el continente europeo, especialmente en los países escandinavos, los gobiernos han excusado de forma irreverente ciertas acciones en la “libertad de expresión como instrumento esencial para la democracia”, han protegido la gestación de estos actos y proveído con seguridad a personas que cometieron estos hechos de repudio contra el islam, atentando irónicamente contra la libertad de expresión y los derechos humanos de los musulmanes.
Sobre el particular, los pueblos y gobiernos progresistas, se deben unir a los dolientes y ardientes pueblos de Malasia, Indonesia, Irán, Irak, Pakistán, El Líbano, Afganistán, Turquía y muchos más, en defensa de la autodeterminación religiosa de los pueblos del mundo, y plantear la posibilidad de formar una Red Mundial contra el Odio, que sume esfuerzos en defensa, no nada más contra la islamofobia, sino contra la hostilidad impulsada implícitamente por líderes de Occidente y grandes transnacionales de la mediática a conveniencia. El impulso de la intolerancia hacia los musulmanes no es distinto a la promoción del odio hacia los rusos, traduciéndose en la rusofobia, e incluso la retórica peyorativa hacia China, sus nacionales, poniendo en duda la calidad de sus productos elaborados, así como cierto recelo hacia la comida de este país que ha calado a nivel mundial; matrices sumamente planificadas y trabajadas con una base sólida por distintos medios, principalmente desde la gran industria de Hollywood, que han logrado invadir la psiquis de millones.
FUENTE CORREO DEL ALBA
09-02-23
Loana Salcedo Soto Venezolana, analista política internacional