En cada ámbito de la vida nacional, el legado de Hugo Chávez puede palparse de manera explícita. Sin la labor hecha durante el periodo 1999-2013, todo lo que sufrió y transigió la nación desde los últimos 10 años habría sido imposible resistirlo.
Venezuela sigue siendo un país con plena soberanía, un factor de importancia internacional y objeto de estrategias de intervención estadounidenses básicamente porque dejó un modelo de gestión, una forma concreta de acción política y un ejercicio de poder que permitió enfrentar el ciclo de agresiones más peligroso en toda la historia republicana.
Desde su desaparición física en marzo de 2013 han sido numerosas las presiones que siguen perjudicando la cotidianidad de la población y que intentan desestabilizar lo construido en términos de política social y desarrollo integral. A pesar de ello, el presidente Nicolás Maduro pudo mantener en pie el proyecto, adaptándolo a las circunstancias advenidas y tomando la ventaja allí donde políticamente era propicio hacerlo.
Esto solo fue posible porque en 1999 los venezolanos aprobamos una Constitución que refundaba la república y establecía los pilares para un nuevo proyecto nacional, a tono con las necesidades que impuso la realidad nacional e internacional en su momento, y en línea con las aspiraciones de una sociedad agotada de un esquema de representación pública que poco tenía que ver con ella.
Todos los ámbitos de planificación y acción del Estado venezolano actualmente llevan la impronta de Chávez. En la política interna y exterior; en el sector militar y de política de seguridad integral; en lo mediático, comunicacional y cultural; y en el área económica. En todo aquello está contenido el amplio cuerpo jurídico que refundó la república. El legado chavista está enmarcado en la propia orientación constitucional del país: El Comandante siempre insistió en que la Carta Magna era el mapa de coordenadas a seguir.
Este quizás sea su principal legado perdurable, pues en los momentos de mayor tensión y peligro para el país, como en la ola de violencia fratricida de 2017, o durante el “proyecto Guaidó” con su apuesta por la destrucción de la nación y el saqueo, la Constitución ideada por él conservaba la ruta para volver a la normalidad política, justamente la que hoy permite recordar sus ideas sin una guerra de por medio.
A partir de dicho ordenamiento se transformó, enmendó y rectificó la mayoría de las instituciones del Estado y, por ende, todo el entorno, la cotidianidad y los mecanismos de gobernabilidad. Se escribieron las nuevas reglas del juego político y con ello se abrió una nueva rendija para la renovación del país.
Los poderes fueron actualizados, ampliados y estructurados para responder a cualquier escenario en el que la existencia de la República estuviese en peligro. En relación con ello se basa todo el despliegue de proyectos que hasta hoy se desarrollan en lo político, económico y social.
Surgieron, entonces, inéditas maneras de gobernar desde el ejecutivo, signadas por la configuración de herramientas paralelas, novedosas, de desarrollo de política sociales al margen de un Estado que, más allá de la nueva Constitución y el cambio en sus instituciones formales, contenía vicios y resistencias que podían descarrilar la transición planteada por Chávez hacia un nuevo orden político.
Las Misiones y Grandes Misiones, un ejemplo paradigmático del accionar político de Chávez, estuvieron acompañadas de la garantía de derechos sociales, una redistribución de la riqueza lograda en virtud de los ingresos petroleros y en el fortalecimiento del poder de la gente a través de consejos comunales y comunas. Un cambio de paradigma inédito en la historia nacional, que actualmente se mantiene con ciertos reajustes de acuerdo con las consecuencias de guerra impuesta en los últimos 10 años.
Inspirado en esta formulación política, y como una línea de continuidad que actualizaba el espíritu original del ingenio de Chávez, el presidente Maduro creó los CLAP como ente aglutinador desde el territorio con dirección estatal, en un momento de emergencia ante los ataques —en lo interno y desde fuera— a la alimentación de la población venezolana. El saldo político ha sido palpable en términos de organización, distribución y despliegue de fuerzas hacia objetivos comunes para toda la sociedad: una directriz de Chávez en toda la línea.
En ese sentido, la unidad y cohesión de las fuerzas chavistas son parte de su legado. Bajo la estructura monolítica del directorio gubernamental, con la capacidad de amalgamar distintas tendencias, sosteniendo un ideario político común atenido a la soberanía, el desarrollo de Venezuela y la resistencia frente a un adversario que apunta a la disolución de lo conquistado, se ha sostenido una lógica gubernamental, con Maduro en el centro, que luce sólida a diez años de su partida física, justamente porque el presidente ha sabido conducir las tensiones internas.
Chávez trazó un método político con el cual se pudo dar respuesta a una serie de acontecimientos que merecieron respuesta inmediata y estratégica, que debía estar determinada por el dinamismo y la polivalencia que merecen los casos a resolver. La capacidad de inferir en el terreno a partir de una estrategia siempre dinámica, sujeta a variaciones y cambios permanente en los cálculos de poder, es una marca chavista.
En este marco también se reformó la institución militar del país, a la que se le otorgó una nueva frontera doctrinal: la Unión Cívico-Militar, un concepto práctico que diluyó la brecha existente, marcada por la desconfianza, entre el pueblo y los cuerpos castrenses, con el fin de unificar ambas fuerzas sociales para vertebrar una estrategia de defensa adaptada a las nuevas formas de guerra caracterizadas por la «zona gris», según la cual tanto lo social como lo armado se conjugan con flexibilidad para conseguir el cambio de régimen tan anhelado; pero producto de la Unión Cívico-Militar siempre ha resultado postergado.
Sin esta doctrina legada por Chávez no se habría podido afrontar las campañas de revoluciones de color, intentos de golpe militar, movidas insurreccionales y armadas, invasiones terroristas y mercenarias desde el extranjero. El uso de los aparatos de inteligencia y contrainteligencia, conectadas con la organización de la gente, para atenuar el poder de despliegue del enemigo han sido claves y es una directriz devenida directamente de la gestión del presidente Chávez.
Asimismo, el legado chavista pudo mantener el pulseo entre el seguimiento de agenda propia y la imposición de agendas ajenas, sin desmeritar los momentos cuando se tuvo que hacer un uso táctico del repliegue, advertido el escenario estratégico, con el empleo de un manejo inteligente del uso de los recursos y la administración del desgaste del enemigo interno, activo participante de planes destituyentes.
La Asamblea Nacional —y la Asamblea Nacional Constituyente en su momento— ha jugado un papel fundamental, de la mano con el poder ejecutivo, para lograr un uso efectivo de la «posición de dominio» del chavismo como protagonista político en Venezuela, manteniendo el centro de gravedad política a su favor.
Con la Mesa de Diálogo en México hemos podido ser testigos de que las posiciones inamovibles y el desgaste del adversario frente a ellas, pese a las amenazas y las afrentas, son un modelo para armar en el juego político y mantener una postura sólida en el empleo efectivo del poder.
Ese «método Chávez» apela constantemente al ingenio del directorio y de sectores subyacentes del chavismo que han acompañado el desarrollo de la práctica política del gobierno, inspirada en una constante reingeniería política e inventiva. El referente principal para abordar los escenarios de conflicto ha sido el propio Chávez, su pensamiento y praxis, construida desde el terreno, con todo el ejercicio de recursos para hacer política, estimular suspicacia, generar provocación y avivar picardía.
Por ello, no hay manuales que apliquen al caso venezolano. Las circunstancias extraordinarias demandan resoluciones extraordinarias: otro dictamen de la doctrina pragmática del Comandante.
El antichavismo ha sido testigo de las estrategias de desgaste y fragmentación del adversario desde su frente interno, explotando sus debilidades plenamente identificadas, y a veces inmovilizado ante el derrumbe de sus expectativas golpistas y desestabilizadoras. Todo eso bajo el empleo a plena capacidad de los recursos legales, políticos, institucionales, económicos, comunicacionales y socioculturales, de manera constante, en el devenir, dentro de los límites constitucionales, bajo la construcción de un estilo de gestión política de movimiento permanente: lo que caracteriza al chavismo.
Pero incluso en las derrotas, que las ha habido, por ejemplo en el plano electoral y económico, el legado de Chávez ha influido en la gestión política de esos procesos. Ha existido una comprensión profunda de los reveses puntuales sufridos en diversas batallas, lo que ha llevado a una revisión y recalibración de los métodos, mas no de los objetivos. Los planes de recuperación de la economía y el comercio venezolanos son una muestra explícita de que hay un amplio sentido de reconocimiento de espacios, tiempos, factores y subjetividades con los cuales jugar para alcanzar los propósitos en boga.
A diez años de la desaparición física del Comandante su huella sigue profunda en el imaginario político, económico y social venezolano. Se puede afirmar que hay un reconocimiento de la identidad chavista, tanto en el campo social como en el directorio gubernamental. El examen y medición rigurosa de los tiempos políticos, la visión periférica de los factores involucrados en el terreno de los conflictos, la amplia visión prospectiva, la visualización de escenarios y la previsión de encrucijadas, cambios de ruta y de agenda han determinado la capacidad política del chavismo ante las adversidades.
La adaptación a todo tipo de realidades es un factor categórico del legado del Comandante. A esto se le añade la investigación de otras experiencias, otros gobiernos y otros países en aras de determinar alertas, tomar referencias y acondicionar selectivamente elementos para Venezuela. La política exterior ha sido transformada a esos fines y se ha alcanzado una fortaleza en la arena internacional de acuerdo con el cambio de época que experimenta el mundo geopolítica y geoeconómicamente. La aceleración actual del viraje en las relaciones internacionales con Estados Unidos, China y Rusia, como principales actores globales, no tomó por sorpresa a un país acostumbrado a adecuarse estratégicamente a las circunstancias.
Todas estas razones pueden dar testimonio de por qué el chavismo, ante la mirada incrédula de los enemigos históricos, dentro y fuera del país, sigue dando la talla y ejerciendo el poder en Venezuela. Porque está sujeto a un legado con muchas aristas y un único propósito que continúa dando frutos, a pesar de todas las dificultades.
5 Mar 2023