Si bien la expresión Poder Popular no aparece en nuestra Constitución Nacional; sí aparece su espíritu y razón de ser, en la democracia participativa y protagónica, y sobre todo, en la soberanía que detenta el pueblo, y que ahora, como lo establece el artículo 5 de nuestra Carta Magna, es intransferible.
Poder Popular fue la expresión que utilizó el presidente Chávez para colocar al pueblo en el sitial histórico que le corresponde; y en ese sentido, el comandante Chávez concibió el Poder popular como el ejercicio pleno de la soberanía por parte del pueblo en lo político, económico, social, cultural, ambiental, internacional y en todo ámbito del desarrollo de la sociedad, a través de sus diversas formas de organización. Es la expresión genuina del autogobierno del pueblo. Es en definitiva, la piedra angular del verdadero socialismo.
La Asamblea Nacional revolucionaria desarrolló la idea del Comandante, y sancionó un grupo de leyes que sirven de cimiento para el avance y fortalecimiento del Poder Popular. Entre esas leyes se encuentran: Ley Orgánica del Poder Popular; Ley Orgánica de los Consejos Comunales; Ley Orgánica de las Comunas,; Ley Orgánica del Sistema Económico Comunal; Ley Orgánica de la Contraloría Social; Ley Orgánica de la Planificación Pública Popular, entre otras. Sin embargo, en la práctica, el desarrollo del Poder Popular se enfrenta a varios obstáculos de los propios actores de la revolución: El Gobierno (Central, y Descentralizado: gobernaciones y alcaldías revolucionarias); y obstáculos surgidos del propio pueblo. En lo que respecta al gobierno, el mayor obstáculo surge de los niveles de participación que le dan al pueblo. En este orden de ideas, creo conveniente esbozar la famosa Escalera de la Participación, de la trabajadora social estadounidense Sherry Arnstein,; donde se evalúan los distintos grados de participación ciudadana:
Nivel de la no-participación
- Peldaño 1: Manipulación. Representa la distorsión de la participación como herramienta de quienes detentan el poder. Se trata de engañar a la población en un supuesto proceso de participación en el que no se les informa correctamente y tampoco se les consulta de forma adecuada.
- Peldaño 2: Terapia. Quienes administran esta forma de participación «asumen que la falta de poder es sinónimo de enfemerdad mental» y, bajo ese supuesto, crean un entorno dónde la ciudadanía se desahogue o se les trate pero sin atender a su expresión.
Nivel del formulismo
- Peldaño 3: Información. Se establece un canal unidireccional en el que se facilita información de sus intenciones pero sin dar opción a la réplica. Informar a la ciudadanía de sus derechos, responsabilidades y opciones puede ser el primer y más importante paso para legitimar su participación. Sin embargo, si se trata de un canal unidireccional, en el que no hay lugar a la negociación, la participación no se completa.
- Peldaño 4: Consulta. Se crea un entorno de expresión de la ciudadanía y atención a la misma, aunque sin el compromiso de tratar de tener en cuenta e incorporar sus opiniones a las decisiones finales.
- Peldaño 5: Aplacador. Se aceptan algunas propuestas de la ciudadanía que sirvan como muestra de las intenciones de quienes ostentan el poder, pero sin permitirles ser partícipes reales de las decisiones globales.
Nivel de la participación:
- Peldaño 6: Colaboración. Es un proceso de negociación derivado de las demandas ciudadanas pero conducido por una minoría poderosa en todos sus ámbitos.
- Peldaño 7: Delegación de poder. En este peldaño, la ciudadanía cuenta con ámbitos en los que su opinión prevalece sobre la minoría poderosa.
- Peldaño 8: Control ciudadano. En el que la ciudadanía participa sin tutelaje alguno del gobierno.
Como, tanto en el Gobierno Central, como en los gobiernos descentralizados territorialmente, le otorgan al pueblo distintos grados de participación, dejaré que sea usted, amigo lector, quien evalúe en cuál peldaño de la Escalera de la Participación ubica usted al pueblo.
En lo que respecta a los obstáculos que surgen del mismo pueblo, son producto de la inercia de la Democracia Representativa y el modelo económico rentista. En la Democracia Representativa el pueblo entrega su soberanía y se acostumbra a ser gobernado. Ese atavismo lo tiene aún buena parte de nuestro pueblo, que espera que sea el gobierno quien le indique cuando y hacia dónde debe moverse; sin darse cuenta que tienen en sus manos, las herramientas constitucionales y legales para ejercer su poder soberano. Por otro lado, el rentismo petrolero ha atrofiado la capacidad productiva de nuestro pueblo y vemos que en buena parte de los casos, si el gobierno no le entrega todo al pueblo para que produzca, éste se siente incapaz de hacerlo, como si producir fuese un favor al gobierno y no una necesidad del pueblo para avanzar hacia el autogobierno socialista. Si bien el gobierno debe ser un acompañante en el desarrollo del socialismo, la falta de apoyo de éste no puede frenar el avance del pueblo hacia el socialismo. El pueblo debe entender que el socialismo no es del gobierno, sino suyo; y en ese sentido, debe apropiarse de él e impulsarlo. A esa actitud es a la que debemos llamar PODER POPULAR.