"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

El abandono de la teoría del imperialismo por la «izquierda occidental»

La obra más prestigiosa sobre el imperialismo sigue siendo el estudio de V. I. Lenin de hace un siglo, “El imperialismo: última fase del Capitalismo” (1). El título que “Ilich” le dio a la primera publicación fue simplemente “Imperialismo”. Lenin empleaba el término imperialismo moderno o simplemente imperialismo para referirse a la era del capital concentrado, periodo durante el cual los estados dominantes y sus corporaciones se repartieron el mundo entero.

Lenin distinguía la etapa imperialista de la etapa mercantilista y de libre competencia capitalista que le precedieron. «La política colonial y el imperialismo», aclaraba Lenin, «existían antes de esta última etapa [imperialista] del capitalismo, e incluso antes del capitalismo».(2)

La nueva etapa imperialista, que comenzó en el último cuarto del siglo XIX y que se extendió hasta el siglo XX, fue producto del crecimiento de gigantescas empresas capitalistas monopólicas y de las fuertes relaciones que las unían a los estados-nación, en las que prosperaron.

La consiguiente lucha por el control de las poblaciones y de los recursos del mundo condujo a la competencia y a la guerra intercapitalista: «Si fuera necesario dar la definición más breve posible del imperialismo [como una «etapa especial»], escribió Lenin, «tendríamos que decir que el imperialismo es la etapa del capitalismo de los monopolios».(3)

El análisis de Lenin sobre el imperialismo pertenecía a un grupo de teorías complementarias de la tradición marxiana que incluía obras como “El capital financiero” de Rudolf Hilferding (1910), “La acumulación del capital” de Rosa Luxemburg (1913) y “El imperialismo y la economía mundial” de Nikolai Bujarin (1915).(4)

Sin embargo, el análisis de Lenin no tuvo competidor porque él revolucionario ruso entendió como ningún otro las circunstancias mundiales de su época. Un punto fuerte de su estudio fue su carácter concreto, histórico, divorciado de rígidas fórmulas teóricas. Abarcó fenómenos tan variados como el crecimiento del capital monopolista y financiero, la división del mundo entre fideicomisos internacionales, la exportación de capital, la carrera por la energía y las materias primas, la lucha de clases, la rivalidad geopolítica por el territorio económico, las esferas de influencia, el surgimiento de una aristocracia obrera en el núcleo capitalista, y la lucha por la hegemonía global y regional.(5)

Al subrayar la competencia intercapitalista, Lenin identificó las jerarquías existentes entre los estados-nación. Esta jerarquía otorgaba el poder a los países centrales del capitalismo en detrimento de las naciones más pobres de la periferia.

Su investigación fue más allá del colonialismo. No sólo desentrañó el fenómeno neocolonial de América Latina, también analizó, las luchas revolucionarias en México, Turquía, Persia, China y la India, en la década de 1920. Lenin fue pionero en prever que, » en las colonias, en los países oprimidos y dependientes» se podrían producir revoluciones de la periferia contra el «imperialismo internacional » (6).

Pero, como la historia en la concepción marxiana es una dialéctica de continuidad y cambio, en la década de 1960, el análisis de Lenin, a pesar de su amplitud, necesitó ser actualizado.

El mundo había cambiado. Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos emergieron con una capacidad de hegemonía casi absoluta sobre la economía mundial capitalista. Al mismo tiempo, se producía la mayor ola revolucionaria de la historia. En parte del “tercer mundo” se rompía con el colonialismo y nacían estados que manifestaban aspiraciones “socialistas”.(7)

En una atmósfera agitada, en plena Guerra Fría, los Estados Unidos y sus aliados desplegaron una nueva ideología de modernización dentro del marco ideológico capitalista.

Un ejército de intelectuales liberales y socialdemócratas, incluyendo figuras como Mark Blaug, Benjamin J. Cohen, Robert W. Tucker y Barrington Moore Jr. fueron reclutados en los años sesenta y setenta para negar la existencia del imperialismo económico y del imperialismo en general. Estos intelectuales dirigieron sus dardos contra figuras de la izquierda como Paul Baran, Paul Sweezy, William Appleman y Harry Magdoff.(8)

Harry Magdoff: el imperialismo como unidad económica,política y militar,

En medio de un intenso debate sobre el imperialismo estadounidense, con la guerra de Vietnam como telón de fondo, se publicó el libro “La era del imperialismo” de Harry Magdoff ( The Economics of U.S. Foreign Policy ,1969), escrito poco más de cincuenta años después de la gran obra de Lenin.

Junto con otros ensayos históricos, de finales de los años sesenta, “La era del imperialismo” es quizás el análisis económico, histórico y teórico más completo del imperialismo estadounidense, en la llamada edad de oro del capitalismo monopolista.(9)

Utilizando la dialéctica de la continuidad y el cambio Harry Magdoff enlazó su trabajo con el enfoque multifacético de la obra original de Lenin. Él al igual que otros grandes teóricos del imperialismo (Baran, Sweezy y Samir Amin) sostienen que para entender el imperialismo de finales del siglo XX y del principio del siglo XXI es necesario comprender los procesos de concentración y centralización del capital, junto con el surgimiento de las grandes corporaciones monopólicas.

Harry Magdoff había trabajado diseñando las estadísticas de productividad ( que aún utiliza el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos) para el Proyecto de Investigación y Desarrollo Tecnológico durante el New Deal en la década de 1930.También fue una figura importante en la organización de la industria bélica de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial pues integró la Junta de Producción de Guerra. Posteriormente, dirigió la División de Análisis del Departamento de Comercio y se desempeñó como asesor económico del Secretario de Comercio de Estados Unidos, Henry Wallace.

Su trabajo en la construcción y análisis de las estadísticas económicas y en la planificación de tiempos de guerra le permitió estar bien equipado para proporcionar demostraciones empíricas que explican el funcionamiento del imperialismo de las grandes corporaciones y del estado norteamericano.(10)

El tratamiento que dio Magdoff, al imperialismo no estaba en el nivel de abstracción que utilizan los teóricos marxistas para analizar de la lógica del capital. Más bien, su enfoque explicaba el funcionamiento interno del capitalismo global, informado por la abstracción teórica pero explicado a un nivel concreto e histórico.(11) Utilizó el método que el propio Karl Marx, desarrolló en su crítica a la economía política; un sistema de aproximaciones que se movía de lo abstracto a lo concreto. Marx comenzó el Capital con el nivel más abstracto de análisis posible, pero esperaba terminar su trabajo con un análisis concreto, de lo que hoy en día llamamos el sistema imperialista mundial. ( Marx había programado completar su obra con el volumen 5 y 6 ; dos libros dedicados al estudio concreto del comercio Internacional, la economía mundial y las crisis, sin embargo no pudo concluir su trabajo y solo alcanzó a escribir los tres primeros volúmenes.(12)

Para explicar el imperialismo, argumentó H. Magdoff, es necesario entender las fuerzas centrípetas y las centrífugas que gobiernan el sistema y el carácter complejo y cambiante en sus configuraciones.

En lo que respecta al imperialismo yanqui, había que descifrar la «unidad esencial» de carácter estratégico sus pautas económicas, políticas y militares. Dicho de otra manera , el papel de las corporaciones multinacionales en el extranjero no puede separarse del papel de las bases militares estadounidenses esparcidas por todo el planeta o de la necesidad de controlar el petróleo y otros recursos estratégicos.

Magdoff refutaba a todos aquellos que sostenían: (1) que la inversión extranjera directa y el comercio eran de poca importancia para los Estados Unidos. (2) que la economía de Estados Unidos no dependía del petróleo u otras materias primas ubicadas en el extranjero y que no tenía intereses geopolíticos inherentes; y (3) que las ganancias de Estados Unidos sólo eran marginales por el superávit que extraía de la periferia.(13)

Para Magdoff el hecho que los demás países capitalistas importantes aceptaran la hegemonía de Estados Unidos no significaba que la competencia intercapitalista hubiera desaparecido por completo o que no volvería a resurgir en el futuro. Respondiendo a quienes se preguntaban si «el imperialismo era realmente necesario para los Estados Unidos”, Magdoff afirmó: “el imperialismo es la forma de vida del capitalismo».(14)

A finales de la década de 1960 escribió que los principales cambios en la estructura del imperialismo desde la época de Lenin (más allá de la descolonización y del ascenso hegemónico de Estados Unidos) estaban relacionados con el ulterior desarrollo del capital monopolista: (1) el surgimiento del complejo militar-industrial; (2) el surgimiento de las corporaciones multinacionales (incluyendo la banca multinacional) y su creciente penetración en la periferia; y (3) la prioridad de los intereses de la industria militar-multinacional en los asuntos de estado.

Esta cuadro, se aplica sobre todo a los Estados Unidos, pero también refleja las relaciones entre potencias imperiales rivales. En esencia, el sistema se dirigía hacia la formación del “capitalismo monopolista generalizado”. Esta nueva etapa había comenzado en los Estados Unidos pero se estaba extendiéndose al resto de las naciones centrales del capitalismo.

H. Magdoff en “La Era del Imperialismo” describe acertadamente el crecimiento de la banca y de las finanzas multinacionales, este investigación le permitió, escribir un nuevo libro “La globalización de las finanzas», en la década de 1990.(15) En este trabajo argumenta que la globalización de la producción y de las finanzas surge junto con el neoliberalismo como una respuesta al estancamiento económico de mediados de los años setenta y que se acelera con la desaparición de las sociedades de tipo soviético y con la reintegración de China en el sistema capitalista mundial.

Los análisis Harry Magdoff coincidían con las teorizaciones del “capitalismo monopolista generalizado” realizado por pensadores como Baran, Sweezy y Amin. Era el comienzo del marco teórico que hoy podemos llamar “Imperialismo Tardío”. El término imperialismo tardío está referido al actual período: una era del predominio del monopolio, del capital financiero y de estancamiento y disminución de la hegemonía de Estados Unidos. También una época de aumento de la conflictividad mundial y de una creciente amenaza a las bases ecológicas de la civilización y de la vida natural.

El Imperialismo tardío es el núcleo central de las relaciones jerárquicas que rigen la economía mundial capitalista en el siglo XXI. Una economía cada vez más sometida a las grandes corporaciones multinacionales, que pertenecen a un puñado de naciones ubicadas en el centro del sistema capitalista mundial.

Así como utilizamos el término “capitalismo tardío” (para referirnos al “fin de los tiempos” producto de crisis económicas y ecológicas) también deberíamos utilizar el termino “imperialismo tardío, para evidenciar las dimensiones y contradicciones globales del sistema.

Las contradicciones de esta era son de tal gravedad que han abierto una «brecha global» en el desarrollo histórico humano: una crisis de época que plantea la cuestión de «la ruina del ser humano o la revolución” (16).

El abandono de la teoría del imperialismo

En gran medida el persistente fracaso de muchos partidos de la izquierda (primordialmente en los países capitalistas avanzados) es consecuencia de su creciente abandono de la teoría del imperialismo.

Esta izquierda ha sustituido el análisis del imperialismo por concepciones reificadas de la globalización, desconociendo de esta manera el orden jerárquico que imponen los países imperiales.

Esto, es tan cierto que un número de teóricos han ofrecido “marcos” alternativos a la tradición marxiana: (1) un supuesto papel progresista del imperialismo; (2) un mundo con hegemonías cambiantes concebidas como un sustituto de la teoría del imperialismo; (3) un imperio «desterritorializado» (sin estado, sin fronteras); (4) un imperialismo político abstracto dirigido por Estados Unidos o gobernado por organizaciones supranacionales alejadas de las fuerzas económicas; (5) el surgimiento del transnacionalismo como una entidad independiente de los estados y de la geografía; y (6) un supuesto final de la dominación imperialista.

Por lo tanto, antes de examinar el fenómeno histórico del imperialismo tardío es necesario distinguir algunos de estos conceptos erróneos que prevalecen en la izquierda de los países imperiales y que niegan los complejos y variados contextos estructurales del imperialismo tardío en el siglo XXI.

La izquierda occidental y la negación del imperialismo

La cuestión del abandono de la crítica al imperialismo por parte de “la izquierda occidental” fue planteada de manera dramática por Prabhat Patnaik en un artículo escrito en 1990 para la revista Monthly Review.

Con el título ¿Qué pasó con el imperialismo? Patnaik, el economista de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi, señala en su trabajo:

Un forastero no puede dejar de notar una notable transformación que ha tenido lugar durante la última década en el discurso marxista en los Estados Unidos: casi nadie habla más del imperialismo. En 1974, dejé Cambridge, Inglaterra, donde enseñaba economía, y ahora he regresado a Occidente, esta vez a los Estados Unidos, después de 15 años. Cuando me fui, el imperialismo ocupaba tal vez el lugar más prominente en cualquier discusión marxista, y en ninguna parte se escribía y se hablaba más sobre este tema que en Estados Unidos, hasta tal punto que muchos marxistas europeos acusaron al marxismo estadounidense de estar marcado con el «tercermundismo»…. Los marxistas de todas partes miraban a Estados Unidos en busca de literatura sobre el imperialismo…..

Obviamente, no es el caso hoy en día. Los marxistas más jóvenes [en Estados Unidos] parecen desconcertados cuando se menciona el término. Se discuten los temas candentes del día… pero sin ninguna referencia al imperialismo. La indignación radical por la invasión de Panamá o la intervención militar en Nicaragua y El Salvador no encaja en las proposiciones teóricas sobre el imperialismo. Y el tema ha desaparecido virtualmente de las páginas de las revistas marxistas, especialmente las de una cosecha posterior.

Curiosamente, esto no es porque alguien haya teorizado en contra del concepto. El silencio sobre el imperialismo no es el resultado de un intenso debate en el que la balanza se inclinó decisivamente a favor de un lado; no es un silencio teóricamente autoconsciente. Tampoco se puede sostener que el mundo haya cambiado tanto en la última década y media y que hablar de imperialismo se haya convertido en un anacronismo.(17)

En ese momento, Patnaik atribuyó el cambio en la izquierda a la ausencia de una guerra importante, como la guerra de Vietnam. Pero en realidad, en los 80 y a principios de los 90, el estado de ánimo de los círculos radicales, fue cambiando por la situación de estancamiento económico existente en los países centrales del capitalismo, en contraste con el acelerado crecimiento en algunas naciones de Asia.

Sobre esta base tambaleante, la tesis de la dependencia que hizo famosa André Gunder Frank, fue calificada de errónea por mucha gente de izquierda, a pesar que la brecha en el ingreso de los principales países imperiales y el ingreso del mundo en desarrollo continuaba ampliándose: la proporción del ingreso mundial recibida por el 20 por ciento privilegiado aumentó del 66 por ciento en 1965 al 83 por ciento en la década de 1990.(18)

Bill Warren: ¿el fin de la dependencia?

El teórico marxista Bill Warren sostuvo en un artículo publicado por la revista New Left Review (1973) que el fenómeno de la dependencia en los países pobres estaba en un «declive irreversible» debido al «gran aumento» del desarrollo capitalista en el tercer mundo.

Según Bill Warren, el propio Marx, creía que el colonialismo/imperialismo habría desempeñado un papel constructivo en los países subdesarrollados. Esta concepción habría sido erróneamente “revisada” por Lenin en su libro sobre el imperialismo, representando un «giro» en la teoría marxista y dando origen a la teoría de la dependencia.

Los problemas de desarrollo que enfrentan los países más pobres, sostuvo Warren, “no son principalmente externos, como lo describen los dependentistas, sino que deben atribuirse a contradicciones internas».

Este punto de vista iba a ganar una influencia considerable dentro de la izquierda occidental en 1980, cuando Warren publicó “El Capitalismo Pionero”.(19)

Arrighi y la lucha por la hegemonía

También, en “La geometría del imperialismo”, Giovanni Arrighi, acomete con un visión muy diferente de las teorías clásicas del imperialismo de origen marxiano.

Arrighi, un destacado teórico del sistema-mundo (de inspiración marxista) terminó abandonando la teoría del imperialismo, para sustituirla por una concepción de la lucha entre naciones por la hegemonía mundial.

Para Arrighi una forma adecuada para explicar la complejidad del imperialismo es concebir al “ sistema-mundo capitalista como un modelo con hegemonías cambiantes”. Según este teórico el declive del Estado-nación y la globalización habían vuelto “obsoleta” la teoría del imperialismo y del capitalismo monopolista. Lo que persistía era un sistema-mundo y una lucha por la hegemonía. (20)

Negri y Hardt : imperio en vez de imperialismo

La renuncia de la izquierda occidental a la concepción marxista del imperialismo ha continuado. En el 2000, Michael Hardt y Antonio Negri publicaron “Imperio” un libro que defendió la idea que el imperialismo era cosa del pasado.

Para ambos teóricos la guerra de Vietnam representó «el último momento imperialista», porque este habría sido reemplazado: “por un nuevo orden constitucional global desterritorializado y un mercado mundial modelado sobre el tipo de relaciones político-económicas de los Estados Unidos”. El libro era una versión “izquierdista” del » fin de la historia» de Francis Fukuyama. El imperialismo de antaño, argumentó Hardt y Negri, había sido reemplazado por el «espacio abierto del mercado mundial capitalista», una visión que sostuvo cinco años antes el financista Thomas L. Friedman en, «El mundo ahora es plano».

Por lo tanto, «ya no era posible demarcar zonas geográficas como centro y periferia, Norte y Sur». Para Negri y Hardt la bifurcación del imperialismo hacia un poderío sin estado y sin fronteras estaba asentado en un mercado mundial de relaciones en red, sin centro ni periferia y este desarrollo era el producto de la una lógica interna del capitalismo. En «Imperio «afirman que «cuando la situación crea una camisa de fuerza para el capital, su lógica interna requiere de un espacio liso o de un mundo plano en el que operar”.(21)

Excepto en los círculos marxistas, tales ideas no eran novedosas. Lo que fue innovador fue el uso de la terminología marxista y postmoderna para difundir puntos de vista promovidos durante mucho tiempo por la política exterior de los Estados Unidos.

Hardt y Negri fueron elogiados por el New York Times, la Revista Foreign Affairs, Time y otras publicaciones estadounidenses. Esta repercusión mediática llevó a Ellen Meiksins Wood a referirse al libro “Imperio” como «un manifiesto a favor del capital global».(22) La ruptura de Hardt y Negri con las teorías clásicas marxistas del imperialismo abrió el camino a nuevos enfoques. En estos razonamientos hay sectores de izquierda que coinciden con la ideología dominante (a veces perspicaces o sin quererlo pero, siempre unidimensionales).

Pantich y Gidin : ¿redes de producción transnacionales?

En “La formación del capitalismo global” Leo Panitch y Sam Gindin destacan la capacidad de la administración estadounidense, a través de la Reserva Federal, para crear un «mundo según su propia imagen», subordinando al capital europeo a su influencia.

El trabajo (inspirado en la crítica al «Régimen del Dólar «de Peter Gowan) aunque informativo, minimiza sistemáticamente la dimensión económica del imperialismo, incluyendo al capital financiero, las corporaciones multinacionales, la rivalidad internacional y el deterioro de las condiciones de vida en el mundo subdesarrollado.

En realidad, Panitch y Gindin proporcionaron un análisis del imperio estadounidense, en abierta contraposición a las concepciones clásicas marxianas. En su obra la vieja estructura de los países imperialistas y de los países dependientes dan paso a una suerte de «redes de producción transnacional y de finanzas» que giran en torno al «lugar del capitalismo estadounidense en el capitalismo global».

Para estos autores el orden hegemónico mundial naturalizado por el consenso de Washington y Wall Street está aparentemente destinado a continuar de manera indefinida. Esta idea es precisamente la imagen que prevalece en la política exterior de Estados Unidos, pero que ahora está siendo asumida por parte de los teóricos de izquierda.

Para esta interpretación, el capitalismo global que surge del «Imperio Americano» subsume por completo el análisis complejo y multifacético del imperialismo. Además su análisis desconocen por completo los estudios concretos, proporcionados por pensadores como Lenin, Luxemburg, Magdoff y Amin.(23)

Si Panitch y Gindin enfatizan el surgimiento del imperio político, prescindiendo de lo que Hobson llamó la «raíz económica del imperialismo», el teórico de la transnacionalización William I. Robinson a ido en la dirección opuesta. Su posición es que el capital la era de la globalización se ha tragado completamente a los estados-nación y ha creado un nuevo orden transnacional dominado por corporaciones transnacionales que se desplazan libremente, dando origen a una «clase capitalista transnacional» y a un «estado transnacional».

La superación del estado-nación según Robinson

En “Una teoría del Capitalismo Global” (2004), William Robinson sostiene que «la globalización implica una superación del estado-nación como principio organizador de la vida social bajo el capitalismo».( 24) En realidad W. Robinson rompe con las teorías clásicas del imperialismo al afirmar : «Las relaciones de clase del capitalismo global están ahora profundamente interiorizadas dentro de cada Estado-nación. La imagen clásica del imperialismo como relación de dominación externa está obsoleta y debe ser abandonada, junto con nociones tales como centro, periferia y extracción de excedentes”.

Según Robinson el objetivo de la internacionalización del capital es poner fin a la era imperialista del capitalismo mundial…. “El nuevo sistema no es el imperialismo en el viejo sentido de un capitalismo nacional que rivaliza con otros o la dominación por parte de los estados centrales de las regiones pre-capitalistas…Lo que se necesitamos ahora es una teoría de la expansión capitalista como un proceso específicamente transnacional y supranacional caracterizado por un desplazamiento en la dinámica espacial » (25).

El “nuevo imperialismo” de Harvey.

Mientras tanto, el geógrafo marxista David Harvey afirmó en 2017 que los flujos de capital han cambiado tanto de dirección que, «el drenaje histórico de la riqueza de Oriente a Occidente durante más de dos siglos… se ha invertido en los últimos treinta años».

En más de una entrevista Harvey ha dicho: «No creo que la categoría de imperialismo sea tan convincente… el imperialismo era un concepto que no se encontraba en Marx, sino que es atribuible principalmente a Lenin. La noción de periferias globales no están claras en cuanto a sus límites, y la idea de Arrighi de hegemonías cambiantes es un alejamiento de las anteriores teorías marxianas del imperialismo”.(26)

En su libro “Nuevo Imperialismo” de 2003 (una obra que ahora dice que no tenía la intención de discutir el concepto de imperialismo, sino de combatir los intentos neoconservadores de adoptar el término como propio) David Harvey elogia la descripción de Hardt y Negri de una: » configuración descentralizada del imperio».

El libro termina abogando por un nuevo imperialismo más progresista, más ilustrado, que reemplace el actual orden neoliberal/neoconservador. Para Harvey, la izquierda debe revisar “la gélida recepción de la idea de Warren acerca del “carácter progresista del imperialismo”.(27)

La posición de Harvey sobre el imperialismo a lo largo de los años ha sido algo incoherente. Ahora rechaza la noción de un sistema imperialista mundial proponiendo a cambio una visión supuestamente más dinámica centrada en configuraciones espaciales en constante cambio: “que han invertido las relaciones tradicionales entre el centro y la periferia”.

Refiriéndose a las tendencias de la globalización contemporánea, explica que «no tiene sentido tratar de meter todo esto en un concepto universal del imperialismo». Para Harvey todo el análisis marxiano del imperialismo se ha convertido en una «camisa de fuerza teórica”. (28).

En conformidad con Arrighi, David Harvey descarta la «geografía rígida de núcleo y periferia… por un análisis más abierto y fluido”(29) y en este proceso “se hace necesario romper con la crítica histórico-materialista del imperialismo”.

En su libro Las Diecisiete Contradicciones del Capitalismo, el imperialismo ni siquiera merece ser incluido en su lista de las contradicciones del capitalismo. Su capítulo sobre «Desarrollo geográfico desigual y producción del espacio» no menciona ni una sola vez al imperialismo, ni al centro ni a la periferia. La única referencia directa al imperialismo de Lenin es para minimizar el papel estructural del capital monopolista.(30)

Imperialismo tardío

No hay duda de que el capitalismo mundial ha cambiado en el siglo desde la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, este cambio tiene que entenderse en el contexto de una dialéctica histórica que abarca tanto la continuidad como el cambio. El imperialismo es una categoría tanto histórica como teórica.

Hace medio siglo era posible referirse a «la era del imperialismo», como la «edad de oro» del capitalismo, pero hoy estamos claramente en la era del “imperialismo tardío” , una etapa relacionada con el capital monopolístico-financiero generalizado; la globalización de la producción; las nuevas formas de extracción de excedentes de la periferia al centro y los grandes desafíos económicos y ambientales de nuestra época.

Las crisis a las que se enfrenta el sistema y la sociedad humana en son ahora tan graves que se están creando nuevas fisuras tanto en las economías capitalistas avanzadas como en las emergentes, con un rápido crecimiento de tendencias proto-fascistas por un lado, y el resurgimiento del socialismo, por el otro.

Reconocer la continuidad con las fases anteriores es crucial para comprender las características específicas de la fase actual. El imperialismo en cada una de sus fases históricas utiliza medios diferentes de explotación y expropiación mundial con el fin sustentar su estructura de acumulación.

Los países imperialistas, en el centro del sistema, invariablemente intentan reestructurar el trabajo en la periferia capitalista (y en las regiones pre-capitalistas) para reforzar el poder y la acumulación en el centro del sistema. Al mismo tiempo, las principales naciones imperiales compiten entre sí por las esferas globales de influencia.

La era colonial temprana (la etapa mercantilista del capitalismo durante los siglos XVI y XVII) no se centró en el libre intercambio sino en el «lucro tras la expropiación y esclavización de la población indígena» de las Américas, de África y de gran parte de Asia.(31)

Más tarde, a mediados del siglo XIX, la época colonial o etapa de libre competencia, bajo la hegemonía británica, el libre comercio operaba en el centro de la economía mundial, pero iba de la mano con el colonialismo más rapaz en gran parte del mundo, donde predominaba el intercambio desigual, el robo y el saqueo descarado.

En 1875, Robert Arthur Talbot Gascoyne-Cecil (tercer marqués de Salisbury) entonces secretario de Estado para la India británica, declaró: «La India debe sangrar, pero el sangrado debe hacerse con sensatez” (32 ) En realidad la India sangro y mucho, pero nunca hubo nada parecido a “sensatez británica”.

Como ha demostrado en detalle Utsa Patnaik, la «fuga» de excedentes de la India a Gran Bretaña (entre 1765 y 1938) asciende a 9,2 billones de libras esterlinas . Para entender la magnitud de esta cifra hay que compararla con los 2,1 billones de libras esterlinas del producto interior bruto (PIB) del Reino Unido en el reciente 2018. (33)

El capitalismo colonial del siglo XIX evolucionó hacia lo que Lenin llamó la etapa imperialista, caracterizada por el surgimiento del capital monopolista en todas las grandes potencias, el declive de la hegemonía británica y el aumento de la tensión entre las principales potencias capitalistas.

Estas condiciones llevaron a dos guerras mundiales entre potencias rivales por la hegemonía sobre territorios económicos. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se impuso como el hegemón dentro del mundo capitalista, en un contexto que también incluía una Guerra Fría con un mundo de orientación socialista.

Mientras promovía la ideología de libre comercio, los Estados Unidos pusieron en marcha un sistema neocolonial sometido a la hegemonía del dólar y a las corporaciones multinacionales. Su modelo imperial construyó una gran cantidad de bases militares (más de 800 ) en todo el planeta, controlando el territorio y/o provocando intervenciones militares y guerras regionales de acuerdo a sus intereses. De esta modo, el imperialismo estadounidense asegura el desvío de gran parte del excedente económico del Sur global hacia su metrópoli.

El dominio del capital monopolista-financiero en lugar de sustituir las relaciones imperiales define una nueva fase del imperialismo; el imperialismo tardío.

Como hemos visto, “el imperialismo tardío”, representa una época en la que las contradicciones globales del sistema se revelan cada vez más crudas en que todo el planeta . Hoy el hábitat humano, está en peligro y sus efectos catastróficos recaen de manera desproporcionada sobre los más vulnerables de la población mundial. Todo este panorama está destinado a generar un mayor conflicto geopolítico que hace evidente el fracaso del capitalismo como civilización.

Nada de esto es una sorpresa. En 1992, Magdoff enfrentó las expectativas optimistas generalizadas: “Las fuentes de tensión entre las principales potencias capitalistas aumentan pese a su creciente interdependencia. La dispersión geográfica del capital no ha reducido las contradicciones entre las naciones ricas y pobres.

Aunque un grupo de países del tercer mundo, se hayan beneficiado parcialmente con el proceso de globalización la brecha general entre las naciones centrales y periféricas ha seguido creciendo… La globalización ha producido muchas mercancías, pero no ha cambiado las formas básicas de funcionamiento del capitalismo.

Tampoco ha ayudado a la causa de la paz y de la prosperidad”. (34) De hecho, hay algo profundamente irónico en el rechazo de ciertos teóricos a la concepción marxiana del imperialismo en el contexto global actual. Atilio Borón, marxista argentino, advirtió en el 2003 que “el imperialismo no sólo mantiene sino que ha aumentado los rasgos fundamentales de la concentración y centralización del capital”

Para Borón la nueva etapa del imperialismo “se caracteriza en nuestra época más que en el pasado por; la concentración del capital, el predominio abrumador de los monopolios, el predominio del capital financiero, la exportación de capitales y la división del mundo en esferas de influencia».

En el último 25 años del siglo pasado, la aceleración de la globalización en lugar de debilitar o disolver las estructuras imperialistas, aumentó las asimetrías estructurales de la inclusión de las naciones en la economía mundial.

Mientras por un lado un puñado de países capitalistas desarrolladas acrecienta su capacidad para controlar de los procesos productivos a nivel global y se incrementa la financiarización de la economía , por el otro la gran mayoría de los pueblos y naciones del planeta aumentan su dependencia externa y se amplía la brecha que los separaba del centro del poder

La nueva fase del viejo imperialismo

La globalización, en suma, consolidó la dominación imperialista y profundizó la sumisión de los capitalismos periféricos, que se han vuelto incapaces de controlar sus procesos económicos internos.(35)

La nueva fase del imperialismo que creció a finales del siglo XX y principios del XXI ha sido descrita por Samir Amin (y varios autores asociados con Monthly Review) como un sistema del “capital monopolístico-financiero global” o un “capitalismo de los «monopolios generalizados” (36).

En este sistema imperialista más integrado quinientas corporaciones representan casi el 40 por ciento de los ingresos mundiales. El resultado es que la mayoría de las demás empresas de la economía mundial han quedado atadas a las redes de estas gigantescas empresas y trabajan como meros subcontratistas.(37)

Ahora la producción y la circulación se organizan en forma de cadenas mundiales de productos básicos, lo que sirve para poner de relieve las diferentes funciones del centro y de la periferia dentro de esas cadenas de productos básicos.

Este proceso está en línea con el llamado “arbitraje laboral global”, que sirve para promover la intensificación de la explotación/expropiación de la mano de obra en el Sur global, conduciendo a la captura (robo) de un valor adicional por el Norte rico.

El mayor control imperialista de las finanzas y de las comunicaciones mundiales es parte inherente de este proceso sin el cual la globalización de la producción no sería posible.(38)

Cuando a finales de los años setenta y ochenta se produjo el despegue de la globalización neoliberal, este proceso tuvo un considerable éxito al subordinar a los Estados (especialmente los del Sur global) a las reglas de un mercado mundial donde, por definición, es el centro financiero el que manda.

El imperialismo tardío es también la era del estancamiento económico, la financiarización y de una crisis ecológica planetaria. Estas contradicciones son propias e inseparables de un sistema de acumulación monopolista-capitalista, que se ha justifica doctrinariamente con la ideología neoliberal.

Una característica distintiva de la producción y las finanzas globalizadas en el siglo actual es la explotación sistemática de los bajos costos laborales unitarios en los países del Sur global. Estos salarios se mantienen muy por debajo de los salarios del Norte debido a: (1) el enorme ejército de reserva global localizado principalmente en el Sur; (2) las restricciones al movimiento de mano de obra, concretamente de países pobres a países ricos; y (3) a las presiones imperialistas pasadas y presentes.(39)

En el libro : El trabajo en la economía imperialista mundial».el economista Tony Norfield, (ex director ejecutivo de un banco europeo) lo explico así :

Todo el mundo sabe que a los trabajadores de los países capitalistas desarrollados se les paga más que a los trabajadores de los países más pobres. Sin embargo, la divergencia en los salarios medios puede llegar a ser asombrosa: no sólo de un 50 por ciento, sino hasta 20 más entre lo que gana un trabajador de un país rico y un de los más pobres.

La teoría económica dominante explica esto – y lo justifica – argumentando que los trabajadores de los países más ricos son más productivos que los trabajadores de los países pobres, que los primeros están más educados y capacitados, y que trabajan con niveles más altos de tecnología. Sin embargo, esta explicación no se ajusta en nada con la realidad . Muchos trabajadores de las grandes empresas en las naciones pobres trabajan con la misma tecnología y por lo tanto con el mismo conocimiento de sus semejantes de un país rico”.(40)

La producción o subcontratación por parte de multinacionales en países pobres utiliza la misma tecnología utilizada en las economías ricas, lo que conduce a niveles comparables de productividad.

El resultado de los salarios extremadamente bajos, es que en las llamadas economías emergentes (China, India, Indonesia, México) los costos laborales unitarios en la manufactura es menos de la mitad del gasto salarial en los Estados Unidos.(41)

Esto genera márgenes de una ganancia bruta desorbitada para las multinacionales ubicadas en el Norte. El costo total de producción (reflejado en el precio de exportación) de una camiseta producida en 2010 a través de un subcontratista en Bangladesh (que trabaja para la firma sueca H&M ) fue el 27 por ciento del precio de venta final en Europa.(42) Mientras tanto los trabajadores de Bangladesh reciben una miseria, un obrero recibe 1,36 euros por un día de diez a doce horas de trabajo(42) y el beneficio bruto en un iPhone montado en China cuesta 64 por ciento más barato que en Estados Unidos.(43)

Los márgenes de beneficio bruto asociados con el arbitraje laboral global ha llevado a una rápida globalización de la producción; la cuota de empleo industrial ubicada en las economías en desarrollo (incluidas las emergentes) ha aumentado del 52 por ciento en 1980 al 83 por ciento en 2012. (44)

En la actualidad, una parte importante de la producción se subcontrata en la periferia lo que se conoce como “nodos de producción no participativos” (contratos de arrendamiento, concesión de licencias, franquicias y servicios de gestión). En 2010, los nodos de producción no participativos generaron más de 2 billones de dólares en ventas (45).

Sin embargo, no toda la producción de la cadena de valor que explota los bajos costos laborales unitarios en el Sur toma la forma de subcontratación o de nodos de producción no accionarios, gran parte de los beneficios se produce por la inversión extranjera directa de las multinacionales.

Sólo en 2013, los ingresos de Estados Unidos por inversiones en el extranjero (en compañías extranjeras, acciones, bonos, etc.) ascendieron a 773.400 millones de dólares. Los pasivos llegaron a 564.900 millones de dólares, lo que dio como resultado una ganancia neta de unos 209.000 millones de dólares (equivalente a alrededor del 35 por ciento del total de la inversión nacional privada neta de Estados Unidos para ese año). Estos resultados aceleraron los problemas de absorción del excedente de capital.(46)

En 1966 Baran y Sweezy escriben ; «la inversión extranjera, lejos de ser una salida para el excedente generado internamente, es el dispositivo más eficiente para transferir el excedente generado en el extranjero al país inversor. En estas circunstancias, es obvio que la inversión extranjera agrava el problema de la absorción de excedentes en lugar de ayudar a resolverlo » (47).

También hay otros factores en la transferencia de valor de los países en desarrollo al norte rico, estos incluyen la fuga de capitales del Sur global estimada en más de 1,7 billones de dólares en 2012.(48)

De hecho, toda forma de transacción financiera entre el Norte y el Sur global incluye un elemento de lo que Marx denominó «ganancias tras la expropiación» o simple robo, demostrando empíricamente relaciones de poder desiguales.(49) Como escribe Norfield, las finanzas «son una recurso para que los países ricos obtengan ingresos del resto de la economía mundial»(50).

Un informe de 2015 de la Escuela Noruega de Economía (con sede en Estados Unidos) estimó que las transferencias netas de recursos procedentes de países en desarrollo (independientemente de las transferencias ocultas asociadas con el intercambio desigual) ascendieron a 2 billones de dólares en el año 2012, elevándose a 3 billones de dólares si se incluyen las estimaciones de falsificación de las facturas.(51)

Se han llevado a cabo diversos estudios para evaluar el alcance de las transferencias de valor ocultas debidas a las relaciones de intercambio desiguales entre el Sur y el Norte del mundo, en virtud de las cuales se obtiene «más mano de obra a cambio de menos».(52)

El economista canadiense Gernot Köhler, ha utilizado datos de paridad en el poder adquisitivo (PPP) demostrando cómo la mano de obra del Sur del mundo no refleja lo que realmente vale la mano de obra local.(53).

Los resultados empíricos de Köhler son un método para calcular la transferencia de valor; lo que los economistas llaman intercambio desigual. Köhler comprobó que sólo en 1995 estas transferencias ascendían a 1,75 billones de dólares, lo que representaba una pérdida equivalente a casi una cuarta parte del PIB total de los países no miembros de la OCDE.(54) Con estos datos podemos hablar con toda propiedad de «renta imperialista » (55).

Como sostiene el investigador John Smith, «los vastos flujos de valor» asociados al intercambio desigual «se hacen casi invisibles en las estadísticas sobre PIB, comercio y flujos financieros» precisamente porque el valor generado por el Sur es «capturado» ( robado) por el Norte.

Todas las fuentes de ingresos, ya sean salarios, beneficios, alquileres o intereses, derivados de los enormes márgenes de beneficio bruto de la producción del Sur se contabilizan simplemente como valor añadido en el Norte global, contribuyendo al PIB del Norte.(56)

Los enormes beneficios de la externalización y otros medios de captura de valor global agravan aún más los problemas de absorción de capital excedente. Gran parte de esta renta imperialista termina en paraísos fiscales y se convierte en un medio para acumular riqueza financiera concentrada en un pequeño número de corporaciones e individuos ricos.(57)

Todo este proceso agrava el problema general del estancamiento, caracterizado por exceso de capacidad productiva, subempleo, lento crecimiento, aumento de la desigualdad, burbujas y crisis financieras periódicas.

Amin explicó que la renta imperialista tenía dos componentes distintos. El primero era la renta derivada de la explotación imperialista de la mano de obra del Sur. El segundo componente es el drenaje de los recursos naturales del Sur por parte de las corporaciones multinacionales y los estados imperialistas.

La primera forma de renta imperialista es, al menos en principio, medible en términos de valor, la segunda forma de renta, se refiere a los valores de uso (y a la apropiación del capital de la naturaleza). (58) Por su parte, Marx, sostuvo, que estas formas de renta dan origen a una suerte de imperialismo ecológico.

El imperialismo sigue librando una enorme lucha por el control de los recursos estratégicos. Se ha estimado que las fuerzas armadas de Estados Unidos gastan aproximadamente el 16 por ciento de su presupuesto sólo en salvaguardar directamente los suministros mundiales de petróleo (59 ).

Es indiscutible que los intereses militares y la apropiación de los recursos naturales están interrelacionados. La hegemonía militar desempeña un papel clave en todas las cuestiones relacionadas con la seguridad del territorio económico y los recursos estratégicos.

Las empresas multinacionales están indisolublemente ligadas al poder financiero y político-militar de los Estados en los que tienen su sede. Sin el respaldo de las armas simplemente no podrían existir o su capacidad para participar en la competencia internacional se vería seriamente dañada. De las cien principales sociedades no financieras del mundo, tres cuartas partes tienen su sede en seis países: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón y Suiza.

Según Norfield, lo que distingue a una empresa imperialista no es su tamaño ni su éxito competitivo, ni siquiera su importancia global como gran productora de bienes o servicios. Lo que la distingue es el respaldo que recibe de un poderoso estado-nación, y cualquier ventaja que obtenga es porque está ubicado y se identificada con ese estado imperialista.

Asimismo, lo que distingue a un estado imperialista es su capacidad de ejercer poder en la economía mundial en nombre de sus empresas capitalistas «nacionales» (60).

El fin de los tiempos

El imperialismo hoy en día es más agresivo e ilimitado que nunca (61). En el actual período la decadencia estadounidense – con el declive económico y ecológico del régimen del dólar- está obligando al Pentágono y a Wall Street a ejercer todo su poder militar y financiero para mantener sus ventajas geopolíticas y geoeconómicas (62 ).

El objetivo es subordinar a los países que se encuentran en la parte inferior de la jerarquía mundial, poner obstáculos a las economías emergentes y derrocar a los gobiernos que se salen de las reglas del orden dominante.

Los conflictos dentro de la tríada imperial siguen existiendo, no sólo debido a fuerza del poder estadounidense, sino también como resultado de la necesidad de contener a China y Rusia, que son vistas como una grave amenaza para el orden imperial hegemonizado por los Estados Unidos.

En China y en Rusia, por razones históricas diferentes – pero relacionadas- el capital financiero monopolista global carece de capacidad para dominar los capitales nacionales.

Mientras tanto, la Unión Europea se encuentra en un estado de desorden, con tendencias centrífugas derivadas del estancamiento económico y la inestabilidad generada por el retroceso imperial en Oriente Medio y el norte de África.

En estas circunstancias, las cadenas globales de valor y suministro, la energía, las finanzas y los recursos naturales se consideran en términos militares y estratégicos. En el centro de este orden mundial entrelazado y globalizado está la inestable hegemonía ejercida por la Fortaleza América sobre Europa y Japón.

Hoy en día, Estados Unidos sigue una estrategia de dominación de todo el espectro, dirigida no sólo a los aspectos militares, sino también a los tecnológicos, financieros y a la «dominación energética» mundial. El telón de fondo de este poder dominante es una inminente catástrofe planetaria, acompañada de un desorden económico y político.(63)

En este escenario de deterioro, las tendencias neofascistas han resurgido porque constituyen uno de los últimos recursos del capital financiero (64). Paulatinamente, el neoliberalismo se ha ido asociando con diversas formas de neofascismo, racismo y ultranacionalismo

Sin embargo, los movimientos pacifistas antiimperialistas han disminuido en la mayor parte del núcleo capitalista, incluso la izquierda, parece haber olvidado la cuestión del imperialismo (65).

No debemos olvidar que las fuerzas centrífugas y centrípetas siempre han coexistido en el centro del proceso capitalista, predominando a veces una y a veces la otra. El resultado es que los períodos de paz se alternan con períodos de discordia y violencia.

Generalmente, esta alternancia implica formas de lucha tanto económicas como militares. Aunque el poder del más fuerte emerge temporalmente victorioso el desarrollo desigual pronto toma el relevo y surge un nuevo período de lucha por la hegemonía. (66)

Sin embargo, el imperialismo tardío es un punto final histórico para el orden mundial capitalista. Este tiempo presagia un nuevo comienzo revolucionario que debe detener con urgencia una catástrofe planetaria.

La emergencia actual del Planeta Tierra es análoga a la antigua lucha colectiva por «la libertad».(67) El combate humano por la ecología debe coincidir con la resistencia revolucionaria de los trabajadores y los pueblos del Sur global, lucha dirigida en primer lugar a derrocar al imperialismo porque es la manifestación global del capitalismo existente.

Los trabajadores de las naciones centrales no serán libres hasta que los trabajadores de las naciones periféricas sean también libres y el imperialismo sea abolido.(68)

Lo que Marx llamó socialismo, una sociedad de desarrollo humano sostenible, sólo puede ser construido sobre una base universal. Todas las relaciones injustas y explotadoras deben desaparecer, y la humanidad deberá enfrentar el futuro en armonía con la tierra y con toda nuestra especie.(69)

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