En una situación continental de barranco del credo neoliberal, las fuerzas de los golpes militares y de las “democracias restringidas” al estilo de la constitución pinochotetistas, han optado por morderse la cola con eso del neoliberalismo militarizado.
El gobierno democrático de Evo Morales, democrático a prueba de balas de plutonio, con su propuesta de nuevas elecciones evidenció claramente que la alternativa anti-neoliberal está confrontada con los regímenes militarizados de Colombia, Haití, Chile, Ecuador y Honduras, Guatemala, y ahora Bolivia.
Para las oligarquías y las fuerzas imperiales, la relación (asimétrica y polarizada) entre capitalismo y democracia exige de un “apretón de tuercas” militaristas, racistas y fascistoides, de una serie de regímenes de fuerza que arrasen con los principios de autodeterminación de los pueblos y de la soberanía de las naciones latinoamericanas, y particularmente de eliminar el “virus” socialista y/o comunista.
Sin rodeos; en el continente de las luchas más primordiales contra el neoliberalismo, adviene una dura prueba para el combate irrenunciable por la democracia y el socialismo. Esa es la lección de nuestro Jefe Indio: irreductiblemente democrático a contrapelo de una oligarquía racista, supremacista y de todas todas fascista.
El golpe de Estado contra Evo Morales, el recurso del neoliberalismo militarizado supone que los gobiernos revolucionarios y democráticos y los movimientos populares latinoamericanos están comprometidos con el afinamiento y actualización de sus estrategias: agotada las diferentes formas de discurso liberales y el recetario económico ortodoxo-monetarista, se impone avanzar con la política democrática en el mismo lugar donde el neoliberalismo militarizado amenaza de extinguirla.
El golpismo neoliberal también supone el abandono de toda idea de militarizar la política de la izquierda y de las organizaciones de base del poder popular. Aún en el caso de que sea una realidad la indeseada confrontación bélica.
Consumada la renuncia de Evo Morales, hay que borrar de la pizarra toda idea de última batalla. El desenlace actual del proceso de cambio democrático y revolucionario en Bolivia no implica esto es lo que hay, las fuerzas enemigas en ningún caso o jamás están en la posición de ganar el combate final contra un pueblo. Entonces, permítase esta larga cita del 18 Brumario, de Marx:
“…Todo un pueblo que creía haberse dado un impulso acelerado por medio de una revolución, se encuentra de pronto retrotraído a una época fenecida, y para que no pueda haber engaño sobre la recaída, hacen aparecer las viejas fechas, el viejo calendario, los viejos nombres, los viejos edictos (entregados ya, desde hace largo tiempo, a la erudición de los anticuarios) y los viejos esbirros, que parecían haberse podrido desde hace mucho tiempo… la sociedad parece haber retrocedido más allá de su punto de partida; en realidad, lo que ocurre es que tiene que empezar por crearse el punto de partida revolucionario, la situación, las relaciones, las condiciones, sin las cuales no adquiere un carácter serio la revolución moderna…
Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: Aquí está la rosa, baila aquí”.
Nota buena: la estrategia siempre es la del pueblo boliviano: “Volveremos para ser millones”.