Vinieron a hacer este desastre y cumplieron prolijamente con varios objetivos en su misión restauradora… Los desafíos para el nuevo gobierno son enormes. Recibe un país destrozado, con una muy pesada herencia y, a la vez, con una enorme esperanza de los más perjudicados por este modelo perverso.
El que se va deberá ser recordado como el peor gobierno de la democracia y uno de los peores de la historia argentina. A su desdén, su orgullosa insensibilidad social y su tilinguería, que agrada a una importante franja de la sociedad argentina, hay que sumarle una no menos orgullosa ignorancia en todo aquello que haga al bienestar general que puede llevarnos a pensar erróneamente en un fracaso del régimen de Macri y sus socios. Nada más lejos de la realidad. Vinieron a hacer este desastre y cumplieron prolijamente con varios objetivos en su misión restauradora. La primera, sin duda la reducción drástica del salario real, el célebre “costo argentino”, a través del cóctel explosivo de la devaluación, la inflación y el aumento de tarifas más alto de la historia argentina y uno de los más altos que recuerde la historia universal. En cada una de estas medidas las propias empresas del presidente y de los suyos se enriquecían exponencialmente. El uso de información privilegiada por parte del “mejor equipo de los últimos 50 años” les permitió a muchos de sus encumbrados funcionarios hacer extraordinarios negocios a costa del empobrecimiento sistemático de las mayorías. Vinieron también a poner en duda, a través de un ejército de trolls y de serviciales comunicadores y comunicadoras, valores que aparentemente estaban instalados para siempre en nuestra sociedad, como la solidaridad, la empatía, los derechos sociales y laborales, el “Nunca más” y su implícita condena a la dictadura. Destruyeron gran parte del aparato productivo, particularmente al sector pyme, atacaron fuertemente la salud pública, convirtiendo el histórico ministerio creado por Perón y Carrillo en una secretaría con presupuesto menguado, reduciendo hasta el calendario de vacunación de nuestros niños. Desfinanciaron todo lo que pudieron la educación pública y atacaron durante cuatro años a los trabajadores de la educación y a nuestros científicos y técnicos. Instalaron una política represiva y de intimidación pública coherente con la línea histórica de la derecha argentina.
Y por supuesto, como siempre lo hicieron, endeudaron al país exponencialmente con la evidente intención de hacer grandes negocios pero además para condicionar las políticas económicas y sociales de nuestro país por muchos años.
El hambre vuelve a ser un tema central en el país de “las vacas y las mieses” y lo padece la mitad de los niños argentinos. Los ancianos vieron reducidas sus pensiones y junto al resto de los trabajadores argentinos vieron cómo el gobierno saqueaba el fondo de sustentabilidad de la Anses.
Sembraron el odio promoviendo la descalificación del adversario, sin ahorrar calumnias y fake news, vaciaron Canal Encuentro y la Televisión Pública y distribuyeron generosamente los dineros de los contribuyentes entre costosos aplaudidores que coparon las pantallas y los receptores de radio.
Pusieron en marcha una política exterior de absoluta sumisión a los dictados de los Estados Unidos abandonando la causa Malvinas y retirando al país de foros latinoamericanos con el remanido discurso de la integración “al mundo”, que nunca es Asia, África ni América latina. Un “mundo” que le dio claramente la espalda a este gobierno que prometía una “lluvia de inversiones” y que terminó en una tremenda sequía.
Seguramente comenzarán los autodenominados “grandes medios” a hablar de la inoperancia de Macri y atribuir el desastre a falencias personales de Mauricio, cuando es evidente que el resultado es inherente al modelo neoliberal que siempre termina saqueando países con claros beneficiarios autóctonos y exógenos y sumiendo en la desesperación y la miseria a la mayoría de la población como quedó evidenciado en estos días en la explosión del modelo chileno, tan exhibido por los propagandistas de la derecha como un ejemplo a seguir.
Los desafíos para el nuevo gobierno son enormes. Recibe un país destrozado, con una muy pesada herencia y, a la vez, con una enorme esperanza de los más perjudicados por este modelo perverso.