El 27 y 28F de 1989, se inicia la insurgencia contra los neoliberales y el “pacto populista de conciliación de élites” (Rey). El quiebre del 4F del 92 rompe definitivamente el estado de cosas en Venezuela: las fuerzas sociales políticas, militares, culturales y espirituales irrumpen en su esplendor creativo.
Los militares lavan con su sacrificio la sangre del pueblo derramada en el 89. Hugo Chávez y su por ahora lo demuestran: no existe “Fin de la Historia”, otro mundo es posible, donde el Estado, instrumento de transformación social, libere al ser humano de la miseria y logre equidad material y armonía social.
Cuatro aportes fundamentales esa gesta nos legó: unión cívico militar, propuesta Constituyente, pensamiento constitucional y geopolítico del Libertador y las garantías insertas en la Constitución: retomar PDVSA en favor y beneficio del pueblo pobre.
El legado del 4F, fue un Estado Bolivariano no liberal fascista, singular, anómalo; su fundamento: dominio y propiedad de los recursos naturales garantiza la continuidad del proyecto. Prescindir de él desbarataría su viabilidad estratégica y vulneraría el interés nacional y la soberanía.
Obviar alguno de esos 4 aportes es abandonar a Chávez. Olvidar que nuestro Estado de justicia social, está obligado a romper el ciclo de la pobreza, no limitado a los derechos sociales, sino además a los económicos, culturales ambientales e intangibles, busca reducir las diferencias entre clases sociales mediante una mejor distribución de lo producido, manejo racional de los recursos naturales e intervenir en la prestación de servicios a la colectividad, reservándose rubros estratégicos, manteniendo sus facultades de vigilancia, inspección, fiscalización y control, evitando el monopolio y abuso de la posición de dominio, en beneficio de los excluidos históricamente.
Corresponde a sus herederos confrontar y vencer a los globalistas, quienes buscan desaparecer las naciones, caotizar el planeta, succionar nuestros recursos y desestructurar nuestro país. El legado constitucional de Chávez es nuestra mejor defensa, expandido continentalmente en procesos constituyentes originarios, contribuye a consolidar estructuras de poder cívico militar, garantía de independencia, soberanía y autodeterminación.