El autoproclamado despacha (y se da el vuelto) desde una ficticia presidencia de la República y desde una supuesta presidencia del tolete de la Asamblea Nacional en desacato que se agarró. Graba mensajes, lanza ultimátums, designa funcionarios sin destino y asigna cargos inexistentes. Lo único real de todo ese mundo irreal son los reales. Trump hace que le cree sus fantasiosos disparates (hasta las elecciones gringas) y obliga a la Unión Europea a creerlos. Así llueven los dólares y euros.
La cosa movería a risa si las divisas no salieran de Citgo y de los otros activos robados por las grandes potencias a la República Bolivariana de Venezuela. En este teatro del absurdo (sin el talento de Ionesco) el grupo de diputados del autoproclamado anunció, con bombos y platillos, que investigarán a sus compañeros de partido, parlamentarios que se dejaron sobornar para votar contra el interino el 5 de enero pasado. “Caiga quien caiga”.
Las buenas almas de la derecha que se les rebelaron no habrían aguantado las tentaciones crematísticas de la “dictadura”. Pero ya va, atajaría el genial Mario Moreno Cantinflas: “¿Hablamos como caballeros o como lo que somos?”. Porque ocurre que toda la dirigencia opositora, alta y media – casi sin excepción para confirmar la regla- ha sido objeto de jugosos sobornos. Esto no es chisme de botiquín o peluquería, el mismo Trump gusta decir cuánto le pasa cada cierto tiempo a la derecha venezolana.
Elliot Abrams, representante de Estados Unidos para Venezuela, es más explícito e inoportunamente cínico. Este halcón fallido, veterano frustrado de la “Batalla de los puentes”, detalla a los “funcionarios” que engrasa, e incluso, sopla que le arriman la brasa a las sardinas de los medios. ¿Para qué? Para que hagan lo que el imperio les pida. ¿Cómo se llama eso? Según todos los diccionarios del planeta, se llama soborno. Mira tú.
Lo que se puede mirar es que los más grandes y descarados sobornados de la historia patria andan buscando a sobornados más pequeños, ¿se podrá decir “sobornaditos”?, para darles clase de moral, ética, buenas costumbres y otras lavativas deontológicas.
Son los mismos que piden la invasión de su patria, enarbolando la bandera de Venezuela y entonando el himno nacional. Son, como clase política, un soborno de la historia.