En estos días preparaba unas notas sobre el libro “Visión de Paralaje” del filósofo esloveno Slavoj Zizek. Un libro complejo donde el autor expone sus tesis sobre el paraleje, o análisis del desplazamiento de un objeto causado por un cambio en la posición del observador. En un momento de la lectura, se hizo presente Ludovico Silva, (16-02-1937 y 04-12-1988) el filósofo nuestro, caraqueño, ese muchacho grandote que se hizo un nombre a fuerza de estudio sistemático, profundo. Coloqué a un lado a Zizek y esparcí sobre mi mesa de trabajo de cedro caripiteño los libros llenos de las ideas de Ludovico y, sin un orden preestablecido, inicié mi lectura silenciosa y empecé a garabatear esta nota.
Ludovico Silva dedicó buena parte de su fructífero tiempo al estudio de la ideología, un “término con una historia tan accidentada” que se hace hoy muy difícil considerarlo, afirma Silva, “como un signo que posee un significado concreto”[1] La ideología ha llegado a significar las cosas más diversas ayer como hoy. Una cosa que empezó con pretensiones de ser una ciencia y ha terminado de manera global siendo el sello de la espiritualidad de la sociedad y al propio tiempo, apunta nuestro filósofo, ha terminado siendo el enemigo fundamental de esa espiritualidad. Sin pretender dar por finalizado el tema, Ludovico nos regala un esquema sobre el desarrollo de la palabra ideología y sus grandes etapas. Así, nos habla del período Napoleónico y las polémicas que tuvo Napoleón con los idéologues; el segundo gran período es el de la teoría marxista de la ideología y la tercera gran etapa es la contemporánea donde destacan autores y líderes desde Lenin hasta Sartre, pasando por Mannheim, Lukás, Marcuse, Adorno, Horkheimer, Lefevre, Althusser, Mészáros, Martha Harnecker. Desde aquella visión de Destutt de Tracy de que la ideología era la ciencia de las ideas, esa visión simplista fue superada ampliamente por Marx-Engels en el libro “La ideología alemana” donde se afirma que en toda la historia de la humanidad, las relaciones sociales son aquellas que se establecen en la producción de los medios de vida y que engendran en las mentes de los hombres una expresión ideal, inmaterial de aquellas relaciones materiales. Así, Marx y Engels sostienen que “Las ideas dominantes no son otra cosas que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas”. Se trata, afirma Ludovico en su interpretación del pensamiento de Marx y Engels de una formación social cuya función ha consistido en preservar y justificar los distintos modos de producción y ordenes sociales.
Estudioso fecundo y prolífero del pensamiento de Carlos Marx, lo que no lo convierte en marxista (siempre se negó a ser considerado así), Ludovico advierte sobre lo difícil que es ser marxista[2] y lo reseñaba diciendo que no es lo mismo que ser adeco, copeyano, masista o mepista, ni ser mirista y si estuviera vivo, diría también ni militante pesuvista, justiciero, tiemponuevista, causa errerista. Para él, ser marxista es algo mucho más alto. Para ser marxista es menester tener suficiente información, capacidad y vocación para dirigir o al menos orientar a las masas de la sociedad actual hacia un futuro radicalmente distinto que haría de la historia pasada en “la prehistoria” de la humanidad. Para ser marxista es menester esgrimir dos perspectivas complementarias: ser capaz de medir la temperatura de su propio país con el objeto de aclararla y actuar sobre ella y, ser poseedor y tener la capacidad inventiva de crear un método científico que norme su actuación para cada caso concreto, adaptado a la circunstancia particular. Para Ludovico, hablar de marxismo supone asumir dos planos: uno externo que parte de las posiciones ortodoxas y heterodoxas que han contribuido mucho en la creación del “antimarxismo”, la tergiversación del pensamiento original de Marx, intérpretes “marxistas o marxólogos o marxianos”.[3] El dogmatismo –sostiene- sigue siendo uno de los grandes enemigos del pensamiento de Marx y de su libre desarrollo crítico, de muy escasa elaboración teórica que se ha limitado a la repetición mecánica de “los diez mandamientos de la ley de Marx-Lenin-Stalin”. Tal vez exagere en el ejemplo Ludovico pero afirma de manera sarcástica que “si los loros fueran marxistas, serían marxistas dogmáticos”. Un dogmático religioso, en su confesión muestra su sinceridad al reconocer los dogmas de fe con que actúa. Un dogmático marxista es reacio a reconocer su torpeza teórico-práctica. Por eso Ludovico es repetitivamente enfático cuando señala que “una cosa es Marx y otra muy distinta son los marxismos”[4], se niegan mutuamente. Para un estudioso crítico del pensamiento de Marx es necesario asumir que el pensamiento es contradictorio y se transforma constantemente. Lo concreto, sostiene Núñez Tenorio,[5] es la síntesis de muchas determinaciones, es la unidad de lo diverso en oposición a la abstracción. Desde el punto de vista de la realidad, lo concreto es el punto de partida. Lo concreto es lo concreto porque es la suma de múltiples determinaciones, diría Marx.[6]
Ludovico dejó esta vida terrenal el 4 de diciembre de 1988, día de elecciones. Para no irse “limpio”, como se dice coloquialmente, nos dejó un librito considerado su obra póstuma “En busca del Socialismo perdido”,[7] título inspirado en la obra de Marcel Proust “A la recherche du temps perdu”. Ludovico advierte que más que ir tras la búsqueda del socialismo perdido, más bien se trata del “rescate del verdadero socialismo”, olvidado en el largo periodo stalinista y donde se impusieron verdaderos manuales repletos de dogmas que debían seguir a troche y moche los partidos comunistas del planeta, ocultándose la obra fundamental de Marx, Los Grundrisse donde se expone de manera formidable la “utopía concreta realizable de Marx”. En esta obra, además de su enfoque universalista, Ludovico afinca la pluma en lo particular del caso venezolano, invitando a todos a que se dispongan a la búsqueda nítida “de lo que debe ser un auténtico socialismo”, alertando a enfrentar “la deformante mediocridad habitual, que nos han venido transmitiendo las agencias de noticias”. Dedicó parte de su tiempo vital a la reflexión sobre un acontecimiento novedoso impulsado por Mijail Gorbachov conocido como la perestroika y el glasnost, procesos paralelos pero distintos, de “reestructuración” que inició la desaparición de la URSS. Preocupaba a Ludovico el poco interés mostrado por la intelectualidad política venezolana para estudiar y comprender estos temas de la política y la geopolítica internacional. Él, que se definía como un “escuálido intelectual, un marginado social y un sujeto sospechoso” (era un fino espadachín de la ironía), invitaba a lo Ortega y Gasset a permitir el desarrollo de esa “máquina de preferir” que todos llevamos por dentro.
Un verdadero afán el de Ludovico por el estudio riguroso, científico de los acontecimientos políticos locales y mundiales. Le preocupaba, como señala Zizek, el lugar y papel a jugar por el colectivo psicoanalítico en la sociedad. Le preocupaba que los académicos de su tiempo y de ahora, desconocieran el poder de la palabra, del lenguaje, del peso “conmovedor y terrible” del cómo se acentúan las acciones de los hombres actuantes en la sociedad. Con Dussel[8] podríamos afirmar que el Ludovico pensador no perseguía interpretar bien o mal a los autores filosóficos, sus teorías. Su atención no era otra que pensar categorialmente la realidad y en su libro “En busca del Socialismo perdido” son prolíferos los conceptos para entender, incluso hoy, qué está pasando en Venezuela y el mundo. Una clara y contundente invitación a decolonizar el pensamiento, máxime si se asume sin tapujo alguno que el panorama del pensar marxista no era nada halagüeño en América Latina. Las décadas de los años sesenta, setenta, ochenta se caracterizaron por una visión eurocéntrica y, no era un asunto de Venezuela, no, era como un sarampión colectivo en toda la izquierda latinoamericana, con excepciones minúsculas, que así pensaban y actuaban. Era el foquismo enquistado en las mentes de los “alborotadores” que aún sentían los estigmas del Mayo Francés. Para iniciar el arduo camino de comprender las ideas vertidas en el pensamiento de Marx, decía Ludovico, era necesario adentrarse en el estudio de sus grandes metáforas[9]. Entender la utopía de la transformación de la sociedad, pasa, como lo afirma Gramsci, por comprender la historia como desarrollo libre y no pensar que sus planes obran de manera preestablecida, como lo sostienen los filisteos del socialismo.[10]
Una constante en el pensamiento ludosilviano, como lo sostiene a su manera Mészáros,[11] es seguir construyendo el proyecto inconcluso de Marx, que la libertad es la fuerza inmanente de la historia y que ésta no ha llegado a su fin, que las posiciones neoliberales han hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y que todo totalitarismo, venga de donde venga, es condenable, que ponerle cercos al pensamiento es caerle a bayonetazos a las ideas.
La obra de Ludovico Silva debe ser conocida y estudiada por las presentes y futuras generaciones. En ella está concentrada toda la fuerza y originalidad de este venezolano, gran pensador, amante de los vinos maduros y generosos, polémico y diestro para el combate da las ideas, semejante a un barco de esos que surcan los glaciares rompiendo los hielos, abriendo caminos, porque como nos lo dejó dicho el poeta, “Mucho más de la vida que de la muerte somos”.[12]
[1] Ludovico, Silva (2006). Teoría de la Ideología. Fondo Editorial Ipasme. Caracas, Venezuela, pp 22 y sigts.
[2] Ludovico, Silva (2011). Belleza y Revolución. Alcaldía de Caracas. Fondo Editorial Fundarte. Caracas, pp 312-313.
[3] Ludovico, Silva (2006). Anti-manual para uso de marxistas, marxologos y marxianos. Fondo Editorial Ipasme. Caracas, pp 21-29.
[4] Ludovico, Silva (1981). Marx y la alienación. Monte Ávila Editores. Caracas, pp 13-66
[5] J. R, Núñez Tenorio (1975) Introducción a la ciencia. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. UCV. Caracas, pp 155-163
[6] Carlos, Marx (1969). Introducción general a la crítica de la economía política, Cuadernos del presente y del pasado. Córdova, España, pp 50.
[7] Ludovico, Silva (2006) En busca del socialismo perdido. Fondo Editorial Ipasme. Caracas.
[8] Enrique, Dussel (1973). Para una ética de la liberación latinoamericana, tomos I y II. Siglo XXI. Buenos aires.
[9] Ludovico, Silva (2006). El estilo literario de Marx. Fondo Editorial Ipasme. Caracas, pp 77-100
[10] Antonio, Gramsci (1974). Antología. Siglo XXI Editores, S.A. España, pp 44-58
[11] István, Mészáros (2001). Más allá del Capital. Vadell Hermanos Editores. Caracas, pp 487
[12] Ludovico, Silva (2006) In vino Veritas. Fondo Editorial Ipasme. Caracas, pp 29