Conforme se acercan el lanzamiento de la vacuna china (https://washex.am/2ytPSL0)–susceptible de trastocar la geoestrategia– y la competida elección presidencial de Estados Unidos (https://bit.ly/34VcDUj), la «guerra pandémica del coronavirus» entre EU y China alcanzará alturas insospechadas cuando ambas superpotencias se acusan, sin evidencias contrastables (al menos, para el público), del origen del Covid-19.
El muy tóxico ex embajador de EU en Rusia, Michael McFaul, en la fase de hostigamiento de Obama, comentó el inicio de “un enfrentamiento bastante serio con China y creo que EU no se beneficiará de ello (https://bit.ly/3bE94V7)”.
A Trump le conviene una confrontación de corte «retórico» con China debido a las transacciones mafiosas del hijo del candidato Joe Biden en China (https://nyti.ms/3eCT5Z3).
Sea lo que fuere, el antidemocrático Partido Demócrata y el supremacista Partido Republicano convergen en el electoral Chinagate.
Foreign Affairs apuesta a la caída de China (https://fam.ag/2wXSCzR), mientras la revista globalista The Economist –portavoz de los banqueros esclavistas Rothschild– pregunta si “está ganando China (https://econ.st/2VM7TMp)”, y vaticina las «consecuencias geopolíticas (sic) del Covid-19 que serán sutiles (sic), pero desafortunadas».
Comenta que el brote viral en Wuhan no fue el Chernobil de China que precipitó el colapso de la URSS. Todo lo contrario: «las medidas tomadas por el Partido Comunista Chino fueron efectivas» y ahora «sus fábricas están reabriendo».
Exhibe que la propaganda oficial de China y su «partido único» se jacta de su «triunfo» frente a los países occidentales y sus «democracias», mientras concede su «benevolencia» al abastecer al mundo con su panoplia médica.
Cita que «algunos, incluyendo observadores nerviosos (sic) de la política exterior en Occidente, han concluido que China será el vencedor de la catástrofe del Covid-19», la cual constituirá «un punto de inflexión geopolítico lejos de EU».
«China tiene una oportunidad de mejorar su influencia», mientras Trump «parece no tener interés alguno en encabezar la respuesta global al virus», mucho más después de desfondar a la OMS, de la aportación anual de EU por 400 millones de dólares.
La revista globalista, nostálgica del imperio colonial británico, se molesta de «la propaganda china estúpida (sic) y desagradable» y arremete contra los «portavoces de China» que «se regodean de la disfunción de EU o promueven salvajes teorías de la conspiración de que el virus es un arma biológica de EU».
La revista globalista, que no se muerde la lengua al perorar sobre la propaganda ajena, cita los vaticinios de la OMC de una contracción de 13 a 32 por ciento del comercio en el «corto plazo», que si persiste en el «largo plazo» significaría una «retirada de la globalización que dañará a China como a cualquier otro».
A la defensiva, la revista neoliberal globalista pone en relieve la postura de la danesa Margrethe Vestager, comisaria europea de Competencia, que «urge a los gobiernos (¡sic!) a comprar acciones en las firmas estratégicas para frenar a China de tomar ventaja de comprarlas muy baratas». The Economist está a un punto de exigir el boicot a los bienes y servicios de China: desde los ventiladores hasta las redes 5G.
La revista neoliberal globalista asevera que “China no intenta ahora reproducir las fortalezas de EU: una amplia red de alianzas y legiones (sic) de actores privados con ‘poder blando’ global, desde Google y Netflix hasta Harvard y la Fundación Gates”.
A su juicio, la clave de las «ambiciones» de China radica en su conducta en la carrera para producir la tan cantada vacuna, amén de su disposición a financiar a los países necesitados: su objetivo final es acabar con la hegemonía del dólar como reserva de divisas (https://bit.ly/2VPpJ0S).
Conjetura que la conducta de China como superpotencia carente de «magnanimidad (sic) de largo alcance» no sería un «triunfo, sino una tragedia».
Mata de risa que The Economist perore sobre «magnanimidad de largo alcance» después de tres siglos de caníbal hegemonía anglosajona.