Los batracios no son peces y tampoco reptiles. Tienen caracteres de ambas clases pero conforman una división aparte en el grupo de los vertebrados. Son anfibios porque se desenvuelven fácilmente dentro del agua y en la tierra, para eso poseen respiración pulmonar y patas con membranas que los hacen excelentes nadadores y brincadores.
Ni los sapos ni las ranas son atractivos para la mayoría de los seres humanos. No conozco a nadie que los haya criado, los consienta o coleccione por simpatía. Quizás, sus ojos saltones, las verrugas en la piel y su misterioso silencio, limitan el número de aficionados entre nosotros. He conocido sí, personas que les tienen pavor o rechazan con agonía su presencia.
Son eficaces atrapando insectos y con su croar característico advierten que los lugares húmedos y rincones escogidos son su hogar. Cuando cantan los sapos es porque no hay serpientes cercanas o todos sus depredadores se han marchado y aprovechan entonces con astucia los «cienegos», charcos y otros espacios mojados donde ponen sus huevos, comen hierbas y cazan hasta moscas.
No le causan daño a nadie, son inofensivos y útiles para el equilibrio de la naturaleza, siendo importante su preservación. En los medios montunos, los sapos protegen los tanques de agua, comederos y bebederos, de los insectos que se acercan, atraídos incluso por su «canto», sobre todo después de un aguacero.
Cuando se detiene un terrorista, a ladrones de cables o saboteadores del sistema eléctrico, estos cantan más que un sapo delatando a sus compinches y jefes. «No aguantan dos pedidas» para señalar nombres, lugares, guaridas, financistas y el animus criminal. Exponen libremente y sin apremio, dan detalles mirando la cámara sin el menor desparpajo.
Si no fuera por este «cantar», los autores intelectuales y jefes de bandas dedicadas al contrabando de gasolina, robo de alimentos y delitos más graves como el magnicidio y narcotráfico, no se descubrirían fácilmente.
Las delaciones sin torturas de apresados por delitos contra el pueblo y la patria, constituyen una debilidad de los «capos». Son útiles, como ha sido beneficioso para el mundo natural el «cantar» de los sapos.