La cárcel e internet son fuentes de un habla en constante mutación. Llámelo léxico, jerga, argot o calé. El amor, en cambio, cultiva el primoroso lugar común. Los novios originales alumbran frases como: “interpreta mi silencio”. El pran es más directo: “Háblame”. Es lo que pide la derecha ante el silencio de Trump sobre la oposición venezolana en la Convención Republicana. Habló de todo menos de Guaidó, ni de la “transición”, ni del G4, ni de Vente. Los analistas no entienden ese silencio, ese “yo ni te ignoro”, aunque más claro, ni un pataruco. Ya en Tocorón lo habrían precisado: “Háblame”. ¿Háblame? El autoproclamado debería preguntar a las mises cómo las trataba y luego las sacudía el magnate del Miss Universo. Ni más ni menos. Pregúntale a Alicia.