En Venezuela, la derecha es una hoguera de egos furtivos. La volatilidad se corresponde con el tamaño del yo. Los líderes aparecen y desaparecen por combustión espontánea. Todos se han creído en la puerta de Miraflores y todos despiertan en descampado. Carmona El Breve fue el menos breve. Rosales desapareció en una tarjeta negra. Capriles Radonski frustró dos intentos, con arrecheras sin drenaje. Ramos Allup se declaró cuatrimotor, antes de su impresionante fundición. Leopoldo López inventó un golpe con plátanos y pisó su propia concha. Guaidó autoproclamó su autosuicidio precoz. Misia Machado es la “eterna esperanza blanca”, hoy acusada de realismo mágico, algo peor que el comunismo. En el cristal de esa derecha se lee: “Rómpase en caso de incendio”. Al lado del letrero, un hacha.