Después de 4 años de silencio, el año pasado China publicó su ‘Libro blanco de Defensa Nacional en la Nueva Era’, donde resalta su propensión al nuevo orden global multipolar y a su carácter defensivo, pero netamente reactivo, con su inevitable retaliación, donde marca sus líneas rojas: Taiwán y el separatismo del Tíbet y de Turquestán oriental.
Hace poco más de un año, después de un ruidoso silencio de 4 años, China publicó su Libro Blanco sobre la Defensa Nacional de China en la Nueva Era.
Su disquisición sobre la «situación de seguridad internacional» es fundamental para colegir el rumbo de la «estabilidad estratégica» entre las tres principales superpotencias del planeta.
La Nueva Era China coloca en relieve la «construcción de un país socialista moderno» encaminado a la «edificación de una defensa nacional fortificada con un poderoso ejército«: «el mundo hoy experimenta cambios profundos no vistos en un siglo» cuando la «globalización económica, la sociedad de la información y la diversificación cultural se desarrollan en un cada vez más mundo multipolar», por lo que «paz, desarrollo y cooperación ganar-ganar permanecen como las tendencias irreversibles de los tiempos», sin soslayar los «prominentes factores desestabilizadores y las incertidumbres en la seguridad internacional».
Dentro de ese capítulo aborda cuatro relevantes rubros:
- «El paisaje estratégico internacional atraviesa cambios profundos»: el «sistema de seguridad internacional y el orden son socavados por el creciente hegemonismo, la política del poder, unilateralismo y los constantes conflictos y guerras regionales» —en clara alusión a EEUU—, lo cual ha empujado a mayores gastos de defensa, así como a una «capacidad adicional en la defensa nuclear, espacial, cibernética y misilística», y han socavado la «estabilidad estratégica global». Lo relevante radica en que la «seguridad de los países individuales se ha vuelto cada vez más entrelazada, interconectada e interactiva».
- «La situación de la seguridad en la región Asia-Pacífico permanece generalmente estable»: «Se está desarrollando una arquitectura de seguridad asiática equilibrada, estable, abierta e incluyente», mientras «el mundo económico y el centro estratégico continúan a girar hacia la región de Asia-Pacífico», donde el despliegue del sistema THAAD (Terminal High Altitude Area Defense) en Corea del Sur por EEUU «ha socavado severamente el equilibrio estratégico regional».
El Libro Blanco no es tan pesimista en relación a los «puntos calientes regionales»: la península coreana —que todavía encara la incertidumbre—, el sur de Asia, que es «generalmente estable, pese a los conflictos entre India y Pakistán«, y la «reconciliación y reconstrucción de Afganistán». Es evidente que de un año a la fecha, la seguridad en la región Asia-Pacifico se ha deteriorado, quizá debido al tóxico ambiente electoral de EEUU, cuando China ha sustituido a Pakistán en su tirantez con India, y el mar del Sur de China ha escalado su tensión, mientras se ha intensificado la desestabilización en Taiwán y Hong Kong. - «Los riesgos de la seguridad de China y los desafíos no deben ser minimizados»: el énfasis es notable en referencia a las veleidades independentistas de Taiwán, así como a las fuerzas exógenas separatistas que alientan la «independencia del Tíbet y la creación del Turquestán oriental» (la República Autónoma Islámica de Xinjiang).
- «La competencia militar global se intensifica»: hoy existen nuevos tipos de fuerzas de combate cuando «EEUU se enfila a la innovación tecnológica y militar en búsqueda de una superioridad militar absoluta» y «Rusia avanza en la Nueva Perspectiva de su reforma militar», mientras que «Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón e India reequilibran y optimizan la estructura de sus fuerzas militares». La matriz operativa de la nueva «Revolución en Asuntos Militares» con características chinas se centra en la «aplicación de tecnologías de punta como la Inteligencia Artificial, la información cuántica, los Big Data, la computación en la nube y el Internet de las Cosas» cuando la «guerra evoluciona en su forma hacia una guerra informática e inteligente». Concluye que el Ejército Popular de Liberación «todavía se encuentra muy lejos de los principales ejércitos del mundo», lo cual es muy discutible cuando China, amén de ser el primer país en haber alunizado en la parte oscura de la luna, se ha posicionado más en forma defensiva para librar una «guerra asimétrica» como lo acaba de demostrar con las asombrosas pruebas de sus letales misiles de portaviones («carrier killers«) en el mar del Sur de China, muy cerca de 2 portaaviones estadounidenses.
Su segundo capítulo versa sobre su política de defensa con cinco rubros:
- «La salvaguarda resuelta de la soberanía, seguridad y desarrollo de intereses de China» con nueve objetivos:
— Disuadir y resistir la agresión;
— Salvaguarda de la seguridad política nacional, la seguridad del pueblo y la estabilidad social;
— Oponer y contener la «independencia de Taiwán»;
— Castigar a los proponentes de movimientos separatistas como la «independencia del Tíbet» y la creación del Turquestán oriental;
— Salvaguardar la soberanía nacional, la unidad, la integridad territorial y la seguridad;
— Salvaguardar los derechos marítimos e intereses de China;
— Salvaguardar los intereses de seguridad de China en el espacio orbital, el espacio electromagnético y el ciberespacio;
— Salvaguardar los intereses foráneos de China y;
— Apoyar el desarrollo sustentable del país.
La severidad es patente con Taiwán, a quien exhorta a su «reunificación pacífica» mediante el axioma de «un país, dos sistemas». La amenaza es inequívoca para recuperar a la renegada Taiwán: «no hacemos ninguna promesa en renunciar al uso de la fuerza y a preservar la opción de tomar todas las medidas necesarias». - Nunca buscar la hegemonía, la expansión o las esferas de influencia: «aunque un país pueda convertirse en muy fuerte, su belicosidad le llevará a su ruina». El pueblo chino «siempre ha sufrido agresiones y guerras» y «desde su fundación hace 70 años, China nunca ha iniciado ninguna guerra o conflicto«.
- Implementar una guía de estrategia militar para la Nueva Era: se adhiere a los «principios de defensa, autodefensa y respuesta retaliadora y adopta una defensa activa».
- Fortalecer al ejército a la manera china: es la «tarea estratégica para la modernización de la China socialista» mediante la implementación del pensamiento de Xi Jinping con tres objetivos estratégicos:
— Conseguir su mecanización en 2020 con mejoría informática;
— Completar la modernización de la defensa nacional y el ejército en 2035(sic);
— «Transformar plenamente las fuerzas armadas del pueblo a unas fuerzas de clase mundial para la mitad del siglo XXI». - Servir a la construcción de una comunidad con un futuro compartido para el género humano: «participar activamente en la reforma del sistema de gobernación de la seguridad mundial», que sea «incluyente».
Un rubro especial fue consagrado al ciberespacio: área clave para la seguridad nacional, el crecimiento económico y el desarrollo social que «salvaguarde la información y la seguridad cibernética» y «mantenga resueltamente la soberanía cibernética nacional, la seguridad informática y la estabilidad social».
A propósito del Libro Blanco, Jamestown Foundation, un think tank rusófobo con sede en Washington, define que los «sueños de un nuevo orden global», buscan ser compatibles con el «modelo de gobernación de China» como su «líder global» y aborda la profundización de la cooperación de defensa entre Pekín y Moscú para «mantener la estabilidad estratégica global», en contralineamiento de Washington.
Se detecta un año después de la publicación del Libro Blanco chino que EEUU cesó de ser la superpotencia unipolar y ahora tendrá que participar multipolarmente en la Nueva Era de la «estabilidad estratégica» tripartita con Rusia y China que ya poseen «satélites mortales» , como confesó Mark Esper, secretario de Defensa de EEUU.