La propiedad de la tierra en Venezuela se forjó durante la época de la invasión europea y se fue consolidando posterior a la Guerra de Independencia. La estructuración y reestructuración de la propiedad de la tierra han sido sus características hasta el presente. En este rápido itinerario el despojo fue realizado a los pueblos originarios. Desde entonces las luchas por la defensa de los territorios ancestrales no han cesado. Mientras que por un lado la burguesía territorial agraria, en alianza con la conformación del Estado y los gobiernos, afinaba el instrumental jurídico para hacerse “legítimamente” de tierras que nunca le pertenecieron, la población campesina, los pequeños propietarios y los pueblos indígenas, acudían a mecanismos y medios de enfrentamiento para, en justicia, defender sus tierras. Se elaboraron mil excusas y figuras que permitieran definir y redefinir la propiedad sobre la tierra, siendo las más comunes: las propiedades “realistas”, las tierras baldías y no conquistadas, los terrenos ejidales de ciudades, villas y aldeas, los territorios de antiguas misiones indígenas y los denominados resguardos indígenas, entre otros. En este contexto, desordenado a propósito, la clase terrateniente hizo lo imposible para ampliar sus espacios de dominio y propiedad.
Y los pueblos originarios respondieron. Algunos en enfrentamiento directo con las autoridades locales y nacionales, como fue el caso de la defensa que acaudilló el jefe Kariña Julián Machuca, en Santa Bárbara de Tapirín, 1837, debido al intento de los terratenientes de reducir la dimensión de los resguardos indígenas. Por mandato de decreto del 2 de abril de 1836, se ejecutó la división de parte de las tierras para cada una de las familias en la zona y lo que no llegó a asignarse se arrendaría para el pago de la mensura realizada, vaya contradicción, y de los gastos de la escuela, que ya había sido objeto de rechazo. En un primer momento, ante las quejas de los indígenas, se efectuaron las reuniones conciliatorias, pero se tornaron de un nivel tal, que el gobierno reaccionó militarmente. Este primer momento, si así pudiera llamarse, culminó con las aclaratorias del caso y la entrega de un pliego formal con las quejas del pueblo kariña.
El 15 de abril, Julián Machuca y 83 de sus acompañantes se trasladaron a Maturín para parlamentar sobre el asunto de las tierras. El jefe político del cantón de Maturín, en su informe a Caracas, reportó las siguientes peticiones:
- Que se haga salir a los Millanes del pueblo.
- Que los jueces imponen multas cuando no acuden a los llamados de oficio, por hallarse pescando o cazando en los montes.
- Que Franscisco Antonio Millán los insulta en la formación y que por cualquiera respuesta de ellos los manda presos.
- Que los Millanes no permiten que los indígenas trabajen en sus labranzas ni en la de otros particulares sino solo en la de aquellos, y que cuando no quieren ir a trabajar los ponen presos.
- Que Franscisco Antonio Millán y Antonio José González han dicho que es preciso matar a todos los indios.
- Que Francisco Antonio Millán dio garrotazos a Francisco Requena y a Domingo Carive en año de 35.
- Que les quitan a sus hijos con el pretexto de enseñarles a leer y escribir y que solo les enseñan a hacer mandados.
- Piden que se solicite la lámpara y candeleros de la iglesia y el producto del trabajo de la comunidad en los años 33 y 34.
Las respuestas de Caracas, conocido el informe, fue la de la fórmula más famosa de la burocracia: que los reclamos se hagan por los canales regulares. El 18 de abril el jefe militar notifica a Caracas que: “los indígenas amotinados en las inmediaciones de Maturín se han sometido al gobierno junto con su candidato y que, por consiguiente, se ha reestablecido la tranquilidad pública allí”. Sin embargo, Machuca reinicia su lucha para el 14 de mayo.
Al final, los términos no fueron favorables y una alianza vil de militares y terratenientes armados, arremetieron contra los indígenas. A la gente de Machuca, también se incorporaron indígenas de Soledad, Chamariapa, Santa Rosa y Aguasay. Y después de unos breves enfrentamientos, ocurrió la batalla. El combate se inició en la zona de Paramán, el 16 de mayo de 1837, durando varios días. Los indígenas terminan siendo derrotados ante el ejército mayoritario y mejor apertrechado. Unos fallecieron en la zona de combate, otros alcanzaron huir y otros, resultaron prisioneros. Allí fue gravemente herido el Jefe Julián Machuca, quien murió poco después. En junio de ese año, 24 combatientes de Paramán, en Maturín, son condenados a muerte, pena que un mes después el Presidente Carlos Soublette conmuta por cuatro años de prisión, declarándolos “reos de la conspiración capitaneada por Julián Machucha”. Dicho confinamiento se realizaría, según la sentencia, en diversos puntos de Venezuela. El gobierno regional tenía la sospecha que en todo este movimiento por la defensa de las tierras, estaban implicados los generales Sotillo, Monagas y Rojas, como promotores del movimiento. Se presentaron presuntas declaraciones de Julián Machuca, realizadas cuando estaba herido, nombrando a tales personajes.
Posteriormente, también se levantó en armas “una partida de facciosos” en Chaguaramal, dirigidos por Manuel Martínez y Carlos Sánchez, quienes seguían fieles a Julián Machuca. Fueron aprehendidos. En el movimiento de Julián Machuca no hubo otro propósito que la defensa de sus tierras, de su espacio vital que ya le venía siendo cercenado desde que se instaló la Misión de Santa Bárbara de Tapirín.
La defensa del territorio, que también es una defensa de los modos de vida, continuará hasta el presente.
Para fuentes y lecturas de ampliación:
Centro Nacional de Historia. 2009. Resistencia Indígena.
Emanuele Amodio. 2005. La tierra de los caribes: creación y transformación de los resguardos indígenas el oriente de Venezuela, 1750-1850.
Francisco Tiapa. 2016. Sistemas interétnicos, matrilocalidad y construcción colonial del patriarcado en el oriente de Venezuela, siglos XVII-XVIII.