En el campo de las relaciones internacionales la formación de alianzas, asociaciones por convención y relación de adversarios es práctica común. De hecho son la expresión de la dinámica de un continuo que discurre como relación amigo-enemigo. Si el acercamiento en diversos ámbitos de las relaciones entre dos Estados alcanza el óptimo con la formación de alianzas estratégicas, como la que define a Venezuela con China y Rusia, esta última puesta de manifiesto con la remisión de la vacuna Sputnik V para atender el requerimiento de salud de la población venezolana; pero que se extiende a muchos otros campos como el económico, tecnológico, energético o militar. En el extremo, los roces y fricciones constan-es cargados de presiones y amenazas por parte de la Unión Europea jugando al papel de policía bueno-policía malo en articulación con Estados Unidos delimita al otro, el adversario, el contrario, la contra-alianza que pretende imponer sus intereses. Sin embargo, a veces, llegan a mantenerse buenas y hasta cordiales relaciones con terceros que por su parte, tienen relaciones adversariales, sin que ello condicione la relación con el primero. Así podemos tener buenos entendimientos e intercambios con India, aunque ésta las tenga a su vez con Estados Unidos. Otro tanto pasa con Turquía y Siria, siendo respetuosos de aquellos, entre los cuales sin embargo hay roces y fricciones. Más allá de las presiones que pudiesen des-plegarse sobre India, Viet Nam y Turquía por parte de grandes potencias, es obvio las relaciones de asociación con Venezuela, partiendo de la visión compartida de un sistema internacional multipolar sin hegemon, basado en el respeto a la soberanía, no injerencia en los asuntos internos y autodeterminación de los pueblos. Así es la dialéctica de la compleja formación de alianzas y coaliciones internacionales en las que juega la Venezuela Bolivariana del Siglo XXI.