El cuarto de hotel barato expele un olor que solo la cartera vacía hace tolerable. Un letrero en el baño jadea: “Aquí estuvieron Pancho y Juanita”. A veces, la ducha lanza un chorrito asmático. No se permite lavar ropa allí. Ni planchar. Un cuarto de hotel barato es el símil de Rómulo Betancourt para definir el exilio. Como a él lo citan y recitan los lechuguinos desde que andan con Ramos Allup, se ha de aclarar que ese exilio que metaforiza nada tiene que ver con el 5 estrellas, con Champaña en la habitación, que padece la derecha venezolana. Ni siquiera se acerca al hotel Penélope, donde la burundanga sustituye a la Don Perignon –cuestión de gustos- y la “ayuda humanitaria” es un éxtasis sin retorno. El símil de Betancourt está obsoleto y periclitado.