Un gran amigo ya no está. Un buen militante nos ha dejado.
«Carajo chico yo soy de Queremene», un pueblito que queda por allá por el fin del mundo. Lo dijo de una manera que uno sintió que se ubicaba en aquel caserío y hasta se imaginaba como era. Expresivo como nadie era Alexis.
Hombre de una retentiva extraordinaria que recordaba lo vivido como cargando consigo un baúl de recuerdos, abierto en cada momento. Y mire que vivió sus momentos en revolución, daba gusto escucharlo, seguir sus gestos y sus azarosos ojos, cuando hacía aquellas narrativas de sus tareas cumplidas por Caracas y otros sitios al servicio de la revolución con sus pasos clandestinos. No hacía falta que insistiera, dejaba las cosas tan claras que no había lugar a dudas sus palabras discurrían unas tras otras, como que el episodio hubiera sido ayer. Hace algún tiempo que no tuve el gusto de disfrutar aquellos tantos conversatorios, en los que con él no se perdía tiempo; pero, seguro estoy que hasta ayer seguía siendo así. Las «pilas» las tenía siempre cargadas, a propósito de pilas, era una de esas personas a manera de «joda» como gustaba decir, le tocabas la parte anterior de las rodillas y brincaba como un gallo. «Rispero» era el amigo, jodido era hacerlo caer con algunas palabras de doble sentido.
Alexis vivió esta revolución, sus primeros pasos los inició con el MIR, con su querida OR y sus personajes legendarios guerrilleros, luego con la inolvidable Liga Socialista, la del Maestro Jorge Rodríguez, como mucho decía, tuvo su tránsito por la Causa R ( históricos fueron sus «combates con el flaco García), hasta despedirse con su PSUV y sus acuciosas críticas. Era un avisado hombre, difícil que se le escapara algún detalle de esos que joden nuestro tránsito en el presente. No, ciertamente no coincidíamos en todo pero daba gusto conversar con quién a sus palabras sostenía siempre con actualizados argumentos. Buen conversador, que daba gusto tenerlo a nuestro frente. Cómo envidio a nuestro común amigo Jaimito, a quien con cierta frecuencia su imán le llevó a su casa a entusiastas tertulias con él.
Cóm o no recordar la etapa en que convivió con su primera esposa, Elsie Romero, como hizo suya aquella familia, al flaco que se fue por el Zulia y a aquella cuñada suya, nuestra querida flaca Merly a quien no dejaba que se la tocará «ni con el pétalo de una rosa»; por supuesto, como no recordar, también, a la noble Alicia, la mujer que le acompañó hasta la despedida con un cuidado ejemplar.
En los tiempos de Castañeda y Gasca, de los buenos retiros a la casa del Maestro o al Club de los Profesores, como no recordar a aquella cuadra de dominoseros, donde nunca faltaba él. Difícil era ganarle, yo que más fingía como «mirón», ni lo intentaba. Una vez lo logré, cuando en un feliz amanecer coincidimos dónde el tuerto Valentín y le acepté su reto; al fin lo logré, pero fue en un «trancaíto», cargándome 6 piedras en lugar de siete. Carajo, no se dio cuenta el hombre de tantas pilas, al final se lo dije y fue un motivo más para nuestras frecuentes risotadas.
Vaya alegre amigo, alegre dónde quiera que esté, sé que no hace falta decirle que sea buen compañero, porque son contados los que logran serlo como usted. Vaya un abrazo, para un amigo que dignamente, «muere como vivió».