Por Ynmar Márquez y Norlam Ramos
Este domingo se celebran elecciones parlamentarias y presidenciales en Ecuador, en un contexto bastante enrarecido y en el marco de la actual disputa geopolítica latinoamericana entre el progresismo y las “nuevas derechas”, y de un reacomodo de fuerzas entre las grandes potencias mundiales.
Estos comicios forman parte de un proceso histórico regional que comenzó con la llegada de Hugo Chávez al poder, y que repasaremos brevemente antes de entrar en materia.
La Revolución Ciudadana que rescató la dignidad nacional
Luego de la crisis económica y sociopolítica de Ecuador a principios de la década de los 2000 que dejó una economía dolarizada y una sociedad altamente polarizada y vulnerada, llegó al poder en 2007 Rafael Correa, con el planteamiento del “Buen Vivir” proveniente de la cosmovisión aborigen, que se basa en el bienestar colectivo, la satisfacción de las necesidades de los más necesitados y en ejercer aperturas hacia la participación y organización ciudadana, así como contemplar constitucionalmente los llamados “derechos de la Madre Tierra”.
Los planes de gobierno elaborados por Correa contemplaban entre otras cosas: Educación como derecho inalienable, libre elección de identidad cultural y libre acceso a la ciencia y la tecnología, derecho inalienable del acceso al agua potable y a una alimentación sana, derecho a la libre comunicación y acceso a la información, salud para todos y garantía de trabajo digno y seguridad social.
En 2017, y con la pretensión de la renovación de los liderazgos, así como la de afrontar el desgaste de cualquier gobierno con 10 años en ejercicio, Correa apostó por Lenín Moreno, quien había servido como vicepresidente en dos ocasiones durante su mandato.
Sin embargo, el actual presidente se distanció apenas pudo del programa trazado por Alianza País bajo el liderazgo de Correa, y lo determinó como un enemigo del gobierno. Esta persecución judicial tuvo su punto máximo, cuando en septiembre de 2020, en colusión con el poder judicial se inhabilitó políticamente a Correa.
La deuda de Lenín Moreno en la gestión del COVID
Hoy en Ecuador hay más de 250.000 contagiados por COVID-19, con un total de 15.000 muertes, 14 veces más que en Venezuela, lo cual nos habla de una gestión bastante irresponsable de la contención de la pandemia. En el peor momento del brote de contagios se podían observar cadáveres de fallecidos por Coronavirus en las calles de las principales ciudades ecuatorianas. Incluso se resaltó mucho en la agenda mediática que en mayo del año pasado, la concejala que afirmó que el coronavirus “no es mortal” falleció también a causa de este.
Todo esto ubicó a Moreno en un estado de rechazo general de la población, al punto de que no se planteó reelegirse y su opción, la candidata Ximena Peña, no está ubicada entre las 3 primaras opciones de preferencia electoral.
Actores en disputa
Por primera vez en la historia de la nación ecuatoriana, las elecciones presidenciales contarán con 16 aspirantes, 15 hombres y 1 mujer, lo que pudiese favorecer la indecisión de los sufragantes, además de aumentar las posibilidades de una segunda vuelta. Sin embargo, solo 3 candidatos figuran como los favoritos a convertirse en el nuevo presidente de Ecuador. El primero de ellos es Andrés Arauz, un joven de 35 años que figura como el nuevo rostro del correísmo y representa al izquierdista Movimiento Centro Democrático y la Unión por la Esperanza. Desempeñó diversos cargos durante el gobierno de Rafael Correa, entre ellos Director del Banco Central de Ecuador.
Como representante de la conservadora centro derecha y la agenda neoliberal está el candidato del movimiento CREO y el partido Social Cristiano, Guillermo Lasso, empresario, banquero y político, quien se postula por tercera vez a la presidencia, y estuvo bastante cerca de ganarle a Lenín Moreno en 2017.
Y desde el movimiento indígena proviene Yaku Pérez, nominado por el movimiento de unidad plurinacional Pachakutik, opositor al gobierno de Lenín Moreno y al correísmo, optando por ubicarse en una posición intermedia entre los dos candidatos anteriormente mencionados y autodefinirse como defensor de políticas ambientalistas y comunitarias.
Situación actual
El proceso electoral ha estado dominado por los señalamientos negativos de algunas personalidades dentro y fuera de Ecuador en torno al Consejo Nacional Electoral de esa nación. Tal es el caso de los expresidentes Evo Morales y Fernando Lugo, quienes días atrás habían alertado sobre una posible suspensión de los comicios, mientras el candidato Andrés Arauz llamó a los observadores internacionales a no permitir que se vulneren los derechos a la participación política de los ecuatorianos en el exterior, destacando su preocupación acerca de una probable postergación de la elección para el Parlamento Andino, debido a la extensión que había realizado el árbitro electoral para que el partido Justicia Social inscribiera sus participantes en la contienda.
En medio de este clima, el CNE también decidió suspender 4 spots publicitarios por aparecer el ex presidente Rafael Correa, argumentando que la medida responde a su inhabilitación política y proceso judicial en su contra como establece la ley, lo que ha generado el rechazo de actores afines al correísmo, dejando al relieve la posibilidad que se esté fraguando un fraude a través de maniobras del presidente saliente, entre las que resaltan las anteriormente mencionadas y que se remontan a las obstaculizaciones del ente electoral en el 2020 para la inscripción de Rafael Correa y Andrés Arauz.
Sondeos e intención de voto
La intención de voto está liderada por Andrés Arauz, quien oscila entre 39,6 y 35,4% según la encuestadora; le sigue Guillermo Lasso, de la alianza Creando Oportunidades (CREO) – Partido Social Cristiano (PSC), con un 30 a 35%; y en tercer puesto se encuentra Yaku Pérez, del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik, con 16%. Esto no le alcanza a Arauz para evitar la segunda vuelta
¿Qué está en juego?
La elección del nuevo Presidente de Ecuador no solo podría incidir o cambiar el rumbo de la historia del país meridional, marcada por las repercusiones del viraje de Lenín Moreno y una economía golpeada por sus políticas neoliberales, los efectos de la pandemia y la caída de los precios del petróleo, producto de exportación que genera mayor ingreso al tesoro público ecuatoriano; sino también influenciar el proceso de reconfiguración de fuerzas en Latinoamérica y el Caribe. El triunfo de Arauz representaría la reactivación de las relaciones Venezuela- Ecuador, pero con una agenda divergente que tendría como punto en común la necesidad de sumar esfuerzos en la recomposición de una política internacional unitaria de la región suramericana que tribute a mejorar la correlación de fuerzas en las negociaciones con bloques extracontinentales, la banca internacional y organismos financieros multilaterales, así como la fijación de posturas comunes en el Sistema de Naciones Unidas que permitan reducir las asimetrías con el resto de potencias del sistema internacional.
Igualmente, este hipotético escenario reduciría los niveles de hostilidad no solo hacia Venezuela, sino también a los demás países del continente, además de ser el punto de partida para el restablecimiento de contactos y acuerdos mínimos para emprender el camino una vez más hacia la unidad regional.
Mientras que la victoria de Lasso significa para la derecha regional un importante triunfo ante el retroceso que han tenido en el continente tras la pérdida de Argentina y Bolivia, la sumatoria de otro actor capaz de mantener la política de máxima presión sobre Venezuela, la posible incorporación de Ecuador a la Alianza del Pacífico en consonancia con la visión globalista de Joe Biden y las referencias neoliberales de naciones como Chile y Perú, miembros de dicha organización.