"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

El megaespeculador George Soros define dos modelos de Orden Mundial y a Xi Jinping como “el enemigo más peligroso de las sociedades abiertas en el mundo”

Por Fausto Frank

El megaespeculador financiero de origen húngaro, George Soros, publicó una extensa columna de opinión en el Wall Street Journal acusando al presidente chino Xi Jinping de ser “el enemigo más peligroso de las sociedades abiertas en el mundo”, diferenciando una China nacionalista, a la que reprueba, de una China globalista, que promueve.

En su análisis, el fundador de la Open Society Foundations distingue la construcción de poder interno de Xi Jinping, al que define como “intensamente nacionalista” (sic), de la estructura de poder de la China abierta a la globalización, representada por “muchos miembros de la clase política y la élite empresarial”, los que en su criterio “pueden oponerse” a “la intención” del mandatario chino “de romper el sistema de sucesión establecido para seguir siendo presidente de por vida”.

De acuerdo a Soros, Xi Jinping “sabe que su plan tiene muchos enemigos y quiere asegurarse de que no tengan la capacidad de resistirlo”.

Para el magnate financiero, este enfrentamiento no solo es una contradicción interna de China: también confronta a dos bloques de poder global, lo que podría en la práctica desembocar en una guerra entre China y EEUU. “Estas contradicciones internas se han revelado en el contexto del creciente conflicto entre Estados Unidos y China (…) Las relaciones entre China y Estados Unidos se están deteriorando rápidamente y pueden conducir a una guerra. Xi ha dejado en claro que tiene la intención de tomar posesión de Taiwán en la próxima década y, en consecuencia, está aumentando la capacidad militar de China”. Este escenario recrudeció este año con el anuncio del presidente norteamericano Joe Biden de comprometerse con la independencia de Taiwán, evento que “significaría la guerra” según respondió oportunamente el gobierno chino. “Seriamente le decimos a esas fuerzas independentistas taiwanesas: aquellos que juegan con fuego se quemarán, y la independencia de Taiwán significa la guerra”, expresó en esa ocasión el portavoz del Ministerio de Defensa de China, Wu Qian. El Diario del Pueblo, órgano de prensa del PCCh, difundió el 10 de marzo de este año un mensaje del presidente a las tropas del Ejército Popular de Liberación: “estén listas para el combate”.

Soros reconoce haber sido él mismo una pieza clave en la introducción de China en la estructura de poder globalista: “he participado activamente en China desde 1984, cuando presenté a los reformadores del Partido Comunista en China a sus homólogos en mi Hungría natal. Aprendieron mucho el uno del otro y yo seguí estableciendo fundaciones en ambos países. Ese fue el comienzo de mi carrera en lo que llamo filantropía política”. 

La China globalista con la que sueña Soros estaba mejor representada por la obra de gobierno de Deng Xiao Ping, aquel pragmático líder que gobernó el país asiático entre 1978 y 1989, y fomentó la apertura a los capitales internacionales, recordado por su frase de “No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato (不管黑猫白猫,捉到老鼠就是好猫)”.

“Deng se dio cuenta de que Occidente estaba mucho más desarrollado y China tenía mucho que aprender de él. Lejos de oponerse diametralmente al sistema global dominado por Occidente, Deng quería que China se elevara dentro de él. Su enfoque funcionó de maravilla. China fue aceptada como miembro de la Organización Mundial del Comercio en 2001 con los privilegios que conlleva el estatus de país menos desarrollado. China se embarcó en un período de crecimiento sin precedentes. Incluso se ocupó de la crisis financiera mundial de 2007-08 mejor que el mundo desarrollado”, de acuerdo a Soros.

Contra ese esquema de poder, “Xi Jinping dedicó su vida a deshacer la influencia de Deng en el desarrollo de China. Su animosidad personal hacia Deng ha jugado un papel importante en esto, pero otros factores son igualmente importantes. Es intensamente nacionalista y quiere que China se convierta en la potencia dominante en el mundo”. 

El proceso “nacionalista” que describe Soros se despliega en el ámbito económico a través del control de los resortes esenciales del sistema productivo y en el campo político vía la consolidación del poder: “Debido a que muchos miembros de la clase política y la élite empresarial pueden oponerse al Sr. Xi, debe evitar que se unan contra él. Por lo tanto, su primera tarea es dominar a cualquiera que sea lo suficientemente rico como para ejercer un poder independiente. Ese proceso se ha estado desarrollando el año pasado y alcanzó un crescendo en las últimas semanas (…) El Sr. Xi está decidido a poner a los creadores de riqueza bajo el control del estado de partido único. Ha reintroducido una estructura de gestión dual en las grandes empresas de propiedad privada que en gran parte habían caducado durante la era de reforma de Deng”. 

Aunque también abarca el plano de lo social y cultural. En junio de este año, y por la caída de las tasas de natalidad, el gobierno chino volvió a permitir tres hijos por familia, modificando su política anterior de limitación a los nacimientos. Una medida acompañada de “medidas de apoyo” a las familias, según anunció la agencia de prensa oficial. A contramano de buena parte de Occidente, en febrero de 2021, el Ministerio de Educación de China anunció una “propuesta para prevenir la feminización de los adolescentes varones”, presentando un conjunto de medidas para fortalecer en los centros educativos distintos deportes y educación física. La propuesta también planteó contratar a maestros para “desarrollar vigorosamente” deportes que sirvan para “cultivar la masculinidad de los estudiantes”. El Gobierno chino busca de esta forma revertir “tendencias occidentales” y cultivar la imagen de “héroes del ejército” entre los jóvenes, promoviendo profesiones como soldado, policía y bombero, tradicionalmente masculinas.

En 2019, Soros había criticado al entonces presidente norteamericano, Donald Trump, porque “en lugar de librar una guerra comercial con prácticamente todo el mundo, Estados Unidos debería centrarse en China“  pidió “tomar duras medidas” contra los grupos tecnológicos chinos Huawei y ZTE, ya que “si estas compañías logran dominar el mercado de 5G representarán un riesgo de seguridad inaceptable para el resto del mundo”, y añadió al otro habitual destinatario de sus críticas: “Me he concentrado en China, pero las sociedades abiertas tienen muchos enemigos más, y entre ellos sobre todo el ruso Putin”.

De esta forma, quedan expuestos dos grandes modelos de Orden Mundial, usando esta expresión en el sentido que le ha venido dando el ya casi centenario monje negro Henry Kissinger, arquitecto del histórico acuerdo entre Mao Zedong y Richard Nixon en 1972.

El primero, apoyado por Soros, un globalismo “dominado por occidente”, léase el sistema financiero occidental, nucleado en Davos en lo económico (con los proyectos esbozados por Klaus Schwab y el príncipe Carlos del Reino Unido, como el Great Reset), y en las Naciones Unidas en lo político (con su publicitada “Agenda 2030”), en el que China “se eleve dentro de él”, como actor preponderante, pero subsumido al capital financiero. China sería en este esquema el receptor privilegiado de la inversión global. Es el sueño de gobierno global propuesto incansablemente por el ex primer ministro británico Gordon Brown, el analista Jacques Attali, o el difunto David Rockefeller, entre otros.

El segundo, rechazado por Soros, un modelo multilateral de potencias soberanas, regidas por gobiernos “nacionalistas”, de corte proteccionista y con foco en el desarrollo industrial interno, en el que inexorablemente (para los intereses financieros) deberían enfrentarse bélicamente EEUU y China (más Rusia) en competencia por ser la “potencia dominante”.

 

La dictadura de Xi amenaza al Estado chino
Por George Soros

13 de agosto de 2021 – The Wall Street Journal

Xi Jinping, el gobernante de China, sufre de varias inconsistencias internas que reducen en gran medida la cohesión y efectividad de su liderazgo. Existe un conflicto entre sus creencias y sus acciones y entre sus declaraciones públicas de querer hacer de China una superpotencia y su comportamiento como gobernante nacional. Estas contradicciones internas se han revelado en el contexto del creciente conflicto entre Estados Unidos y China.

En el corazón de este conflicto está la realidad de que las dos naciones representan sistemas de gobernanza diametralmente opuestos. Estados Unidos defiende una sociedad abierta y democrática en la que el papel del gobierno es proteger la libertad del individuo. El Sr. Xi cree que Mao Zedong inventó una forma superior de organización, que él está llevando a cabo: una sociedad cerrada totalitaria en la que el individuo está subordinado al estado de partido único. Es superior, desde este punto de vista, porque es más disciplinado, más fuerte y, por lo tanto, está destinado a prevalecer en una competencia.

Las relaciones entre China y Estados Unidos se están deteriorando rápidamente y pueden conducir a una guerra. Xi ha dejado en claro que tiene la intención de tomar posesión de Taiwán en la próxima década y, en consecuencia, está aumentando la capacidad militar de China.

También enfrenta un importante obstáculo interno en 2022, cuando tiene la intención de romper el sistema de sucesión establecido para seguir siendo presidente de por vida. Siente que necesita al menos otra década para concentrar el poder del Estado de partido único y sus fuerzas armadas en sus propias manos. Sabe que su plan tiene muchos enemigos y quiere asegurarse de que no tengan la capacidad de resistirlo.

Es en este contexto que la actual turbulencia en los mercados financieros se está desarrollando, tomando a muchas personas inconscientes y dejándolas confundidas. La confusión ha agravado la confusión.

Aunque ya no participo en los mercados financieros, solía ser un participante activo. También he participado activamente en China desde 1984, cuando presenté a los reformadores del Partido Comunista en China a sus homólogos en mi Hungría natal. Aprendieron mucho el uno del otro y yo seguí estableciendo fundaciones en ambos países. Ese fue el comienzo de mi carrera en lo que llamo filantropía política. Mi fundación en China fue única al recibir una independencia casi total. Lo cerré en 1989, después de enterarme de que había quedado bajo el control del gobierno chino y justo antes de la masacre de la Plaza de Tiananmen. Reanudé mi participación activa en China en 2013 cuando el Sr. Xi se convirtió en el gobernante, pero esta vez como un franco oponente de lo que desde entonces se ha convertido en un régimen totalitario.

Considero al Sr. Xi el enemigo más peligroso de las sociedades abiertas en el mundo. El pueblo chino en su conjunto se encuentra entre sus víctimas, pero los opositores políticos nacionales y las minorías religiosas y étnicas sufren mucho más por su persecución. Me resulta particularmente inquietante que tantos chinos parezcan encontrar su sistema de vigilancia del crédito social no solo tolerable sino atractivo. Les proporciona servicios sociales sin cargo y les dice cómo evitar problemas al no decir nada crítico con el Sr. Xi o su régimen.

Si pudiera perfeccionar el sistema de crédito social y asegurar un nivel de vida en constante aumento, su régimen se volvería mucho más seguro. Pero seguramente se encontrará con dificultades en ambos aspectos.

Para entender por qué, se necesitan algunos antecedentes históricos. Xi llegó al poder en 2013, pero fue el beneficiario de la audaz agenda de reformas de su predecesor Deng Xiaoping, quien tenía un concepto muy diferente del lugar de China en el mundo. Deng se dio cuenta de que Occidente estaba mucho más desarrollado y China tenía mucho que aprender de él. Lejos de oponerse diametralmente al sistema global dominado por Occidente, Deng quería que China se elevara dentro de él. Su enfoque funcionó de maravilla. China fue aceptada como miembro de la Organización Mundial del Comercio en 2001 con los privilegios que conlleva el estatus de país menos desarrollado. China se embarcó en un período de crecimiento sin precedentes. Incluso se ocupó de la crisis financiera mundial de 2007-08 mejor que el mundo desarrollado.

El Sr. Xi no entendió cómo Deng logró su éxito. Lo tomó como un hecho y lo explotó, pero albergaba un intenso resentimiento personal contra Deng. Hizo responsable a Deng Xiaoping por no honrar a su padre, Xi Zhongxun, y por sacar al anciano Xi del Politburó en 1962. Como resultado, Xi Jinping creció en el campo en circunstancias muy difíciles. No recibió una educación adecuada, nunca se fue al extranjero y nunca aprendió un idioma extranjero.

Xi Jinping dedicó su vida a deshacer la influencia de Deng en el desarrollo de China. Su animosidad personal hacia Deng ha jugado un papel importante en esto, pero otros factores son igualmente importantes. Es intensamente nacionalista y quiere que China se convierta en la potencia dominante en el mundo. También está convencido de que el Partido Comunista de China debe ser un partido leninista, dispuesto a utilizar su poder político y militar para imponer su voluntad. Xi Jinping sintió firmemente que esto era necesario para garantizar que el Partido Comunista Chino sea lo suficientemente fuerte como para imponer los sacrificios necesarios para lograr su objetivo.

El Sr. Xi se dio cuenta de que necesita seguir siendo el gobernante indiscutible para lograr lo que considera la misión de su vida. No sabe cómo operan los mercados financieros, pero tiene una idea clara de lo que tiene que hacer en 2022 para mantenerse en el poder. Tiene la intención de sobrepasar los límites de mandato establecidos por Deng, que gobernó la sucesión de los dos predecesores de Xi, Hu Jintao y Jiang Zemin. Debido a que muchos miembros de la clase política y la élite empresarial pueden oponerse al Sr. Xi, debe evitar que se unan contra él. Por lo tanto, su primera tarea es dominar a cualquiera que sea lo suficientemente rico como para ejercer un poder independiente.

Ese proceso se ha estado desarrollando el año pasado y alcanzó un crescendo en las últimas semanas. Comenzó con la repentina cancelación de un nuevo número por parte de Ant Group de Alibaba en noviembre de 2020 y la desaparición temporal de su ex presidente ejecutivo, Jack Ma. Luego vinieron las medidas disciplinarias tomadas contra Didi Chuxing después de que surgiera un problema en Nueva York en junio de 2021. Culminó con el destierro de tres empresas de tutoría financiadas por Estados Unidos, que tuvieron un efecto mucho mayor en los mercados internacionales de lo que esperaba Xi. Las autoridades financieras chinas han intentado tranquilizar a los mercados, pero con poco éxito.

El Sr. Xi está involucrado en una campaña sistemática para eliminar o neutralizar a las personas que han amasado una fortuna. Su última víctima es Sun Dawu, un criador de cerdos multimillonario. El Sr. Sun ha sido sentenciado a 18 años de prisión y se lo persuadió de “donar” la mayor parte de su riqueza a obras de caridad.

Esta campaña amenaza con destruir las gallinas que ponen los huevos de oro. El Sr. Xi está decidido a poner a los creadores de riqueza bajo el control del estado de partido único. Ha reintroducido una estructura de gestión dual en las grandes empresas de propiedad privada que en gran parte habían caducado durante la era de reforma de Deng. Ahora, las empresas privadas y estatales están dirigidas no solo por su dirección, sino también por un representante del partido que ocupa un lugar más alto que el presidente de la empresa. Esto crea un incentivo perverso para no innovar sino para esperar instrucciones de autoridades superiores.

Evergrande, la empresa inmobiliaria más grande de China con un alto nivel de apalancamiento, ha tenido recientemente dificultades para pagar el servicio de su deuda. El mercado inmobiliario, que ha sido un motor de la recuperación económica, está en desorden. Las autoridades siempre han sido lo suficientemente flexibles para hacer frente a cualquier crisis, pero están perdiendo su flexibilidad. Por ejemplo, una empresa estatal produjo una vacuna Covid-19, Sinopharm, que se ha exportado ampliamente a todo el mundo, pero su rendimiento es inferior al de todas las demás vacunas comercializadas ampliamente. Sinopharm no ganará ningún amigo para China.

Para prevalecer en 2022, Xi se ha convertido en un dictador. En lugar de permitir que el partido le diga qué políticas adoptar, dicta las políticas que quiere que siga. Los medios estatales ahora están transmitiendo una escena asombrosa en la que el Sr. Xi lidera el Comité Permanente del Politburó repitiendo servilmente después de él un juramento de lealtad al partido y a él personalmente. Esta debe ser una experiencia humillante y es probable que se vuelva contra el Sr. Xi incluso en aquellos que lo habían aceptado anteriormente.

En otras palabras, los ha convertido en sus propios “hombres sí”, aboliendo el legado del gobierno consensuado de Deng. Con el Sr. Xi hay poco espacio para los controles y equilibrios. Le resultará difícil ajustar sus políticas a una realidad cambiante, porque gobierna mediante la intimidación. Sus subordinados tienen miedo de decirle cómo ha cambiado la realidad por miedo a desencadenar su ira. Esta dinámica pone en peligro el futuro del estado unipartidista de China.

 

Fuente

 

También te puede interesar

Deja tus comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *