"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Covid-19: polígrafo de estos tiempos

Cual detector de mentiras, el covid-19 ha dejado en evidencia por lo menos dos fenómenos que se han venido sucediendo desde hace ya varios años: la decadencia del imperio estadounidense y el fracaso del capitalismo.

Decadencia del imperio estadounidense. Desde que finalizó la II Guerra Mundial, EEUU se perfiló y así se vendió como la gran superpotencia económica, militar, tecnológica y energética. Entre 1947 y 1991 y en el marco de una Guerra Fría, sustentada en la Doctrina de Contención [del Comunismo] de Truman (1947) EEUU impuso su poder en el mundo. El Plan Marshall fue la carnada para incursionar sigilosamente en Europa Occidental y evitar la propagación del socialismo en esas tierras, claro que apoyado con su brazo armado, la Otan (1949).

La principal arma utilizada por EEUU para imponerse ha sido el dólar, que desde 1944, en Bretton Woods, se decidió que fuese la moneda de referencia mundial. El haber otorgado el privilegio a un solo país de que su moneda rigiese todo el sistema monetario del planeta ha sido un grave error que hemos cometido como humanidad.

Pero es que la humanidad cometió un segundo error, y fue haber permitido que EEUU se desprendiese del patrón oro en 1971 y basara el precio del dólar, al cual seguían referenciadas el resto de las monedas, en algo tan etéreo y manipulable como la confianza/desconfianza. Un tercer error fue haberle permitido que se impusiera obligando a que todo el petróleo se comprase en dólares, lo que implicó graves consecuencias: la inundación de dólares en el mundo y el establecimiento de un sistema de compensación de pagos dominado por el país del norte, el Swift.

Hay que reconocerlo, fue la estrategia perfecta de dominación. Es por el poder del dólar que EEUU ha amenazado y chantajeado al mundo entero. Cuando los países no se doblegan a sus intereses, proceden a bloquearlos financieramente en el sistema Swift, y si tampoco les resulta, comienzan a atacar sus monedas y a manipular su precio referenciado al dólar.

Desde hace ya varios años EEUU ha estado perdiendo ese súper poder, su economía ha perdido espacio y el dólar se ha venido a pique. Sus reservas internacionales no cubren ni siquiera el 2% de la exorbitante deuda externa y no les alcanzan ni para 2 meses de importaciones (por eso el desespero de abrir su economía en plena pandemia). Desde hace décadas, en EEUU es más lo que se importa que lo que se exporta, y su dependencia comercial sobre todo con China es cada vez mayor. No tiene el oro suficiente para respaldar su moneda y por si fuera poco, desde hace rato se quedó sin reservas petroleras.

El covid-19 no solo ha dejado en evidencia la debilidad económica de EEUU que se manifiesta en la actitud prepotente y malcriada de su gobierno en plena pandemia, además, pareciera ser un catalizador del reordenamiento mundial que desde hace años se está gestando.

El mundo está avanzando hacia un orden multipolar basado en nuevas rutas, pero sobre todo con normas comerciales no impuestas por EEUU y que respeten la autodeterminación de los pueblos. Un orden con un sistema monetario reconfigurado en el que no volvamos a cometer el error de referenciarlo a una sola moneda, sino que sean varias, muchas. Un mundo en el que no sea solo el Swift la alcabala financiera sino que una gran variedad de sistemas de compensación de pagos esté disponible y que sea decisión de los Estados soberanos, cuál o cuáles utilizar.

Fracaso del Capitalismo. Otra gran mentira que ha puesto al descubierto el covid-19 es el fracaso del capitalismo y en particular del neoliberalismo (su expresión más salvaje). Fracaso que no es precisamente para la burguesía la cual no ha dejado de acumular y concentrar capitales durante todo el siglo XX y lo que va del XXI, sino para las clases asalariadas, que a pesar de que con su fuerza de trabajo han generado un aumento de la producción mundial de 1127% después de la II Guerra Mundial, la desigualdad y la pobreza han sido cada vez mayores.

En estos tiempos de pandemia ha quedado claro que son los 3.700 millones de pobres, o sea la mitad de la población mundial, los que se han visto más afectados por el virus. El Banco Mundial en su reciente informe estima un aumento de 180 millones de pobres en 2020.

Paradójicamente y con profunda indignación el mundo entero lee la noticia de que “desde el 18 de marzo de 2020 los multimillonarios estadounidenses se han enriquecido en US$ 565.000 millones, han aumentado 19% su riqueza desde que comenzó la pandemia” mientras 42,5 millones de personas han perdido sus empleos en ese país.

El covid-19 está mostrando las grandes contradicciones internas y debilidades en EEUU. No solo por su incapacidad para contener la propagación del coronavirus, sino por la exclusión, la discriminación, la pobreza y la represión que hemos estado mirando por la tele. Todas propias del capitalismo.

El neoliberalismo, cuyo sustento teórico es el monetarismo de Von Hayek y de su discípulo Milton Friedman fue instaurado en 1970 en EEUU. En 1980 comenzó a permear en América Latina, el Pan Cóndor ayudó con la tarea. Thatcher y Reagan lo impusieron en Europa a partir de 1980 con la llamada “Revolución Conservadora” y después de que Occidente, apoyado por Gorbachov logró disolver en 1990 la Unión Soviética, impusieron el capitalismo en esas tierras. Lo disfrazaron de Glasnot y Perestroika.

La desigualdad en EEUU aumentó 40% (1970-2015), en Europa aumentó 30% después de la “Revolución Conservadora” (1980-215) y en Rusia 58% después de la Perestroika (1990-2015).

Las grietas del capitalismo. Lo más probable es que después de la pandemia el mundo siga viviendo, predominantemente, en capitalismo. Quizás el neoliberalismo sea sometido a una revisión, iniciativa que no surgió por el coronavirus, lleva tiempo siendo un planteamiento de los propios capitales que con el propósito de salvar al sistema se han planteado “reinventarlo”. Están preocupados por la exorbitante desigualdad, no por un asunto de filantropía, sino porque atenta contra el propio capitalismo en la medida en que mayor desigualdad implica más pobreza y bajos niveles de poder adquisitivo impidiendo un mayor crecimiento económico y acumulación. Lo han planteado en los recientes Foros Económicos Mundiales realizados en Davos.

No es que la “revisión del neoliberalismo” esté mal, pero no es la solución. Son las relaciones sociales del proceso de producción basadas en la propiedad privada de los medios de producción y con ella la explotación del trabajador las verdaderas causas de la desigualdad. No caigamos en la trampa.

Seamos realistas, el capitalismo nos acompañará por un buen tiempo, aunque cada vez más agrietado. La pregunta que debemos plantearnos es ¿cómo aprovechar sus grietas para avanzar hacia un mundo más justo y más humano?

También te puede interesar

Deja tus comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *