"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

La geopolítica de las vacunas

Empezando con la historia de las vacunas

Durante siglos se practicó una suerte de vacunación empírica. Por ejemplo, se sabiá que los tamberos que trataban con vacas infectadas con la viruela bovina no contraían la enfermedad en su versión humana. Los primeros indicios se registran durante el siglo X en donde se practicaba la  “insuflación nasal” soplando material de viruela en polvo, generalmente costras, por las fosas nasales.

Durante la década de 1760, Edward Jenner, un aprendiz de boticario,  se enteró  de historias similares y que eran común en las áreas rurales. Acto seguido,  tomó pus de una vaca lechera con viruela vacuna, lo raspó en el brazo de un niño de 8 años y a las seis semanas se lo inoculó a un niño. Luego hizo lo propio con una muestra de viruela humana, pero el niño no se contagió; por lo que dedujo que se había inmunizado. Así nació la 1ra vacuna que conoció la humanidad.

La segunda generación de vacunas fue introducida en la década de 1880 por Louis Pasteur, quien las desarrolló para el cólera y el ántrax de los pollos. Ya  desde finales del siglo XIX las vacunas se consideraron una cuestión de prestigio nacional y se aprobaron leyes de vacunación obligatoria, en consecuencia.

El siglo XX vio la introducción de varias vacunas exitosas, incluidas las de la difteria, el sarampión, las paperas, la rubéola y  la poliomielitis. Con todas ellas, se creyó haber logrado  la erradicación de la viruela y el control de otras numerosas pestes. Sin embargo, las vacunas siguen siendo difíciles de alcanzar para muchas enfermedades importantes, tales como el herpes simple, la gonorrea y el VIH.

Por su parte, el siglo XXI nos trajo a las vacunas de ADN (ácido desoxirribonucleico) que contienen proteínas específicas (antígenos) de un patógeno determinado. Concretamente, en 1983, Enzo Paoletti y Dennis Panicali del Departamento de Salud de Nueva York idearon una estrategia para producir vacunas de ADN recombinante mediante el uso de ingeniería genética para transformar la vacuna contra la viruela ordinaria en vacunas que pueden prevenir otras enfermedades. En el 2016, se las comenzó a probar para el virus del Zika en los Institutos Nacionales de Salud de los EEUU.

Por su parte, la investigación ha avanzado hacia las vacunas de ARN (ácido ribonucleico) que son una variante de la anterior y proporcionan inmunidad a través de un vector que contiene ARN. Para lograrlo, la secuencia de ARN codifica antígenos, proteínas idénticas o parecidas a las del patógeno. Y tras la administración de la vacuna, esta secuencia es traducida por las células huésped para producir los antígenos codificados. Las que, luego, estimulan al sistema inmunológico impulsando al organismo a producir anticuerpos contra el patógeno.

Si bien, las vacunas de ARN ofrecen múltiples ventajas por sobre las vacunas de ADN, en términos de producción, actualmente, no existen vacunas de ARN aprobadas para uso humano. Sí, se están desarrollando varias con esta metodología para combatir la pandemia de COVID-19

Volviendo a la Geopolítica

Desde que el Mundo es Mundo es cierto aquello de que “en la guerre comme en la guerre”y que los científicos han tratado de inventar el arma suprema que les garantizara a sus respectivas fuerzas militares una victoria sin mañana. Todas eran meras especulaciones hasta aquella fatídica mañana del 6  agosto de 1945, en la que un artefacto atómico detonó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima.

A las armas nucleares pronto se sumaron –aunque en realidad siempre habían existido– las armas de destrucción masiva de los pobres. Vale decir, las químicas y las biológicas, a las que ahora se agregan las genéticas: virus, bacterias, insectos u hongos modificados genéticamente, ya sea para mejorar su transmisibilidad o su letalidad, o ambas cosas.

Ya que desde la Antigüedad se viene practicando la guerra biológica, aunque bajo formas rudimentarias. Por ejemplo,  los hititas conocían y usaban  a las víctimas de la tularemia para infectar pueblos enemigos mediante la infiltración de personas portadoras de la enfermedad.  Por su parte, los arqueros de todas las latitudes, han sabido desde siempre, cómo infectar sus puntas de flecha para transmitir el tétanos o alguna ponzoña o toxina mortal.

En los tiempos contemporáneos, las armas biológicas, por su dificultad para ser detectadas, así como por su bajo costo y por su facilidad de uso, se han transformado en un arma de elección por parte de grupos terroristas de cierta sofisticación. Se suman a estas ventajas la posibilidad de disponer de varios días para abandonar con seguridad el lugar del ataque. Tal como sucedió tras los ataques del 11S con ántrax en la ciudad de Washington DC, ya que nunca pudieron ser identificados los culpables.

Si bien, no podemos afirmar que la expansión del COVID 19 se haya debido a un intento deliberado de guerra biológica, tampoco, lo podemos descartar de plano.

Pero, en realidad, se presume con certeza que son los Estados los que invierten medios y tiempo tanto en el desarrollo como en las contramedidas destinadas a la producción de armas biológicas y genéticas. Entre ellos, se destacan los EE., la Gran Bretaña, Rusia y China.  Al respecto, el experto en la materia, el médico militar chino Cao Shiyang, nos dice lo siguiente: “Una vez que puestas en uso, es decir activas, las armas genéticas, marcarán una gran diferencia en las guerras futuras:

“1) El modo de guerra cambiará ostensiblemente. Las partes hostiles podrán disponer y usar armas genéticas antes de incoar acciones bélicas, destruyendo de manera mutua al personal y al ambiente de vida circundante, haciendo que una nación y un país pierdan la efectividad de combate y sean conquistados sin derramamiento de sangre.

“2) La estructura del establecimiento militar se modificará. Las tropas de combate disminuirán ostensiblemente, mientras que las fuerzas de apoyo de servicios de salud aumentarán significativamente.

“3) Se propenderá a un estadío de integración de armas estratégicas y armas tácticas. El campo de batalla en el futuro se convertirá en un campo de batalla invisible, lo que dificultará comprender y controlar la situación del campo de batalla, y traerá nuevos temas y desafíos y dilemas a los comandantes, a la defensa militar y a la investigación médica militar”.

Terminando con las vacunas

Si bien no podemos afirmar, como ya lo dijimos más arriba, que el virus ha sido un arma biológica, sí podemos confirmar de que la búsqueda de una vacuna eficiente lo es. Es más, tal como ocurrió con otras carreras, como por ejemplo, la de obtener una bomba atómica entre los EEUU y el III Reich o la de colocar un hombre en la Luna entre los EEUU y la URSS, esta por la vacuna, también, lo es. Con el agregado que los potenciales competidores son más, ya que se trata de buscar la prevención contra un virus global.

En ese sentido, las apuestas son distintas en función de las capacidades de los contendientes. Los que pueden aportar distintas cuestiones. A saber:

  •  Tecnología para  investigar, probar, desarrollar y fabricar, masivamente, la vacuna.
  • Fondos financieros para apoyar estos trabajos.
  • Voluntarios para las etapas finales de los trabajos de investigación.
  • Una combinación de todas las cuestiones mencionadas.

Obviamente, solo los países más desarrollados pueden impulsar desarrollos completos. Como es el caso de los EEUU, la Gran Bretaña, Francia, Alemania y China y, en menor medida, Israel, Corea del Sur y Japón y en mucho menor medida, la Argentina, Brasil, Corea del Norte y Sudáfrica. Un esquema casi igual a quienes poseen armas atómicas y tecnología nuclear.

Como nos debería extrañar, tratándose de una competencia geopolítica, que la 1ra víctima haya sido la verdad científica. Ya que en ese sentido, no han sido pocas las acusaciones y las suspicacias mutuas entre Estados e instituciones científicas asociadas a ellos.

Lo que sabemos a nivel regional,  es que la Argentina ya arrancó con los ensayos con la vacuna de Pfizer/BioNTech, mientras que Brasil busca, no sólo asegurarse dosis de la vacuna de AstraZeneca y de la Universidad de Oxford, sino, también, producirlas localmente. Y, por su parte,  Chile  apuesta a un estudio en manos de la farmaceútica china Sinovac.

A nivel nacional, sólo nos interesa lo relacionado con aquellas vacunas que, eventualmente, tienen posibilidad de ser administradas por la Argentina. Entre ellas se destaca, como ya lo hemos mencionado, la que desarrolla la empresa Pfizer, en base a una molécula de ARN  y que están siendo sometidas a ensayos clínicos en nuestro Hospital Militar Central, en los Estados Unidos y en otros países.

Esta tecnología es prometedora, pero sus efectos secundarios, especialmente, su impacto en la fertilidad humana, han sido cuestionados y, todavía, no se los han estudiado a fondo.  Se suma a este aspecto genético/médico/farmacéutico las suspicacias que existen respecto de las verdaderas intenciones de diversas ONG, entre ellas la fundación dirigida por el matrimonio Gates. Especialmente, en lo relativo a la concepción antinatalista que informa a esta ONG, al igual, que a diversos organismos internacionales (FMI, BM, ONU) que son seguidores del denominado Club de Roma que propugna el control del crecimiento de la población humana con diversos procedimientos como la promoción del aborto, la distribución de anticonceptivos, entre otros. Todas acciones que se deducen de sus propios documentos y que estas mismas organizaciones han hecho público.

La de la Universidad de Oxford tiene la ventaja de basarse en lo que se llama vectores virales. Pero, también, levanta sospechas el Grupo Insud, de Hugo Sigman, al que pertenece el laboratorio mAbxience y que va a producir la vacuna en la Argentina, conjuntamente, con México. Ya que, en el pasado, ha sido acusado de proveer precursores como la efedrina al narcotráfico.

Por su parte, Rusia dice haber ganado la carrera con un planteo similar al de Oxford y nuestro Presidente lo ha felicitado por este logro, por lo que no habría que descartar su empleo en el futuro, ya que se necesitarán millones de dosis.

Tampoco, creemos que será menor, la oposición individual y social y hasta de algunas instituciones contra una vacunación obligatoria, si este fuera el caso, como muchos factores hacen prever que así será.

Como verán, también, hay una geopolítica de las vacunas. Por lo que la Argentina tendrá unos pocos meses para ver cuál le conviene más, siempre asumiendo un alto riesgo por la incertidumbre que rodea a estas cuestiones que hemos tratado de explicar de la forma más sencilla posible. 

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