Cargill, una de las principales corporaciones del sector agroindustrial en Venezuela, que configura junto a otras dos empresas el carácter oligopólico nacional transnacionalizado y transnacional de la industria alimentaria en el país, anunció la venta de todos sus activos locales, aunque según «tomará varios meses en completarse».
Decisión que se toma después de cinco años de iniciado el bloqueo estadounidense a Venezuela, tiempos de pandemia mundial, y en vísperas de las elecciones parlamentarias a disputarse el 6 de diciembre en el país, cuya noticia se expande en portales nacionales e internacionales, donde además se especula que es por la recesión económica, y por supuesto no podía faltar «por culpa de Chávez», «el Gobierno de Maduro» o «los 20 años de la Revolución Bolivariana».
Incluso, hasta se ha llegado a afirmar que su partida es causada por el impacto que genera el programa de subsidio de alimentos CLAP, puesto en marcha por el gobierno nacional desde 2016 como respuesta al bloqueo impuesto por Estados Unidos al país, en el que la población y los alimentos se han convertido en objetivos a atacar para alcanzar el ansiado «cambio de régimen».
Sin embargo, no sorprende que se manipule y utilice mediáticamente este programa de alimentos, incluido en el alcance de las «sanciones» impuestas por Estados Unidos como una de las causas para que la gigante corporación transnacional Cargill, de casa matriz norteamericana, tomara la decisión de vender sus activos a la firma de inversión representada por Phoenix Global Investment y el Grupo Puig, Sucesora de Jose Puig & CIA, C.A, esta última establecida en Caracas desde 1911 bajo el nombre de Fábrica Nacional de Galletas, cuando comenzó a diversificarse la panificación en Venezuela con la importación de trigo por parte del inglés John Boulton.
Lo que sí es necesario preguntar es, ¿por qué una de las mayores empresas líderes en el control de la agroindustria mundial, oculta de la economía global, que se ha llegado a comparar incluso con la ExxonMobil para los mercados agrícolas, sigue operando en Venezuela, aun con las «sanciones» y el bloqueo económico, financiero y comercial, impuesto por los Estados Unidos, su país de origen?
Primero, por formar parte del conglomerado de empresas nucleadas desde 1940 por la Fundación Rockefeller, entre los máximos referentes de grupos y corporaciones de origen norteamericano, que se utilizaron a través de la Revolución Verde para expandir la política exterior Food Power de Estados Unidos, asociada a la matriz hidrocarburífera.
Fundación Rockefeller, que en Venezuela estaba representada por la Creole Petroleum Corporation, filial de Standard Oil (actual ExxonMobil) que poseía el 95% de la propiedad. En los años 40, esta subsidiaria era la mayor productora de petróleo del mundo.
También, puede ser por lo que afirmaba el senador Frank Church, refiriéndose a las corporaciones de granos, y al escándalo de ese entonces, por el descubrimiento de los negocios de Cargill con la Unión Soviética en 1972, fuera del conocimiento del gobierno y la diplomacia oficial de Estados Unidos: «Nadie sabe cómo funcionan, cuáles son sus ganancias, cuánto pagan de impuestos y qué influencia tienen sobre nuestra política exterior».
Incluso, que en abril 2020, cuando comenzaban los estragos de la pandemia en Estados Unidos, Donald Trump anunciaba nuevamente la conformación de «Grupos de la Industria del Renacimiento Económico de los Estados Unidos», formados por bipartidistas para trabajar en coordinación con la Casa Blanca en el trazado de «un camino hacia la prosperidad estadounidense sin precedentes» ante los impactos del Covid-19, estando nucleadas en el sector agricultura: American Farm Bureau Federation, Sysco Corporation, Tyson Foods, Inc., Perdue Farms, Inc, ADM, Corteva Agriscience, Tractor Supply Company, Seaboard Corporation, Grimmway Farms, Mountaire Farms y, por supuesto, Cargill Inc., de la mano de su CEO David MacLennan. El objetivo principal: «Conformar una nación más independiente, autosuficiente y resilente».
Lo cierto es que Cargill, siendo una transnacional norteamericana, siguió operando todos estos años en el país, aun con el bloqueo impuesto por Estados Unidos, recrudecido en los últimos años, donde se persiguen las órdenes o transacciones financieras para las compras de alimentos relacionadas a la República Bolivariana de Venezuela, tanto que han sido «sancionadas» por el Departamento del Tesoro, empresas mexicanas, por vender alimentos al país.
En lo interno, más allá de la representación de Cargill como poder estructural de Estados Unidos, y como se puede leer en la investigación «Venezuela en la geopolítica de los alimentos», es una empresa transnacional de compra, venta, procesado y distribución de granos y cultivos que inició sus operaciones en Venezuela en el año 1986, a través de una asociación estratégica con Mimesa C.A., adquiriendo en 1990 todas las acciones de la empresa venezolana, y con ella, apropiándose de la marca Mimesa.
Desde que se estableció en el país hasta el año 2006, se consolidó con la compra de Pastificio Universal (1988) y Pillsbury (1989), incorporándose en el negocio de los aceites refinados y grasas con la compra de La Torre del Oro (1990) y las plantas aceiteras de Mavesa (1993), mediante transacción de activos.
Entró al negocio del arroz con la adquisición de la planta productora de arroz Santa Ana (1994). Con respecto a esta, se dictó medida de expropiación en el año 2009, durante el gobierno del presidente Hugo Chávez, por el incumplimiento de los precios establecidos para los productos básicos, relacionados a los alimentos.
En 1998, con la adquisición de Gramoven (Grandes Molinos de Venezuela, subsidiaria de Bunge y Born) se convertía en la mayor referencia de harinas y pastas alimenticias del país.
Y una de las últimas adquisiciones en Venezuela, con relación a los alimentos durante 2006, corresponde a Molinos de Trigo (Molinarca) de Alfonzo Rivas & Cía.
Con todas las adquisiciones realizadas desde su establecimiento en 1986, Cargill pasó a controlar varias de las principales marcas de consumo masivo venezolano, directamente proporcional a su configuración de empresa transnacional que, a través de asociaciones, logró expandir su influencia, llegando a controlar parcial o totalmente la política de marketing.
Es así como posee la marca de Harina de trigo Blancaflor, que en realidad es propiedad de Molinos del Río del Plata–Argentina, Pasta Ronco, Pasta Milani, Mimesa, Aceite Vatel, Aceite Purilev (canola) y Los Tres Cochinitos.
En ingredientes de comida de ventas al mayor, tiene a Harina Gramoven y Rey del Norte, Aceite Branca (girasol y soya), aceite de soya para mayonesa, aceite de palma, aceite de girasol, mantecas y Harinas TRESCO, margarina La Rendidora; levaduras: Mauripan (propiedad de ConAgra Foods, otra transnacional estadounidense) y sémola Durum para pastas.
Con estos movimientos, Cargill pasó a controlar el 51% de pastas en Venezuela, al absorber a Gramoven y otras empresas y controlar el 38% de aceite, generando una concentración de mercado.
La construcción de la cartelización oligopólica en este caso puede evidenciarse con solo citar algunos ejemplos. Mediante la «alianza de intercambio de activos» con Mavesa, la transnacional obtuvo la línea de aceites industriales, así como sus marcas de aceite comestible (dentro de los cuales se encontraba la acreditada marca Vatel).
Por su parte, Cargill traspasó a Mavesa la línea de productos denominada La Torre del Oro (que pertenecía a Laurak y que antes había sido adquirida por Cargill) con el compromiso de abastecer de materias primas a Mavesa. Mismo compromiso que asume la transnacional con Alfonzo Rivas & Cía en 2006, cuando adquiere Molinos de Trigo, en la cual Cargill se convierte en suplidor de harinas de la compañía.
Esto es, que la transnacional ligada al empresariado nacional cartelizado y oligopolizado copó las líneas de harina de trigo (panificación, pastelería y pastas), aceite y arroz, los cuales son tres de los alimentos de mayor importancia en la dieta nacional venezolana. Y al igual que otras transnacionales, alimentó el ciclo de la oligopolización y transnacionalización de la industria alimentaria en el país.
Además, se convirtió en la principal productora de sal en Venezuela para consumo humano, animal, e industrial (petrolera, químico y petroquímico), a partir de la asociación con Pequiven desde 1995 para la creación de PRODUSAL, categoría que también ostenta Cargill a nivel mundial.
En el año 2001, ingresó al negocio de los alimentos para mascotas con la adquisición de Agribrands International Inc., propiedad de la Ralston Purina, transnacional que ese año escinde el negocio internacional, renombrándose como Agribands Cargill, convirtiéndose en una de las mayores empresas del mundo en nutrición animal, pasando a poseer licencia de la marca Purina y Chow, la cual comparte con Nestlé, luego de fusionarse la Ralston Purina con la subsidiaria Friskies Nestlé PetCare Company, finalmente denominándose Nestlé Purina PetCare Company.
En resumen, Cargill ha controlado una parte del suministro alimentario de la dieta nacional básica de Venezuela (trigo, pastas y aceite), pero relacionado a un elemento de considerable importancia dentro del modelo rentista petrolero venezolano, la importación siempre privilegiada de materias primas, generalmente desde su casa matriz, para la posterior repatriación de dividendos, e inclusive de exportación de productos, cuyas divisas también pertenecen a su país originario.
Por lo que Venezuela, para Cargill, es solo uno de los principales destinos de la exportación de su materia prima para sus procesamientos o exportación de productos fabricados en sus sedes de Estados Unidos, Brasil o Argentina, particularmente trigo, su principal negocio en Venezuela.
La tardanza de Cargill en marcharse del país
La verdad es que la decisión de Cargill había tardado en llevarse a cabo, sobre todo porque desde marzo de 2019, David MacLennan, presidente y director ejecutivo de la corporación, venía anunciando que la compañía esperaba permanecer en Venezuela, aunque era el único país «sin expectativas positivas», sobre todo después de las «sanciones económicas» impuestas por Washington, quizás esperando en la retaguardia, el establecimiento del gobierno paralelo, que intentaba imponer Estados Unidos, su casa matriz, en Venezuela.
Como consecuencia, a principios del año 2020, en relación con el bloqueo, el Foreign Agricultural Service (FAS) y el Department of Agriculture (USDA), tomando en consideración que Venezuela depende por completo del trigo importado, ya preveía la disminución del consumo a 775 mil toneladas métricas y, por ende, la caída de la importación, para lo cual asumían la necesidad de estimular nuevos mercados en otros países.
Registro de la importación de trigo en Venezuela 1960 – 2020..png
Además, se reconoce que el impacto de las «sanciones» impuestas por Estados Unidos incide a lo interno, en cambios en los patrones de consumo, y al mismo tiempo, el entorno geopolítico está generando una situación donde nuevos socios comerciales como Rusia, China y Turquía estén reemplazando a los proveedores tradicionales de productos y alimentos procesados, entre estos Cargill, que, para su producción de trigo, pastas y aceites, requiere de la importación exclusiva.
Ahora, con esta acción, pudiera decirse que existen algunos elementos para afirmar que el asedio económico, financiero y comercial, adelantado por la primera potencia mundial contra la nación venezolana, empuja al país a orbitar fuera del Food Power de los Estados Unidos y sus transnacionales.
Por otro lado, tal vez el boicot a la importación de trigo desde Rusia, que se pronosticaba por parte de los molineros nacionales, entre los que se incluye esta y otras empresas transnacionales, o la presión para que el sector privado controle las importaciones de alimentos, como trigo, maíz o arroz, vista como una oportunidad del bloqueo para el beneficio de los agroexportadores estadounidenses o Cargill, finalmente, como que no se ha constituido en una estrategia tan efectiva.
Sin embargo, aunque Cargill no continúe en un futuro en Venezuela, esta transnacional y sus principales competidoras Archer Daniels Midland (ADM), Bunge y Dreyfus, son las cuatro grandes conocidas como el «ABCD» de la agroindustria, que dominan la comercialización mundial de materias primas agrícolas, y de las cuales es difícil escapar.
También, es preciso mencionar que la estrategia a largo plazo de Cargill consiste en pasar del negocio de bajo margen de comercio y procesamiento de productos básicos, a una empresa de mayor margen, que incluye la realización de investigaciones y desarrollo de biocombustibles de última generación. De hecho, produce etanol y biodiésel en Estados Unidos y la Unión Europea, etanol en Brasil y biodiésel en Argentina.
Tanto, que mientras comunica la venta de activos en Venezuela, Cargill anunció la construcción de una planta de biodiésel en Bélgica, con la cual estima ayudar a satisfacer la demanda de energía renovable que le permita mantener su posición de liderazgo en toda Europa, en la producción de combustibles renovables, y en cuya fábrica se podrá procesar todo tipo de aceites y grasas de cocina usados, incluidos los subproductos del procesamiento de alimentos y los residuos de la industria alimentaria.
Y es que Cargill se encuentra entre las corporaciones líderes en el mercado de biocombustibles, donde se incluyen Acciona Energy, Beta Renewables, Evonik Industries, GreenShift Corp., Novozymes, Synthetic Genomics Inc. y Virent Energy Systems.
Planteamientos finales
Finalmente, a la mencionada comunicación de Cargill, también debe dársele una lectura de carácter político, a menos de un mes de las elecciones parlamentarias en Venezuela, que también retrotrae a la posición que asumió Kellogg’s, otra transnacional de casa matriz estadounidense en el año 2018, y a cinco días de las elecciones presidenciales adelantadas, llevadas a cabo en el país en esa oportunidad, y en la cual el gobierno nacional asumió mediante la Gaceta Oficial Nº 41.404, la ocupación inmediata de la empresa y la conformación de una Junta Administradora Especial que mantiene hasta los momentos a la empresa operativa. Evidentemente, Cargill no se arriesgará a eso.
Por otro lado, es importante destacar que se retira del país una de las empresas que conforman el oligopolio nacional transnacionalizado y trasnacional presente en el sistema agroalimentario venezolano, con posición de dominio sobre el mercado de alimentos de mayor consumo nacional, entre los que se encuentran la harina de maíz y trigo, pastas, grasas, aceites, arroz y avena.
Tampoco puede dejar de mencionarse que la posible salida de Cargill de Venezuela puede constituirse para el Estado, en un momento oportuno que coadyuve al rompimiento del ciclo de la oligopolización y transnacionalización de la industria alimentaria nacional venezolana en tiempos de bloqueo.
Y es que esta acción de Cargill también está impulsada por el bloqueo económico, financiero y comercial que impone Estados Unidos, su país de origen, contra Venezuela, para avanzar en la aplicación de su política que les permita alcanzar su anhelado «cambio de régimen».
3 respuestas
EXCELENTE MATERIAL PARA SU ESTUDIO Y ANALISIS.UNA PEQUEÑA RADIOGRAFIA DEL DOMINIO IMPERIAL A TRAVÉS DE SUS CORPORACIONES TRANSNACIONALES EN EL ÁMBITO ECONÓMICO,ESTRATÉGICO Y POLITICO.ELLOS SON OPERADORES POLÍTICOS.LAS CRISIS SON PROVOCADAS POR LAS EMPRESAS PRIVADAS PARA PONER O QUITAR UN GOBIERNO QUE NO SATISFACE SUS INTERESES.CON LA LEY ANTIBLOQUEO PODREMOS CONSTRUIR UNA NUEVA ESTRUCTURA ECONÓMICA A FAVOR DEL SER HUMANO Y NO DEL CAPITAL.
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