Por Canela Crespo Sánchez
En esta carrera electoral las preguntas tienen más valor que las respuestas. Buscar razones para decidir cómo votar es más interesante y creativo que cualquier resultado.
Dice León Rozitchner que “la democracia actual fue abierta desde el terror, no desde el deseo” Tras las dictaduras, la democracia fue concedida, pero condicionada: su rol era continuar el terror económico por otros medios. Esta democracia incompleta terminó siendo «el mal menor» frente al autoritarismo. Como han señalado también Jessop y Bourdieu, el andamiaje institucional democrático está atravesado por sesgos y violencias simbólicas que garantizan el poder a unos pocos.
En Bolivia, durante 14 años, incluso dentro de esa democracia del mal menor, el Proceso de Cambio se atrevió a cuestionarla desde adentro. De ese impulso nace el Estado Plurinacional. Ahora bien, es tiempo de admitir una primera derrota. Las encuestas para las elecciones del 17 de agosto muestran que el sentido común boliviano hoy valora más los proyectos neoliberales de los 90’s que las ideas que fundaron el Estado Plurinacional. La traición del gobierno de Arce al proyecto político es una de las causas inmediatas, pero hay otras más profundas donde también se inscribe la derrota.
Hoy, la nueva línea roja es el reconocimiento o la negación de la proscripción de Evo Morales y del movimiento indígena originario campesino
Es importante escuchar a quienes apoyan la fórmula de Andrónico Rodríguez y Mariana Prado (Alianza Popular – AP) desde una posición militante. No me refiero a los oportunistas de siempre, sino a los que se asumen como parte del bloque nacional popular. Cuando se les pregunta por qué están ahí, casi todos responden que priorizan la representación del bloque popular en la Asamblea Legislativa: “no podemos dejarle la Asamblea a la derecha” o “al menos a los legisladores de AP podremos presionarlos” son argumentos tan válidos como correctos, pero insuficientes para despertar entusiasmo.
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En 2020 la línea roja que dividía el campo político nacional era “fue golpe o fue fraude”. Hoy, la nueva línea roja es el reconocimiento o la negación de la proscripción de Evo Morales y del movimiento indígena originario campesino. Lamentablemente, Andrónico y varios miembros de AP relativizan el tema. Eso marca otra derrota: quienes pretenden representar al bloque nacional y popular priorizan los votos por fuera de él. No sería un problema si esa búsqueda fuera táctica y no implicara la negación colonizada de la historia.
Ojalá que los compañeros que integran AP por sus razones correctas logren su representación. Pero, honestamente, los que no quieren esconder posturas radicales están en candidaturas suplentes, fuera del margen de seguridad o detrás de escena. Eso en sí ya es una derrota.
Ahora bien, volviendo al eje de Rozitchner, el hecho de que cuando apuran a Andrónico Rodríguez para ligarlo a la figura de Evo Morales, él decide diferenciarse como “izquierda democrática”, devela que es un candidato aterrorizado antes que refrescante. Acá hay que asumir responsabilidad: fue injusto proyectar en él una herencia simbólica de la que él mismo decidió desprenderse y abandonar. Eso tendría otro valor si lo hubiera hecho a tiempo y con frontalidad.
Hay más potencia creativa en asumir las derrotas que en volver a apostar por el mal menor
Creo que desde la figura de Andrónico podríamos haber discutido algo pendiente: cómo ha cambiado el sujeto histórico revolucionario luego de catorce años de Proceso de Cambio. Pensar al movimiento indígena originario campesino como promotor estático de la agenda revolucionaria ya no alcanza. Hoy hay otros sujetos populares que exceden ese marco. Es un error que la política se piense sólo desde la ideología y no desde el cuerpo y la subjetividad ya que se vuelve superficial y reversible. Quizás ahí haya otra derrota: las ideas mueren cuando pierden cuerpo, cuando ya no tienen piel.
Paso de página: hablemos del voto nulo. Esta es la única opción electoral que se planta claramente del lado de la línea roja, reconociendo sin ambigüedades la proscripción ilegal e ilegítima de Evo Morales, del Instrumento Político y del movimiento indígena originario campesino. Pero no se trata solo de eso. Salvando cualquier atisbo de romanticismo, también creo que el voto nulo expresa el espíritu de cuestionamiento a esta democracia aterrorizada. Ese mismo espíritu, en un escenario de victorias simbólicas de las ideas, fundó el Estado Plurinacional. Hoy, cuando en un escenario de derrotas simbólicas, ese espíritu tiene el deber abrir discusiones creativas, con cuerpo y con piel.
Yo decidí votar nulo por eso. Porque creo que hay más potencia creativa en asumir las derrotas que en volver a apostar por el mal menor. Luis Arce y otros dicen que el voto nulo “le hace juego a la derecha”. Pero, en este sistema democrático del terror, seguir eligiendo el mal menor es seguir haciéndole el juego a la derecha todos los días. Admito mi reticencia al concepto mismo de voto nulo ideológico ligado al trotskismo. Sin embargo, esta vez este voto carga cuerpos proscritos detrás y esto no lo digo como una virtud, sino como un golpe miserable de la realidad.
Es importante recalcar que la democracia como la conocemos es cada vez más perversa no solamente en Bolivia sino en todo el mundo. Hay algo que no está funcionando en los sistemas institucionales, en las formas de representatividad y en los sistemas de pesos y contrapesos. Pareciera que el objetivo de que todos queden adentro es cada vez más inalcanzable. Es por eso también que votar nulo en Bolivia puede ser un germen de cuestionamientos que, quién sabe, hasta se pueden contagiar después.
El voto nulo expresa el espíritu de cuestionamiento a esta democracia aterrorizada
La democracia actual está fallando no solo en Bolivia, sino en todo el mundo. Algo no funciona en los sistemas institucionales, en las formas de representatividad, en los mecanismos de pesos y contrapesos. La idea de que todos entren en el sistema democrático parece cada vez más inalcanzable. Cada vez gana más el votar y pierde el elegir. Por eso, votar nulo en Bolivia puede ser una semilla de cuestionamientos que no debe quedar en lo testimonial, sino que tiene la potencia de contagiarse más allá de nuestras fronteras.
Finalmente, y esto sólo porque me lo debo como parte de mi realidad migrante, también creo que quedan debates pendientes como que Bolivia es un país mutilado en cuanto hay millones de bolivianos fuera de su territorio y que es cuanto menos injusto pero también antirrevolucionario, plantearse discusiones con inicio y final electoralista siendo una realidad que miles de ellos no votaron nunca, y peor aún, no tienen Estado ni acá ni allá.
FUENTE: DIARIO RED
05/08/25 | 12:00