La Pandemia que se ha extendido a 185 países ha puesto en evidencia los efectos de las políticas neoliberales y la esencia salvaje del capitalismo. Ese sistema que prioriza la obtención de ganancias a costa de la vida de millones de personas, también provoca el fallecimiento de millones de personas no sólo por el Covid-19, sino también por el hambre, enfermedades curables, accidentes laborales, incluso en los propios EE.UU. y Europa y guerras de rapiña. Muchos han sido atraídos a pensar y a reencontrarse con Ernesto Che Guevara.
En Cuba, también, aunque no sea precisamente por los males que experimenta el mundo por su sistema capitalista, se busca el modo de revolucionar nuestra economía, nuestras instituciones, tal como el pueblo decidió hacer al votar su Constitución en años recientes; momentos en los que se debe realizar cambios profundos en la estructura de la economía y en el modo de gestionarla. Cerrar instituciones y/o eliminar Regulaciones que obstaculizan el desarrollo de la producción nacional y su sostenibilidad y crear otras nuevas más pegadas a la base, administradas y fiscalizadas por la comunidad, el municipio; continuar el desarrollo de descentralización a lo que llamó Raúl.
El pueblo cubano vence la COVID-19 y se prepara para aplicar los cambios estructurales en la economía, que permita que las Fuerzas Productivas se desarrollen y crezcan a pesar del Bloqueo estadounidense, y destruir las trabas burocráticas que frenan su desarrollo y la felicidad plena de nuestro pueblo. Cambiar todo lo que haya que ser cambiado como nos ha instado Raúl Castro, implantar y desarrollar lo acordado por el pueblo en la votación de su Constitución de modo pleno, y los acuerdos de los congresos del Partido Comunista de Cuba consensuado con el pueblo y cuya aplicación se ha demorado demasiado.
El pensamiento del Che hoy día, viene como anillo al dedo en relación con lo acordado por el Partido Comunista de Cuba y principalmente por Raúl Castro, que ha sido el gran impulsor de modernizar y hacer eficiente nuestra economía, nuestras instituciones, labor que ha venido haciendo desde el 2008 y lo que el Presidente Miguel Díaz-Canel ha asumido. Con Raúl Castro, con Ramiro Valdés, con Miguel Díaz-Canel, está el Che.
No se trata de copiar ni aplicar la organización que creó el Che al inicio de la revolución de 1959 para hacerla viable y tampoco seguir en los caminos trillados que llevaron a la desaparición del bloque soviético. Se trata de pensar con cabeza propia e incorporar los principios, que, de modo resumido, expongo más adelante.
Che estaría de acuerdo con lo que Raúl expresó claramente: “Quienes apuestan por demonizar, criminalizar y enjuiciar a los trabajadores por cuenta propia escogieron un camino, que además de mezquino, es risible, por insostenible. Cuba cuenta con ellos como uno de los motores del desarrollo futuro. Y su presencia en el paisaje urbano inequívocamente llegó para quedarse…”
Che no se opuso a la pequeña y a la mediana empresa privada. No solo no se opuso, sino le garantizaba las materias primas, los materiales, piezas de repuesto, para que produjeran y funcionaran. Su cierre y desaparición ocurrieron tres años después que dejara de ser uno de los dirigentes de la economía cubana, unos meses después de su asesinato. Che pensaba que no había que destruir las relaciones monetario- mercantiles por decreto que nos habíamos encontrado, sino crear y desarrollar nuevas relaciones de producción sociales y políticas.
No se puede usar al Che para demonizar el desarrollo de entidades de producción, servicios privados y de cooperativas, contemplados en nuestra Constitución y la nueva Conceptualización del modelo cubano. Más bien Che nos puede ayudar a romper las trabas burocráticas que imponen los que no son capaces de cambiar de mentalidad y se aferran a viejos modelos que demostraron su ineficiencia con el colapso del modelo soviético. Che nos puede ayudar a desarrollar el socialismo cubano al que tanto aportó él.
Y todo lo anterior, sin descuidar la defensa y la solidaridad con el resto de los pueblos, con la humanidad.
El pensamiento, los sentimientos y la acción de Ernesto Guevara surgieron, se expresaron y se realizaron en el centro del proceso revolucionario más destacado y hereje de la segunda mitad del siglo XX: la Revolución Cubana.
Che pudo asumirla creativamente porque tuvo cuatro componentes en su formación que lo predispusieron a ello:
- La formación cultural, ética y social progresista dada por su familia y el entorno en que ella se movió, que pusieron a su disposición lo más positivo de la cultura occidental acumulada.
- La historia de Argentina, país donde nació y creció.
- La influencia de la República española y sus luchas.
- Su experiencia en el terreno: vivencias sociales directas en casi todos los países de América Latina, el Caribe y el sur de los Estados Unidos, en sus primeros veintitrés años de vida.
Por otra parte, la Revolución Cubana contaba con todos los ingredientes necesarios para impactar al joven argentino, culto y conocedor de las realidades de nuestra América. La Revolución Cubana se fundó sobre un pensamiento revolucionario autóctono de profundas raíces, que se había nutrido de lo mejor de la cultura y que había puesto la ética como piedra base para toda acción. Este pensamiento siempre había acompañado la palabra, la idea, la ilusión, la esperanza, el sueño, con la acción, puesto de manifiesto en cuatro revoluciones, desatadas en menos de ochenta y cinco años, de donde habían surgido y descollado dos pilares:
- Una escuela militar insurgente, cuya arma principal es la ética, que hoy día aún se estudia y usamos los cubanos, con efectividad para defendernos del imperialismo estadounidense.
- La obra de muchos pensadores revolucionarios, la cual alcanza su máximo exponente en José Martí. Sin Martí y sin el espíritu de Antonio Maceo y su familia no se puede comprender por qué Cuba no se desmoronó como el resto del bloque soviético, por qué sobrevivió a la Guerra Fría, sobrevivió al bloqueo más inhumano y criminal aplicado a un pueblo en la historia de la humanidad por la potencia más poderosa en los anales de la Historia.
Estos son los elementos esenciales para no olvidar, y tener presente en este siglo XXI. Porque el pensamiento martiano y una corriente del pensamiento marxista posterior a José Martí cuyos exponentes más brillantes son Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras, permitieron la elaboración de un marxismo de la subversión y no el de la obediencia; un pensamiento de cuestionamiento total a las verdades eternas del capital y del bloque soviético y los partidos comunistas, que se dedicaron más a interpretar que a transformar la realidad.
Mella, en una fecha tan temprana como 1925, al fundar el Partido Comunista en Cuba, en el mismo acto se enfrentó a las primeras manifestaciones de dominación y obediencia y distorsión del ideal libertario de la Revolución Rusa de 1917. Y Antonio Guiteras representó el antimperialismo consecuente e inspiración del camino que siguieron años después los revolucionarios cubanos.
El otro pivote, pilar, a tener en cuenta para comprender a Che, es la figura, el intelecto, la ética, la acción consecuente de su jefe y maestro, Fidel Castro Ruz. La amistad y comunidad intelectual que ambas personalidades establecieron, marcaron, en buena medida, la historia y la suerte de nuestra Revolución Cubana.
La Revolución de 1959 fue contra todo el saber y verdades establecidas en Occidente, en la izquierda y en la academia. Cuba era el único país del mundo donde era impensable que se diera, triunfara y se desarrollara una revolución antimperialista, que conquistara la independencia, la soberanía y se fundaran y crecieran instituciones populares inéditas de verdadera participación popular, tanto en la defensa como en la distribución del plus producto en los años sesenta.
Todavía hay quienes se quejan y no entienden el escándalo teórico-práctico y la herejía, que significó la Revolución Cubana, que no parecía posible al sentido común y a la razón organizada en teoría. La teoría marxista-leninista de los años cincuenta del pasado siglo contenía pocos estudios concernientes a los países del llamado Tercer Mundo (aún en nuestros días son insuficientes). Y es esta misma teoría, estas mismas interpretaciones del marxismo-leninismo, las que no dieron respuesta al problema esencial: la toma del poder y el establecimiento de una sociedad sobre pilares diferentes a los del capitalismo.
“…Toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación..”[1].
Y fue un principio de la Revolución Cubana, desde sus inicios, que no tenía sentido alguno realizar acción, organización, proceso productivo o político, si no iba encaminado y se obtenía el mejoramiento humano y la desalienación.
Estas son las premisas indispensables, desde mi modo de ver, para comprender los aportes de Ernesto Guevara de la Serna al Socialismo hoy día.
Ernesto, convertido en Che por sus compañeros cubanos, retoma el principio de dudar, la duda como método en la teoría revolucionaria. La teoría y el marxismo como movimiento y no como dogma. La teoría marxista como base útil de herramientas para pensar y actuar y no para meter la realidad en una camisa de fuerza, en un sistema rígido inalterable. La teoría y la práctica para subvertir, crear, y no para establecer un sistema de obediencia y dominación que discursara de la manera “El Partido pensó por ti y tú debes digerir”, en palabras del Che.
En el campo de la teoría marxista dedicada o establecida por la existencia de la Unión Soviética —me refiero a la Economía Política y sus manuales, su Socialismo y Comunismo Científico— Che fue tajante, afirmó que ésta estaba en pañales, es decir aún por hacer.
Che, al igual que Fidel, vaticinó que la Unión Soviética y los países de Europa del Este marchaban irremediablemente hacia el capitalismo y expuso algunas de las causas que originaban este proceso. Che se percató de que el sistema soviético estaba permeado por los principios económicos, ideológicos y la ética del capitalismo. Che no se limitó a la crítica, sino que desarrolló un pensamiento y una práctica alternativos desde los inicios de la Revolución Cubana.
Che se percató de que para crear el socialismo hay que crear una cultura alternativa a la capitalista, y esto lo tomó de los revolucionarios cubanos, que desde el siglo XIX tenían presente que no se podía construir un país independiente y soberano sin unas bases éticas y culturales distintas de la metrópoli española primero, y del imperialismo estadounidense después.
Cuando producimos una bicicleta, por ejemplo, no solo se obtiene un bien material, sino que se produce y reproducen las relaciones económicas, sociales, ideológicas, jurídicas, éticas, imperantes en el instante de producir la bicicleta.
Che no creía que el desarrollo económico fuera un fin en sí mismo: el desarrollo de una sociedad tiene sentido si sirve para transformar a la persona, si le multiplica la capacidad creadora, si lo lanza más allá del egoísmo. Y este viaje del yo al nosotros, al desarrollo de la individualidad y a la libertad, no se puede hacer con los instrumentos, las categorías y la ética capitalista.
No es renunciar a la mercancía ni a las relaciones monetario-mercantiles, es sencillamente producir por el valor de uso y no por el valor de cambio. Producir para satisfacer las necesidades de la comunidad, de la población; no por el afán de riqueza material, olvidando la riqueza espiritual y las necesidades materiales de toda la población y no solo de una minoría.
Las nuevas relaciones socialistas de producción tienen sentido si disminuyen la alienación de los trabajadores y tienden a eliminarla paulatina y definitivamente, ajenas a relaciones económicas y a un aparato empresarial y estatal que declaran que la propiedad es de todo el pueblo pero no permiten la participación en las decisiones que van, desde elegir a sus dirigentes, hasta discutir e incidir en las proporciones en que se distribuye la renta nacional: cuánto al consumo y cuánto a inversión y a acumulación.
Che retoma las tesis centrales del marxismo referidas al desarrollo integral del proceso revolucionario: la transformación de la sociedad no solo es un hecho económico, material, sino simultáneamente ideal, humano, de conciencia, de lo subjetivo; y es ante todo un proceso de desalienación y de creación de una nueva ética cotidiana.
No puede haber socialismo si la economía no se supedita a una ética, desde sus raíces diferente a la ética capitalista.
Valor de uso y conciencia, creación de valores de uso para satisfacer las necesidades, acompañada de la fundación de una nueva ética y de una conciencia ajena a los valores imperantes en las sociedades capitalistas.
La conciencia como elemento activo, como fuerza material y con fuerza propia. Che lo aprendió con el pueblo cubano, con Fidel y la Revolución que el pueblo cubano materializó en los años cincuenta contra la dictadura de Batista y el sistema imperante, y en los primeros años de esa Revolución triunfante. Che llevó este conocimiento práctico, vivido en parte por él mismo junto al pueblo cubano, a la elaboración de fundamentos teóricos y prácticos para crear un sistema económico que respondiera al sueño de una nueva sociedad socialista. Y como base de lo anterior, la certeza de la imposibilidad de desconectar la economía de los ideales que se persiguen.
Che se percata de que si se establecen mecanismos capitalistas o mercantiles seudo capitalistas no es posible aspirar, aunque se haga mucho trabajo político, a que las personas que vivan, trabajen y actúen bajo los efectos de estos mecanismos asuman una moral no capitalista.
Che encontró en Cuba las técnicas de dirección administrativas, sistemas de contabilidad, costos, auditoría, y las primeras computadoras IBM aplicadas a la contabilidad —las más avanzadas del mundo entonces— en algunas transnacionales, no en Washington D.C., ni en Roma, ni en París, ni en Londres, sino en La Habana de 1959.
Che encontró en la Unión Soviética y en los países del Este el ábaco, la contabilidad capitalista pre monopolista de fines del siglo XIX e inicios del XX.
Che toma de las transnacionales todas estas técnicas administrativas, contables, de costos, y se niega a tomar de la Unión Soviética su sistema llamado cálculo económico, que empleaba las técnicas anticuadas referidas anteriormente y funcionaba con el sistema de categorías y la lógica que mueven la economía capitalista.
No importa solo la cantidad y calidad de los bienes materiales elaborados, sino el modo en que se producen y las relaciones sociales que se desprenden de dicha manera de producir y distribuir lo producido. Y Che no idealizaba al hombre. En una reunión en su Consejo de Dirección del Ministerio de Industrias, reflexionaba:
“El problema es que la gente no es perfecta ni mucho menos, y hay que perfeccionar los sistemas de control para detectar la primera infracción que se produzca, porque esta es la que conduce a todas las demás. La gente puede ser muy buena, la primera vez, pero cuando basados en la indisciplina cometen actos de substracciones de tipo personal para reponer a los dos o tres días, después se va enlazando esto y se convierten en ladrones, en traidores y se van sumiendo cada vez más en el delito”.
Che desarrolló un modelo económico que pude poner en práctica por cuatro años, con muy buenos resultados en lo económico y en la creación de aptitudes revolucionarias, que hizo posible que todos en la empresa estatal nos sintiéramos más libres, más plenos, más dignos, más personas.
Che y Fidel aspiraban a poner la economía en función de las personas y no a las personas en función de la economía. El socialismo real del siglo XX no pudo generar, parir, un sistema económico que produjera nuevas relaciones económicas de producción y nuevas relaciones sociales. La construcción socialista tiene que conjugar producción, organización y conciencia como fenómenos simultáneos, que deben tener como elemento central el ser humano y, como su fin, su libertad.
El socialismo de Che es más cercano al comunismo de las comunidades indígenas de los Andes que al socialismo que existió en el pasado siglo.
Che se propuso apostar por los tres desafíos ante los cuales fracasó el “socialismo real” del siglo XX:
- Un sistema económico sin usar categorías capitalistas para su funcionamiento, y una economía eficiente en función del ser humano.
- Un sistema ideológico-cultural alternativo al capitalista.
- Una participación real, consciente de la población en la toma de decisiones, una sociedad participativa.
El socialismo no es un sistema más humano que el capitalismo porque una nueva clase o casta dominante e iluminada distribuya con sentido más justo y paternalista las riquezas producidas, sino porque se trata de un régimen de genuino poder popular.
Che trató de aplicar al marxismo mismo y a su experiencia práctica su concepción de la historicidad de todo pensamiento, de rescatar su esencia, también, de abolir los dogmas marxistas que prevalecieron a lo largo del siglo XX y que prefiguraron los resultados obtenidos.
Creo que estamos en la etapa del despertar, de la búsqueda, de volver a potenciar individual y colectivamente la imaginación creativa para afrontar todos los grandes retos, para preservar el planeta y todas las especies vivientes.
El capitalismo no tiene nada humano que ofrecerles a nuestros pueblos. Tenemos que crear muchas experiencias alternativas fuera de los principios y de la lógica del capital.
El conocimiento de la obra de Ernesto Che Guevara nos puede reforzar el pensar con cabeza propia, cada comunidad, etnia, género, pueblo, nación, e ir creando colectiva e individualmente distintos modelos donde se respete la naturaleza, la tierra, a todas las especies y al ser humano en sus dignidades.
Cuba, a pesar de los errores que hemos cometido, está en pie frente al imperialismo estadounidense, buscando aún cómo apoyar este proceso mundial y regional latinoamericano, y cómo encontrar nuestro propio camino hacia la sociedad como la soñaron para toda la humanidad Marx, Engels y Lenin y, para la nuestra en específico, Céspedes, Agramonte, Maceo, Martí, Mella, Guiteras, Abel Santamaría, Frank País, Che, Fidel, Raúl y tantas decenas de miles de cubanos anónimos que dejaron sus huesos en el camino para lograr el sueño utópico de una sociedad sin explotación del hombre por el hombre, con libertad, poder popular real participativo.
Y estamos seguros de que lo lograremos, aunque tengamos que realizar nuestra sexta revolución.
A inicios de los noventa del siglo pasado, era posible aún hacer creer al ciudadano de a pie que el neoliberalismo podía aportarle mejoría a él y a su familia. Hoy día, es evidente que el modelo neoliberal hace agua como modelo civilizatorio, pues globaliza la injusticia, la desigualdad y la pobreza a niveles explosivos para todo el sistema occidental. Cada día, nuevos representantes del establishment reconocen que si no introducen urgentemente cambios en las políticas, los daños al medio ambiente serán irreversibles, y que la estabilidad del mismo sistema occidental será muy frágil y dará paso a situaciones incontrolables, porque particularmente los Estados Unidos ha desarrollado políticas económicas que conducen a cientos de millones de personas a condiciones de vida infrahumanas; además —y no menos grave— sus políticas agreden la dignidad individual y colectiva, de naciones, de pueblos enteros, desarrollando en Occidente una intolerancia brutal hacia otras culturas y religiones.
La ideología neoliberal, posmodernista y de la globalidad, esto es, el pensamiento único, tampoco garantizan el bienestar del Norte, ni producen un desarrollo de la espiritualidad, de la ética, de la cultura en función de la individualidad y de las comunidades, sino que lanzan a las personas al individualismo, al egoísmo más brutal y deshumanizado hasta hoy conocido. Y hacerlo sin dejar que sea el mercado que dicte la vida cotidiana y las prioridades, sin dejar de tener a la persona en el centro de la economía. Donde impera el Mercado no hay democracia.
No tiene sentido ninguna acción humana, económica, política, social, si no va dirigida al mejoramiento humano.
Che le es útil al mundo hoy día, porque fue un observador privilegiado del funcionamiento del capitalismo, tanto en los países capitalistas del Primer Mundo como los del Tercer Mundo, las excolonias latinoamericanas y africanas, y la acción del neocolonialismo en la primera mitad del siglo XX.
Che nos es útil hoy día porque también analizó la experiencia soviética y de los países socialistas del Este europeo, y llegó a la conclusión 25 años antes que aconteciera, que la Unión Soviética marchaba hacia el capitalismo:
“Desgraciadamente a los ojos de la mayoría de nuestro pueblo y a los míos propios llega más la apología de un sistema que el análisis científico de él. Esto no nos ayuda en el trabajo de esclarecimiento y todo nuestro esfuerzo está destinado a invitar a pensar, a abordar el marxismo con la seriedad que esta gigantesca doctrina merece”.
La Historia le dio la razón[2] .
Che puso en un cuerpo teórico coherente la cultura revolucionara del pueblo cubano, que resultó ser esa ideología revolucionaria que nos salvó del descalabro del socialismo soviético y de Europa del Este y de los Cantos de Sirena del Neoliberalismo. Teoría, enseñanzas que nos pueden ayudar a pensar con cabeza propia, a analizar, detener el caos, la destrucción que el capitalismo ha hecho y realiza de la Naturaleza y de la humanidad.
Karl Marx no se equivocó tampoco cuando escribió:
“El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos”.
Esa ideología martiana, fidelista, marxista, que Che estructuró en un cuerpo teórico, es la que permite hoy al pueblo cubano seguir desarrollando el socialismo cubano y derrotando al imperio, incluso con la ley Helms-Burton, esto es, el bloqueo comercial, económico y financiero que ningún país o región ha sufrido por más tiempo en la historia de la humanidad.
Las relaciones monetario-mercantiles no se pueden quitar por decreto, sino que en la medida en que vayan creciendo las nuevas relaciones económicas, sociales, culturales del socialismo van disminuyendo entonces las relaciones mercantiles.
Che nos es útil porque es un idealista -sin idealismo, sin utopía, sin romanticismo, como han dicho tantos, no existe la humanidad-, pero es un idealista que tenía los pies en la tierra y sabía la calidad de la gente, sabía valorar y por eso daba el ejemplo. Che desarrolló el arma fundamental de los revolucionarios: la ética; el socialismo cubano, los revolucionarios cubanos desde las luchas contra el colonialismo español hasta el día de hoy, sitúan al ser humano en el centro y eso te da la ética que el Che entendió.
El Che está de vuelta porque la gente se da cuenta de que nos están embruteciendo a nivel mundial, que no quieren que pensemos y nos quieren borrar la memoria histórica. Y Che es tan puro, ha sido y es tan consecuente en lo que pensaba, sentía y hacía, que nos sigue inspirando, no sólo a los cubanos, para establecer una sociedad mucho mejor en la cual realmente podamos quitar el capitalismo y crear una sociedad que no destruya el planeta y acabe con la explotación del hombre por el hombre.
Che desarrolla lo que el Marx maduro, al hacer ciencia, descuida, a lo que tampoco Lenin presta mucho tiempo, ya sea por tener otras tareas históricas, teóricas y prácticas más importantes y perentorias o porque tenía una concepción distinta a la desarrollada por Che.
La Revolución Cubana se caracterizó desde sus inicios por situar a la persona en el centro. No se convocó a la Revolución solo para alcanzar un nivel material de vida superior, sino para obtener la dignidad individual y colectiva, la independencia, la soberanía, el acceso de todos los desposeídos —proletarios o no— al poder, a la educación, a la cultura y a la salud y contra cualquier otro tipo de abuso de los derechos de la persona, contra la discriminación racial y de la mujer.
Por ello no es de extrañar que diera origen a un marxismo que privilegiara al ser humano y que rechazara tanto al liberalismo pragmático individualista como a las diversas interpretaciones del marxismo dogmático, mecanicista, enajenante, que impone un colectivismo que aplasta las individualidades, cientificista; y a aquellas, que al hacer mucho énfasis en el papel del proletariado, de la clase obrera, descuidan, subestiman, o se olvidan “…que son hombres los que se mueven en el ambiente histórico”; interpretaciones del marxismo que trasladaban relaciones capitalistas y una enajenación, en ocasiones más profunda, que le negaban al hombre toda posibilidad de “forzar” su medio; que le inculcaban un conformismo, una aceptación de lo establecido, porque venía dictado por “leyes objetivas” que él no podía cambiar y lo más que se podía hacer era que sus dirigentes las interpretaran y el Partido decidiera por él, que lo llamaba a que no era él como individuo el que podía proyectarse para hacer la Revolución, sino la clase obrera, proletaria y su partido de vanguardia, comunista, la que les indicaría, cómo y cuándo eliminar las causas de su enajenación.
La lectura de las cavilaciones de Marx y su correspondencia a raíz de la Comuna de París nos permite disfrutar la frescura de la obra del Marx joven, que el peso científico de su obra licuó, en su madurez.
El período 1959-1961 es muy importante para comprender la evolución del pensamiento de Che. En este tiempo Che empieza a fundar una concepción y un modelo socialista alternativos al soviético, que se había identificado hasta entonces como el único socialista, marxista, posible. Che contaba para ello con la participación consciente de la persona y la auto transformación de su conciencia. A diferencia del marxismo de la época, percibía la conciencia como un elemento activo, con fuerza propia. Che había sido testigo y protagonista de la Revolución Cubana, de la fuerza de la conciencia desarrollada por la población para derrocar la tiranía y para dar inicio a profundos cambios culturales, económicos, políticos y sociales. En esta etapa los revolucionarios siempre estuvieron en minoría material (8000 fusiles del pueblo contra un ejército de 100 000 tropas), pero la conciencia devino fuerza material, tan poderosa como los aparatos de represión que poseía la dictadura. El pueblo logró imponerse y obtuvo su libertad un 1ro. de enero de 1959.
Al triunfo de la Revolución se iniciaron profundas transformaciones económicas (rebaja de los alquileres de la vivienda en un 50%, Reforma Agraria, fin de la discriminación institucional, etc.) que concitaron la oposición de poderosas fuerzas materiales (transnacionales estadounidenses, el gobierno de los Estados Unidos, la alta burguesía cubana, etc.), pero el pueblo cubano pudo derrotarlas porque surgió una nueva fuerza, tan poderosa como los fusiles: la conciencia, el valor de una idea justa.
No es de extrañar que Che, al abordar la configuración del modelo económico, tenga en cuenta esa fuerza formidable que el pueblo cubano materializaba a diario. En los años sesenta, entre el humanismo de Marx y de Engels en sus obras de juventud, el humanismo de Martí, la conducción de Fidel Castro y la actividad revolucionaria cotidiana del pueblo cubano, había muchas coincidencias y quizás ninguna diferencia esencial.
Che aprende a medir los procesos no solo por la cantidad sino por su calidad: el modo en que se producen y las relaciones que brotan entre los hombres por este modo.
A fines de 1960 y principios de 1961, Che y su equipo tenían configurado los principios y algunos de los procedimientos de lo que llamó Sistema Presupuestario de Financiamiento. Este demostró su efectividad en la dirección de la economía nacional y su carácter más humano en la interrelación entre las fuerzas productivas, el nivel de las relaciones sociales de producción, y su vinculación con la superestructura, las clases y el individuo. Ello fue un mérito histórico de Che porque por primera vez estableció un sistema pensado y actuado por un protagonista del y desde el Sur, que propiciaba la tendencia de que la conciencia del productor jugase, cada vez más, un papel ascendente, predominante. “El sistema presupuestario es parte de una concepción general del desarrollo de la construcción del socialismo y debe ser estudiado en su conjunto”.
Che elaboró el Sistema Presupuestario de Financiamiento porque no compartió el modelo soviético.
“Siempre ha sido oscuro el significado de la palabra “cálculo económico”, cuya significación real parece haber sufrido variaciones en el transcurso del tiempo, lo extraño es que se pretenda hacer figurar esta forma de gestión administrativa de la URSS como una categoría económica definitivamente necesaria. Es usar la práctica como rasero, sin la más mínima abstracción teórica, o peor, es hacer un uso indiscriminado de la apologética. El cálculo económico constituye un conjunto de medidas de control, de dirección y de operación de empresas socializadas, en un período, con características peculiares”.
No importa solo la cantidad y calidad de bienes materiales elaborados, sino el modo en que se producen y las relaciones sociales que se desprenden de dicha manera de producir y distribuir lo producido.
Sin embargo, el que Che viera la conciencia como un elemento activo, como una fuerza material, un motor de desarrollo de la base material y técnica, no implica que soñara con quimeras románticas e irrealizables. Conocía al hombre y la naturaleza de este al salir del cieno burgués como ya hemos expuesto en las páginas precedentes.
Por lo general, cuando se presentaron crisis en el funcionamiento de la economía socialista, lo que habitualmente ocurrió fue que la discusión giró en torno a la eficiencia económica, tendió a concentrarse en los aspectos técnicos y administrativos del problema y omitieron la dimensión socio-político-ideológica de las opciones debatidas. Solo se cuestionó la superestructura o parte de ella, mientras la base quedó al margen de toda sospecha.
Las ideas económicas de Che no son un accidente en la historia de la economía política, ni constituyen tampoco un sistema teórico aislado. Sus ideas son un producto lógico del propio devenir histórico de la lucha revolucionaria anticapitalista y de la ciencia económica en un momento específico, decisivo y de cambio de su desarrollo. Che responde a la necesidad creciente de nuestros pueblos —tanto los pueblos del Sur como del Norte—, de unir en un todo único la ética con la economía. Che aspira a poner la economía en función de las personas y no a las personas en función de la economía, como ya había ocurrido en los regímenes del socialismo existentes y acaece bajo todas las variantes de capitalismo. Y es en este terreno donde Che enriquece de modo teórico y práctico el lugar de la condición humana en la teoría marxista.
El socialismo del siglo XX también se perdió porque no fue capaz de crear un modelo de funcionamiento y desarrollo económico eficiente basado en principios distintos a los del capitalismo, con su lógica y dinámica propia; un sistema económico que no se basara para su funcionamiento en las categorías capitalistas y en las concepciones de progreso y de cultura que el capitalismo posee. El socialismo real del siglo XX no pudo parir un sistema económico que generara nuevas relaciones económicas de producción y nuevas relaciones sociales —también éticas, situamos la ética en este nivel— entre las personas, entre los productores, entre los obreros y demás clases y capas sociales presentes en el período de transición socialista, diferenciadas de las capitalistas.
La obra que nos legó Che apunta en la dirección de encontrar esta especificidad de la economía política de un sistema alternativo al capitalismo, y algunos de los principios en los que debe fundarse.
El capital, cada vez más, ha dominado y reina en Occidente, recurriendo pocas veces a la fuerza bruta. La sociología, la psicología, la ciencia de la comunicación, y otras disciplinas de la Educación Superior, han sido puestas como nunca al servicio de sus intereses de clase y han logrado una dominación espectacular de toda la sociedad civil, incluyendo a la clase obrera —llamada por Marx a encabezar y a desarrollar la Revolución comunista—, dominación a la que el marxismo no ha sabido responder.
Es una deficiencia grave. Se ha ignorado y/o subestimado, despreciado, o simplemente se han refugiado en los postulados ineluctables de Marx y Engels, con la inevitabilidad de la Revolución socialista, el papel obligado de la clase obrera a ser la vanguardia de la Revolución, etc. Nos hemos convertido más en especialistas enciclopédicos de la obra de Marx, Engels, Lenin y otros marxistas destacados del pasado lejano y reciente, que en la tarea de ser creativos y producir ideología y análisis que encaren los nuevos desafíos del capitalismo de nuestros días y nos permitan ser audaces, imaginativos, y buscar y encontrar alternativas.
Che, desde 1959, comenzó un proceso de descubrimiento de estas realidades, comenzó a percatarse de ello y fue ganando conciencia de que la interpretación que él hacía de sus lecturas de Marx era diametralmente opuesta a los paradigmas de las diversas interpretaciones marxistas de su época.
Otro de los elementos que diferencian radicalmente el socialismo cubano de las distintas interpretaciones del marxismo es la interpretación de la ley del valor y su supuesta “utilización” en la gestión económica del período de transición socialista.
Che se percata que no basta con establecer jurídicamente la propiedad sobre los medios de producción por parte del pueblo para determinar que el proceso de construcción de una sociedad más humana esté garantizado:
“Frente a la concepción del plan como una decisión económica de las masas, conscientes, se da la de un placebo, donde las palancas económicas deciden su éxito. Es mecanicista, antimarxista. Las masas deben tener la posibilidad de dirigir sus destinos, resolver cuánto va para la acumulación y cuánto al consumo, la técnica económica debe operar con estas cifras y la conciencia de las masas asegurar su cumplimiento. El estado actúa sobre el individuo que no cumple su deber de clase, penalizándolo o premiándole en caso contrario, estos son factores educativos que contribuyen a la transformación del hombre, como parte del gran sistema educacional del socialismo. Es el deber social del individuo el que lo obliga a actuar en la producción, no su barriga. A eso debe tender la educación”.
Che comprendió la urgencia de alertar al pueblo cubano y a la humanidad, del fraude que representaba la orientación que había asumido el socialismo del Campo Socialista, el existente, a nombre de los ideales marxistas y comunistas. De esos esfuerzos nos legó una producción teórica. En mi libro sobre Che[3] vienen algunos de estos últimos escritos inéditos, y las razones, los argumentos, que hicieron a Che, en la década de los sesenta, llegar a la conclusión de que los soviéticos habían extraviado el rumbo y estaban, en realidad, reconstruyendo el capitalismo.
Escritos y discursos que pretendieron también poner a debate público todos estos temas, con la intención que prevaleciera la cultura del debate, la tolerancia y el respeto a la opinión ajena, la búsqueda creativa, y evitarle al pueblo cubano el camino que seguía el resto de los países del Campo Socialista.
Che se propuso que el proceso de destrucción del poder capitalista no generara en Cuba la lógica del funcionamiento de los mecanismos de poder de todos los modelos de transición socialista que se han experimentado en el siglo XX, con sus diversas variantes: procesos que conducen del protagonismo de la clase obrera al del partido, y de este, a sus aparatos de dirección y mando, y de aquí a un poder personal. El resultado es que las masas, y dentro de ellas la propia clase obrera, quedan marginadas del poder real, de la toma de decisiones, del ejercicio cotidiano del poder.
Se trata de aplicar al marxismo su concepción de la historicidad de todo pensamiento, de rescatar su esencia. También se trata de abolir los dogmas marxistas que han prevalecido a lo largo del siglo XX y que han prefigurado los resultados obtenidos.
El capitalismo no tiene nada humano que ofrecer a la inmensa mayoría de la humanidad, ni material ni espiritualmente. Su tendencia hasta hoy es a incrementar la alienación de las personas, no solo de las que habitan en los países capitalistas subdesarrollados, sino de los pueblos que viven en el Norte rico, e incluso de su propia clase dominante.
La salvación ecológica del planeta mismo depende de la capacidad que encuentre la humanidad para frenar las intrínsecas tendencias depredadoras del capitalismo en su perenne afán por maximizar ganancias.
El capital, en los países desarrollados, se lanzó a inicios de la década de los noventa a una nueva ofensiva para quebrar los sindicatos y destruir las conquistas laborales que los trabajadores de los países desarrollados obtuvieron a sangre y fuego a fines del siglo XIX y principios del XX y que alcanzó su máxima expresión con lo que se conoce como Estado de Bienestar. Nuevos conceptos de “flexibilidad”, “competitividad” en el mercado laboral, etc., metamorfosean la realidad: el capital requiere recortar el salario de los trabajadores, aumentar sus horas de trabajo, quitarse de encima gastos indirectos de producción y servicios y transferirlos al trabajador, que el salario de los trabajadores asuma estos gastos, con el fin de mantener e incrementar su tasa de ganancia y hacer competitivos sus industrias y servicios en el mercado mundial, en el que se pugna por un nuevo reparto.
El capitalismo es obsoleto porque no es capaz de: evitar la destrucción del medio ambiente; solucionar el desempleo creciente, que es una necesidad y un mal estructural del sistema, como ya lo declaran los gobernantes occidentales sin cortapisa; frenar el decrecimiento económico del Tercer Mundo, y encontrar la solución de todos los males que flagelan a las poblaciones del Sur; evitar el incremento del racismo, la violencia contra la niñez, la desigualdad de la mujer y la práctica creciente de la violencia contra ella.
Presenciamos en la década de los noventa el inicio del fin del Estado de Bienestar para los habitantes del Norte, la incapacidad de poner las fábricas a su explotación planificada, la agricultura al servicio de las necesidades de la humanidad, el desarrollo de la técnica y de la economía acorde con la dimensión humana. Nada de lo anterior ha resuelto el capitalismo en siglos de existencia, y en adelante, tampoco lo podrá resolver porque, entre otras razones, lo que mueve el sistema es la extracción de plusvalía de la masa trabajadora, el afán de lucro a cualquier precio. El capitalismo nunca ha podido conjugar satisfactoriamente el dinero y la ética, las necesidades espirituales y materiales de las personas; y ha demostrado su incapacidad para satisfacerlas.
Para los países del Sur, la realidad es aún más trágica, así lo corrobora las estadísticas de instituciones de la ONU, como el Banco Mundial y el FMI, de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y de otras instituciones de poder y dominación capitalista.
La tendencia de la Tasa de Ganancia del Capital continúa disminuyendo y el Capital compensa este fenómeno del sistema, explotando aún más al Sur a través de mecanismos como el pago compulsivo de la deuda externa, produciendo en los últimos años una disminución del ingreso per cápita.
América Latina padece todos los males de la globalización y la postmodernidad y ninguna de las ventajas prometidas: el crecimiento económico sin empleo; la concentración del saber en el Norte deja fuera a nuestros pueblos de las tecnologías de punta, de la creación y el desarrollo de centros de investigación científica; la destrucción del medio ambiente —envenenamiento de las fuentes de agua potable, tala de los bosques—, etc.; el desarrollo del modelo de crecimiento basado en las exportaciones a todo trance, la privatización de las empresas estatales y los servicios de correos, salud, educación, seguridad social, lo que origina un crecimiento sustancial de la pobreza; la apertura de las fronteras para el flujo libre de capitales, flujos financieros y de mercancías provenientes del Norte, de modo que se arruinan las economías nacionales, y no así el flujo libre de personas del Sur para el Norte; reducción del salario real, dependencia alimentaria del exterior, incremento de la deuda externa; etcétera.
Uno de los logros inobjetables del capitalismo neoliberal es su éxito en la manipulación de las instituciones estatales, privadas y de la opinión pública. El neoliberalismo invirtió centenares de millones de dólares desde los años ochenta con el objetivo de dominar la formación de la opinión. En los últimos veinte años se ha originado una concentración de los medios de comunicación, sin precedente en la historia. Menos de cuarenta personas dominan más del 80% de los medios masivos de comunicación: TV, internet, prensa diaria, revistas, radio, etcétera.
Sumado a lo anterior, el gran capital continuó comprando casi todas las editoriales del mundo e impuso su discurso ideológico, tanto en lo que se publica, como en lo que se vende y se lee. Se va sometiendo a las poblaciones del mundo utilizando, desde el uso brutal de la fuerza, como hemos presenciado a lo largo de la década de los noventa e inicios del siglo XXI, hasta métodos más finos que nos convierten en ciudadanos consumidores obedientes cada día más pobres espiritualmente. Lanzan a la juventud al consumo desenfrenado de drogas y de cualquier bien material superfluo, y al empobrecimiento total de su espiritualidad y su formación cultural humanista.
Muchos desean ver concretado en un programa de acción, en un movimiento, en una asociación, en un partido o un conjunto de ellos, el camino concreto alternativo al actual estado de cosas. Muchos, que comienzan a despertar de la etapa de desaliento aplastante en la que nos impusieron no pensar y a aceptar el modelo de globalización neoliberal como lo menos malo de lo posible —etapa en la que la ideología neoliberal inmovilizó a grandes mayorías en los años noventa, con su imposición de un pensamiento único—, muchos desean hoy una luz para remontar el túnel en el que nos ha sumido el neoliberalismo.
Creemos que estamos en la etapa de la búsqueda, de volvernos a ilusionar, de volver a potenciar individual y colectivamente la imaginación creativa para afrontar todos los grandes retos para preservar la naturaleza y a todos los seres vivientes.
En los últimos treinta años, y particularmente en los últimos 12 años, hemos venido aceptando la materialización del capitalismo neoliberal y participando en diversa medida en la relegación de los valores humanos elementales, de la espiritualidad, a una escala nunca antes vista, y aceptando pasivamente la imposición de una cultura dominante creada y propagada desde los centros del poder mundial, que niega todo pensamiento, que enajena al ciudadano común del espacio para pensar con cabeza propia, decidir, votar libremente y elegir sin manipulaciones a los dirigentes que representen mínimamente sus intereses personales, locales, laborales y como comunidad cultural.
Votamos —donde existe democracia representativa— y luego los elegidos hacen otra cosa y no tenemos poder sobre ellos hasta la nueva elección dos, cuatro, seis o siete años después. En este período, avanzó cada día más la uniformidad gris del neoliberalismo, que llevó a la gente a la desilusión, al desconcierto, a la evasión y a sumergirse en un individualismo feroz y uniforme a través de los programas globalizados de la TV y de la industria de Hollywood.
Una mirada atrás nos permite observar que en muchas de las crisis que la humanidad ha tenido en su historia más reciente y conocida de los últimos seis mil años, las salidas y las respuestas han surgido de una manera inesperada, impensable con el instrumental organizativo conceptual a mano por los pensadores de cada época. Por lo general las soluciones han brotado de la imaginería popular, por la fantasía, la capacidad de soñar y luchar por una vida mejor, de grandes segmentos de la población —llámese clase social, grupos, etc.—, que han padecido de muy diversa manera por limitaciones extremas al acceso a los bienes más elementales de subsistencia material y desarrollo de sus intereses, y por la represión en la expresión de sus pensamientos, fe, ética e intereses culturales; y en muy pocas ocasiones las respuestas han venido de las instituciones establecidas por los partidos y grupos políticos de oposición al statu quo. Más bien, muchos de esos partidos, grupos y organizaciones religiosas han capitalizado ese caudal de iniciativa y creatividad por cambiar lo establecido y se han sumado al carro acercándolos a sus intereses en diversa medida.
Desapareció el Campo Socialista, y todo lo que justificaba la carrera armamentista, los grandes presupuestos de guerra que limitaban la sociedad de bienestar en el Norte y el desarrollo en el Sur. Y hemos presenciado en las últimas décadas, que los países capitalistas del Norte —que son a su vez los grandes productores de armas (dentro de ellos, los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia producen el 80% del total mundial) y los que desatan las guerras para que se consuman sus armas y volver a producir más y aumentar las ganancias de su macabro negocio—, no solo no han reducido sus producciones, sino que asistimos en el siglo XXI a la reactivación de la idea loca de imponernos una carrera armamentista de proporciones colosales, nunca vista, con una nueva generación de armas atómicas y con el plan del escudo anti misil y la guerra aeroespacial desarrollado e impuesto a la humanidad por los Estados Unidos, cabeza del poder mundial neoliberal. Y contra Cuba, además del bloqueo económico, comercial y financiero, desarrollan una sofisticada guerra mediática e ideológica sin par.
La década de los noventa del siglo pasado se inició sin el comunismo como protagonista, con el capitalismo como único actor, y hoy no hay dudas que el capitalismo es el causante de muchas guerras desatadas por el sistema con el saldo de millones de muertos, heridos, lisiados de por vida. Despertamos nuevamente y volvemos a asumir que cuando existen personas que sufren pobreza, maltratos y falta a su dignidad no podemos quedar ajenos. No podemos declararnos que no podemos cambiar el estado de cosas que lo provoca.
Quizás uniendo individualidades bajo bases nuevas, libres de las que llevaron a los errores del siglo XX, podríamos hallar soluciones sostenibles a cada uno de los problemas que aquejan la existencia misma de nuestro país y del planeta. Y decimos nuevas bases, porque la globalización última del capital está cambiando la naturaleza del poder; hemos presenciado en la última década del siglo XX, una disminución considerable del poder por parte de los estados nacionales.
Hemos presenciado que no existen diferencias sustanciales en las decisiones tomadas y las conductas entre gobiernos capitalistas de izquierda, de centro o de derecha. La nueva relación de poder de la globalización obliga a pensar más en buscar una nueva relación de poder en la sociedad civil, para subvertir la existente.
El capitalismo no tiene nada humano que ofrecerles a nuestros pueblos. El ideario de Che, su vida, sus acciones, sus escritos, ocupará un lugar destacado en la tarea del desarrollo del pensamiento y de la ética en la búsqueda de una sociedad con rostro humano, el que la humanidad, finalmente, merece.
Es cierto que las regulaciones y leyes que desde el inicio de la Revolución fueron conformando el Bloqueo, la Ley Torricelli de 1992 y la Helms-Burton 1996, nos deterioran material y moralmente. Como también decía el Che, con hambre no se puede construir el socialismo. Hay que buscar mecanismos para garantizar que la gente tenga comida, ropa, trabajo, que no tengan que robar para vivir. El Che no era un idealista. Tenía los pies tan en la tierra, igual que Fidel, que ambos dijeron que la Unión Soviética iba a desaparecer y no se equivocaron. Para haber hecho ese pronóstico y haber dicho por qué iba a desaparecer, hay que ser muy realista.
Pienso que, a pesar del deterioro, el imperio ha tenido que tomar nuevas medidas, incluyendo las de la Administración Trump, porque no nos han podido quebrar. Nuestro pueblo no está quebrado. Estamos con la camisa rota por aquí, el pantalón tiene un hueco por acá, tenemos algunas heridas que todavía sangran, pero estamos vivos, estamos llenos de energía, de ética y estamos llenos de presente y de futuro.
Han tratado de denigrar el ideal del Hombre Nuevo. Cuando yo veo a los médicos cubanos trabajando en pueblos indígenas de la Amazonía, trabajando en lugares perdidos en África, como es el caso de los dos compañeros que tenemos que rescatar a los que nos han secuestrado y los otros que están allí y no se han ido; luchando en el pasado contra el Ébola y hoy día contra el COVID-19, ¿qué más hombre nuevo que eso? El que va todos los días al trabajo y que no puede hacer cuatro comidas al día porque el salario no le alcanza, ese es el hombre nuevo también.
Los que están en contra del Che quieren idealizar también el concepto de hombre nuevo del Che. Si en Cuba no hubiera un hombre nuevo, simple y sencillamente, no estuviéramos aquí. Los Cinco Héroes ¿de dónde salieron? Son gente de pueblo, que no se quebraron cuando fueron condenados injustamente y apresados en las cárceles estadounidenses. En el concierto de Silvio Rodríguez, dos días después de su regreso a Cuba, aparecieron ellos con sus madres, con sus esposas y Gerardo contaba: “En el momento peor, cuando estábamos en las celdas de castigo, cuando no hablábamos con nadie, nos poníamos a cantar las canciones de Silvio[4]”.
Una vez más el pueblo cubano está a prueba –como escribió Che en 1966:
“Nuestra fuerza de corazón ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no esquivando su interrogación formidable”.
Notas: