La Expedición de 1806 que Miranda estuvo preparando, planificando, calculando los recursos y apoyos necesarios y, sobre todo, coordinando con otros patriotas que se encontraban en América, los cuales, según le decían reiteradamente en sus cartas, se levantarían en cuanto vieran aparecer sus barcos cerca de las costas, y cuyo objetivo era poner fin al imperio español en América, no logró finalmente convertirse en la chispa final que incendiaria la pradera.
Dos grandes obstáculos, quizás no bien calibrados por Miranda, lo impidieron. En primer lugar, las muy extensas y bien engrasadas redes de espionaje bajo las cuales España mantuvo siempre a Miranda, casi desde el mismo momento en que ingresó al ejército real por el año de 1773 y de las que quizás Miranda se había un poco desentendido desde que regresa a Inglaterra luego de servir en la Revolución Francesa.
El otro gran obstáculo fue el férreo control que sobre mentes y conductas mantuvo la Iglesia Católica y su brazo Inquisitorial sobre la población americana, según la cual todo acto en contra del Rey y, por ende, del dominio español, era un acto contra el mismo Dios. Esta tautología, es decir esta VERDAD funcionaba como un inhibidor de cualquier acción de rebeldía, de conspiración o incluso de cualquier idea de cambio del orden social establecido; pues cualquier movimiento en esta dirección sería castigado no sólo con la muerte física sino también con la muerte eterna, al aplicarles la excomunión. Por ello, Miranda sólo encontró ciudades casi vacías y no la gran cantidad de patriotas que según le anunciaban sus agentes en América, estaban dispuestos a engrosar su ejército tan pronto desembarcara.
Aquí quisiera agregar que Miranda creía seriamente que no necesitaba llevar consigo un gran ejército, pues, al desembarcar con propósitos liberadores, la gente acudiría en masa a unírsele; y si no lo hacían era porque se sentían mejor como esclavos y, en este caso, el proyecto de liberación perdía su sentido. En todo caso, él esperaba ser, como lo afirmaban y temían los funcionarios españoles, la chispa que incendiara la pradera.
¿Ahora bien, qué reacciones provocó en los habitantes de la época esa expedición? La respuesta tiene dos vertientes. Si se pertenecía a las clases privilegiadas de los peninsulares,
de los criollos blancos y de algunos pardos que detentaban ya cargos de cierto estatus, la reacción provocada fue de condena absoluta, de apoyo total al ejército español que comandado por el Capitán General Guevara Vasconcelos y en número de 4 mil hombres, salió de Caracas para combatir al traidor; amén de recoger dinero para recompensar al que trajera la cabeza de Miranda y para mandar a hacer misas a la Virgen del Carmen por haberlos librado de este engendro de Satanás que se había atrevido a desembarcar con la intención de pretender destruir “el dulce yugo de la obediencia al Rey”.
Sin embargo, si bien Miranda no incendió la pradera si encendió una llamita esperanzadora en aquellos sectores, en su mayoría sometidos por el dominio de mantuanos y peninsulares, que ya albergaban sueños de liberación; como pudo luego verse en el recibimiento popular que le harán a Miranda al volver a Venezuela en diciembre de 1810 y luego, en la Sociedad Patriótica. En otras palabras, la hazaña de Miranda sirvió de detonante a esa escisión de la sociedad que hará eclosión a partir de la declaración de Independencia en 1811.
Sobre este hecho del que hoy se conmemoran 216 años, quisiera ahora detenerme para señalar otros dos grandes aportes de Miranda. El primero, la Proclama fechada en Coro, pero escrita en Nueva York el 10 de enero; y el segundo, es el de nuestra Bandera
El título de la Proclama es “A los Pueblos habitantes del Continente Américo-Colombiano” y Miranda la firma como “Comandante General del Ejército Colombiano”. Como ven, ya en el propio título Miranda reafirma que esta tierra no pertenece a España, que no se trata de las “Indias Españolas” sino de “nuestra América”, la que una vez recobrada su soberana Independencia “podrán sus hijos libremente manifestar al universo sus ánimos generosos”, su verdadero carácter, sus reales virtudes, obscurecidas éstas por “el opresivo e insensato gobierno”. Dice, además, que ha llegado el momento de expulsar a los odiados agentes del gobierno de Madrid para establecer el orden civil necesario y recuperar “nuestros derechos como ciudadanos y nuestra gloria nacional como Americanos Colombianos”.
Con esta calificación de Americanos Colombianos, Miranda expresa, en primer lugar, la afirmación de una identidad propia y distinta a la española: de allí el gentilicio Colombiano; así como el derecho a decidir autónomamente nuestro propio destino, a elegir un gobierno que sea justo y adecuado a nuestra idiosincrasia, y a acabar con la odiosa discriminación de castas y colores, como bien lo expresa en un párrafo realmente revolucionario en ese momento de tanta exclusión y discriminación; escrito además, por primera vez, por un hombre cuyo tono de piel lo ubicaba entre los privilegiados blancos:
“Que los buenos e inocentes indios, así como los bizarros pardos y morenos libres crean firmemente que somos todos conciudadanos, y que los premios pertenecen exclusivamente al mérito y a la virtud, en cuya suposición obtendrán en adelante, infaliblemente, las recompensas militares y civiles por su mérito solamente”… Esto, nadie lo había expresado antes con tanto convencimiento y radicalidad.
Establecida pues la condición de igualdad entre todos los nacidos en América, ¿Qué estaba faltando para hacer realidad esa Colombia libre y respetada entre las naciones del mundo?
¿Por qué nuestra América no lo podría lograr, dice, si somos aproximadamente 16 millones de habitantes y si países como Holanda y Portugal, con muchísimos menos habitantes, se habían sacudido del yugo de España, y si los americanos del Norte lo habían logrado respecto a Inglaterra, con el aplauso general del mundo? ¿Cómo hacerlo?
Aquí viene otro de los párrafos más contundentes y de plena vigencia de esta Proclama:
“El hecho es que todo (de)pende de nuestra voluntad solamente, y así como el querer constituirá indubitablemente nuestra independencia, la unión nos asegurará permanencia y felicidad perpetua”.
Y por si acaso alguien seguía teniendo dudas de las atrocidades del gobierno español y del derecho que asiste e impele a los americanos a liberarse, Miranda adjunta a esta Proclama, la Carta a los Españoles-Americanos de Juan Viscardo y Guzmán, jesuita peruano que escribió en 1790 un bien argumentado alegato del derecho de los americanos a liberarse del yugo de España.
El texto de la Proclama continúa con una serie de artículos sobre el control militar y civil, sobre la organización de un gobierno provisional, sobre las formas de reclutamiento para engrosar el Ejército Colombiano, sobre el manejo del tesoro público y sobre el castigo para los traidores.
Finalmente, Miranda ordena que esta Proclama, junto a la Carta de Viscardo sea fijada en las puertas de las iglesias y de las Casas de ayuntamiento para que llegue noticia a todos los habitantes y que sean además leídas en voz alta, por lo menos una vez al día, para que las conozcan todos y todas las que no saben leer.
Por supuesto, dado que las autoridades españolas, con el apoyo de la Iglesia que había ya demonizado a Miranda, había logrado que prácticamente toda la población abandonara Coro y La Vela, no hubo prácticamente nadie que leyera o escuchara leer tanto la Proclama como la Carta a Viscardo; y más bien éstas sirvieron como prueba acusatoria de la maligna traición de Miranda y fueron días después quemadas junto con un retrato de Miranda y la bandera tricolor que hiciera enarbolar en todos los sitios altos de la ciudad, en la Plaza Mayor de Caracas.
A pesar de que este Proyecto Libertario de Miranda, concebido en 1783 e imaginado durante 23 años hasta en sus últimos detalles, tuvo que ser abandonado a los13 días del desembarco, tuvo sin embargo un gran impacto histórico que nosotros, incluso a pesar de los tiempos revolucionarios que Hugo Chávez volvió a traer para Venezuela y para Nuestra América, no hemos valorado todavía, no sólo en su justa dimensión sino ni siquiera en una aproximada dimensión.
En primer lugar, esa Expedición organizada por Miranda logró desembarcar con éxito y ocupar, y mantener liberado por primera vez y durante 13 días, una porción de territorio colonial y colonizado, de un poco más de 19 kilómetros de extensión; este hecho, unido a su objetivo y propósito de estar iniciando el proceso de liberación de todo el territorio ocupado por España, la convierte en la Primera Expedición Militar contra el Imperio Español en América.
Esto ha sido ignorado por completo no sólo por la población en general, sino hasta por los mismos estudiosos de la historia, lo cual ha hecho que para el común de los venezolanos y venezolanas el propósito de Miranda al organizar y ejecutar dicha Expedición sólo tuvo como objetivo el venir a traernos, como en un acto adivinatorio, la bandera que luego se habría de convertir en la bandera nacional; cuando en verdad la había diseñado para todo el territorio ocupado por España. Por otra parte, esa acción de Miranda no sólo fue la primera concreción real de su proyecto emancipador para toda Nuestra América, desde el sur del Mississippi hasta la Patagonia; sino que tal empresa constituyó, y me permito repetirlo, el primer intento real de poner fin al dominio global e imperial de España en América.
Otro de los temas que es necesario resaltar en este día tiene que ver, precisamente, con la Bandera tricolor que Miranda hace enarbolar tan pronto pisa nuevamente su suelo patrio, y sobre la que, irrespetuosamente o malévolamente, se le han atribuido innobles significados.
Cuando uno está en presencia de un hombre que se entrega con tanto pasión y sin darse tregua ninguna, a preparar una expedición para ir a liberar a su patria chica y a su patria grande del yugo que la ha tenido sometida tanto en lo material como en lo espiritual al férreo dominio de una potencia extranjera, resulta insultante que trate a ese personaje con burla o con desprecio.
Quién haya leído alguno de los tantos libros que se han escrito sobre su vida y mucho más quién se haya acercado a leerlo directamente en su propio Archivo, se da cuenta de inmediato que Miranda no fue un revolucionario improvisado, ni un diletante de las cortes europeas. Él mismo se hizo un soldado al servicio de una patria que en el momento no existía, pero a cuya causa se entregó intensamente desde por lo menos 1783 y hasta el final de sus días. Este compromiso que él mismo se autoimpuso, aunado a su incesante cultivo del pensamiento, que lo hizo uno de los hombres más instruidos de su época, bastan para rechazar como ofensivas las explicaciones banales que circulan sobre el origen de esos colores de la bandera; tanto las que afirman que Miranda los toma para representar el color de cabello, de los ojos y de los labios de una mujer, como las que, aunque intentan ser más patriotas, resultan absurdas al asegurar que representan la riqueza, el mar que nos rodea y la sangre patriota derramada durante la independencia; obviando el hecho que esa bandera es creada por Miranda muchos años antes de que se produzca el primer enfrentamiento armado entre criollos y realistas.
Por lo antes dicho y siendo Miranda un verdadero hombre ilustrado, debemos suponer que la escogencia de esos colores debían responder a una inspiración muy seria y significativa. La primera y única descripción de esta bandera, aunque no se encuentra en su Archivo, si lo está en un Diario que en 1809 publica James Biggs, uno de los soldados del Ejército Colombiano que lo acompaña en su Expedición sobre las costas de Venezuela: “Esta enseña está formada por los tres colores primarios que predominan en el arco iris. Hicimos una fiesta en esta ocasión: se disparó un cañón e hicimos brindis por los auspicios de un pendón que se espera nos lleve al triunfo de la libertad y de la humanidad en un país largamente oprimido”.
Si a ello sumamos el hecho de que Miranda conoció muy bien tanto la Teoría de los Colores de Isaac Newton, como luego la de su contemporáneo Johann Wolfgang von Goethe, quienes pudieron comprobar con el uso de un prisma que de estos tres colores primarios se podían derivar todos los demás colores, la conclusión se impone por sí sola. Aunque Miranda no dice expresamente nada al respecto, sí está claro que siempre pensó en estos tres colores y no en otros, como lo vemos en algunas de las cartas que envía a funcionarios ingleses calculando los metros de tela amarilla, azul y roja que necesitará para hacer las banderas de Colombia.
Por ello no nos cabe duda de que efectivamente Miranda pensó en los colores primarios del arco iris para enseña de su Colombia, porque todos ellos están contenidos en el blanco, su fusión produce el negro y de su combinación surgen todos los demás colores; de la misma manera que Miranda imaginaba a la América del Sur libre y unida, es decir a Colombia, como constituida por la integración de todas sus partes territoriales y de todas sus diversidades culturales en una sola unidad política y cultural en torno a un proyecto histórico común.
Es, pues, esta bandera, formada por los tres colores primarios del arco iris: amarillo, azul y rojo, la que Miranda diseña para que sea emblema de la América unida y libre del dominio colonial español, y la que izará por primera vez en tierra firme (en el Fortín San Pedro) como signo de libertad, cuando desembarque con la Expedición Libertadora en La Vela de Coro el 3 de agosto de 1806.
En todo caso, este tricolor es la única bandera referida directamente por Miranda en su voluminoso Archivo como la bandera de Colombia. De eso no cabe duda alguna; otras banderas que se le atribuyen responden o a referencias dadas por terceros, sin prueba documental de que Miranda la haya en realidad pensado, o bien se trata de las insignias navales que todo barco tiene como distintivo particular y que no deben en ningún caso confundirse con la bandera de Colombia.
Es, pues, esta bandera tricolor la que Miranda iza tal día como hoy, hace 216 años, a bordo del Leander, como pendón de la libertad y como afirmación de la dignidad esencial de los americanos del sur..
Por temor a esta bandera, a que fuera la chispa que incendiara la pradera, fue quemado el retrato de Miranda en la Plaza Mayor de Caracas, junto con la propia bandera hecha pedazos, ejemplares de su Proclama y una de las patentes de oficial de su ejército colombiano.
Por temor a esa libertad y a esa igualdad que esta bandera anunciaba y que ponía en grave peligro sus privilegios, los criollos de Caracas y del resto de las provincias, contribuyeron generosamente a ponerle precio a la cabeza de Miranda y se apresuraron a demostrar que no tenían nada que ver con las intenciones de ese “traidor”, que pretendía poner fin al “dulce yugo de la obediencia al rey”.
No imaginaban estos criollos que cuatro años más tarde, la crisis del imperio español, agudizada por la invasión de Napoleón, pondría a ese rey en prisión y les llevaría a instalar gobiernos autónomos en sus provincias; no por las mismas razones por las que había luchado Miranda tanto tiempo, sino porque vieron la oportunidad de asegurar sus privilegios asumiendo también el control político que hasta ese momento había estado en manos de peninsulares. Pero Venezuela ya no era la misma. Algo había cambiado. Si bien la Expedición de Miranda de 1806 no logró sus objetivos militares, sí mostró que el imperio no era invulnerable, que había americanos dispuestos a dar hasta la vida por acabar con el dominio español en América e instaurar un gobierno distinto que asegurara la libertad y la igualdad.
Por otra parte, estas ideas de libertad y de igualdad que los pensadores de la ilustración habían ayudado a conformar y a difundir, y que habían sacudido a Europa con la Revolución Francesa, también habían germinado en otros americanos. De modo que la instalación de Juntas autónomas abrió también el espacio para que esas corrientes revolucionarias emergentes, entre las que se encontraba el joven Simón Bolívar, José Félix Ribas, y otros, comenzaran a expresarse abiertamente. El regreso de Miranda a Caracas en diciembre de 1810, va a contribuir a galvanizar y potenciar estas fuerzas emergentes, y esta alianza, más su posterior incorporación al Congreso Constituyente en junio del siguiente año, hará que los criollos se vean forzados a declarar definitivamente la independencia ese 5 de julio de 1811. El sueño de Miranda se vio realizado ese día, el de Bolívar comenzaba a tomar vuelo.
Finalmente, hay otro gran impacto que esta Expedición produjo y del que creo casi el mundo entero ignora por completo: y fue el gran impacto que ésta tuvo en los medios de comunicación de la época.
Lo primero a señalar es que a pesar de todo lo ocurrido realmente con la Expedición y del hecho de que Miranda no pudiera sostener su posición en tierra más de 13 días, otra fue la historia y las repercusiones que a nivel internacional tuvo esta Expedición; la cual ocupó un gran centimetraje en casi todos los periódicos publicados en ambos lados del océano.
Cobertura que duró durante prácticamente todo el año 1806 y una gran parte de 1807. Tanto los periódicos de Estados Unidos y de las Islas del Caribe, como los de Inglaterra e incluso de Francia y de España, hicieron un permanente seguimiento a esta Expedición que podía significar el fin del dominio de España sobre América y, como consecuencia, la pérdida de su poder e influencia en Europa; con las concebidas consecuencias para su aliada, la Francia Napoleónica.
Es sorprendente constatar cómo en esa prensa, la Expedición se mantuvo durante bastante tiempo como un gran éxito y Miranda como el vencedor de la tiranía española. En esto, sin duda, contribuyó la lentitud con la que se movían las comunicaciones entre continentes; el largo tiempo que Miranda dedicó a buscar apoyo para su proyecto emancipador; la gran cantidad de personas con las cuales conferenció al respecto y la gran confianza que se le tenía; por lo cual, lo que se reflejó mediáticamente era que Miranda había logrado liberar a toda Venezuela, desde Margarita y Cumaná hasta Maracaibo y Coro, extendiéndose incluso esa liberación hasta el territorio de Nueva España; que era el plan que el propio Miranda tenía.
Algunos de esos periódicos se encuentran en el propio Archivo de Miranda, y muchas otras noticias de prensa fueron copiadas a mano por Sarah Andrews, la compañera de Miranda, durante el tiempo que éste estuvo fuera de Inglaterra, en los preparativos y realización de su Expedición. Todas ellas relativas tanto a los supuestos avances del proyecto liberador, como a las consecuencias que de esos avances se derivaban.
Para que tengamos una idea más aproximada del impacto de esa Expedición en los medios del hemisferio occidental, Sara copia, entre el 13 de abril y el 31 de diciembre de 1806, 192 noticias sobre Miranda y la Expedición, extraídas de 38 periódicos bien identificados, e impresos en EEUU, Inglaterra, Jamaica, Trinidad y Haití, así como otras 12 noticias de diarios no identificados, y 10 más correspondientes a periódicos del año 1807. Es decir 214 noticias aparecidas en 60 periódicos se ocuparon de darle seguimiento a la expedición Y estamos hablando sólo de las noticias que llegaron a manos de ella o de los amigos ingleses de Miranda. Una investigación detallada en bibliotecas y hemerotecas habrá de aumentar su número exponencialmente.
Entre los periódicos que más noticias publicaron sobre Miranda se encuentran: The British Press, The Times, The Stateman y The Morning Post. Además de estos periódicos de habla inglesa, las noticias sobre la expedición fueron también publicadas en la prensa de Francia, Suecia, España; más otras que aún no han sido localizadas.
Basten, por ahora, estas razones para que nos planteemos la necesidad de revalorizar, en primer lugar la propia expedición de 1806 que Miranda comandó hacia las costas de Venezuela, pues la dimensión de su propósito fundamental la consagra realmente y sin ninguna exageración, como la Primera Expedición Militar contra el dominio español en América; por eso debe llamarse Expedición Libertadora. Una expedición que dio a conocer además el derecho de los americanos a una patria y a un nombre propio: Colombia y Colombianos, en sustitución del nombre que nos presentaba como siervos de un Rey. Una expedición que nos dejó también la bandera con la que el resto del mundo nos reconocería y distinguiría como una nación plenamente libre, la que sin duda, para Miranda, habría de ocupar un lugar digno y preponderante en el concierto del mundo. Por ello, no permitamos que nadie venga de nuevo a burlarse de ese hermoso tricolor que refleja no sólo la gesta de Miranda y la dignidad de nuestra patria, sino que al igual que el arco iris es símbolo de la unión de todas las diversidades y adorna los cielos después de las tormentas.
LA EXPEDICIÓN LIBERTADORA DE MIRANDA
La Expedición de 1806 que Miranda estuvo preparando, planificando, calculando los recursos y apoyos necesarios y, sobretodo, coordinando con otros patriotas que se encontraban en América, los cuales, según le decían reiteradamente en sus cartas, se levantarían en cuanto vieran aparecer sus barcos cerca de las costas, y cuyo objetivo era poner fin al imperio español en América, no logró finalmente convertirse en la chispa final que incendiaria la pradera.
Dos grandes obstáculos, quizás no bien calibrados por Miranda, lo impidieron. En primer lugar, las muy extensas y bien engrasadas redes de espionaje bajo las cuales España mantuvo siempre a Miranda, casi desde el mismo momento en que ingresó al ejército real por el año de 1773 y de las que quizás Miranda se había un poco desentendido desde que regresa a Inglaterra luego de servir en la Revolución Francesa.
El otro gran obstáculo fue el férreo control que sobre mentes y conductas mantuvo la Iglesia Católica y su brazo Inquisitorial sobre la población americana, según la cual todo acto en contra del Rey y, por ende, del dominio español, era un acto contra el mismo Dios. Esta tautología, es decir esta VERDAD funcionaba como un inhibidor de cualquier acción de rebeldía, de conspiración o incluso de cualquier idea de cambio del orden social establecido; pues cualquier movimiento en esta dirección sería castigado no sólo con la muerte física sino también con la muerte eterna, al aplicarles la excomunión. Por ello, Miranda sólo encontró ciudades casi vacías y no la gran cantidad de patriotas que según le anunciaban sus agentes en América, estaban dispuestos a engrosar su ejército tan pronto desembarcara. Aquí quisiera agregar que Miranda creía seriamente que no necesitaba llevar consigo un gran ejército, pues, al desembarcar con propósitos liberadores, la gente acudiría en masa a unírsele; y si no lo hacían era porque se sentían mejor como esclavos y, en este caso, el proyecto de liberación perdía su sentido. En todo caso, él esperaba ser, como lo afirmaban y temían los funcionarios españoles, la chispa que incendiara la pradera.
¿Ahora bien, qué reacciones provocó en los habitantes de la época esa expedición? La respuesta tiene dos vertientes. Si se pertenecía a las clases privilegiadas de los peninsulares, de los criollos blancos y de algunos pardos que detentaban ya cargos de cierto estatus, la reacción provocada fue de condena absoluta, de apoyo total al ejército español que comandado por el Capitán General Guevara Vasconcelos y en número de 4 mil hombres, salió de Caracas para combatir al traidor; amén de recoger dinero para recompensar al que trajera la cabeza de Miranda y para mandar a hacer misas a la Virgen del Carmen por haberlos librado de este engendro de Satanás que se había atrevido a desembarcar con la intención de pretender destruir “el dulce yugo de la obediencia al Rey”. Sin embargo, si bien Miranda no incendió la pradera si encendió una llamita esperanzadora en aquellos sectores, en su mayoría sometidos por el dominio de mantuanos y peninsulares, que ya albergaban sueños de liberación; como pudo luego verse en el recibimiento popular que le harán a Miranda al volver a Venezuela en diciembre de 1810 y luego, en la Sociedad Patriótica. En otras palabras, la hazaña de Miranda sirvió de detonante a esa escisión de la sociedad que hará eclosión a partir de la declaración de Independencia en 1811.
Sobre este hecho del que hoy se conmemoran 216 años, quisiera ahora detenerme para señalar otros dos grandes aportes de Miranda. El primero, la Proclama fechada en Coro, pero escrita en Nueva York el 10 de enero; y el segundo, es el de nuestra Bandera El título de la Proclama es “A los Pueblos habitantes del Continente Américo-Colombiano” y Miranda la firma como “Comandante General del Ejército Colombiano”. Como ven, ya en el propio título Miranda reafirma que esta tierra no pertenece a España, que no se trata de las “Indias Españolas” sino de “nuestra América”, la que una vez recobrada su soberana Independencia “podrán sus hijos libremente manifestar al universo sus ánimos generosos”, su verdadero carácter, sus reales virtudes, obscurecidas éstas por “el opresivo e insensato gobierno”. Dice, además, que ha llegado el momento de expulsar a los odiados agentes del gobierno de Madrid para establecer el orden civil necesario y recuperar “nuestros derechos como ciudadanos y nuestra gloria nacional como Americanos Colombianos”. Con esta calificación de Americanos Colombianos, Miranda expresa, en primer lugar, la afirmación de una identidad propia y distinta a la española: de allí el gentilicio Colombiano; así como el derecho a decidir autónomamente nuestro propio destino, a elegir un gobierno que sea justo y adecuado a nuestra idiosincrasia, y a acabar con la odiosa discriminación de castas y colores, como bien lo expresa en un párrafo realmente revolucionario en ese momento de tanta exclusión y discriminación; escrito además, por primera vez, por un hombre cuyo tono de piel lo ubicaba entre los privilegiados blancos: “Que los buenos e inocentes indios, así como los bizarros pardos y morenos libres crean firmemente que somos todos conciudadanos, y que los premios pertenecen exclusivamente al mérito y a la virtud, en cuya suposición obtendrán en adelante, infaliblemente, las recompensas militares y civiles por su mérito solamente”… Esto, nadie lo había expresado antes con tanto convencimiento y radicalidad.
Establecida pues la condición de igualdad entre todos los nacidos en América, ¿qué estaba faltando para hacer realidad esa Colombia libre y respetada entre las naciones del mundo? ¿Por qué nuestra América no lo podría lograr, dice, si somos aproximadamente 16 millones de habitantes y si países como Holanda y Portugal, con muchísimos menos habitantes, se habían sacudido del yugo de España, y si los americanos del Norte lo habían logrado respecto a Inglaterra, con el aplauso general del mundo? ¿Cómo hacerlo?
Aquí viene otro de los párrafos más contundentes y de plena vigencia de esta Proclama:
“El hecho es que todo (de)pende de nuestra voluntad solamente, y así como el querer constituirá indubitablemente nuestra independencia, la unión nos asegurará permanencia y felicidad perpetua”.
Y por si acaso alguien seguía teniendo dudas de las atrocidades del gobierno español y del derecho que asiste e impele a los americanos a liberarse, Miranda adjunta a esta Proclama, la Carta a los Españoles-Americanos de Juan Viscardo y Guzmán, jesuita peruano que escribió en 1790 un bien argumentado alegato del derecho de los americanos a liberarse del yugo de España.
El texto de la Proclama continúa con una serie de artículos sobre el control militar y civil, sobre la organización de un gobierno provisional, sobre las formas de reclutamiento para engrosar el Ejército Colombiano, sobre el manejo del tesoro público y sobre el castigo para los traidores.
Finalmente, Miranda ordena que esta Proclama, junto a la Carta de Viscardo sea fijada en las puertas de las iglesias y de las Casas de ayuntamiento para que llegue noticia a todos los habitantes y que sean además leídas en voz alta, por lo menos una vez al día, para que las conozcan todos y todas las que no saben leer.
Por supuesto, dado que las autoridades españolas, con el apoyo de la Iglesia que había ya demonizado a Miranda, había logrado que prácticamente toda la población abandonara Coro y La Vela, no hubo prácticamente nadie que leyera o escuchara leer tanto la Proclama como la Carta a Viscardo; y más bien éstas sirvieron como prueba acusatoria de la maligna traición de Miranda y fueron días después quemadas junto con un retrato de Miranda y la bandera tricolor que hiciera enarbolar en todos los sitios altos de la ciudad, en la Plaza Mayor de Caracas.
A pesar de que este Proyecto Libertario de Miranda, concebido en 1783 e imaginado durante 23 años hasta en sus últimos detalles, tuvo que ser abandonado a los13 días del desembarco, tuvo sin embargo un gran impacto histórico que nosotros, incluso a pesar de los tiempos revolucionarios que Hugo Chávez volvió a traer para Venezuela y para Nuestra América, no hemos valorado todavía, no sólo en su justa dimensión sino ni siquiera en una aproximada dimensión. En primer lugar, esa Expedición organizada por Miranda logró desembarcar con éxito y ocupar, y mantener liberado por primera vez y durante 13 días, una porción de territorio colonial y colonizado, de un poco más de 19 kilómetros de extensión; este hecho, unido a su objetivo y propósito de estar iniciando el proceso de liberación de todo el territorio ocupado por España, la convierte en la Primera Expedición Militar contra el Imperio Español en América.
Esto ha sido ignorado por completo no sólo por la población en general, sino hasta por los mismos estudiosos de la historia, lo cual ha hecho que para el común de los venezolanos y venezolanas el propósito de Miranda al organizar y ejecutar dicha Expedición sólo tuvo como objetivo el venir a traernos, como en un acto adivinatorio, la bandera que luego se habría de convertir en la bandera nacional; cuando en verdad la había diseñado para todo el territorio ocupado por España. Por otra parte, esa acción de Miranda no sólo fue la primera concreción real de su proyecto emancipador para toda Nuestra América, desde el sur del Mississippi hasta la Patagonia; sino que tal empresa constituyó, y me permito repetirlo, el primer intento real de poner fin al dominio global e imperial de España en América.
Otro de los temas que es necesario resaltar en este día tiene que ver, precisamente, con la Bandera tricolor que Miranda hace enarbolar tan pronto pisa nuevamente su suelo patrio, y sobre la que, irrespetuosamente o malévolamente, se le han atribuido innobles significados. Cuando uno está en presencia de un hombre que se entrega con tanto pasión y sin darse tregua ninguna, a preparar una expedición para ir a liberar a su patria chica y a su patria grande del yugo que la ha tenido sometida tanto en lo material como en lo espiritual al férreo dominio de una potencia extranjera, resulta insultante que trate a ese personaje con burla o con desprecio.
Quién haya leído alguno de los tantos libros que se han escrito sobre su vida y mucho más quién se haya acercado a leerlo directamente en su propio Archivo, se da cuenta de inmediato que Miranda no fue un revolucionario improvisado, ni un diletante de las cortes europeas. Él mismo se hizo un soldado al servicio de una patria que en el momento no existía, pero a cuya causa se entregó intensamente desde por lo menos 1783 y hasta el final de sus días. Este compromiso que él mismo se autoimpuso, aunado a su incesante cultivo del pensamiento, que lo hizo uno de los hombres más instruidos de su época, bastan para rechazar como ofensivas las explicaciones banales que circulan sobre el origen de esos colores de la bandera; tanto las que afirman que Miranda los toma para representar el color de cabello, de los ojos y de los labios de una mujer, como las que, aunque intentan ser más patriotas, resultan absurdas al asegurar que representan la riqueza, el mar que nos rodea y la sangre patriota derramada durante la independencia; obviando el hecho que esa bandera es creada por Miranda muchos años antes de que se produzca el primer enfrentamiento armado entre criollos y realistas.
Por lo antes dicho y siendo Miranda un verdadero hombre ilustrado, debemos suponer que la escogencia de esos colores debían responder a una inspiración muy seria y significativa. La primera y única descripción de esta bandera, aunque no se encuentra en su Archivo, si lo está en un Diario que en 1809 publica James Biggs, uno de los soldados del Ejército Colombiano que lo acompaña en su Expedición sobre las costas de Venezuela: “Esta enseña está formada por los tres colores primarios que predominan en el arco iris. Hicimos una fiesta en esta ocasión: se disparó un cañón e hicimos brindis por los auspicios de un pendón que se espera nos lleve al triunfo de la libertad y de la humanidad en un país largamente oprimido”.
Si a ello sumamos el hecho de que Miranda conoció muy bien tanto la Teoría de los Colores de Isaac Newton, como luego la de su contemporáneo Johann Wolfgang von Goethe, quienes pudieron comprobar con el uso de un prisma que de estos tres colores primarios se podían derivar todos los demás colores, la conclusión se impone por sí sola. Aunque Miranda no dice expresamente nada al respecto, sí está claro que siempre pensó en estos tres colores y no en otros, como lo vemos en algunas de las cartas que envía a funcionarios ingleses calculando los metros de tela amarilla, azul y roja que necesitará para hacer las banderas de Colombia.
Por ello no nos cabe duda de que efectivamente Miranda pensó en los colores primarios del arco iris para enseña de su Colombia, porque todos ellos están contenidos en el blanco, su fusión produce el negro y de su combinación surgen todos los demás colores; de la misma manera que Miranda imaginaba a la América del Sur libre y unida, es decir a Colombia, como constituida por la integración de todas sus partes territoriales y de todas sus diversidades culturales en una sola unidad política y cultural en torno a un proyecto histórico común.
Es, pues, esta bandera, formada por los tres colores primarios del arco iris: amarillo, azul y rojo, la que Miranda diseña para que sea emblema de la América unida y libre del dominio colonial español, y la que izará por primera vez en tierra firme (en el Fortín San Pedro) como signo de libertad, cuando desembarque con la Expedición Libertadora en La
Vela de Coro el 3 de agosto de 1806.
En todo caso, este tricolor es la única bandera referida directamente por Miranda en su voluminoso Archivo como la bandera de Colombia. De eso no cabe duda alguna; otras banderas que se le atribuyen responden o a referencias dadas por terceros, sin prueba documental de que Miranda la haya en realidad pensado, o bien se trata de las insignias navales que todo barco tiene como distintivo particular y que no deben en ningún caso confundirse con la bandera de Colombia.
Es, pues, esta bandera tricolor la que Miranda iza tal día como hoy, hace 216 años, a bordo del Leander, como pendón de la libertad y como afirmación de la dignidad esencial de los americanos del sur..
Por temor a esta bandera, a que fuera la chispa que incendiara la pradera, fue quemado el retrato de Miranda en la Plaza Mayor de Caracas, junto con la propia bandera hecha pedazos, ejemplares de su Proclama y una de las patentes de oficial de su ejército colombiano. Por temor a esa libertad y a esa igualdad que esta bandera anunciaba y que ponía en grave peligro sus privilegios, los criollos de Caracas y del resto de las provincias, contribuyeron generosamente a ponerle precio a la cabeza de Miranda y se apresuraron a demostrar que no tenían nada que ver con las intenciones de ese “traidor”, que pretendía poner fin al “dulce yugo de la obediencia al rey”.
No imaginaban estos criollos que cuatro años más tarde, la crisis del imperio español, agudizada por la invasión de Napoleón, pondría a ese rey en prisión y les llevaría a instalar gobiernos autónomos en sus provincias; no por las mismas razones por las que había luchado Miranda tanto tiempo, sino porque vieron la oportunidad de asegurar sus privilegios asumiendo también el control político que hasta ese momento había estado en manos de peninsulares. Pero Venezuela ya no era la misma. Algo había cambiado. Si bien la Expedición de Miranda de 1806 no logró sus objetivos militares, sí mostró que el imperio no era invulnerable, que había americanos dispuestos a dar hasta la vida por acabar con el dominio español en América e instaurar un gobierno distinto que asegurara la libertad y la igualdad.
Por otra parte, estas ideas de libertad y de igualdad que los pensadores de la ilustración habían ayudado a conformar y a difundir, y que habían sacudido a Europa con la Revolución Francesa, también habían germinado en otros americanos. De modo que la instalación de Juntas autónomas abrió también el espacio para que esas corrientes revolucionarias emergentes, entre las que se encontraba el joven Simón Bolívar, José Félix Ribas, y otros, comenzaran a expresarse abiertamente. El regreso de Miranda a Caracas en diciembre de 1810, va a contribuir a galvanizar y potenciar estas fuerzas emergentes, y esta alianza, más su posterior incorporación al Congreso Constituyente en junio del siguiente año, hará que los criollos se vean forzados a declarar definitivamente la independencia ese 5 de julio de 1811. El sueño de Miranda se vio realizado ese día, el de Bolívar comenzaba a tomar vuelo.
Finalmente, hay otro gran impacto que esta Expedición produjo y del que creo casi el mundo entero ignora por completo: y fue el gran impacto que ésta tuvo en los medios de comunicación de la época.
Lo primero a señalar es que a pesar de todo lo ocurrido realmente con la Expedición y del hecho de que Miranda no pudiera sostener su posición en tierra más de 13 días, otra fue la historia y las repercusiones que a nivel internacional tuvo esta Expedición; la cual ocupó un gran centimetraje en casi todos los periódicos publicados en ambos lados del océano. Cobertura que duró durante prácticamente todo el año 1806 y una gran parte de 1807. Tanto los periódicos de Estados Unidos y de las Islas del Caribe, como los de Inglaterra e incluso de Francia y de España, hicieron un permanente seguimiento a esta Expedición que podía significar el fin del dominio de España sobre América y, como consecuencia, la pérdida de su poder e influencia en Europa; con las concebidas consecuencias para su aliada, la Francia Napoleónica. Es sorprendente constatar cómo en esa prensa, la Expedición se mantuvo durante bastante tiempo como un gran éxito y Miranda como el vencedor de la tiranía española. En esto, sin duda, contribuyó la lentitud con la que se movían las comunicaciones entre continentes; el largo tiempo que Miranda dedicó a buscar apoyo para su proyecto emancipador; la gran cantidad de personas con las cuales conferenció al respecto y la gran confianza que se le tenía; por lo cual, lo que se reflejó mediáticamente era que Miranda había logrado liberar a toda Venezuela, desde Margarita y Cumaná hasta Maracaibo y Coro, extendiéndose incluso esa liberación hasta el territorio de Nueva España; que era el plan que el propio Miranda tenía.
Algunos de esos periódicos se encuentran en el propio Archivo de Miranda, y muchas otras noticias de prensa fueron copiadas a mano por Sarah Andrews, la compañera de Miranda, durante el tiempo que éste estuvo fuera de Inglaterra, en los preparativos y realización de su Expedición. Todas ellas relativas tanto a los supuestos avances del proyecto liberador, como a las consecuencias que de esos avances se derivaban.
Para que tengamos una idea más aproximada del impacto de esa Expedición en los medios del hemisferio occidental, Sara copia, entre el 13 de abril y el 31 de diciembre de 1806, 192 noticias sobre Miranda y la Expedición, extraídas de 38 periódicos bien identificados, e impresos en EEUU, Inglaterra, Jamaica, Trinidad y Haití, así como otras 12 noticias de diarios no identificados, y 10 más correspondientes a periódicos del año 1807. Es decir 214 noticias aparecidas en 60 periódicos se ocuparon de darle seguimiento a la expedición Y estamos hablando sólo de las noticias que llegaron a manos de ella o de los amigos ingleses de Miranda. Una investigación detallada en bibliotecas y hemerotecas habrá de aumentar su número exponencialmente.
Entre los periódicos que más noticias publicaron sobre Miranda se encuentran: The British Press, The Times, The Stateman y The Morning Post. Además de estos periódicos de habla inglesa, las noticias sobre la expedición fueron también publicadas en la prensa de Francia, Suecia, España; más otras que aún no han sido localizadas. Basten, por ahora, estas razones para que nos planteemos la necesidad de revalorizar, en primer lugar la propia expedición de 1806 que Miranda comandó hacia lascostas de Venezuela, pues la dimensión de su propósito fundamental la consagra realmente y sin ninguna exageración, como la Primera Expedición Militar contra el dominio español en América; por eso debe llamarse Expedición Libertadora. Una expedición que dio a conocer además el derecho de los americanos a una patria y a un nombre propio: Colombia y Colombianos, en sustitución del nombre que nos presentaba como siervos de un Rey. Una expedición que nos dejó también la bandera con la que el resto del mundo nos reconocería y distinguiría como una nación plenamente libre, la que sin duda, para Miranda, habría de ocupar un lugar digno y preponderante en el concierto del mundo. Por ello, no permitamos que nadie venga de nuevo a burlarse de ese hermoso tricolor que refleja no sólo la gesta de Miranda y la dignidad de nuestra patria, sino que al igual que el arco iris es símbolo de la unión de todas las diversidades y adorna los cielos después de las tormentas.
Caracas, 3 de agosto de 2022.
Carmen Bohórquez