Por Ana Helena Resende
Se comprende la dolarización como la intermediación financiera llevada a cabo en una moneda distinta a la doméstica, o sea: el dólar, en función de las monedas latinoamericanas, las cuales son mucho más débiles internacionalmente. Es común la concepción de que la dolarización surge como un desarrollo natural en economías pequeñas y abiertas, en un proceso de financiarización del capital y globalización económica. Sin embargo, en economías en desarrollo, la dolarización financiera conlleva una serie de elementos que distorsionan el manejo de la política monetaria. En este sentido, se parte de la tesis de que la elección de un régimen monetario y cambiario tiene consecuencias sobre la jerarquía de las formas institucionales y, por ende, sobre el modo de regulación e inclusive en el régimen de acumulación de un país (PAREDES, 2019, p. 4).
El continente latinoamericano se marca por economías comúnmente inflacionarias. Se creó, en este contexto, la nomenclatura pecado original para describir la inhabilidad de las economías en desarrollo para endeudarse externamente en moneda nacional o, en general, para obtener financiamiento a largo plazo (ALVAREZ, 2003, p. 9). Eso se justificaría, por ejemplo, por la ausencia de un sistema financiero con mercado de capitales completo en los países emergentes. En esta lógica, el excesivo grado de dolarización de una economía sería el resultado de un bajo grado de desarrollo financiero doméstico, lo que genera una subvaloración del premio asociado a endeudarse en moneda nacional.
Debido a la financiarización, el endeudamiento externo para economías en desarrollo se ha tornado una constante, en la medida en que permite financiar los déficits internos y mantener activos internacionales. En este contexto, la dolarización se presenta como alternativa de rescate económico, ya que facilitaría el comercio y la atracción de inversiones para los países latinoamericanos. La evidencia empírica señala la persistencia de desequilibrios fiscales, la inestabilidad en el tipo de cambio, y la desconfianza de los agentes económicos en la moneda local como un medio de preservar el poder adquisitivo, como elementos comunes que han estado presentes en impulsionado la dolarización (ALVAREZ, 2003, p. 5).
Sin embargo, ¿Cuáles son las consecuencias sociopolíticas de no tener una moneda nacional propia? Se plantea este cuestionamiento en un continente donde los niveles proyectados de pobreza extrema en 2022 representan un retroceso de un cuarto de siglo para la región (CEPAL, 2022), en una era de volatilidad e incertidumbre.
¿Qué es y cómo opera la soberanía monetaria?
Una vez que entiéndase el concepto general de la soberanía como el poder supremo e independiente que permite a una nación la capacidad de determinar conducta dentro de su propio territorio sin restricciones legales externas, es posible reflejar sobre los microcosmos de su ejercicio. Aunque anidadas dentro de las soberanías más amplias, las formas localizadas de actuación soberana conservan un dominio operativo distinto de la dimensión práctica de la soberanía estatal. El análisis de las formas específicas de soberanía nos permite, por lo tanto, llegar a una mejor comprensión de la vida política como tal (HUMPHREY, p. 442).
En este contexto, presentase la soberanía monetaria. Antes que todo, la trípode que sostiene el fenómeno social de la moneda en el sistema económico está compuesta por deuda, soberanía y confianza – por eso, la moneda constituye «una primera forma de representación unitaria de la totalidad social» (THERET, 2013, p. 18). Para su operacionalización en sociedad, la moneda requiere de la masa social confianza, la cual puede ser dividida en tres dimensiones: metódica, jerárquica y ética. Cuando no hay coalición entre estos elementos, se genera una crisis de la soberanía monetaria y, consecuentemente, la pérdida total o parcial del valor de la moneda.
Por lo tanto, la soberanía monetaria es la simbolización de la sociedad en un todo indiferenciado de individuos donde la moneda actúa como vínculo social, más allá de la diversidad de sus representaciones históricas (PAREDES, 2019, p. 114). De esta manera, la desconfianza en la credibilidad de la moneda es un factor crucial para la canalización de crisis en cuanto a la coordinación, distribución y efectivización de los medios de pago. En regiones como América Latina, la soberanía monetaria puede ser comprometida en contextos de endeudamiento externo, procesos inflacionarios, y sumisión económica. Así, se genera contexto para la desmonetización, y, consecuentemente, la inserción corriente del dólar como moneda sustitutiva.
América Latina y el dólar corriente
Paulo Nogueira Júnior (1993, p. 358) conceptúa dos tipos de dolarización: la primera como una tendencia espontánea de los agentes económicos, a plano microeconómico, de sustituir la moneda nacional por el dólar después de un periodo de inflación elevada; y la segunda, como una especie de reforma monetaria que utiliza la moneda extranjera como punto central de referencia para atingir la estabilización macroeconómica. El autor argumenta que ancorar la moneda nacional al dólar significa establecer una relación umbilical de subordinación a un padrón monetario exógeno considerado confiable – para Latinoamérica, la opción natural son los Estados Unidos, por la proximidad geográfica y potencia geopolítica. Así, los elementos constitutivos de la dolarización son el ancoraje cambial; la convertibilidad de moneda nacional; la subordinación de la base monetaria nacional a las reservas internacionales y; el uso liberado interno de la moneda extranjera (ídem, p. 365).
El grado de dolarización de las economías, sobre todo centroamericanas, está asociado positivamente a un mayor grado de riesgo de insolvencia y liquidez bancaria (ALVAREZ, 2003, p. 16). La evidencia en cuanto a crisis es mixta: en algunos casos el anclaje al dólar proporciona mayor estabilidad, y en otros generan una retroalimentación de crisis internas. Esto es, la dolarización de una economía puede ser un síntoma de crisis, más que una causa en sí misma. El contexto es el factor más crucial, por lo tanto, se analizarán los tres casos de países donde el dólar tiene estatus de moneda nacional, una vez que generan datos oficiales de flujo monetario. Sin embargo, es sabido que el dólar es fuertemente utilizado cotidianamente como medio de intercambio en países que reciben gran cantidad de turistas, como Costa Rica y República Dominicana, y como reserva de valor en economías inflacionarias como Argentina y Venezuela, donde se pasa el fenómeno de la dolarización espontánea o informal.
Los tres casos de dolarización formal en la región latina
Panamá, Ecuador y El Salvador son los tres países oficialmente dolarizados de América Latina. Panamá adoptó el dólar como moneda oficial junto al balboa, su moneda nacional, en 1904, poco después de constituirse como Estado independiente y bajo la influencia directa de Estados Unidos que, en aquel entonces, asumió el control del Canal de Panamá (BBC). Por su vez, Ecuador lo hizo en el año 2000, en medio de una crisis profunda de hiperinflación y devaluación del sucre, su moneda previa. Por fin, El Salvador lo hizo en 2001, en función de aprobar su tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. El factor común entre estas naciones es la búsqueda por estabilidad monetaria por medio de la facilitación de su posicionamiento internacional, generando una postura hacía la inversión externa y no el desarrollo interno.
Es válido resaltar que, bajo el gobierno de Bukele, El Salvador ha sido el primer país del mundo a adoptar el bitcoin como medio oficial de pago – lo que ha generado fuertes consecuencias negativas después de la crisis de devaluación de la moneda digital en 2022, generando una pérdida de 60% de las acciones del gobierno salvadoreño sobre dicha criptomoneda. Incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI, 2021) había alertado al país de los riesgos del blockchain en la consulta del Artículo IV con El Salvador. Sin embargo, Bukele defendía la medida para lograr una reducción de los costes en envíos de remesas para millones de salvadoreños trabajando en el extranjero o, hasta mismo, una oportunidad para proteger a las economías en desarrollo de posibles impactos en la inflación (EL ECONOMISTA, 2022). El plan del polémico presidente reveló una gran falla para la sociedad salvadoreña, sobre todo en cuanto a la pérdida de confianza en los medios de pago a nivel interno.
Un estudio de Ize y Levi Yeyati (2003) muestra que la variabilidad de la inflación está positivamente relacionada al grado de dolarización, mientras que la variabilidad de tipo de cambio, negativamente. Sin embargo, para el año de 2022, los países en cuestión se configuran entre los cinco con menor inflación en la región, acompañados por Brasil y Bolivia (CEPAL, 2022). Una de las principales razones es el hecho de que el dólar corriente atrae más inversiones externas, ya que posibilita mayor liquidez internacional y menores tasas de interés para operaciones de mercado.
Los países analizados adoptaron el dólar bajo la premisa del desarrollo de los mercados financieros al contar con una profundización de la cantidad de inversionistas externos. La visión común sobre el dólar se enfoca en su aceptabilidad, convertibilidad y confiabilidad, una vez que dicha moneda se devalúa menos. Distintos beneficios derivan de la adopción del dólar, pero estos se pagan con la pérdida de la capacidad de gestionar políticas cambiarias y monetarias a nivel nacional, lo que genera mayores dificultades para acomodar choques externos y corregir desequilibrios domésticos (VALTER, 2015, p. 11). En el caso de Ecuador, el funcionamiento de la economía dolarizada ocurre de manera similar al régimen de currency board, en el cual la tasa de cambio nominal fija es permanente e impide al gobierno utilizar la política monetaria como herramienta macroeconómica.
La dolarización es, en esencia, la política económica como una herramienta de sumisión geopolítica. Después de la adopción institucional del dólar, es un escenario improbable que estas tres economías vuelvan a tener moneda propia. En este contexto, el ex-presidente ecuatoriano Rafael Correa ha defendido diversas veces la idea de la incompatibilidad de la dolarización con la economía ecuatoriana (REUTERS, 2009). El país andino es altamente dependiente de la exportación de petróleo, y debido a eso, pasa por dificultades económicas siempre que hay choques externos, quedando dependiente de las decisiones del Federal Reserve – sistema de bancos centrales de los EE.UU.
De similar manera, Panamá se ha convertido en una nación acoplada económicamente a los Estados Unidos. Considerado el país más rico de Latinoamérica, la nación es un paraíso fiscal para divisas extranjeras, esto es, donde se puede lavar fondos offshore a fin de evadir a las autoridades fiscales y policiales. Este proceso se facilita por las leyes corporativas favorables del país, y, obviamente, por la presencia del dólar como moneda nacional. Los Panamá Papers, investigación periodística que expuso la evasión financiera y la corrupción política en paraísos fiscales, posibilitaron la recuperación de $1.36 billones en impuestos, multas y sanciones como resultado de procesos jurídicos (ICIJ, 2021).
Consecuencias negativas de la dolarización
Configuran como las mayores consecuencias del proceso de dolarización el encarecimiento del costo de vida para las poblaciones nacionales; la desindustrialización; la emigración en masa; y la desigualdad oriunda de la concentración de renda. En las Relaciones Internacionales, las mayores desventajas de la dolarización no serían económicas, sino políticas, involucrando la pérdida de un poderoso símbolo de identidad nacional, una fuente de ingresos emergenciales para el Estado, y de una importante medida de aislamiento diplomático en periodos de crisis (COHEN, 2000, p.
4). Naturalmente, la inflación disminuye al adoptar el dólar, como ejemplificado por la estabilización macroeconómica consecuente. Sin embargo, se crea un proceso de distorsión de los sistemas de precios internos, acompañado muchas veces por la gentrificación, que incapacita a los locales de mantener su calidad de vida previa debido a que se encarece el costo general cuando comparado con la moneda previa. Como consecuencia, se genera una migración de las camadas más pobres de la sociedad para regiones y países donde sea rentable vivir.
En el sector industrial, la dolarización genera el enflaquecimiento de la industria nacional. Los países dolarizados se convirtieron en economías mayoritariamente importadoras de productos manufacturados, causando también un aumento de los niveles de desempleo. Consecuentemente al encarecimiento del costo de vida, las poblaciones locales se ven resignadas a emigrar para otros países. Desde que adoptó el dólar, en el curso de 20 años El Salvador tuvo fuertes cambios en su migración neta, que es total neto de personas que migraron durante el período: la cantidad total de inmigrantes menos la cantidad anual de emigrantes, incluidos los ciudadanos y los no ciudadanos, según la División de Población de las Naciones Unidas – Perspectivas de la Población Mundial. La nación pasó de una migración neta de -93.347 personas en 2001, para -27.343 en 2021 (BANCO MUNDIAL, 2021), o sea, la cantidad de emigrantes aumentó considerablemente.
No se niegan los beneficios de la dolarización: la queda de la inflación sistémica en países como Brasil y México a principios de los años 2000 se posibilitó por medio de programas conjuntos de austeridad fiscal, absorción de capitales externos y uso de ancora cambial referenciada al dólar (NOGUEIRA, 1993, p. 368). Sin embargo, el uso del dólar como moneda de transición es profundamente distinto a su adopción integral por una economía, lo que, por su vez, genera pérdida de soberanía monetaria.
Aunque disminuya los desequilibrios fiscales, la dolarización genera vulnerabilidades en el sistema financiero. La cartera dolarizada eleva el riesgo sistémico de crisis financieras pues, en economías donde coexisten el dólar y la moneda local, devaluaciones crediticias generan endeudamiento de los inversionistas, internacionalmente, mientras que a nível doméstico siguen recibiendo sus sueldos en monedas flacas (LORIA; MARTINEZ, 2018, p. 5). En el ámbito gubernamental, la dolarización limita el papel del Banco Central como prestamista de última instancia y retira del país el dominio integral de su política monetaria.
Conclusión
Geopolíticamente, la dolarización ejemplifica la pérdida de soberanía monetaria de los países latinoamericanos. Aunque espejada como una elección voluntaria, el sistema neoliberal logra mantener la sumisión continental a la economía estadounidense, propietaria del dólar. En un contexto de recuperación económica global, el informe Panorama Social 2022 de la CEPAL proyecta que 201 millones de personas (32,1% de la población total de la región) viven en situación de pobreza, mientras 82 millones (13,1%) se encuentran en pobreza extrema.
Por supuesto, se revela que el enfoque macroeconómico de la región tiene que repensar sus prioridades. Esto es, en una región donde se sigue priorizando la política económica de exportación de commodities en función del desarrollo integral, no se alcanzará la soberanía monetaria. Se propone, por lo tanto, sistemas que promocionen la cohesión social y garanticen la sostenibilidad financiera de los necesarios mecanismos de protección social en la región (CEPAL, 2022). Prevenir la dolarización institucionalizada en los demás países de Latinoamérica es uno de los caminos para una política económica independiente, una vez que «jerarquía inevitablemente implica en vulnerabilidad» (COHEN, 2000, p. 5).
Algunos mecanismos de facilitación para la desdolarización en economías donde aún no se ha institucionalizado la moneda estadounidense son la valorización de la moneda nacional por medio de, por ejemplo, apreciación cambiaria e instauración de impuestos a los débitos y créditos en moneda extranjera. Se resalta también la importancia de medidas prudenciales para internalizar los riesgos de la dolarización financiera y desincentivar el otorgamiento de créditos en moneda extranjera a deudores que reciben sus ingresos en moneda local (GARCÍA-ESCRIBANO; SOSA, 2010), visando reducir las disparidades. Por fin, es fundamental el desarrollo del mercado de capitales en moneda local, lo que se evidencia como la principal oportunidad para conciliar la inversión externa con la protección de la economía nacional.
BIBLIOGRAFÍA
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