Por Sara Serrano/ Canal Red
Estados Unidos no sólo sigue siendo el principal aliado de Israel, sino que también está intensificando sus operaciones militares en Yemen con el fin de impedir que las milicias hutíes sigan bloqueando el tránsito marítimo
“Me llamo Aaron Bushnell. Soy miembro en activo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y ya no seré cómplice del genocidio. Estoy a punto de participar en un acto de protesta extrema, pero en comparación con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina a manos de sus colonizadores, no es nada extremo. Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que será normal”.
En el vídeo, transmitido en directo a través de redes sociales, se veía a un joven estadounidense con uniforme militar caminando hacia la embajada de Israel en Washington. Unos instantes después, se detiene frente a la embajada, deja su teléfono en el suelo, se rocía un líquido inflamable y se prende fuego. Sus últimas palabras fueron: “Palestina libre”.
Cuando Bushnell se desplomó, los agentes de policía que habían estado observando cómo se desarrollaba todo corrieron hacia él. Un agente de seguridad de la embajada israelí no dejaba de apuntar con un arma al cuerpo en llamas de Bushnell. Al final del video se escucha a un oficial con un extintor gritarle: “No necesito armas; ¡Necesito extintores!”.
Se trataba de Aaron Bushnell, un joven de 25 años natural de Texas que llevaba cuatro años de servicio en las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. El domingo 25 de febrero, Aaron envió un email al grupo anarquista Crimethinc en el que anunciaba que tenía previsto participar en “un acto de protesta extrema contra el genocidio en Palestina” y adjuntaba un link donde podría seguirse la protesta en directo. Su cuenta de redes sociales todavía muestra una bandera palestina como foto de perfil.
Mientras Bushnell ardía, el número de palestinos muertos en Gaza superó la cifra de los treinta mil, casi la mitad de ellos niños. Además, dos millones de palestinos han sido desplazados forzosamente de sus hogares y la mitad de la población está al borde de la inanición por la falta de suministros y ayuda humanitaria.
La muerte de Bushnell se producía también mientras la administración de Joe Biden sigue sin retirar su apoyo militar, económico y diplomático a Israel.
Hace tan sólo unos días, Estados Unidos vetaba una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pedía un alto al fuego en Gaza. La mano levantada de la embajadora estadounidense, Linda Thomas-Greenfield, ha impedido que la resolución prosperase.
El texto pedía además que se detuviera el desplazamiento forzoso de la población civil palestina y exigía la liberación inmediata de todos los rehenes. Trece países avalaron la petición, Reino Unido se abstuvo, y Estados Unidos, votó en contra.
Es la tercera vez que una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para exigir un alto al fuego termina con el veto de Estados Unidos. La excusa que ha dado esta vez es que la resolución de Naciones Unidas puede interferir en los esfuerzos diplomáticos para llegar a un alto al fuego: “A veces, la diplomacia dura requiere más tiempo del que cualquiera de nosotros quisiera”, ha dicho la embajadora estadounidense.
El embajador ruso ante la ONU ha acusado a Estados Unidos de “darle a Israel una licencia para matar” con su veto y el embajador chino ha calificado de insostenible el argumentario de Estados Unidos de que el borrador de Naciones Unidas pudiera pone en peligro las conversaciones en curso. “La violencia está desestabilizando toda la región y el Consejo debe actuar rápidamente para detener la matanza”, ha dicho.
Estos días está teniendo lugar también la audiencia sobre la ocupación israelí en la Corte Internacional de Justicia. Más de 50 países participan en unas audiencias ante el Tribunal de la Haya en las que se están escuchando los alegatos sobre la legalidad de la ocupación israelí de territorios palestinos. Las audiencias fueron convocadas antes de que comenzara la ofensiva de Israel en Gaza, pero se han convertido en una herramienta para tratar de detener el genocidio.
El pasado miércoles, un día después de vetar el alto al fuego ante la ONU, Estados Unidos defendió ante los 15 jueces de la Corte Internacional de Justicia la ocupación israelí de Cisjordania y Jerusalén oriental. El Asesor Legal del Departamento de Estado de EE. UU, Richard Visek, argumentó que Israel se enfrentaba a “necesidades muy reales en materia de seguridad” e instó a los jueces a no exigir la retirada inmediata de Israel de los territorios palestinos ocupados.
“No sería propicio exigir una solución unilateral, inmediata e incondicional: una retirada de Israel que no tenga en cuenta la posición legítima de Israel en materia de seguridad. Estados Unidos no está de acuerdo”, decía el asesor estadounidense.
Mientras que la Unión Africana calificaba la nueva ofensiva israelí como “una nueva Nakba” y la Liga Árabe denunciaba las “décadas de ocupación ilegal”, Estados Unidos volvió a ser uno de los pocos países que defendió a Israel.
Recordemos además que el mismo día en el que la CIJ dictaminó que Israel debía impedir cualquier acto de genocidio en Gaza, EEUU anunciaba que suspendía la financiación de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (la UNRWA), un organismo fundamental para garantizar la asistencia humanitaria en la zona. Muchos lo interpretaron como un castigo colectivo al pueblo palestino por buscar justicia en la Corte Internacional de Justicia.
Estados Unidos no sólo sigue siendo el principal aliado de Israel, sino que también está intensificando sus operaciones militares en Yemen con el fin de impedir que las milicias hutíes sigan bloqueando el tránsito marítimo de embarcaciones israelíes como forma de protesta ante la masacre en Gaza. De hecho, hace sólo dos días los ataques de Estados Unidos y Reino Unido alcanzaron la capital yemení, Sanaa.
Todo esto estaba sucediendo mientras Aaron Bushnell se inmolaba frente a la embajada de Israel en Washington. Este es el contexto que falta en las breves notas de prensa que se han hecho eco de este acto de protesta extrema, que, en última instancia, es un acto desesperado para tratar de conmocionar y movilizar a la gente para que actúe frente a los horrores del genocidio que está teniendo lugar en Gaza.
La autoinmolación como forma de lucha política tiene su origen en los años 60, cuando una serie de monjes budistas decidieron quemarse vivos para protestar contra la persecución política que sufrían en el Vietnam ocupado. De ahí surgió la expresión “quemarse a lo bonzo”: bōzu en japonés significa monje.
Pero esta forma de protesta también está profundamente arraigada en la cultura pacifista estadounidense.
En 1970 un joven californiano llamado George Winne Jr falleció después de prenderse fuego en San Diego, California, en protesta por la guerra de Vietnam. Winne, pidió a su madre que le enviara una carta al presidente Richard Nixon explicando los motivos de su acción. La carta decía: “Nuestro hijo George Jr. se prendió fuego en el campus de la Universidad de California en San Diego el 10 de mayo. Antes de morir, nos dijo que había elegido la forma más dramática que se le ocurrió para llamar la atención de la gente sobre la condición más deplorable del mundo y de su país.”
A principios de 1991, Gregory Levey, un maestro de escuela de Amherst, Massachusetts, se inmoló para protestar por la primera guerra de Irak. Raymond Moules hizo lo mismo tres días después en Springfield, Virginia.
Y más recientemente, el diciembre pasado, un manifestante pro palestino se auto inmoló frente al consulado de Israel en Atlanta, Georgia. Una bandera palestina fue encontrada en el lugar como parte de la protesta.
Poco antes de su muerte, Aaron publicó el siguiente mensaje en redes sociales: “A muchos de nosotros nos gusta preguntarnos: ‘¿Qué haría si estuviera vivo durante la esclavitud? ¿O el Jim Crow? ¿O el Apartheid? ¿Qué haría yo si mi país estuviera cometiendo un genocidio? La respuesta es: lo estás haciendo. Ahora mismo.»