La libertad siempre ha sido la mejor carnada del liberalismo para atraparnos.
La libertad es una condición inherente al ser humano y difícilmente alguien no desee disfrutarla. Pero ¿A qué tipo de libertad nos referimos?
Si entendemos que la libertad es una condición natural y necesaria para una vida digna, entonces nos referimos a la libertad de desarrollar nuestras aptitudes dentro de un ambiente social de paz y respeto ¿Será eso posible en el Capitalismo? Veamos.
El Capitalismo se caracteriza por la acumulación de capital en pocas manos, aun cuando toda riqueza social es el producto del esfuerzo colectivo. Esa acumulación conduce, indefectiblemente, a la exclusión de un gran número de personas al acceso a esas riquezas, a pesar de que estas personas contribuyeron con su creación; pero al excluirlas de esas riquezas, las excluyen de la satisfacción de sus necesidades reales; y es la satisfacción de esas necesidades reales (naturales) la que lleva a la abolición de la pobreza y a la libertad de desarrollar las aptitudes naturales.
La distribución de la riqueza mundial entre todos los adultos en 2018 se resume en la fórmula 50-1/1-50. Es decir, el 50% de la población mundial posee el 1% de la riqueza generada, mientras que el 1% de los más ricos se reparte casi el 50% de todos los bienes del mundo. Así se afirma en el Global Wealth Report 2018, que elabora Credit Suisse Research Institute.
Esa inmensa desigualdad en la distribución de las riquezas es la principal causa de la delincuencia, la pobreza y las guerras en el mundo; por lo que podemos afirmar que el Capitalismo es sinónimo de guerras, delincuencia y pobreza.
Sin embargo, el Capitalismo- Liberal, en su fase industrial ha creado falsas necesidades que le impide al ciudadano distinguir entre las necesidades reales y las ficticias. Para ello crearon la publicidad y lo que hoy se conoce como Marketing.
Ya en los años 20 del siglo XX, Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, logró un gran prestigio en los Estados Unidos de Norte América por sus técnicas publicitarias. Escribió un libro intitulado: Propaganda, en donde afirmó:
«La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país. Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar.»
Esa manipulación de las mentes que definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas, van dirigidas principalmente a convertirnos en simples consumidores y aquí entra en juego la principal ficción del Capitalismo: la falsa idea de abundancia. Nos ofrecen en el mercado muchas presentaciones de un mismo producto, dando la sensación que son diferentes, aunque son los mismos. Por ejemplo, vemos muchos modelos de vehículos, pero lo realmente diferente es la carrocería y algunos accesorios; no existen una decena de motores y mecanismos internos del vehículo que sean diferentes. Al final, lo que realmente satisface la necesidad de traslado se reduce a pocos mecanismos. Otro ejemplo es la pasta de tomates, cuya receta es muy sencilla, pero en un supermercado usted puede ver decenas de marcas distintas con múltiples presentaciones y diferentes precios, pero a pesar de que el contenido es exactamente el mismo, usted casi siempre, termina comprando el más caro porque cree que mientras más caro es mejor, y si compra el más barato es porque su presupuesto sólo alcanza para eso. Así pasa con la información y con casi todo lo que se vende en el mercado capitalista.
En el capitalismo, todo se convierte en una fachada, pero todo está dirigido al simple consumo de bienes y servicios que en su mayoría no necesitamos.
Al final trabajamos para fortalecer los monopolios y los oligopolios que nos estandarizan el consumo, por eso es fácil encontrar en cualquier parte del mundo casi los mismos alimentos que encontramos en nuestro país, con excepción de los que son propios de la cultura nacional, los cuales se van perdiendo con el tiempo y van dando paso a la estandarización de los gustos. Esa estandarización se evidencia en el número de empresas que dominan el consumo en las distintas áreas.
Según información publicada por Oxfam, el consumo mundial está dominado por 10 grupos empresariales. Estas corporaciones controlan la mayoría de las grandes marcas de alimentación, productos para los animales, productos domésticos y de cosmética que consumimos asiduamente en la actualidad. En este listado podemos encontrar empresas como Nestlé, PepsiCo, Coca-Cola, Unilever o Danone, compañías que ingresan miles de millones de dólares cada año.
Un estudio de la universidad de zurich reveló que un pequeño grupo de 147 grandes corporaciones trasnacionales, principalmente financieras y minero-extractivas, en la práctica controlan la economía global. el estudio fue el primero en analizar 43.060 corporaciones transnacionales y desentrañar la tela de araña de la propiedad entre ellas, logrando identificar a 147 compañías que forman una “súper entidad”.
Diez mega corporaciones poseen o controlan los grandes medios de información de Estados Unidos: prensa, radio y televisión. Esa decena de imperios controla, además, el vasto negocio del entretenimiento y la cultura de masas, que abarca el mundo editorial, música, cine, producción y distribución de contenidos de televisión, salas de teatro, Internet y parques tipo Disneyworld, no sólo en el país del norte sino en América Latina y el resto del mundo.
Cuando crees que estás eligiendo contenido en la información, en realidad estás consumiendo las mismas líneas editoriales en muchos medios de comunicación (no estás eligiendo nada).
Cuando vas al supermercado y crees que puedes elegir el producto que desees, tampoco es cierto, estás eligiendo, en la mayoría de los casos, el envoltorio, no lo que vas a consumir; además que eso también dependerá de tus ingresos (no eliges nada).
Ya es hora de exigir la satisfacción de las necesidades reales: libertad; alimento (no basura que llene el estómago); medicinas que curen (no paliativos); educación liberadora, que nos obligue a pensar y no a repetir; trabajo digno, el cual pasa por el que podamos desarrollar nuestras capacidades y talentos y con el cual podamos obtener los ingresos suficientes para satisfacer nuestras necesidades reales materiales e inmateriales. Sólo entonces, seremos libres de elegir.